Oración inicial
"Que todas mis intenciones,
acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su
Divina Majestad”.
Situándonos.
Oremos con el Evangelio que la Santa
Madre Iglesia, nos propone para hoy. Un encuentro, unos fariseos que ven
escandalizados a los discípulos de Jesús rompiendo el descanso del Sabbat judío. ¿Por qué permite Cristo que
sus discípulos den este contra testimonio, violando la Ley judía? Metámonos en
la escena.
Un sábado, Jesús atravesaba un
sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se
comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: “Por qué hacéis en sábado lo
que no está permitido”.
El sábado era el día del descanso
para los judíos. Es el recuerdo de la Alianza de Dios con el pueblo de Israel,
un honrar al Dios de la creación que descansó el séptimo día.
Para los judíos, especialmente para
los fariseos, el descanso (y por tanto el tributo a Dios), se conseguía
absteniéndose del trabajo, de andar… Y esto estaba blindado con mil y una
restricciones que legislaban la normativa del descanso. Así se entiende el
escándalo que produce la actitud de los discípulos de Jesús en estos judíos
fieles a la Ley.
Jesús les replicó: [...] “El Hijo del
hombre es señor del sábado”
Desde la llegada de Cristo, el día
del Señor (nuestro sabbat, «Dies Domini», es el domingo) ha cambiado. De alguna
manera el fondo del Sabbat judío se mantiene (alabar a Dios
creador liberándose de ocupaciones, preocupaciones…), pero las palabras del
Señor “El Hijo del hombre es señor del sábado”, lo han transformado
completamente.
De la llegada de Jesús en adelante,
no serán las normas las que blinden el descanso, sino el amor a Dios y la
sincera entrega de tiempo y recursos a Dios en la Eucaristía y en los hermanos.
Ya no es cuestión de actividades, sino de una actitud del corazón, de lo íntimo
del hombre, que le lleva a entregar lo más noble de sí mismo al Dios que firmó
una alianza fiel con el hombre en el madero de la Cruz.
Quizá para sacar a relucir esto tan
importante, Cristo que no vino a tocar ni una coma de la Ley del Dios del
Antiguo Testamento, permitió que los discípulos dieran ese “escándalo”. Era
necesario para desenmascarar la actitud del corazón humano, y era necesario
para autoproclamarse Corazón del descanso del hombre.
Reflectir sobre uno mismo, para sacar
provecho.
El Evangelio de hoy, plantea una
pregunta directa: ¿En qué o en quién buscamos nuestro descanso? O lo que es
mismo: ¿Dónde, en qué o en quién gastamos nuestro tiempo libre?
¿A Dios, qué le toca en nuestro
descanso, los flecos que sobran después de descansar en otras cosas, o el
corazón de nuestro descanso y nuestro trabajo? ¿Por qué (o Quién) trabajo, y en
qué (o Quién) descanso?
Escuchemos en la oración de hoy, de
labios de Jesús: “Venid a Mí
los que estáis cansados y agobiados, y Yo os aliviaré”.
Pidamos a la Virgen la gracia de
descansar en Jesús, de blindar nuestro descanso no en una actividad, no en esto
o en aquello, sin o en el Corazón de Jesús. “¿A
quién hemos de acudir, si sólo Tú, Señor, tienes palabras de vida eterna?“