Iniciamos nuestra oración con la que pone Ignacio al inicio de todos los
ejercicios:
“Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de tu divina majestad”.
Después de
rezar un tiempo con la oración de Ignacio, podemos leer despacio el salmo. Yo
os propongo que repitáis una de sus estrofas hasta que el Señor nos haga la
gracia de entender su sentido: “Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de
todo corazón”.
Una vez
pacificado nuestro corazón podemos entrar a meditar el Evangelio de hoy.
En el
capítulo 8 Lucas presenta en primer lugar a los que estaban con Jesús mientras
anunciaba el Reino de Dios: los Doce y algunas mujeres que le seguían (Lc
8,1-3); después expone la parábola del sembrador y su explicación (Lc 8, 4-15);
a continuación unos cuantos dichos de Jesús sobre la transmisión de su mensaje
(Lc 8,16-18); e inmediatamente este pasaje sobre la verdadera familia de Jesús
(Lc 8, 19-21).
Creo que
hay un hilo conductor entre todos estos pasajes: Jesús está insistiendo en la
necesidad de abrir el corazón a su Palabra, de abrirse y escuchar lo que Dios
quiere decir en nuestra vida.
8,1: Es el
anuncio de Jesús y los que le siguen y escuchan de cerca.
8,12: “…los
que han oído; pero viene el diablo y se lleva de su corazón la palabra”.
8,13: “…al
oír la Palabra, la reciben con alegría; pero no tienen raíz; creen por algún
tiempo, pero a la hora de la prueba abandonan”.
8,14: “…son
los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las
preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez”.
8,15: “…son
los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto,
y dan fruto con perseverancia”.
8,16:
“Mirad, pues, cómo oís…”
8,21. “Mi
madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen”.
Aunque nos
gustaría, en realidad el fragmento del evangelio de hoy no es un pasaje
mariano, ni tampoco hay un desapego de Jesús de las relaciones familiares o de
la relación con su madre. No, Jesús es el maestro: y nos está enseñando como
tenemos que seguirle, como tenemos que acoger su palabra y cómo tenemos que
estar siempre a la escucha de Dios. ¿Queremos ser de la familia de Jesús,
queremos entrar en su intimidad? Pues abramos el corazón y tratemos de cumplir
lo que entendemos que Dios nos dice cada día y cada instante de nuestra vida.
Porque
tenemos que ser conscientes de que Dios habla, habla continuamente y por eso la
insistencia del Jesús que presenta Lucas en este capítulo es en la escucha. No
nos despistemos, no nos durmamos como las vírgenes necias, tengamos el corazón
preparado para recibir a Jesús que viene cada día a nuestro corazón, que pasa
por nuestras vidas.
Por eso
podemos decir: Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la
cumplen.
Y ahora, al
final de mi oración, sí que puedo volver los ojos a María, y ver que ella sí
que cumplió esta palabra de Jesús y por eso es bienaventurada. Es lo que le
dijo Isabel en la Visitación: Bienaventurada la que (escuchó y) ha creído que
se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
Por eso
podemos entender que el dicho final de Jesús en el fondo es una alabanza de su
Madre: Dichosa tú que escuchaste y cumpliste la palabra de Dios.
Oración
final: Inicia un coloquio con María y suplícala que te enseñe el secreto para
saber escuchar a Jesús. Terminar con otro coloquio de intimidad con Jesús.