1/11/2015, Solemnidad de Todos los Santos

Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4. 9-14)
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: -«No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que marquemos en la frente a los siervos de nuestro Dios.» Oí también el número de los marcados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritaban con voz potente: -«¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!» Y todos los ángeles que estaban alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y rindieron homenaje a Dios, diciendo: -«Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén.» Y uno de los ancianos me dijo: -«Ésos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: -«Señor mío, tú lo sabrás.» Él me respondió. -«Éstos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero.»
Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,  él la afianzó sobre los ríos. 
R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. 
R.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-3)
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 1-12a)

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

1 noviembre 2015. Solemnidad de Todos los Santos – Puntos de oración

Hoy es un día para llenarnos de deseos -¿de qué?- deseos de santidad, mirando a nuestros hermanos que han llegado al cielo y reinan con Cristo. Los deseos todavía no son los frutos, pero los producen, del mismo modo que las flores en los árboles dan lugar a tanta variedad de frutas. Sirva de ejemplo lo que nuestra adalid y amiga Teresa del Niño Jesús escribió en su Ofrenda al Amor Misericordioso:
¡Oh, Dios mío, Trinidad Bienaventurada!, deseo amaros y haceros amar, trabajar por la glorificación de la Santa Iglesia, salvando las almas que están en la tierra y librar a las que sufren en el purgatorio. Deseo cumplir perfectamente vuestra voluntad y alcanzar el puesto de gloria que me habéis preparado en vuestro reino. En una palabra, deseo ser santa, pero comprendo mi impotencia y os pido, ¡oh, Dios mío!, que seáis vos mismo mi santidad.
El programa de la santidad es parecernos a Jesús, haciendo nuestros esos ocho rasgos de su vida que están expresados en las bienaventuranzas. Él las vivió primero, y por eso puede pedirnos que le sigamos, pues nos da su gracia para imitarle:
· Con Jesús y como Jesús, he de ser pobre de espíritu.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser humilde.
· Con Jesús y como Jesús, he de llorar junto a los que sufren, llorar por los pecadores…
· Con Jesús y como Jesús, he de tener hambre y sed de santidad y justicia.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser misericordioso.
· Con Jesús y como Jesús, tengo que luchar por ser limpio de corazón.
· Con Jesús y como Jesús tengo que trabajar por la paz.
· Con Jesús y como Jesús, he de ser perseguido a causa de la justicia.
Nuestros queridos P. Morales y Abelardo siempre nos han encendido en deseos de santidad y nos han señalado el camino: la confianza, nunca el desaliento, sirviéndonos de nuestras miserias para acrecentar la humildad, poniendo los ojos en María, la Virgen del Hágase y del Estar. El P. Eduardo nos enseña este camino con su propio ejemplo, aceptando su limitación y dejándose hacer por Dios. Hablemos hoy con nuestros hermanos del cielo, para que intercedan por nosotros y lleguemos a la santidad por la perseverancia, y a la perseverancia por las miserias. Un contemporáneo del P. Morales, ya declarado Venerable, el arzobispo José Mª García Lahiguera decía con frecuencia:
“Tenemos que ser santos, que con menos no cumplimos”
Y para que nuestros deseos empiecen a dar fruto muy pronto, sigamos un consejo de santa Teresa del Niño Jesús. Su prima,  María Guerin,  que también era una de sus novicias en el Carmelo de Lisieux,  le dijo,  “te prometo ser santa cuando tú te hayas ido al cielo; en ese momento,  pondré manos a la obra con toda el alma”. Teresa le respondió, “No, no esperes hasta entonces.  Comienza ahora mismo…Créeme, nunca esperes a mañana para empezar a ser santa”.
Hacemos nuestro este consejo y le pedimos a la Virgen que nos dé fuerza para empezar AHORA:

