1/4/2016, Viernes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (4, 1-12)
En aquellos días, mientras hablaban al pueblo Pedro y Juan se les presentaron los sacerdotes, el comisario del templo y lo saduceos, indignados de que enseñaran al pueblo y anunciaran la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Le echaron mano y, como ya era tarde, los metieron en la cárcel hasta el día siguiente. Muchos de los que habían oído el discurso, unos cinco mil hombres, abrazaron la fe. Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas; entre ellos el sumo sacerdote Anás, Caifás y Alejandro, y los demás que eran familia de sumos sacerdotes. Hicieron comparecer a Pedro y a Juan y los interrogaron: - «¿Con qué poder o en nombre de quién habéis hecho eso?» Pedro, lleno de Espíritu Santo, respondió: - «Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; pues, quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el nombre de Jesucristo Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre, se presenta éste sano ante vosotros. Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos.»
Salmo responsorial (Sal 117, 1-2 y 4. 22-24. 25-27a)
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. 
R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo. 
R.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad.
Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios, él nos ilumina. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (21, 1-14)

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: - «Me voy a pescar.» Ellos contestan: - «Vamos también nosotros contigo.» Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: - «Muchachos, ¿tenéis pescado?» Ellos contestaron: - «No.» Él les dice: - «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: - «Es el Señor.» Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: - «Traed de los peces que acabáis de coger.» Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: - «Vamos, almorzad.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

1 abril 2016. Viernes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Tomamos como inicio de nuestra oración unas súplicas del P. Morales para la Pascua: “Inmaculada Madre de Dios: alcánzanos el gozo de la Pascua: fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente”. Estos son los dones que Jesús resucitado va repartiendo a sus discípulos, heridos por el escándalo de la cruz, para volver a unirlos y encomendarles la misión de anunciarle por toda la tierra.
La lecturas de hoy nos presentan a Simón Pedro y a Juan en dos escenas distintas: En el evangelio aprenden a reconocer la presencia del Señor resucitado y en la primera lectura les vemos dando testimonio con valor de esa presencia que ha curado al paralítico de nacimiento. Con ellos queremos aprender a ser testigos de Cristo resucitado.
¡Es el Señor! El grito del discípulo amado al reconocer a Jesús en la orilla del lago al amanecer nos da la clave para descubrir a Jesús: es el amor el que reconoce al Amado. Si buscamos a Jesús, si le amamos por tanto bien como nos ha hecho, si somos sus amigos, fácilmente le reconoceremos al hilo de la vida cuando se manifieste como a los discípulos en la pesca milagrosa.
Simón Pedro no puede esperar a llegar a la orilla. Si el que está en la playa es Jesús, ha de estar cuanto antes junto a Él. Tiene prisa por recibir la misericordia de aquel al que ha negado en la noche de la traición y que le ha perdonado con una mirada de compasión. Cuánto podemos aprender de Pedro en este querer estar siempre cerca de Jesús, en recibir su misericordia cuanto antes, en arrojarnos al mar para cubrir la distancia que nos separa de Él.
Así, de ambos apóstoles aprendemos a ser testigos del resucitado. Ellos pueden decir de Jesús: “ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”; porque lo han experimentado en carne propia. El testigo es aquel que ha aprendido a reconocer al Señor y que ha experimentado su misericordia. Ya sabemos de Juan que es el amor el que reconoce y de Pedro que hay que ser decididos a entregarse a esa Presencia una vez intuida y descubierta.

Unas brasas, un pez y los panes les esperan en la orilla. Nos remiten simbólicamente al  misterio de la Eucaristía, en el que Jesús resucitado se entrega sacramentalmente. Hoy es Primer Viernes de mes, un día en que queremos estar cerca del Corazón eucarístico del Señor Resucitado para reparar, amar y disponernos a ser testigos de su Amor. Cuando hoy se alce el Pan de vida consagrado en las manos del sacerdote para que le adoremos antes de recibirlo, digamos en nuestro interior con fe: ¡Es el Señor!

