“Vivid en el amor como Cristo os amó
y se entregó por nosotros…”… Me
parece, es lo central del mensaje evangélico que hoy nos propone la iglesia en
este inicio de semana. Vivir en el amor. Para empezar, propongo como método
para orar la oración repetitiva. Estoy leyendo un libro sobre la oración donde
se dice que este método tiene un efecto pacificador y permite que un deseo, una
intención del alma, se exteriorice mediante el cuerpo y se enraíce al mismo
tiempo en el corazón. Se trata de que, una vez puestos en la presencia de Dios
y sosegado el interior, me quede con alguna frase de las lecturas y la repita
lentamente y desde el corazón, a un ritmo pausado, como si se tratase de
nuestra respiración. “Vivir en
el amor”, “Dios es amor”, “Cristo se entregó por nosotros”… son algunas
frases que os propongo usar en este día. Podría ayudar a este momento de
oración ver una imagen de Cristo crucificado. En Perú, en este mes de octubre,
se venera de manera especial la imagen del Señor de Los Milagros, cuya devoción
se ha extendido por los cinco continentes. Adjunto su imagen al final del
texto, por si os ayuda. Alguno con esto ya podría tener la oración hecha.
Pero se podría adentrar más en las lecturas de hoy que,
claramente, guardan una especial relación. San Pablo en la primera lectura
recuerda a la comunidad de Éfeso que “en
otro tiempo erais tinieblas…”. Las primeras comunidades cristianas eran
conformadas principalmente por conversos, hombres y mujeres que al recibir el
Espíritu Santo (manifestación de la Misericordia de Dios) dejaban atrás una
vida de pecado, muchas veces de escándalo público; ya el apóstol brinda en el
texto algunos rasgos de este comportamiento. Todos nosotros también hemos
experimentado, de alguna manera u otra y en mayor o menor medida, ese toque
misericordioso de Dios que nos hizo cambiar de vida, o al menos, a estar
convencidos de tener que hacerlo y aspirar a ello con todas sus consecuencias.
Quizá nuestra conversión no fue tan evidente de cara al exterior como la de los
de Éfeso, pero tanto ellos en su momento, como nosotros ahora, tenemos necesidad de estar en permanente
conversión. Para ello, la exhortación de San Pablo es clara: “Sed
imitadores de Dios, como hijos queridos…”, e inmediatamente concreta la idea
señalando el modelo, el Verbo encarnado: Jesucristo, que practicó la BONDAD, la
COMPRENSIÓN y el PERDÓN. Podemos aprovechar un momento de la oración para
evaluarnos en estos tres aspectos de la vida del Señor.
Quizá después de esta pequeña evaluación, vemos que en
algún momento hemos sido como el jefe de la sinagoga que menciona Lucas en el
evangelio. El Señor, que conoce muy bien lo que había en su corazón, aprovecha
la oportunidad para darle una lección de misericordia y nos la puede dar
también hoy a nosotros. Dejémonos en este día “desencorvar” por Jesús, como lo
hizo aquella mujer enferma… “enderecemos” nuestra vida bajo su mirada, que
estemos en permanente conversión y escuchemos con ternura que nos dice “Quedas libre de tu enfermedad…”.