NUNCA ESPERES A MAÑANA PARA EMPEZAR A SER SANTO

31/10/2015, Sábado de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (11, 1-2a. 11-12. 25-29)
Hermanos: Habrá Dios desechado a su pueblo? De ningún modo. También yo soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. Dios no ha desechado al pueblo que él eligió. Pregunto ahora: ¿Han caído para no levantarse? Por supuesto que no. Por haber caído ellos, la salvación ha pasado a los gentiles, para dar envidia a Israel. Por otra parte, si su caída es riqueza para el mundo, es decir, si su devaluación es la riqueza de los gentiles, ¿qué será cuando alcancen su pleno valor? Hay aquí una profunda verdad, hermanos, y, para evitar pretensiones entre vosotros, no quiero que la ignoréis: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que entren todos los pueblos; entonces todo Israel se salvará, según el texto de la Escritura: «Llegará de Sión el Libertador, para alejar los crímenes de Jacob; así será la alianza que haré con ellos cuando perdone sus pecados.» Considerando el Evangelio, son enemigos, y ha sido para vuestro bien; pero considerando la elección, Dios los ama en atención a los patriarcas, pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.
Salmo responsorial (Sal 93, 12-13a. 14-15. 17-18)
R. El Señor no rechaza a su pueblo.
Dichoso el hombre a quien tú educas, al que enseñas tu ley,
dándole descanso tras los años duros. 
R.
Porque el Señor no rechaza a su pueblo, ni abandona su heredad:
el justo obtendrá su derecho, y un porvenir los rectos de corazón. 
R.
Si el Señor no me hubiera auxiliado, ya estaría yo habitando en el silencio.
Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14, 1.7-11)

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: -«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

31 octubre 2015. Sábado de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En este día previo a la gran solemnidad de Todos los Santos, podemos orientar nuestra mirada y pensamiento hacia la santidad, viéndola y “gustándola” como la meta de nuestra vida.
Pero, ¿cómo podemos alcanzar la santidad, cómo puedo hacerme santo? El evangelio nos da la clave: Ocupar el último lugar para escuchar: “Amigo, sube más arriba”.
Nuestra espiritualidad del subir bajando, la mística de las miserias que hemos recibido de Abelardo, nos traza esta ruta. Hacernos pequeños, en realidad, vernos cada día más lejos de la gran meta de la santidad, sentirnos inundados de limitaciones y miserias, de pulsiones hacia lo bajo y terreno, tentados por los cuatro costados y viendo que de mí no nace nada bueno. Pero, en todo esto, rebosar de confianza en el amor de Dios que me mira siempre con ternura, que me concede su gracia, que me ama más que yo a mí mismo.
El ejemplo de la Virgen María es idéntico: Ella se siente y sabe la esclava del Señor, porque se ve pequeña, muy pequeña, pero también sabe que Dios es fiel, que su misericordia va de generación en generación, amando a su pueblo con amor salvador.
Podemos sintetizar nuestra oración en recitar pausadamente la oración preparatoria que propone San Ignacio en los Ejercicios: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones se ordenen puramente al servicio y alabanza de su divina majestad” (de su inmensa Bondad).

Si asimilo esta oración, atribuyo a Dios todo lo bueno que hago y no me desaliento en mis fracasos y caídas, pues, a pesar de ellas, buscaré agradarle y, por tanto, evitaré o me arrepentiré muy pronto del mayor dolor que puedo causar a un Dios tan bueno, que es no confiar en su acción en mi vida.

30/10/2015, Viernes de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 9, 1-5
Hermanos: Digo la verdad en Cristo; mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo, me asegura que no miento. Siento una gran pena y un dolor incesante en mi corazón, pues por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne, quisiera incluso ser un proscrito lejos de Cristo. Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Suyos son los patriarcas, de quienes, según la carne, nació el Mesías, el que está por encima de todo: Dios bendito por los siglos. Amén.
Salmo responsorial Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. 
R.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. 
R.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 1-6

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: -«¿Es lícito curar los sábados, o no?» Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: -«Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Y se quedaron sin respuesta.