31/3/2016, Jueves de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3, 11-26)
En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, la gente, asombrada, acudió corriendo al pórtico de Salomón, donde ellos estaban. Pedro, al ver a la gente, les dirigió la palabra: - «Israelitas, ¿por qué os extrañáis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a éste con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo. Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos. Como éste que veis aquí y que conocéis ha creído en su nombre, su nombre le ha dado vigor; su fe le ha restituido completamente la salud, a vista de todos vosotros. Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer. Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado. Aunque tiene que quedarse en el cielo hasta la restauración universal que Dios anunció por boca de los santos profetas antiguos. Moisés dijo: "El Señor Dios sacará de entre vosotros un Profeta como yo: escucharéis todo lo que os diga; y quien no escuche al profeta será excluido del pueblo." Y, desde Samuel, todos los profetas anunciaron también estos días. Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: "Tu descendencia será la bendición de todas las razas de la tierra." Dios resucitó a su siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros, para que os traiga la bendición, si os apartáis de vuestros pecados.»
Salmo responsorial (Sal 8, 2a y 5. 6-7. 8-9)
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
¡Señor, dueño nuestro, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él,
el ser humano, para darle poder? 
R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. 
R.
Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 35-48)

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: - «Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: - «¿Por qué os alarmáis;" ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: - «¿Tenéis ahí algo de comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: - «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: - «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

31 marzo 2016. Jueves de la Octava de Pascua – Puntos de oración

JESÚS, HERMANO UNIVERSAL
Impresiona oír estos días, en los relatos de la Resurrección, al mismo Jesús resucitado llamar hermanos a sus discípulos. Así se refiere a ellos cuando encarga a las mujeres y a María Magdalena  el anuncio de su Resurrección.
E impresiona tanto más cuanto que la Resurrección de Jesús hace de su humanidad, de su cuerpo y su persona, un misterio más hondo, aún más incomprensible que en la vida pública, de modo que, de primeras, su figura resulta irreconocible, como señalan a menudo los propios relatos evangélicos de las apariciones. Si en su vida mortal, la presencia de Jesús, por sus milagros, por su doctrina y su propia persona,  sugería un misterio inabarcable, ahora el misterio se hace más evidente y por lo mismo su humanidad y su presencia son más inefables.
Pues bien, es ahora cuando Jesús da un salto cualitativo en su relación con nosotros. Hasta ahora ha sido el Maestro, el Amigo y el Señor, y sus discípulos han sido, hemos sido, torpes seguidores y compañeros temerosos y huidizos. Pero ahora Jesús nos llama y nos hace sus hermanos. Y por tanto nos introduce en su propia familia, la de Dios Salvador. ¡Qué asombro y acción de gracias debemos proclamar en estos días de Pascua! ¡Ahora sí que somos hijos de Dios porque el mismo Jesús nos llama sus hermanos!
Jesús es el hermano universal que con su Pasión, Muerte y Resurrección ha hecho de todos los hombres los hijos del Padre bueno y así ha construido la fraternidad universal.
Las mujeres cuando descubren a Jesús resucitado se arrojan a sus pies, los besan y abrazan, como había hecho la mujer pecadora (¿la propia Magdalena?) en casa de Simón, el fariseo.
Esta puede ser nuestra actitud contemplativa en estos días de Pascua. Besar sus pies adorables, llagados y gloriosos, es aceptar su voluntad en la vida cotidiana, sin desalientos, cansancios ni quejas. Besar sus pies es atender con respeto y cariño a todos los que compartimos vocación y “techo”, no llevar cuenta de sus defectos o limitaciones y ser diligente en los pequeños servicios, olvidando la contabilidad tacaña de lo dado y lo recibido a cambio. Besar los pies de Jesús es interceder por los hermanos alejados y procurar con el sacrificio y el testimonio que conozcan al que es el mejor hermano y a su través al Padre bueno.

La Virgen María, ¿besaría los pies de Jesús resucitado como las mujeres? ¿O ella sería acogida exclusivamente en el pecho de Jesús? Que la contemplación nos conduzca, según decía san Agustín, del revoloteo en torno a las llagas de pies y manos de Jesús a hacer el nido en su Corazón abierto.

