30/4/2014, Miércoles de la segunda semana de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5, 17-26)

En aquellos días, el sumo sacerdote y los de su partido -la secta de los saduceos-, llenos de envidia, mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Pero, por la noche, el ángel del Señor les abrió las puertas de la celda y los sacó fuera, diciéndoles: - «Id al templo y explicadle allí al pueblo íntegramente este modo de vida.» Entonces ellos entraron en el templo al amanecer y se pusieron a enseñar. Llegó entre tanto el sumo sacerdote con los de su partido, convocaron el Sanedrín y el pleno de los ancianos israelitas, y mandaron por los presos a la cárcel. Fueron los guardias, pero no los encontraron en la celda, y volvieron a informar: -«Hemos encontrado la cárcel cerrada, con las barras echadas, y a los centinelas guardando las puertas; pero, al abrir, no encontramos a nadie dentro.» El comisario del templo y los sumos sacerdotes no atinaban a explicarse qué había pasado con los presos. Uno se presentó, avisando: - «Los hombres que metisteis en la cárcel están ahí en el templo y siguen enseñando al pueblo.» El comisario salió con los guardias y se los trajo, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease.

Salmo responsorial (Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9)
R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (3, 16-21)

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

30 abril 2014. Miércoles de la segunda semana de Pascua – Puntos de oración

Leeremos en el Salmo: Contempladlo y quedaréis radiantes.

El que es la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre, llegó al mundo y tras resucitar muestra a toda la humanidad, de manera plena, visible, resplandeciente la Gloria del Padre.

Por eso en estos días de Pascua es momento de contemplar la Gloria del Padre y del Hijo, pidiéndoles que nos envíen al Espíritu, para que podamos participar plenamente de ella.

Si nos dejamos iluminar por ella desaparecerán las tinieblas, se iluminará toda nuestra vida, todos esos rincones que todavía están en penumbras, se verá la dirección del camino que parecía no llevaba a ningún sitio. Podemos dejarnos acompañar en esos momentos de decepción y desencanto en el camino por Cristo resucitado y dejarle que nos explique lo que no entendemos de nuestra vida.

Es el tiempo de Pascua, de dejarle pasar a nuestra vida. Sólo como dice el salmo, si gustamos y vemos la bondad del Señor en nuestra vida, si palpamos su Gloria en nuestras vidas, podemos gozar de su presencia y transmitirla por donde vayamos.

Por eso que gozada es la oración, descubrir la Gloria de Dios en nuestras vidas, a pesar de no dejarle tantas veces actuar. Es momento de resucitar con Cristo, de vencer las tinieblas  que cubren la luz de Cristo, de gozarse e ilusionarse. Tenía que haber sucedido así.

Podemos también recorrer los diversos encuentros que acontecen con Cristo en el Evangelio y aplicarlos a nuestras vidas. Revivirlos en nosotros.

El encuentro con Pedro tras las negaciones el día en que es erigido Papa. Con que cariño le confortaría, le miraría a los ojos y le haría recuperar el amor olvidado. Cómo así lo hace con nosotros tras tantas negaciones. La oración el momento de ilusionarse con decirle sí.

Con María Magdalena. No es momento de llorar. En nuestra vida como se nos mete la desilusión, la amargura y el dolor. Y lloramos con razón. Es momento de remontar las amarguras, las penas, de ilusionarse. De salir al encuentro de nuestros hermanos y comunicarles que Cristo está vivo. Es la mejor medicina para salir de nosotros mismos, aunque tengamos que pasar por incomprensiones y sufrimientos como se narra en el evangelio de hoy. Él no nos deja.

En estos momentos de miedos, de ansiedades, de cobardías rememorar la aparición a los discípulos en el Cenáculo. Cristo les muestra las llagas, pero les da la paz. Les abre a la confianza. Nos recuerda que sabe cómo somos y lo que le hemos hecho, pero nos quiere y quiere contar con nosotros. Qué alegría saber que me acepta y que me incorpora a su resurrección, a la vida eterna con Él.

