En nuestra oración entramos en el misterio de Dios.
Jesucristo crucificado es la máxima manifestación del amor de Dios por
nosotros, es por eso que los cristianos solemos orar ante un crucifijo. Quevedo
expresaba esta realidad diciendo en una de sus últimas cartas: “nadie se atreve
a Dios sin poner delante a Cristo”. En la oración de este día os invito a mirar
al Crucificado y poner ante Él vuestra vida.
De una forma o de otra la cruz siempre se dibuja en nuestro
horizonte. Por la fe sabemos afrontarla unidos a Jesucristo para hacer de ella
instrumento de redención. Además sabemos que las cruces no tienen nunca la
última palabra sino que son una ocasión para amar y aprender a amar.
En la vida de Jesús también la cruz se presentó en su
horizonte de forma real y dramática. San Lucas en su evangelio nos lo quiere
mostrar desde el principio, presentándonos en Nazaret lo que luego sucedería en
Jerusalén. Contemplemos a Jesús en este trace entrando en su corazón. Quiere
suscitar la fe en nuestros corazones como en la de sus contemporáneos de
Nazaret. Expresemos nuestra fe en Él para que nuestra oración ilumine cada
situación que vivamos en este día.