30/3/2016, Miércoles de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (3, 1-10)
En aquellos días, subían al templo Pedro y Juan, a la oración de media tarde, cuando vieron traer a cuestas a un lisiado de nacimiento. Solían colocarlo todos los días en la puerta del templo llamada «Hermosa», para que pidiera limosna a los que entraban. Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. Pedro, con Juan a su lado, se le quedó mirando y le dijo: - «Míranos.» Clavó los ojos en ellos, esperando que le darían algo. Pedro le dijo: - «No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, echa a andar.» Agarrándolo de la mano derecha lo incorporó. Al instante se le fortalecieron los pies y los tobillos, se puso en pie de un salto, echó a andar y entró con ellos en el templo por su pie, dando brincos y alabando a Dios. La gente lo vio andar alabando a Dios; al caer en la cuenta de que era el mismo que pedía limosna sentado en la puerta Hermosa, quedaron estupefactos ante lo sucedido.
Salmo responsorial (Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9)
R. Que se alegren los que buscan al Señor.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas. 
R.
Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. 
R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. 
R.
Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 13-35)

Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: -«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: -«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les preguntó: -«¿Qué?» Ellos le contestaron: -«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: -«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: -«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída,» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: -«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: -«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les habla pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

30 marzo 2016. Miércoles de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Nos acercamos a la oración probablemente llenos de tribulaciones, de ese ruido interior que el mundo externo nos trasmite. La experiencia nos ha enseñado una y otra vez que el amigo con el que nos vamos a encontrar, es “Aquel al que los vientos y el mar obedecen”, esperamos de una forma más o menos consciente la dádiva de la paz. Esa serenidad que nos da el don de discernir lo verdaderamente importante de lo accesorio.
De la primera lectura seleccionamos esta frase: Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda”.  ¡Qué bellas palabras para decírnoslas a nosotros mismos y a los que nos rodean!
Aquel lisiado vivió años y años esperando que alguien le diera una limosna, que alguien se fijara en él y le diera algo de lo que le sobra. Aquel día se encontró con los discípulos de Jesús, que mirándole le curaron y le hicieron sentir que era persona, objeto de amor de un Dios que murió en la cruz por él.
Estamos en un mundo en el que es muy difícil escuchar:¡qué bien se está aquí! Algunos pensadores han expresado que estamos en una cultura sin “calor de hogar”. Vemos diariamente en la tele el drama de los refugiados y nuestros políticos discuten por el número, olvidando a las personas concretas. San Juan Pablo II al fundar el Pontificio Consejo para la Cultura pone el énfasis en “salvar al hombre”. Es un mundo muchas veces sin esperanza, que necesita experimentar la resurrección.
El Papa Francisco dijo un día: los lamentos hacen daño al corazón. No sólo aquellos contra los demás, «sino también aquellos contra nosotros mismos, cuando todo se nos presenta amargo». Centrándose en el episodio de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), habló del desfallecimiento de estos por la muerte del Maestro. En su corazón pensaban: «Nosotros habíamos tenido tanta esperanza, pero todo fracasó»; «pienso muchas veces —reflexionó el Santo Padre— que igualmente nosotros, cuando suceden cosas difíciles, también cuando nos visita la Cruz, corremos este peligro de encerrarnos en los lamentos». Sin embargo, en ese momento el Señor «está cerca de nosotros, pero no le reconocemos. Camina con nosotros, pero no le reconocemos. Incluso nos habla, pero no le oímos». E invitó: «Estemos seguros de que el Señor nunca nos abandona: siempre está con nosotros, también en el momento difícil. Y no busquemos refugio en los lamentos: nos hacen daño al corazón».
Aquellos discípulos estaban tristes porque no se habían cumplido sus expectativas. La frase clave de este pasaje es: “Nosotros esperábamos”, venimos a interpretarla como  que ellos se habían forjado su propia idea de la salvación, seguramente no habían dejado un hueco para la Cruz. Cuando se conoce a Jesús, se comprende que hay que seguirle, pero entendemos que debe hacerse como nosotros creemos y esperamos. Cuando Él nos enseña su camino y no coincide con el nuestro, entonces muchas veces viene la decepción.
Jesús se acerca a ellos y les explica las escrituras, se las explica desde el punto de vista de Dios, les evangeliza. He leído en algunos autores de espiritualidad, que un discípulo del Señor siempre necesita una segunda conversión.
Y empezó a arder su corazón”. Ahora, empiezan a “caerse del caballo” y brota la súplica: “Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída”. Digámosle mañana una y otra vez al Señor esta frase.