29/4/2014, Martes de la segunda semana de Pascua – Santa Catalina de Siena

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1, 5-2, 2)

Queridos hermanos: Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia los pecados. Sí decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Salmo responsorial (Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a)
R. Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades,
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (11, 25-30)

En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mí yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

29 abril 2014. Martes de la segunda semana de Pascua – Santa Catalina de Siena – Puntos de oración

Jesús exclama. Con sus palabras y su forma de hablar nos muestra que vive cada momento con intensidad; no deja pasar las horas sin sentirlas. Es Hombre de sentimientos profundos: Él observa y mira con ternura; Él habla con pasión y con razón; Él exclama, goza, sufre, ama...

Imitémosle.

Sus palabras se convierten en oración dirigida al Padre, y una vez que todo estuvo cumplido, la oración fue de acción de gracias.

Démosle gracias.

Démosle gracias por todo; fijémonos y fiémonos siempre de la actuación de Dios, porque “así le ha parecido mejor”; dejémonos moldear por la voluntad del Padre, Él es quien mejor nos conoce y sabe lo que necesitamos, sabe que le necesitamos: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”

Escuchémosle.

Cercanos a entrar en el mes de María, pidámosle sencillez y humildad para escuchar la Palabra que el Señor nos tiene preparada.

28/4/2014, Lunes de la segunda semana de Pascua

Lectura del Libro de los Hechos de los apóstoles (4, 23-31)
En aquellos días, puestos en libertad, Pedro y Juan volvieron al grupo de los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oírlo, todos juntos invocaron a Dios en voz alta: - «Señor, tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contienen; tú inspiraste a tu siervo, nuestro padre David, para que dijera: "¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso? Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran contra el Señor y contra su Mesías.” Así fue: en esta ciudad se aliaron Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu poder y tu voluntad habían determinado. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan, y da a tus siervos valentía para anunciar tu palabra; mientras tu brazo realiza curaciones, signos y prodigios, por el nombre de tu santo siervo Jesús.» Al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos, los llenó a todos el Espíritu Santo, y anunciaban con valentía la palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 2, 1-3. 4-6. 7-9)
R. Dichosos los que se refugian en ti, Señor

¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra, los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías: «Rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo». R.

El que habita en el cielo sonríe, el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira, los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi rey en Sión, mi monte santo.» R.

Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho:
«Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza.» R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (3, 1-8)

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: - «Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él.» Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.» Nicodemo le pregunta: - «¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? » Jesús le contestó: - «Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.»

28 abril 2014. Lunes de la segunda semana de Pascua – Puntos de oración

NACER PARA ENTRAR
Celebrado ayer el domingo de la Divina Misericordia y la canonización de los Papas Juan XXIII y Juan Pablo II, parece que el Espíritu nos quiere adentrar en este camino de abandono en la misericordia de Dios. Todo envuelto en el gozo y alegría de la Pascua, que nos sigue acompañando hasta que culmine nuestra peregrinación por la tierra.
Un hecho histórico de tal envergadura en la Iglesia marca necesariamente nuestra relación íntima con Dios.
Dos hombres llenos de Dios que han marcado el rumbo de la Iglesia en los últimos tiempos. Nos ayudan a este nuevo nacimiento que se da permanentemente en el cristianismo y en cada uno en particular.
Pedimos la fuerza de lo alto para que nuestra oración de este día no se centre en nosotros, sino en Dios, como hicieron estos dos grandes Pontífices. Imploramos también la intercesión de María para que, siendo todo suyos, podamos corresponder al amor misericordioso de nuestro Dios.
En el Evangelio de este día se da este diálogo tan profundo entre Jesús y Nicodemo, del que podemos sacar unos puntos para meditar:
·  Nicodemo fue a ver a Jesús. Primer paso siempre necesario. Es salir de nosotros mismos para un encuentro.
·  Fue de noche. No estaba del todo firme para hacerlo a plena luz del día. La noche todavía formaba parte de su vida. Necesitaba una luz que le quitara toda duda. ¿No tengo yo muchas oscuridades, noches, que necesitan ser alumbradas?
·  Reconocía que Jesús venía de Dios. Porque nadie hace los signos que hace Jesús, o sea, los milagros si Dios no está con él. Reconocer la acción de Dios es un camino de acercamiento.
·  Jesús le invita a nacer de nuevo. Esta es la llamada permanente que el Señor nos hace cada día y en cada momento. Tengo que nacer de nuevo, renovarme, sanarme, purificarme, CONVERTIRME.
·  Este nuevo renacer me acerca al Reino de Dios. Un Reino que se me da misericordiosamente, pero al que se accede por el nuevo nacimiento, esto es, por la conversión.
·  El nuevo nacimiento se da por el agua y el Espíritu. Es una acción de Dios. Experimentamos nuestra impotencia para este cambio. Dios mismo la lleva a cabo. Y nos hace andar, mirar, pensar, amar…de una manera distinta, con los criterios de Dios.
Pidamos al Señor en el coloquio final de la oración que nos ayude a este nacimiento, fruto de la gracia.
Con María, mujer sencilla y dócil a la acción del Espíritu, podremos nacer a la novedad permanente que es el Evangelio de Jesucristo.


