27 diciembre 2010, san Juan, apóstol y evangelista – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos.

  • Hace dos días celebramos el nacimiento del Niño - Dios.
  • Dentro de pocos días el año llegará a su fin.

En estos días de Navidad, resulta fácil ponerse en presencia de Dios. ¿Quién teme acercarse a un Niño recostado en un pesebre, y a una Madre que sólo tiene ojos para Él? ¿Cómo se acercaría San José a la Madre y al Hijo? Tomemos nota, y no entremos en la escena como un elefante en una cacharrería. Estamos pisando terreno sagrado. Dios hecho Niño viene en mi busca, y me espera dormido en el regazo de la Madre.

Dos certezas.

Dos certezas nos quieren transmitir las lecturas de hoy en la fiesta de San Juan. Él nos guía en la oración de hoy:

  1. … lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, …, os damos testimonio...
  2. … entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; Vio y creyó.

La primera carta del apóstol Juan comienza con los versículos que leemos hoy. Y estos versículos sólo tienen una intención: dar testimonio del amor de Dios. Para todos aquellos que vengamos después, y no hayamos podido gozar de un ver con nuestros propios ojos, de un escuchar con nuestros propios oídos, él nos dice: “… os damos testimonio… os lo anunciamos …”

Podemos pensar que los apóstoles lo tuvieron más fácil para creer, para lanzarse a recorrer los caminos de santidad. Nosotros, viviendo dos mil años después, ¿qué certezas podemos tener del Nacimiento de Jesucristo, de su Resurrección?

Dos coloquios.

  1. Ciertamente estas dudas suelen aparecer cuando no estamos unidos a Dios por medio de la oración y los sacramentos. Y de esto nos podemos examinar hoy: ¿Señor, cómo ha ido este año mi oración? ¿Me he acercado a los sacramentos con regularidad?
  2. Pero quizá, la composición de lugar para la oración de hoy, sea la puerta de nuestro sepulcro. Juan tuvo que recibir la gracia de la fe al ver las vendas y el sudario de Jesús en el suelo. Juan llegó el primero, pero no se atrevió a entrar. Le daba miedo lo que podría encontrarse. Quizá un muerto, a su Señor muerto. Quizá lo que le aterrorizaba era encontrar un vacío, ni siquiera un muerto, sencillamente nada. Él también tuvo que dar el paso de entrar en un sepulcro que le daba miedo, para ver, poder creer, y después dar testimonio.

    A nosotros nos pasa lo mismo. Hay sepulcros en nuestra vida que nos aterran. Hoy sería un día precioso, para de la mano del apóstol, a quien tanto quería Jesús, entrar en esos sepulcros (relaciones rotas, acontecimientos que no se entienden, heridas sin sanar, envidias, pecados enquistados, miserias sin aceptar…), para ver, y creer que Dios ha resucitado en ellos. Pidamos esta gracia tan importante hoy. Nuestra fe es una fe de vivos.

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