Finalmente ellos le reconocen “al partir el pan”. Es la Eucaristía la cumbre de nuestra intimidad con Jesús. Aquellos discípulos sentirán que no pueden quedarse para ellos lo que les da Jesucristo, entonces volverán con la comunidad fraterna y llenos de Espíritu Santo se encontrarán con lisiados a los que mirándoles a los ojos les dirán: Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús, levántate y anda”. Ahora, predicarán el evangelio del Maestro y no el que ellos se habían confeccionado.

29/3/2016, Martes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2, 36-41)
El día de Pentecostés, decía Pedro a los judíos: - «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.» Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: - «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?» Pedro les contestó: -«Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.» Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: - «Escapad de esta generación perversa.» Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquel día se les agregaron unos tres mil.
Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera, todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. 
R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. 
R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperarnos de ti. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 11-18)

En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: - «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.» Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: - «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.» Jesús le dice: - «¡María!» Ella se vuelve y le dice: - «¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!» Jesús le dice: - «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: "Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro."» María Magdalena fue y anunció a los discípulos:- «He visto al Señor y ha dicho esto.»

29 marzo 2016. Martes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Quizás en estos días, a poco más de cuarenta y ocho horas de la Vigilia Pascual, nos pueda pasar que no nos sentimos afectados por la resurrección del Señor. Vueltos a la vida cotidiana tras los días intensos de Semana Santa, algo cansados por la intensidad de esos días y quizás también por un viaje de vuelta, acaso pesado y fastidioso, nos encontramos como si no hubiera pasado nada, como si la cosa no fuera con nosotros. O tal vez tengamos la sensación de haber vivido una especie de fuegos artificiales, muy bonitos y estruendosos, pero que una vez que se desvanecen nos envuelve de nuevo la oscuridad. ¿Eso ha sido todo? ¿Eso ha sido la resurrección del Señor? ¿Vuelta a la vida cotidiana como si Cristo no hubiera resucitado?
Pues no, y las lecturas de la Misa de hoy nos dan alguna pista al respecto.
Nos dice la primera lectura que muchos de los habitantes de Israel habían conocido a Jesús y habían conocido lo que el Sumo Sacerdote y el sanedrín, con la colaboración de los romanos habían hecho con El. Pero fue más tarde, al escuchar a Pedro cuando: “se les traspasó el corazón, y preguntaron… ¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”. Aunque su redención ya se había consumado, hizo falta algo más de tiempo y la palabra de reproche del apóstol para que llegara su momento y se les traspasara el corazón.
Algo parecido le debió pasar a María Magdalena que, estando tan sumida en su dolor… “Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús” y no pareció importarle mucho la presencia de los ángeles, y es que… tampoco debió de ser su momento.
Es más, ante el mismo Cristo resucitado no es capaz de reaccionar y reconocerle, pues todavía tampoco era su momento. Sólo cuando Jesús le dice: “¡María!”. Ella se vuelve y, ¡por fin! reacciona porque, ahora sí, ha llegado su momento.
A veces la vida espiritual es así. El Señor se manifiesta cuando quiere, donde quiere y como quiere… y también a quién quiere. No sabemos por qué actúa así, sólo sabemos que se muestra en el mejor momento para cada uno. Acaso sea inmediatamente, acaso pasado un tiempo. A veces sin haberlo merecido, a veces después de haberlo deseado e implorado mucho, a veces de manera violenta, otras veces con suavidad.
Lo que sí sabemos con certeza es que El Señor ha resucitado y está en medio de nosotros. Y la alegría de su resurrección ya nos ha sido concedida, aunque quizás tarde un poco en llegar. Confiemos, que en este año de la Misericordia no tardará en llegar.

Con María, mujer de profunda fe y esperanza, aguardemos la manifestación de Cristo resucitado en su nuestra vida.