27/4/2014, Domingo de la segunda semana de Pascua (Divina Misericordia)

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2,42-47)
Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.
Salmo responsorial (Sal 117,2-4.13-15.22-24)
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.

Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1,3-9)
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe –de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego– llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20,19-31)

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»  Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»  Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»  A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»  Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!»  Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»  Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

27 abril 2014. Domingo de la segunda semana de Pascua (Divina Misericordia) – Puntos de oración

Abundante es la Palabra de Dios en este domingo de la octava de Pascua.
¡Gracias, Señor, por tu palabra; gracias, Señor, por ser la Palabra!

Hoy, podemos hacer la oración en dos partes:
1ª parte
La delicadeza de la primera lectura, es digna de ser meditada  y contemplada. Nos serviría para deleitarnos con lo que fue, y podría volver a ser hoy, una comunidad cristiana feliz. Imaginaos: todo lo tenían en común, se reunían a diario a celebrar la eucaristía y a comer juntos, estaban alegres, alababan a Dios con alegría y de corazón… y la consecuencia era evidente, el resto de la gente no cristiana estaba deseando pertenecer a ese grupo, a diario se les unía gente. ¿Qué sería de nuestra Milicia, de nuestra comunidad, si viviéramos de corazón de esta manera? Se uniría a nosotros un montón de gente que acabaría descubriendo que la razón de nuestra unión y alegría es Jesucristo.

La alabanza a Dios nos hace exclamar: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. Esta es la razón de nuestra unión y de nuestra alegría, que tenemos una herencia en el cielo ganada por Cristo. Eso sí, de momento tocará pasarlo mal a veces; por otra parte, como a todos los demás hombres. Pero así, aquilatados a fuego, seremos felices.

2ª parte
Una vez hemos pedido a Dios que nos conceda una comunidad como la de los primeros cristianos, podemos pasar a meditar el evangelio. ¡Ay, Tomás, Tomás! ¿Dónde estabas cuando el Señor se apareció la primera vez a los apóstoles? ¡Qué peligro estar lejos de la comunidad cuando es tan necesario estar todos juntos! En fin, gracias a eso tenemos la magnífica declaración de Tomás sobre Jesucristo que tanta gente repite en el momento de la comunión. ¡Señor mío y Dios mío!

Nos podemos quedar repitiendo esta breve frase, llena de teología, durante un buen rato. Cristo es mi Señor y mi Dios, a él sólo daré culto y él sólo orientará mi vida. A él sólo obedeceré y sólo obraré según su ley para establecer su Reino.

Ese Tomás que no estaba donde debía… Ese Tomás que abandonó a Cristo cuando le prendieron en el huerto de los olivos... Ese Tomás, pecador, como yo… es santo. ¡Qué confianza nos tiene que dar esto! Yo también puedo ser santo a pesar de mi historia de infidelidades a Dios. ¿Pero, qué salvo a Tomás? Su gran amor a Jesucristo. Después de las meteduras de pata y los grandes pecados, Tomás, humildemente, metió su mano en las heridas de los clavos de Jesús; es más, si san Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús, Tomás metió su mano dentro. Desde ese momento Tomás es uno con Cristo, su vida ya es diferente, ya no tendrá más deseos que trabajar por su Señor hasta morir por él. Y, como nos dice la tradición de la iglesia, tuvo la suerte de dar su vida por Cristo.

