Hoy la Iglesia celebra a san Roberto
Belarmino (1542-1621) célebre jesuita doctor y obispo defensor de la fe,
cardenal de Capua. Pues buscando huir de tales dignidades, entró en la Compañía
y a pesar de ello, no se libró aunque ya lo había preconizado cuando su madre
le llevaba de niño a la iglesia y ante un cuadro de san Jerónimo le dice a su
madre: “Mira mamá, yo también seré cardenal” y ante un cuadro de los
“Doctores”: “Mira, yo también seré doctor”.
En la hagiografía de los santos
encontramos muchos casos de este tipo de premoniciones que después se cumplen
en su vida. Pero esto no es lo importante en ellos sino su santidad
ejemplar. La biografía o por lo menos su semblanza es digna de leerse por el
momento histórico de la reforma protestante, por los santos con los que
fue contemporáneo, con los momentos del caso Galileo,… y por sus momentos a la
hora de la muerte: “Entrego de todo corazón mi alma a Dios, a quien desde mi juventud
quise servir”. “¡Bella nueva, bella nueva, oh qué bella nueva!” exclama cuando
le anuncian su muerte.
Este mes es fantásticamente mariano
desde el ocho, Natividad; pasando por el doce, Dulce Nombre de María, quince
nuestra Señora de los Dolores y veinticuatro Virgen de la Merced. Así que la
oración lo ha de ser también. Después de celebrar estas fiestas, pasando
por la Exaltación de la Cruz el catorce, vamos a tenerla muy presente en
nuestra oración pues es muy buena guía que nos conduce siempre a Jesús y nos
suscita una entrega generosa continua que es de lo que se trata en cada rato de
oración de cada día y así debe acabar nuestro examen de la misma siempre.
Pero vamos a comentar las lecturas de
este día:
San Pablo en la primera nos habla de
la Resurrección. Hablando con un musulmán de los muchos que habitan mi
pueblo al hablarle de la Resurrección, me dijo con mucho sentido común
pero con poca fe: “Yo no he visto a nadie resucitado”. Traté de
explicarle que para eso necesita creer, escuchar lo que dice Jesús en el
Evangelio, lo que vieron los apóstoles y lo que nos dice hoy san Pablo: “se
siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable y
resucita glorioso; se siembra lo débil y resucita fuerte; se siembra un cuerpo
animal y resucita cuerpo espiritual”. Ese hombre regenerado en el bautismo,
hombre nuevo nos hace Cristo nuevo Adán y nos resucita al morir en la cruz y
resucitar el primero. Creo en la Resurrección decimos en el Credo. Si vivimos
esta verdad, cuánto más nos acercamos a Él, tanto más se acerca nuestro plan de
vida, y podemos responder como Pedro al pregunta:” ¿También vosotros, que
me habéis seguido queréis dejarme?” ¿A quién iremos, Señor, Tú solo tienes
palabras de vida eterna”. De Resurrección, porque es la Resurrección y la Vida.
Por eso repitamos con el salmo: “Caminaré en presencia de Dios a la
luz de la vida”, que es resurrección, por eso confío en Él y nada temo,
entre los que no creen sin ver, los que lo niegan, porque Tú Señor tienes
palabras de vida eterna; nos has hecho a tu imagen que es eterna y es
celestial. Libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída, para que camine
en tu presencia. Llevamos semillas de eternidad, porque nos ha creado para su
Reino, para estar con Él gozar eternamente. Debemos crecer en esta fe y
vivirla. Ser testigos.
Este es el campo que debemos preparar
a la semilla que dios ha puesto en nosotros al crearnos y por eso sufre y muere
en la Cruz y está reflejado en la parábola del Sembrador que hemos leído en el
Evangelio.
Que santa María prepare nuestro
campo, nuestra tierra, para que seamos fruto de su reino. Se lo pedimos de una
forma especial hoy sábado día dedicado a Ella.