30 octubre 2015. Viernes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Empezamos nuestro rato de oración ofreciendo el día de hoy,  pidiendo ayuda al Espíritu Santo y mendigando la misma a nuestros intercesores.
Nos metemos en la escena del evangelio, acompañando a Jesús en una visita a un fariseo principal que le ha invitado a comer. Compartir comida es compartir vida, es un gesto de cercanía. En el evangelio de hoy, tendrá otro gesto de cercanía con el enfermo al tocarle.
Jesús va de frente, muestra franqueza en su cercanía. Ahora bien, se encuentra con gente recelosa, “le estaban espiando”, que parecen desconfiar del Maestro.
Jesús los conoce y sabe qué es lo que guardan en su corazón. Por eso les pregunta directamente: -«¿Es lícito curar los sábados, o no?». Ellos se quedaron callados”.
Este silencio es ya una respuesta medida, retorcida, incluso hipócrita.
No me atrevo a decirte que en sábado no se puede trabajar, por lo tanto no puedes curarle, pero lo pienso. Hablaré por detrás, “chismorrearé”, te juzgaré porque puedo hacerlo, yo soy cumplidor de la ley y tú no”,  pensaban estos fariseos.
Los fariseos estaban cerrados por su interpretación literal de la ley, se ponían a la puerta de la religión para que nadie cuestionase su “dominio”, anteponían la letra de la ley al amor. ¡Qué ridículo querer conocer más del pensamiento de Dios que el propio Dios! “Ser más papistas que el papa” (decimos coloquialmente).
Recuerdo que el padre Morales repetía muchas veces: “la regla viva es el mayor”. Cuantas veces cuestionamos la obediencia porque interpretamos que aquella acción, aquellas palabras, no se ajustan a la “letra de la ley”. “Nos hacemos personitas” también repetía el padre.
Igualmente a nuestro papa Francisco le “espían” muchas veces. Que si el artículo 137 del documento preparatorio del Sínodo…..Que si en un avión dijo …..Parece que haya miedo a que algo nuevo nos saque de la “zona de confort” de nuestra ideología. “No tengáis miedo”,  con estas palabras  empezaba su pontificado san Juan Pablo II.
Jesús, tocando al enfermo”, Jesús no es un médico de los que recetan desde el “otro lado de la mesa”, Él  toca al enfermo, lo hizo también con el hijo de la viuda de Naím, con la hija de Jairo ….. .  Es un segundo gesto de cercanía en la escena. Dice el papa Francisco que cuando des limosna, al menos mira a los ojos del pobre que la recibe, allí hay una persona. Mostrar la cercanía es estar en el camino correcto, pues Dios se hace cercano al hacerse hombre.
-«Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?». Con esta pregunta, Jesús muestra la hipocresía de estos fariseos. Sacarían su buey del pozo, pero no curarían a un enfermo. Son personajes que viven una “santidad de apariencia”, con un corazón duro y egoísta.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús. Examinemos con el Maestro nuestro corazón, pidiendo a la Virgen nos preste su “corazón para amarle” a Él y a los hermanos. Que ella nos libre de esa dureza de corazón que nos hace insensible a las necesidades de los que nos rodean.

29/10/2015, Jueves de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-39)
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de matanza.» Pero en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Salmo responsorial (Sal 108, 21-22. 26-27. 30-31)
R. Sálvame, Señor, por tu bondad.
Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre, líbrame con la ternura de tu bondad;
que yo soy un pobre desvalido, y llevo dentro el corazón, traspasado. 
R.
Socórreme, Señor, Dios mío, sálvame por tu bondad.
Reconozcan que aquí está tu mano, que eres tú, Señor, quien lo ha hecho. 
R.
Yo daré gracias al Señor con voz potente, lo alabaré en medio de la multitud:
porque se puso a la derecha del pobre, para salvar su vida de los jueces. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 31-35)

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: -«Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»  Él contestó: -«Id a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término." Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas -a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que viene en nombre del Señor.” »

29 octubre 2015.Jueves de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Las lecturas de la Misa de hoy me traen a la memoria la bula Misericordiae Vultus con la que el papa Francisco convocó el Jubileo de la Misericordia el día 11 de abril, porque nos hablan también ellas hoy de la misericordia de Dios.
Nos dice San Pablo: “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?”.
No, nada de eso nos puede separar del amor de Dios, porque no son las cosas que nos pasan o los acontecimientos que nos suceden, los que nos separan del amor de Dios. Somos nosotros los que nos separamos de Él, los que desconfiamos de su amor, de sus intenciones. ¿Por qué ante una misma situación, ya sea de aflicción, angustia, hambre o peligro, hay personas que confían en la misericordia de Dios y crecen en abandono, paciencia y santidad, y otras en cambio se desesperan, se deprimen y amargan? ¿Por qué unas crecen en entrega, resistencia y generosidad y otras aumentan su egoísmo, su frustración y resentimiento?
Nada nos puede separar del amor de Dios porque el amor de Dios nos envuelve por todas partes. ¿Puede uno sumergirse en el mar y no estar completamente rodeado de agua por todas partes? ¿Hay algo que pueda evitar que el agua envuelva todo mi cuerpo? ¿Alguien puede separarme del agua en la que me encuentro sumergido? Así es el Amor de Dios.
El problema es que no nos lo creemos, por eso nos “resbala” el Amor de Dios. Aunque lo sabemos en teoría, realmente vivimos como si Dios no existiera. Nuestro corazón no descansa en Dios, no vivimos desde el amor de Dios. No vivimos en la seguridad de que nada, absolutamente nada, podrá apartarnos del amor de Dios.
Ya en el Evangelio el Señor se duele de esta desconfianza, cuando les dice a los judíos de Jerusalén: “¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas!” Es el lamento del amor no correspondido, no conocido, no aceptado. El lamento de quien conoce nuestras heridas y miserias, y sabe cómo curarlas y remediarlas.
Pero “Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre”, nos dice el salmo de hoy con santa “caradura”. Con la confianza que me da el saber que me tratarás bien no porque yo lo merezca, sino “por tu nombre” porque tu nombre es Amor.