Rato de oración, por tanto, para pedir la conversión y la santificación a lo Tomás. Y, llenos de alegría, por la resurrección de Cristo salir a la calle a manifestarlo.

Trabajo final: Encuentra las 7 veces que en las lecturas de hoy aparece la palabra alegría, gozo o derivados, y manifiesta visiblemente la alegría en el día de hoy, al menos 7 veces.

26/4/2014, Sábado de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4, 13-21)

En aquellos días, los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, viendo la seguridad de Pedro y Juan, y notando que eran hombres sin letras ni instrucción, se sorprendieron y descubrieron que habían sido compañeros de Jesús. Pero, viendo junto a ellos al hombre que habían curado, no encontraban respuesta. Les mandaron salir fuera del Sanedrín, y se pusieron a deliberar: - «¿Qué vamos a hacer con esta gente? Es evidente que han hecho un milagro: lo sabe todo Jerusalén, y no podemos negarlo; pero, para evitar que se siga divulgando, les prohibiremos que vuelvan a mencionar a nadie ese nombre.» Los llamaron y les prohibieron en absoluto predicar y enseñar en nombre de Jesús. Pedro y Juan replicaron: -«¿Puede aprobar Dios que os obedezcamos a vosotros en vez de a él? juzgadlo vosotros. Nosotros no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído.» Repitiendo la prohibición, los soltaron. No encontraron la manera de castigarlos, porque el pueblo entero daba gloria a Dios por lo sucedido.

Salmo responsorial (Sal 117,1 y 14-15.16-18.19-21)
R. Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
El Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación. Escuchad:
hay cantos de victoria en las tiendas de los justos. R.

La diestra del Señor es excelsa, la diestra del Señor es poderosa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor, pero no me entregó a la muerte. R.

Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor.
Esta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella.
Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 9-15)

Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron. Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando a una finca. También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron. Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: - «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.»

26 abril 2014. Sábado de la Octava de Pascua – Puntos de oración

  1. Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
  2. Petición: hacemos nuestra la oración colecta de la misa y le pedimos al Señor: “Oh Dios, que con la abundancia de tu gracia no cesas de aumentar el número de tus hijos, mira con amor a los que has elegido como miembros de tu Iglesia, para que, quienes han renacido por el bautismo, obtengan también la resurrección gloriosa. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.”
  3. Puntos para orar: hoy podemos meditar el evangelio que nos propone la liturgia. Es casi el final del evangelio de San Marcos. Jesús se aparece a María Magdalena y la convierte en la primera anunciadora de su resurrección. Ella choca con la incredulidad de los mismos apóstoles que sumidos en la tristeza no la creen. Lo mismo dice este evangelio que pasa con los dos de Emaús, que al principio no fueron creídos. Jesús, lleno de condescendencia y amor se acaba apareciéndoseles y les echa en cara su incredulidad y dureza de corazón. Contemplar la escena y la cara de Jesús mirando a los apóstoles, que no acaban de creer por la alegría. Y a pesar de su incredulidad y cerrazón, no los rechaza, sino que les envía a dar la buena noticia de su resurrección a toda la creación, es decir, a todo hombre y mujer que esté a su lado. Y les indica además que vayan, es decir, que no se conformen con anunciarlo a los de al lado, sino también a los que nos pillan más a trasmano. Nosotros, que hacemos oración todos los días, nos puede parecer que creemos en Jesús, pero en nuestra vida cotidiana, ¿creemos que su mensaje puede transformarnos y transformar a los que están a nuestro alrededor? ¿creemos que somos enviados por Él, como los apóstoles nada más verle por primera vez resucitado? Y Jesús no busca a los más capaces: a ningún director de recursos humanos se le hubiera ocurrido contratar para llevar una noticia tan importante a una mujer con un pasado como María Magdalena. Y Jesús la mandó a sabiendas de que iba a fracasar y a chocar contra la dureza de corazón de sus apóstoles. Y los apóstoles tampoco fueron desechados por Cristo al ver su incredulidad, sino que les confirmó en la tarea de ser pescadores de hombres. Yo me veo pequeño, desconfiado, descreído e incapaz. Lo mismo que los apóstoles. Ver a Jesús que me mira con la misma expresión que aquel día de Pascua en el Cenáculo con los apóstoles y que me dice: “vete al mundo entero y proclama el Evangelio a toda la creación”
  4. Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con Jesús. Avemaría a la Virgen, la que creyó en todo momento.
  5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