28/3/2016, Lunes de la Octava de Pascua

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2, 14. 22-33)
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: -«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: "Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada. Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia." Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos. Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»
Salmo responsorial (Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11)
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. 
R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. 
R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. 
R.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28, 8-15)

En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: - «Alegraos.» Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies. Jesús les dijo: - «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.» Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles: - «Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.» Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

28 marzo 2016. Lunes de la Octava de Pascua – Puntos de oración

Hoy, lunes de Pascua, la mayoría de vosotros disfrutáis de un buen día de vacaciones y por ello os animo a preparar bien la oración y os animo a poneros delante de un sagrario para disfrutar de Jesús Resucitado: El Señor presente en la Eucaristía es el mismo que resucitó en aquel primer domingo de pascua. No te quedes aislado y seas tú el único que no está presente en el cenáculo cuando Jesús se aparece.
Mira, el evangelio nos relata la historia de las apariciones en relación inversa a la fe que se tenía en la resurrección del Señor: desde el incrédulo Tomás, que Jesús tiene que realizar una aparición para él porque no se lo cree; hasta la aparición a su Madre de la que el Evangelio no nos cuenta nada.
Ese lunes fue de mucho ajetreo y movimiento dentro de la pequeña comunidad. La primera aparición de Jesús a cada uno de los discípulos se produjo y se sigue produciendo hoy. A san Pablo se aparece muchos años después y en unas circunstancias muy extrañas. ¿Alguna vez te has preguntado cómo ha sido la aparición de Jesús personal? Es posible que haya transcurrido y ni te has dado cuenta, incluso es posible que aún, después de tantos años de militante, todavía no se ha producido: Santa Teresa no tuvo su aparición hasta 20 años después de ser monja pasando por su monasterio y vio una imagen de “Ecce homo” muy llagada. Se arrodilló y le dijo al Señor: “No me levantaré de aquí hasta que hayas transformado mi corazón” y entonces empezó la nueva vida de la santa.
Tienes que pedirle al Señor en este rato de oración que se aparezca en tu vida, que sientas que está presente, que te ama y que ha muerto por ti. Jesús no es un personaje que vivió hace 2.000 años solamente, sino que vive actualmente y quiere hacerse presente en nuestra vida. Pero, eso sí, Él no va a violentarnos ni nos va a obligar; por eso somos libres para creer.

La mayoría del mundo que te rodea no se ha enterado. Quizás algunos han participado de las procesiones pero no se han enterado de que Cristo ha resucitado y por eso: grítalo, anúncialo y cuéntaselo a todos: ¡¡CRISTO HA RESUCITADO Y ESTÁ VIVO!!

27/3/2016, Pascua de Resurrección (Ciclo C)

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10, 34a. 37-43)
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: - «Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos. El testimonio de los profetas es unánime: que los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Salmo responsorial (Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23)
R. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. 
R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. 
R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. 
R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3, 1-4)
Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 1-9)

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le hablan cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

26/03/2016, Sábado Santo – Vigilia Pascual en la Noche Santa

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (1, 1. 26-31a)
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: - «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.» Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: - «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y dijo Dios: - «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.» Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. 
R.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano. 
R.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. 
R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. 
R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18)
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!» Él respondió: - «Aquí me tienes.» Dios le dijo: - «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.» Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: - «¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: - «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó: - «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.» Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: - «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
TERCERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo (14, 15-15, 1)
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: - «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide lo, para que -los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros. » Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros. Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente. Y dijo Egipto: - «Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto. » Dijo el Señor a Moisés: - «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.» Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:
EPÍSTOLA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-11)
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así corno Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabernos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un -vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 1-12)

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.

26/3/2016, Sábado Santo – Vigilia Pascual en la Noche Santa

PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (1, 1. 26-31a)
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: - «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.» Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: - «Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.» Y dijo Dios: - «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.» Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. 
R.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano. 
R.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. 
R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. 
R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18)
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: - «¡Abrahán!» Él respondió: - «Aquí me tienes.» Dios le dijo: - «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.» Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: - «¡Abrahán, Abrahán!» Él contestó: - «Aquí me tienes.» El ángel le ordenó: - «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.» Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: - «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
TERCERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo (14, 15-15, 1)
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: - «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide lo, para que -los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros. » Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros. Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente. Y dijo Egipto: - «Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto. » Dijo el Señor a Moisés: - «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.» Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó. Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:
EPÍSTOLA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6, 3-11)
Hermanos: Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así corno Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva. Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya. Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado. Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabernos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un -vivir para Dios. Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 1-12)

El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar». Y recordaron sus palabras. Habiendo vuelto del sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. Eran María la Magdalena, Juana y María, la de Santiago. También las demás, que estaban con ellas, contaban esto mismo a los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, ve solo los lienzos. Y se volvió a su casa, admirándose de lo sucedido.

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