28/10/2015, Santos Simón y Judas Tadeo, apóstoles

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22)
Hermanos: Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.
Salmo responsorial (Sal 18, 2-3. 4-5)
R. A toda la tierra alcanza su pregón
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. 
R.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 12-19)

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

28 octubre 2015. Santos Simón y Judas Tadeo, apóstoles – Puntos de oración

Antes de iniciar nuestro rato de oración es preciso que nos pongamos en la presencia de Dios. Te animo a seguir el ejemplo de santa Teresa y traer a tu lado la presencia humana de Jesús: sentir a Jesús muy cerca, la verdad es que siempre es así.
Hoy celebra la Iglesia la fiesta de los dos apóstoles que quizás han pasado más desapercibidos: san Simón y san Judas. Simón, apodado el celotes, quizás por su pasado cerca de la secta de los celotas. De san Judas tenemos una carta dirigida a cierta comunidad de Palestina en la que les echa en cara su forma tan mundana de vivir la fe.
El Evangelio del día es muy sencillo: sólo narra la forma de elegir Jesús a los doce apóstoles; en la lista aparecen los nombres de los dos que celebramos hoy. Te invito a escuchar la lectura de todos los nombres y a poner a continuación tu nombre… Siente que has sido elegido por el Señor para ser uno de sus íntimos y para llevar el Evangelio hasta el fin del mundo.
No creas que ser apóstol del Señor, hoy es un plato de buen gusto. Por eso el que quiera seguirme me tiene que seguir en las penas, el sufrimiento y en la cruz. Los apóstoles que hoy celebramos tuvieron que entregar su vida hasta el martirio. Y no te quepa duda que es el mismo destino que les espera a los apóstoles de hoy.
Terminamos con un coloquio con la Virgen en el que le suplicamos nos ponga junto a Jesús.

“Señor Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación de los apóstoles, te rogamos que, por intercesión de san Simón y san Judas, tu Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos. Por Nuestro Señor Jesucristo.”

27/10/2015, Martes de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8, 18-25)
Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos la primicia del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardando con perseverancia.
Salmo responsorial (Sal 125, 1-2ab. 2cd-3, 4-5, 6)
R. El Señor ha estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. 
R.
Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.”
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 
R.
Que el señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. 
R.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 18-21)

En aquel tiempo, decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. » Y añadió: -¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