25/4/2014, Viernes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4, 1-12)

En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y lo saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Le echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: - «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?» Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: - «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»

Salmo responsorial (Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a)
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.

Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (21, 1-14)

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

25 abril 2014. Viernes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

En este día de gozo por la resurrección del Señor, al comenzar nuestra oración, podemos pedir a la Virgen María, maestra oración, que nos ponga junto a su Hijo; y así mirando a Jesús nos dispongamos a entablar un dialogo de amistad con él. San Ignacio, en la primera contemplación de la cuarta semana que es sobre la aparición de Cristo resucitado a su madre pide al ejercitante que considere el “oficio de consolar que trae Cristo nuestro Señor, comparando cómo un amigo suele consolar a otro”.

Salmo responsorial: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Sal 117)

El salmo de la misa nos puede ayudar en la meditación de hoy. Actualicemos el salmo, no pensemos en los judíos de la época de Jesús, sino en nosotros. Los arquitectos a los que se refiere el salmo son todos aquellos que considerándose importantes cierran su corazón a Dios y rechazan a Cristo como la “piedra” que da sentido final y acabado perfecto a nuestras vidas y ensamble definitivo a la historia de la humanidad.

Meditación del Evangelio del día: Jn 21, 1-14

Un grupo de apóstoles, después de lo sucedido en Jerusalén regresan de nuevo a Galilea, al lago de Tiberiades; vuelven a la vida de antes, aparentemente como si nada hubiese acontecido. Entonces, Pedro dijo: “¡Voy a pescar!” y los otros discípulos le dijeron “¡Nos vamos contigo!” Tomaron el barco y fueron a pescar. “¡No hemos pescado nada!” Volvieron a la playa cansados. Fue una noche frustrante. Pero realmente sí había acontecido algo. ¡Algo estaba aconteciendo! ¡El pasado no volvió!

Jesús estaba a orillas del mar, pero ellos no le reconocieron. Y Jesús pregunta: “Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?” Respondieron: “¡No!” Ellos habían sido llamados a ser pescadores de hombres (Mc 1,17; Lc 5,10), y querían volver a ser pescadores de peces. La experiencia de tres años con Jesús había producido en ellos un cambio irreversible. Ya no era posible volver atrás como si nada hubiera acontecido.

Jesús, aquella persona desconocida que estaba en la playa, mandó que echasen la red por el lado derecho del barco. Ellos obedecieron, echaron la red, y fue un resultado inesperado. ¡La red se llenó de peces! ¡Cómo era posible! El discípulo amado dice: “¡Es el Señor!” Esta intuición lo aclara todo. Pedro se tira al agua para llegar más deprisa cerca de Jesús. Los otros discípulos fueron detrás con el barco arrastrando la red llena de peces.

Jesús llama a todos “¡Venid a comer!” Él tuvo la delicadeza de preparar algo para comer después de una noche frustrada sin pescar nada. Ninguno de sus discípulos se atrevía a preguntar quién era, pues sabían que era el Señor. Y evocando la eucaristía, el evangelista Juan completó: “Jesús se acercó, tomó el pan y lo distribuyó para ellos”. Se sugiere así que la eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús resucitado.

Podemos concretar la meditación haciéndonos algunas preguntas:

¿Te ha sucedido alguna vez que te hayan pedido algo que contraríe toda tu experiencia? ¿Has obedecido? ¿Echaste la red? ¿Cómo es tu delicadeza en las cosas pequeñas de la vida?

