17 marzo 2016. Jueves de la quinta semana de Cuaresma – San Patricio – Puntos de oración

Hace un mes me correspondía elaborar estas ideas y coincidía con el cumpleaños de  Abelardo, gracias a quien  al día siguiente subsanó es olvido lamentable por mi parte. Hoy quiero comenzar haciéndole presente con el título de la reflexión que nos propone para hoy el librito sobre Cuaresma-Semana Santa de las meditaciones para cada uno de estos días tomadas de los “Agua Viva” que  venían al final de la revista “Hágase Estar”:
“¿No era necesario que Cristo padeciera y entrara así en la su Gloria?” (Lc 24,25) No olvidemos al comenzar nuestra oración con la súplica de san Ignacio: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean encaminadas en el servicio de Tu santa  voluntad”.
Este es el camino que traza el Padre para el Hijo que la Iglesia nos está presentando de una u otra forma todos estos días de Cuaresma en las lecturas. Si nos fijamos en  Jesús en primer lugar está sufriendo porque los fariseos que le están acosando, mejor, persiguiendo, haciéndole preguntas para ver si su doctrina y hechos están conformes con la ley,  no le comprenden que es el enviado del Padre. Basta que volváis a leer  el evangelio de  hoy: “Ahora vemos claro que estás endemoniado, ¿Cómo te atreves a decir: “¿Quién guarde mi palabra no conocerá la muerte?” Y les da su propio testimonio: “Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria sería vana. El que me glorifica, (me hace Dios), es mi Padre, que es vuestro Dios, (el mismo), aunque no lo conocéis, Yo sí lo conozco, si dijera: ‘No lo conozco’ sería un embustero como vosotros; pero yo lo conozco y guardo su palabra”.
¡Qué forma de enseñar que es el Enviado, el Mesías que en Él se cumplen las Escrituras que al  leer esto nos salga del alma: Creo, Señor Jesús, Tú eres el Enviado, el Mesías, el que tenía que venir, el que tenía que padecer para salvar a los hombres, redimir  el mundo. Creo en Ti. Concédeme el don de la fe, aumenta mi fe; que mis dudas y zozobras, me vuelva siempre a Ti. Te contemple  en la tentación en el desierto, en el Tabor o en Getsemaní y escuche de Ti lo que nos dices después de resucitar: “¿No era necesario que Cristo padeciera…?” ¿No es necesario que a sus discípulos les ocurra  igual? ¿No es una buena señal  de que  le seguimos el tener dudas, sufrimientos, pecados que son sus  caricias,  ternuras porque  derrama sobro toda pena su misericordia que no tiene fin? ¿No es una gracia que el Papa nos haya propuesto  este año de Misericordia para que la palpemos más de cerca, entremos por caminos de hacernos pequeños? Creo en  Ti Señor.
En otro momento les dice Jesús: “Si no creéis en mí, creed en mis obras, ellas dan testimonio de mí”. Pero además les remite a las Escrituras, a Abrahán – hoy- y otro día lo hizo a Moisés. De Abrahán dice hoy: “Abrahán saltaba de gozo, vuestro padre, pensando en este día: lo vio, y se llenó de alegría.” También nosotros saltamos de alegría porque se acerca este día de la Pascua en el que actuó el Señor y después de padecer  resucitó. ¡Qué alegría!
En el evangelio del viernes pasado les dice a los fariseos: “Estudiáis las Escrituras, pensando encontrar  vida eterna: pues ellas están dando testimonio de mí. Pero no les acusa: Moisés en quién tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés,  me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero sin no dais fe a sus escritos, ¿cómo vais a dar fe a mis palabras?”
Abe va recorriendo los sufrimientos del militante, sufre por la expansión del reino, tus amigos no te hacen caso, quizá te desprecian, se ríen cuando les hablas de Jesús, en casa tu familia quizá no te comprende, te tienes que enfrentar con tus profes porque dicen cosas contra la fe,…sufres con tus estudios, tu horario, deberes… “Sabed -nos dice Abe- que todas estas cosas son necesarias padecerlas,  porque las sufrió Cristo nuestra cabeza y los miembros, sus miembros, caminamos con Él por la misma senda”. Después cita algunos de tu Maestro: la oposición de su pueblo, abandono de la mayoría, se cansan, le dejan, rechazan la cruz, rivalidades con el Bautista, disputas entre los mismos apóstoles, uno le entrega.
“Tú Señor te compadeces de todos, no quieres la muerte del pecador, manifiestas tu poder perdonando y compadeciéndote, multiplicas tu misericordias sobre nosotros, alcánzanos tu perdón y te amaremos con un corazón purificado”.

Santa María, sea nuestro refugio acogedor, vida, dulzura y esperanza nuestra.

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