27 octubre 2015. Martes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En esta ocasión, me vais a permitir que me haga eco de uno de los escritos que tenemos del P. Tomás Morales, S.J. para comentar el evangelio de este día. El hace alusión al mismo de una manera magistral en su obra Hora de los laicos:
Fermento y grano de mostaza
·  El Evangelio perfila tu vocación bautismal. Eres levadura en la masa; pero no lo comprenderás en toda su profundidad si no iluminas esta parábo­la con la del grano de mostaza. Jesús se propone con ambas comparaciones descubrir la naturaleza íntima y el progresivo desarrollo del Reino de los Cielos en ti y en los demás. Íntimamente ligadas en su pensamiento divino, no se las comprende si se las disloca y, en cambio, se entienden con más faci­lidad al relacionarlas.
·  En los huertos de Palestina siempre se ha culti­vado la mostaza por sus propiedades medicinales. Por eso la compara el Señor a otras semillas. Las palabras con que lo hace, como todas las del Evan­gelio, exhalan aroma de naturaleza, huelen a tierra recién labrada, a agua oreada por el viento, a árbo­les cuajados de frutos, o a cosechas maduras bajo el sol de junio.
·  Los granos de mostaza, pequeños globulillos ne­gros, florecen en número de cuatro a seis agazapados en una vaina protectora. Diminutos, insignificantes, su pequeñez es proverbial entre los judíos. Al ver a un hombre de reducida estatura, dicen «pequeño como grano de mostaza».
·  Jesús se recrea describiéndonos su insignificancia inicial y su prodigioso desarrollo ulterior. Es la «menor de las semillas». Alcanza al crecer hasta tres metros de altura, subdividiendo su tallo en multitud de ramas. Por eso el Maestro, hiperbólicamen­te, lo llama «árbol».
·  Los pájaros, muy aficionados a sus granos, se posan en sus ramas para picotearlos más fácilmen­te. La diminuta semilla se ha hecho árbol..., y «vie­nen las aves del cielo y se cobijan a su sombra» (Mt 13,32). Todos estos detalles hacen resaltar la formi­dable fuerza expansiva del granito minúsculo que se convierte en árbol.
·  ¡Qué belleza la de esta parábola! Imposible ex­presar con más profundidad y sencillez el dinamis­mo avasallador del alma bautizada en el mundo. Florece allí donde Dios la plantó. Contemporáneos de la bomba atómica, empezamos a conocer la potencia de las micro acciones y comprendemos mejor las parábolas de Cristo. La física moderna, la energía nuclear ayudan a entender mejor el Evangelio.
Levadura en la masa
·  La alegoría del grano de mostaza no le basta a Jesús para revelarnos el misterio de un alma con­sagrada con la unción bautismal. No le suministra esta comparación los datos suficientes para aclarar­nos este arcano tan profundo. Tiene que recurrir a otros ejemplos. Nos invita a dar un paso más.
·  No se contenta con descubrirnos en la parábola del grano de mostaza la fuerza expansiva de la vo­cación cristiana secular. Quiere desvelarnos la naturaleza íntima, silenciosa y espiritual de esa  vida desencadenando esa fuerza avasa­lladora. Tiene que irradiar y conquistar el mundo no por cualidades personales, medios humanos (di­nero, política, fuerza), sino como misterioso fer­mento divino que se apodera oculto y silencioso de mentes y, sobre todo, de corazones.
·  Jesús, casi sin darnos cuenta, nos hace pasar de la luminosidad del huerto acariciado por los rayos del sol al interior de una casa, de las claridades del mediodía al silencio de la noche. En la intimidad acogedora del hogar, la madre aparece ocupada en preparar el pan necesario para la familia. Es oficio que el mundo antiguo enco­mendaba a la mujer. La familia que hay que ali­mentar es numerosa en la parábola. Nos habla el Evangelio de tres sata, tres medidas de harina se­milíquida en que la mujer esconde la levadura.
·  La noche de antes efectuaba los preparativos. Llenaba la amplia artesa con esas tres grandes me­didas de harina. La mezcla con agua y, en el fondo de la harina así amasada, introduce un puñado de levadura. A la mañana siguiente, llena de gozo, se encuentra con una agradable sorpresa. Aquella mi­núscula cantidad de fermento no ha permanecido ociosa. En recóndita y silenciosa actividad durante toda la noche, se ha apoderado de la masa. La ha conquistado a pesar de ser cien veces mayor, trans­formándola e invadiéndola sin perdonar una sola partícula.
·  La secreta y fecunda actividad del cristiano, fer­mento en pleno mundo, no se puede expresar con más belleza y realismo. Tres medidas de harina, tres sata, es la misma cantidad que Sara preparó cuando Abraham recibió la visita de sus tres hués­pedes misteriosos. Simbolizan los millones de hom­bres alejados de Dios. Entre ellos, pero sin confun­dirse, en contacto íntimo, el cristiano-fermento se esconde como levadura en la masa para transfor­marla y divinizarla.
Similitud y discrepancia
·  En la parábola del fermento, como en la del gra­no de mostaza, Jesús se complace en describir el rápido crecimiento de algo mínimo e insignificante. «Mirad qué pequeña cantidad de levadura basta para hacer fermentar toda la masa» (1 Cor 5,6).
·  Una diferencia importante hay entre las dos pa­rábolas. Necesarias ambas para que descubras las vertientes de tu vocación bautismal, discrepan en algo fundamental.
·  En la de la mostaza destaca más bien, como ves, la fuerza expansiva hacia fuera de la semilla. En la del fermento se recalca, en cambio, el dinamismo interno de la levadura. Transforma todo lo que toca. Iluminan ambas, pero de manera distinta, el crecimiento del Reino de Dios en la tierra.
·  Dos fuerzas conjuntas contribuyen. Una energía extrínseca (grano de mostaza) que se convertirá en árbol capaz de albergar a todas las aves del cielo, de acoger a todas las naciones del mundo. Un dina­mismo interior (levadura) que, desde dentro, todo lo hace fermentar. Es la fuerza asimiladora y vivifi­cante de ese fermento evangélico que es el bautiza­do. Transforma y diviniza un mundo que «hay que rehacer desde sus cimientos, que de salvaje hay que convertir en humano, de humano en divino, según el corazón de Dios»[1].
Matiz revelador
·  Cristo quiere, además,  marcar con ambas comparaciones la índole distinta del apostolado del hombre y de la mujer. El amplio ademán de sembrar el grano de mostaza cuadra muy bien con el apostolado de ex­pansión espacial del Reino de Dios propio del hombre. El trabajo junto a la artesa en que la mu­jer mezcla la levadura con la harina, corresponde perfectamente a la callada fuerza femenina de fer­mentación en el interior de la Iglesia, en lo profun­do de las almas.
·  Jesús no olvida que hombre y mujer han recibi­do de Dios Padre su misión propia. Se comple­mentan como el arco y el violín. El hombre trabaja más bien en extensión; la mujer lo hace en profundidad. El hombre coopera con la naturaleza; la mujer colabora con Dios. El hombre fue destinado a cultivar la tierra; la mujer, en cambio, para ser portadora de la vida que viene de Dios (Gén 3,17-20). (Hora de los Laicos, pgs. 220-225).