Petición final: Jesús, concédeme la gracia de verte siempre a mi lado, especialmente en los momentos de dificultad. Quítame esta ceguera de pensar que haciendo lo que me apetezca voy a ser feliz y a resolver mis problemas. Haz que caiga en la cuenta que te necesito y que debo obedecer tus indicaciones. Ayúdame a encontrarte en la Eucaristía y en los más necesitados.

24/4/2014, Jueves de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3, 11-26)

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: - «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»

Salmo responsorial (Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9)
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

¡Señor, dueño nuestro! ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. R.

Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 35-48)

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

24 abril 2004. Jueves de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Mensaje del Papa Francisco Urbi et Orbi el domingo de Pascua

Queridos hermanos y hermanas, Feliz y santa Pascua.

El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: «Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado... Venid a ver el sitio donde lo pusieron» (Mt 28,5-6).

Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.

Por esto decimos a todos: «Venid y veréis». En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido... «Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.

Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.

Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.

Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.

Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.

Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.

Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.

Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.

Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.

Te pedimos por Siria: la amada Siria, que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.

Jesús glorioso, te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.

Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.

Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.

Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País. Que como hermanos puedan hoy cantar Хрhctос Воскрес.

Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz. Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua.

23/4/2014, Miércoles de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3, 1-10)

En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: -«Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: -«No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.

Salmo responsorial (Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9)
R. Que se alegren los que buscan al Señor.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas. R.

Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. R.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. R.

Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 13-35)

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: - «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: - «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: -«¿Qué?» Ellos le contestaron: -«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: -«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: -«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: -«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: -«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

23 abril 2014. Miércoles de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Hoy día de descanso en la Comunidad de Castilla y León. Pedir por nuestra comunidad en nuestra oración.

“En la tierra hasta la alegría suele parar en tristeza; pero para quien vive según Cristo, incluso las penas se cambian en gozo.” San Juan Crisóstomo

  • Pasar de la muerte a la vida.
  • Amando a Dios es la raíz del progreso en la vida interior, pero el amor nacido del perdón el que más empuja.
  • Santidad que culmina en la Cruz.
  • Caridad siendo dulce con todos saboreando las hieles de todos.
  • Ungido con los óleos sagrados
  • Audaz persuadido que Cristo nos envía  y estamos con él. Construye puentes que le acerquen y comuniquen con los  hermanos.

La lectura nos ayuda a confiar en Jesús. ¡Cuántas veces no nos fiamos de él!

El Salmo: Alegrarnos de los que buscan al Señor. Los que le hemos encontrados gozarnos de ese encuentro de nuestros amigos. Qué alegría sentimos cuando un amigo se acerca a los sacramentos. ¡Qué conversaciones tan distintas! Esta mañana un compañero me contaba con gran alegría y pasión su vivencia de la Pascua.

El evangelio me recuerda esa canción tan bonita del grupo Amanecer: Íbamos dos, camino de Emaús, entristecidos discutiendo…

Si te ayuda cántala y donde halles gracia te quedas.

Santa María, alcánzanos el gozo de la Pascua, fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente. Cristo Inmolado es nuestra Pascua.

22/4/2014, Martes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2, 36-41)

El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: -«Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.» Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: -«¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: -«Escapad de esta generación perversa.» Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.

Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera, todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperarnos de ti. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 11-18)

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: -«Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: -«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: -«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: -«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: -«¡María!» Ella se vuelve y le dice: -«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: -«Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos:- «He visto al Señor y ha dicho esto.»

22 abril 2014. Martes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Primera lectura: Pedro emplea su discurso para cuestionar y llamar a los presentes a un nuevo estilo de vida. El encuentro con el Resucitado es una definitiva experiencia de Dios. Por esto, las personas que aceptan a Jesús se bautizan en la nueva comunidad de creyentes y entran a formar parte del nuevo pueblo de Dios.

