13 octubre 2016. Jueves de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Lc 11, 47–54
Al iniciar la oración caer en la cuenta cómo Dios me está esperando, me mira complacido; sentir la mirada que un día le regaló  al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.
En evangelio de hoy Jesús recrimina a los guías del pueblo que, no contentos con imponer a los demás obligaciones que ellos no cumplen, cierran la entrada del Reino a sí mismos y a los demás. Poseedores de la llave del saber religioso, no aciertan a acercarse a Dios y, lo que es peor, cierran la puerta de la salvación a los humildes y sencillos que buscan a Dios. Fallan, pues, como personas y como guías.
Todo bautizado es guía y ayuda para los que Dios ha puesto en nuestro camino y la peor acusación que se puede hacer a un responsable de los demás es que hemos cerrado la puerta de la salvación con nuestra mediocridad a aquellos que necesitaban nuestra ayuda y ejemplo.
En el lenguaje moderno profetizar significa predecir lo que ocurrirá. Esto es lo que hacen los videntes, que no son profetas en el sentido bíblico. El profeta tiene un solo objetivo: la conversión y la salvación de sus semejantes. Los falsos profetas anuncian lo que se les pasa por la imaginación; los verdaderos profetas tienen la misión de anunciar lo que Dios le ha revelado y no de predecir acontecimientos futuros.
Por el bautismo también somos profetas que debemos anunciar con palabras, obras y con nuestra vida el mensaje de Jesús a nuestros hermanos. En la Sagrada Escritura observamos que la vida de los Profetas no fue fácil para ninguno de ellos, y su misión les pesó duramente por el rechazo con que su mensaje fue acogido las más de las veces. Hoy como ayer, Jesús necesita seguidores y testigos de la Buena Nueva que nos da la vida, liberándonos de la ley del pecado y de la muerte.

Antes de terminar la oración hagamos un pequeño repaso de cómo van calando en nuestro corazón las enseñanzas de Jesús y pidamos a la Virgen en este mes del Rosario que nos ponga junto a su Hijo para que con nuestro ejemplo evangélico de amor, humildad y fraternidad sincera robustezca a los vacilantes, para que guiados por su Espíritu caminemos juntos por el camino de la verdad y así el mundo crea y se convierta.

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