26/10/2015, Lunes de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8, 12-17)
Hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.
Salmo responsorial (Sal 67, 2 y 4. 6-7ab. 20-21)
R. Nuestro Dios es un Dios que salva.
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, huyen de su presencia los que lo odian.
En cambio, los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosando de alegría. 
R.
Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. 
R.
Bendito el Señor cada día, Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 10-17)

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: -«Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús habla curado en sábado, dijo a la gente: -«Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados». Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: -«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?» A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

26 octubre 2015. Lunes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Lc 13, 10-17
Al iniciar la oración caer en la cuenta cómo Dios me está esperando, me mira complacido; sentir la mirada que un día le regaló  al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.
            Algunos milagros de curación de enfermos que narra san Lucas tienen en común que lo hace en sábado, creo que lo hace para resaltar la actitud que tiene la primera comunidad de cristianos sobre la observancia de las normas de Antiguo Testamento. Como la enfermedad no era mortal, Jesús podía haber aplazado la curación para no “violar” el descanso sabático. Si Jesús actúa así en sábado y sin que la mujer se lo pidiera, no es por menospreciar la ley sabática, sino para decirnos que el sábado está hecho para el hombre y no al revés, que a Dios se le da culto liberando a esta mujer de su esclavitud a la que Satanás tenía sometida durante  dieciocho años.
            Jesús indicó que la mujer recién curada glorificaba a Dios, ahora concluye diciendo: “toda la gente se alegraba de los milagros que hacía”. Es un detalle que, como estribillo, repite san Lucas en otras situaciones similares, que como se ve, la gente sencilla, gracias a su instinto religioso, entiende más a Dios que los expertos, cegados por su sabiduría.
            Jesús se acomoda a la mentalidad judía, insinúa que la enfermedad de la mujer encorvada se debe al espíritu del mal para dar a entender que la curación trasciende el plano fisiológico para alcanzar el nivel liberador de la persona en toda su profundidad que nos trae en Reino predicado por el Señor y que se basa en la misericordia y el amor que Dios tiene por el hombre.
            Los fariseos tenían un principio que primero es la gloria de Dios, después el bien del hombre, ellos no entendía que este principio y Jesús les viene a decir que no se puede separar este principio sin caer en un error. La gloria de Dios no se puede  realizar al margen del bien del hombre, porque  el honor y la grandeza de Dios se manifiesta precisamente en su misericordia y en su amor al hombre. Toda ley divina ha de celebrar ese amor de Dios que quiere el bien del hombre, por tanto la ley se hace para el hombre, y no el hombre para la ley; algo que no podemos olvidar nunca.

Antes de terminar la oración hagamos un pequeño repaso de cómo van calando en nuestro corazón las enseñanzas de Jesús y pidamos a la Virgen en este mes del Rosario que nos ponga junto a su Hijo para que con nuestro ejemplo evangélico de amor, humildad y fraternidad sincera robustezca a los vacilantes, para que guiados por su Espíritu caminemos juntos por el camino de la verdad y así el mundo crea y se convierta.

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