Los creyentes no se distinguen de los demás porque usen uniformes o porque asuman prácticas misteriosas. Los seguidores de Jesús se diferencian por el modo distinto de vivir: comparten todo en comunidad y son fieles a las enseñanzas del Maestro.

El Papa Juan Pablo II escribió sobre la conversión: «El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo ven así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él. Viven, pues, en un estado de conversión, es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo el hombre por la tierra en estado de viador» (Dives in misericordia 13).

Salmo 32: Dios es rico en misericordia para con todas sus creaturas. Creer en Dios y confiar en Él es el inicio del camino hacia nuestra plena santificación. Dios nos concede más de lo merecemos y deseamos, pues nuestras buenas obras no bastan, por muy importantes que sean, para lograr los bienes que Dios ha prometido a los que Él ama. Dejarse amar por Dios, abrirle nuestro corazón es aceptar que Él nos salve del pecado y de la muerte y nos conduzca hacia la posesión de los bienes eternos. Dios no nos engaña; Dios se ha revelado como nuestro Dios y Padre; Dios, en Cristo, se ha convertido para nosotros en el único camino de salvación para el hombre. ¿Lo aceptamos en nuestra vida? Pongamos en Él nuestra esperanza, pues Él no defrauda a los que en Él confían.

Evangelio: Cristo resucitado se conmueve ante el amor desinteresado y fiel de la Magdalena y la llama por su nombre. No puede seguir ocultándose y se le descubre. Y es que un amor así, a pesar de nuestras debilidades pasadas, conmueve a nuestro Señor hasta lo más profundo de su ser y se siente “desarmado”, no puede no corresponder a nuestro amor.

Jesús ha vencido al mal – incluso el que nosotros hemos cometido –, y nosotros hemos triunfado con Él. La Magdalena se postra ante Él, y Él la llena del gozo de su resurrección, como quiere llenarnos a nosotros en este rato de oración. Sólo basta perseverar en la prueba y pedir su gracia, buscar para encontrarlo.

Pero Cristo Resucitado nos muestra que Él no se deja ganar en generosidad. María Magdalena no pensaba encontrar más que un cadáver, y sin embargo, Cristo se le muestra con su cuerpo glorioso, vivo para siempre. Animados por esta confianza, debemos también acercarnos con una disposición de entrega a Jesucristo, para pedirle que nos ayude a vencer al hombre viejo, a vivir como hombres o mujeres nuevos...

María Magdalena sale a dar testimonio de la resurrección, pero su amor no le permite sólo rezar y dar ejemplo con su vida virtuosa para que los demás conozcan a Cristo. Ella siente la necesidad, esencial a nuestra vocación cristiana, de hacer algo, hablar, predicar, atender, ayudar, etc., todo lo que pueda, para dar a conocer el amor de Cristo al mundo.

Coloquio:

Señor Jesús, que con tu resurrección has destruido mi pecado y mi condena de muerte, ayúdame a buscarte en medio de las dificultades de cada día, para que hallándote te ame y amándote te siga y te anuncie a todos los hombres y mujeres con los que me encuentre hoy y siempre. Que el encuentro contigo en este rato de meditación me transforme, seque mis lágrimas y me dé fortaleza y arrojo para testimoniarte con alegría. ¡Señor, sé Tú mi compañero de camino hacia el Padre!

ORACIÓN FINAL:

Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

21/4/2014, Lunes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2, 14. 22-33)

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: -«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»

Salmo responsorial (Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11)
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R.

Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (28, 8-15)

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: -«Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: - «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: -«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

21 abril 2014. Lunes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.

Es lunes de Pascua y desde la Vigilia Pascual hemos sido testigos de la resurrección de Jesucristo. Con la resurrección nuestro Señor ha vencido a la muerte y al pecado, volviendo a la vida y liberándonos de nuestras ataduras. Al igual que San Pedro, hemos sido testigos de ello y como él hemos de dar testimonio de lo que hemos visto y oído. Que los hombres son libres porque Jesús con su resurrección les ha liberado. Debemos tomar conciencia y ponernos al servicio de Dios, sirviéndole como altavoz, para llevar esta buena noticia a las personas que nos rodean y darles Esperanza y una razón para vivir, para que hallen un sentido a sus vidas, un horizonte de Verdad. Además de esa actitud audaz, como la que tenía San Pedro, debemos manifestar esa buena nueva con la alegría con que lo hicieron las mujeres que marcharon aprisa del sepulcro para anunciarlo a los discípulos.

