Me gustaría centrar la oración en las
frases que el celebrante dice a continuación de la consagración; creo que es
fácil que pasen desapercibidas, al ir después del momento culminante y al ser
varias frases seguidas, sin respuesta del pueblo y sin ninguna acción que corte
la continuidad del texto, y sin embargo son una sucesión de peticiones
preciosas que hace el sacerdote en nombre de toda la asamblea.
“Por eso, nosotros, Señor, al
celebrar ahora el memorial de nuestra redención, recordamos la muerte de Cristo
y su descenso al lugar de los muertos, proclamamos su resurrección y ascensión
a tu derecha; y mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos su Cuerpo y
Sangre, sacrificio agradable a Ti y salvación para todo el mundo”
Puede dar la sensación de que el “por
eso” está un poco aislado, metido porque sí; pero es una referencia a “porque
Él mismo... tomó pan... tomó el cáliz... y dijo haced esto en conmemoración
mía”, por eso nosotros recordamos tu muerte y proclamamos tu resurrección. Esto
que celebramos es el memorial de nuestra redención, la fiesta de nuestra
salvación; por lo tanto cada vez que vamos a misa, celebramos una gran fiesta
llena de gozo y esperanza; y esto a Dios le ha supuesto un sacrificio, pero el
más agradable de los sacrificios, y es salvación para toda la humanidad.
“Dirige tu mirada sobre esta Víctima
que tú mismo has preparado a tu Iglesia, y concede a cuantos compartimos este
pan y cáliz, que, congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo, seamos,
en Cristo, víctima viva para tu alabanza”.
De este párrafo quiero destacar dos
cosas: Ver y contemplar cómo el Padre dirige su mirada amorosa hacia el Hijo; y
la palabra “compartimos”; celebramos en unión con los demás, no es una fiesta
solamente entre Dios y yo, sino que comparto con mis hermanos, sentir que hemos
compartido una gran fiesta.
“Acuérdate, Señor, de todos aquéllos
por quienes se ofrece este sacrificio: de tu servidor, el Papa, de nuestro
obispo, del orden episcopal y de todo el clero, de cuantos aquí reunidos
hacemos esta oblación, de todo tu pueblo santo y de aquéllos que te buscan con
sincero corazón”.
Y por todos estos que hemos pedido al
Señor que se acuerde, que son muchos, podemos añadir a los que en nuestra
sincera petición hemos incluido en nuestra oración de los fieles, también de
los que quizá no le buscan con corazón sincero o no le buscan directamente, o
incluso los que intentan no encontrarse con Él, o aún más, se ponen en contra
de Él e intentan que los demás se aparten de Él; también de éstos tenemos que
pedir al Señor que se acuerde especialmente para que siga obrando milagros . Y
aún seguimos pidiendo por más:
“Acuérdate también de los que
murieron en la paz de Cristo y de todos los difuntos, cuya fe sólo tú
conociste”.
Aquí caemos en la cuenta de que ha
habido cantidad de personas santas, cuya fe sólo se acuerda el Señor, que no
han llegado a nuestros oídos a lo largo de la historia, quizá por su vida tan
sencilla y cotidiana, y es que afortunadamente son tantos los santos…; está en
nuestra mano ser uno más de ellos.