Hace un mes me correspondía elaborar
estas ideas y coincidía con el cumpleaños de Abelardo, gracias a
quien al día siguiente subsanó es olvido lamentable por mi parte. Hoy
quiero comenzar haciéndole presente con el título de la reflexión que nos
propone para hoy el librito sobre Cuaresma-Semana Santa de las meditaciones
para cada uno de estos días tomadas de los “Agua Viva” que venían al
final de la revista “Hágase Estar”:
“¿No era necesario que Cristo
padeciera y entrara así en la su Gloria?” (Lc 24,25) No olvidemos al comenzar
nuestra oración con la súplica de san Ignacio: “Que todas mis intenciones,
acciones y operaciones sean encaminadas en el servicio de Tu santa
voluntad”.
Este es el camino que traza el Padre
para el Hijo que la Iglesia nos está presentando de una u otra forma todos
estos días de Cuaresma en las lecturas. Si nos fijamos en Jesús en primer
lugar está sufriendo porque los fariseos que le están acosando, mejor, persiguiendo,
haciéndole preguntas para ver si su doctrina y hechos están conformes con la
ley, no le comprenden que es el enviado del Padre. Basta que volváis a
leer el evangelio de hoy: “Ahora
vemos claro que estás endemoniado, ¿Cómo te atreves a decir: “¿Quién guarde mi
palabra no conocerá la muerte?” Y
les da su propio testimonio: “Si
yo me glorificara a mí mismo, mi gloria sería vana. El que me glorifica, (me
hace Dios), es mi Padre, que es vuestro Dios, (el mismo), aunque no lo
conocéis, Yo sí lo conozco, si dijera: ‘No lo conozco’ sería un embustero como
vosotros; pero yo lo conozco y guardo su palabra”.
¡Qué forma de enseñar que es el
Enviado, el Mesías que en Él se cumplen las Escrituras que al leer esto
nos salga del alma: Creo, Señor Jesús, Tú eres el Enviado, el Mesías, el que
tenía que venir, el que tenía que padecer para salvar a los hombres,
redimir el mundo. Creo en Ti. Concédeme el don de la fe, aumenta mi fe; que
mis dudas y zozobras, me vuelva siempre a Ti. Te contemple en la
tentación en el desierto, en el Tabor o en Getsemaní y escuche de Ti lo que nos
dices después de resucitar: “¿No
era necesario que Cristo padeciera…?” ¿No
es necesario que a sus discípulos les ocurra igual? ¿No es una buena
señal de que le seguimos el tener dudas, sufrimientos, pecados que
son sus caricias, ternuras porque derrama sobro toda pena su
misericordia que no tiene fin? ¿No es una gracia que el Papa nos haya
propuesto este año de Misericordia para que la palpemos más de cerca,
entremos por caminos de hacernos pequeños? Creo en Ti Señor.
En otro momento les dice Jesús: “Si no creéis en mí, creed en mis
obras, ellas dan testimonio de mí”. Pero
además les remite a las Escrituras, a Abrahán – hoy- y otro día lo hizo a
Moisés. De Abrahán dice hoy: “Abrahán
saltaba de gozo, vuestro padre, pensando en este día: lo vio, y se llenó de
alegría.” También nosotros
saltamos de alegría porque se acerca este día de la Pascua en el que actuó el
Señor y después de padecer resucitó. ¡Qué alegría!
En el evangelio del viernes pasado
les dice a los fariseos: “Estudiáis
las Escrituras, pensando encontrar vida eterna: pues ellas están dando
testimonio de mí. Pero no les acusa: Moisés en quién tenéis vuestra esperanza.
Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero
sin no dais fe a sus escritos, ¿cómo vais a dar fe a mis palabras?”
Abe va recorriendo los sufrimientos
del militante, sufre por la expansión del reino, tus amigos no te hacen caso,
quizá te desprecian, se ríen cuando les hablas de Jesús, en casa tu familia
quizá no te comprende, te tienes que enfrentar con tus profes porque dicen
cosas contra la fe,…sufres con tus estudios, tu horario, deberes… “Sabed -nos dice Abe- que todas estas cosas son
necesarias padecerlas, porque las sufrió Cristo nuestra cabeza y los
miembros, sus miembros, caminamos con Él por la misma senda”. Después cita algunos de tu Maestro: la
oposición de su pueblo, abandono de la mayoría, se cansan, le dejan, rechazan
la cruz, rivalidades con el Bautista, disputas entre los mismos apóstoles, uno
le entrega.
“Tú Señor te compadeces de todos, no
quieres la muerte del pecador, manifiestas tu poder perdonando y
compadeciéndote, multiplicas tu misericordias sobre nosotros, alcánzanos tu
perdón y te amaremos con un corazón purificado”.
Santa María, sea nuestro refugio
acogedor, vida, dulzura y esperanza nuestra.