Por lo tanto nuestro anuncio tiene que poseer estas dos características: Audacia y Alegría. Audacia basada en la confianza que tenemos en Dios y Alegría porque nuestra vida se ha llenado de sentido por la resurrección de nuestro Señor.

Examinemos nuestro corazón y pidámosle al Señor, por intercesión de nuestra Madre, que nos dé esas dos actitudes en nuestra vida para poder ponernos al servicio del Señor y de la Iglesia en la extensión del Evangelio.

20/4/2014, Domingo de Resurrección (Ciclo A)

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10, 34a. 37-43)

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: -«Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»

Salmo responsorial (Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23)
R. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3, 1-4)

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

SECUENCIA

Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.

Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 1-9)

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

20 abril 2014. Domingo de Resurrección (Ciclo A) – Puntos de oración

Iniciamos nuestro rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la oración preparatoria de San Ignacio:

“Pedimos gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.

Invocamos al Espíritu Santo, a la Madre y a san José. Hoy hay que pedir a María y a san Juan que nos cuenten, cómo fue su encuentro con Jesús aquel domingo.  

Si cierro los ojos y pienso en un Domingo de Resurrección, viene a la memoria un comedor grande de un colegio grande. Los militantes nos disponemos a desayunar y antes de bendecir el alimento  aparece Abelardo con el coro, y con su voz profunda entona el “resucitó:”

¡Resucitó!, ¡resucitó!, ¡resucitó!...
La muerte, ¿dónde está la muerte?
……¿Dónde su victoria?......
¡Alegría! ¡Alegría, hermanos!
Que si hoy nos queremos, es porque resucitó.

Cuántas veces nos hablaba Abelardo de que imaginaba a Jesús apareciéndose a la Virgen, decía que fue algo tan íntimo y de sentido común  que ni se menciona en los evangelios.

Abe escribe que también a Juan, su discípulo amado, debió de aparecérsele: “Veámosle llegar corriendo al Cenáculo donde están todos encerrados. Acaba de ver en el sepulcro los lienzos allanados y el sudario que tuvo sobre la cabeza, enrollado en su propio lugar. “”Ha visto y creído””. Y corriendo a todo correr, con el vigor de su juventud, entra directamente donde dejó a la Virgen sumida en su tremendo dolor.

¡Madre! ¡Ha resucitado!, grita abrazándola. Y al poner la mirada en el rostro de Ella descubre una paz, una serenidad, un gozo tan íntimo e interno, que le hacen intuir que ya ha tenido la dicha de verle resucitado.” (Abelardo de Armas, Agua viva, Abril 1983).

Hoy hay que pedir en la oración  la gracia de meternos en la piel de Juan. De sentir el deseo de correr hacía la Virgen y los hermanos para comunicarles que Jesús ha resucitado.

Jesús resucitado no es un hombre que simplemente ha vuelto a ser como era antes  de la muerte. Hay algo en su aspecto físico que hace que sus discípulos no le reconozcan de inmediato. Le pasa a la Magdalena, junto al sepulcro, a los discípulos que van camino de Emaús, no le conocieron hasta que no partió el pan.

Juan es aquel que recostó su cabeza en el pecho del Maestro, durante la última cena.  El corazón de Jesús donde se apoya el discípulo,  representa la misericordia de Dios. Quizás por estar tan cerca es el que está más preparado para reconocer al Señor, y así al menos en dos ocasiones es el primero en darse cuenta que es Jesús. En el sepulcro y en la pesca. En el sepulcro vio los lienzos y cree, en la pesca desde la barca reconoce la figura que les habla desde la orilla e indica a Pedro: “Es el Señor”. Escribe Benedicto XVI  que esto es un “reconocer desde dentro”. Pidamos hoy esta gracia.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús resucitado.  San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

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