1/6/2016, Miércoles de la novena semana de Tiempo Ordinario – San Justino

Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 1 -3. 6 12)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio. De este Evangelio me han nombrado heraldo, apóstol y maestro, y ésta es la razón de mi penosa situación presente; pero no me siento derrotado, pues sé de quién me he fiado y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día el encargo que me dio.
Salmo responsorial (Sal 122, 1-2a.2bcd)
R. A ti, Señor, levanto mis ojos.
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores. 
R.
Como está los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora,
Así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12, 18-27)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: -«Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano." Pues bien, habla siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les respondió: -«Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»

1 junio 2016. Miércoles de la IX semana de Tiempo Ordinario – San Justino – Puntos de oración

Ayer celebramos la Visitación de nuestra Señora e iniciamos Campaña de la Visitación. Estamos en su primera etapa, hasta el día 24, fiesta del nacimiento de san Juan Bautista, haciendo nuestras las primeras palabras del evangelio de la Visitación: “En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino…”
Comenzamos nuestra oración, pidiendo a la Virgen que nos visite, como hizo con Isabel, para que también nosotros nos llenemos del Espíritu Santo y así hoy imitemos a la Virgen en el olvido de sí misma y en la entrega a los demás.
Al escuchar la Palabra de Dios en este día, nos detenemos en la carta de san Pablo a Timoteo, y nos llama la atención el cariño con el que se dirige a él, diciéndole: “Tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día”. Timoteo es su hijo en la fe y colaborador en la obra de la evangelización. Podemos dedicar un tiempo de nuestra oración a pedir unos por otros, poner rostros en nuestra oración de intercesión ante Dios, de aquellos con los que compartimos la misión y el apostolado de modo que nos sintamos un solo corazón en la tarea de “anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús” y de “dar testimonio de nuestro Señor”.
Bien podemos poner en labios de la Virgen las recomendaciones de Pablo a Timoteo, como si Ella nos las dijera, invitándonos a renovar el fervor misionero ahora que comenzamos una Campaña destinada a llevar la alegría del encuentro con Jesús a lo largo del verano a todos, especialmente a los jóvenes: “Te recuerdo que reavives el don de Dios… porque Él no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mí. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios”.
Reavivar el don recibido es vivir con entusiasmo nuestro carisma en estos momentos en que queremos vivir imitando a la Virgen, contagiando alegría y esperanza a quienes lo necesitan a nuestro lado. También podemos aplicarle a Ella las palabras del Apóstol: “Sé de quién me he fiado”. Sí, nuestra confianza está puesta en María, en su poderosa y maternal intercesión, que nos alcanzará la gracia de la perseverancia en este estilo de vivir el evangelio, si no nos cansamos nunca de estar empezando siempre. Pongamos en sus manos y en su Corazón nuestros deseos de vivir las virtudes de la Visitación. Con la fuerza del Espíritu Santo que Ella nos comunica con su intercesión, vivamos especialmente este aspecto de la Campaña:
“A imitación de María nos levantamos con prontitud. Nos proponemos vencer la pereza, estudiando y trabajando sin ganas, especialmente en el remate del curso. Y para ello procuramos levantarnos a la primera, acostándonos a tiempo para descansar lo necesario. Como la Virgen no se condujo por curiosidad, vanidad o inconstancia, buscaremos luchar particularmente contra estos defectos de carácter”.

¡Santa María de la Visitación, salva al mundo, con la paz, apiádate de la juventud y de la familia, ruega por nosotros!

31/5/2016, La Visitación de la Virgen María

Lectura de la profecía de Sofonías (3, 14-18)
Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán a Jerusalén: «No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta. » Apartaré de ti la amenaza, el oprobio que pesa sobre ti.
Salmo responsorial (Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6)
R. Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.
El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación. Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. 
R.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso. 
R.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.» 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 39-56)

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: -« ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.» María dijo: -«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.» María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

31 mayo 2016. La Visitación de la Virgen María – Puntos de oración

La Visitación de la Virgen es un día grande para nuestra Cruzada-Milicia. Evoca tantos recuerdos, tantas personas,  tantas inquietudes de cielo, tantos deseos y proyectos de conquista… que se han sembrado en nuestros corazones con abundancia. Cómo emerge la imagen de la Virgen montañera, de la Virgen de Gredos, de la Virgen  “misionera del amor”, de  la Virgen “en campaña”, que el Padre y Abelardo han forjado en nuestro estilo de vida. ¡Es un día grande! ¡Una gran fiesta de familia!
Nuestra oración puede ser un cruce agradecido de tantas evocaciones o simplemente un recogerse en uno de esas dimensiones que la fiesta de la Virgen aporta a nuestra espiritualidad.
En primer lugar, es una fiesta mariana cuyo protagonismo recae en la Santísima Trinidad. La centralidad del Hijo, Verbo de Dios encarnado en las entrañas purísimas de la Virgen, es manifiesta. Él vive, actúa y santifica “desde” el seno de la Madre. El primer  fruto de su acción en el mundo, la santificación de su Madre y del Bautista, es la obra del Espíritu Santo, que cubre con su sombra y dirige los pasos de la Virgen fecunda. Y ella, la Esclava del Señor, cumple perfectamente el designio del Padre y marcha presurosa a la montaña a comunicar a los hombres que el “Dios que salva” (Jesús) ya está entre nosotros.
En segundo lugar, esta fiesta mariana es algo así como “la puerta de la fe” para el antiguo Israel, personificado en Juan el Precursor y sus padres. Isabel reconoce que María es la “madre de mi Señor” y acepta el misterio de la fe, superando las apariencias de los sentidos y  la razón. Juan, el Precursor, salta de alegría al encontrarse con el Hijo que da la vida eterna. Y Zacarías, su padre, enmudecido por la falta de fe, recobra la plena capacidad de reconocer los signos de Dios salvador, y de glorificarlo, al ver la sencilla entrega y la docilidad inmaculada de la Virgen.
En tercer lugar, es la fiesta mariana de la alabanza y la alegría de María: Poseída del amor de Dios, que ha hecho de su seno su propio hogar, se lanza a transmitirlo a los hombres en las circunstancias ordinarias. Donde todos ven lo cotidiano e intrascendente de una joven madre que alegra el corazón de sus parientes ancianos, donde se alza para tantos el velo o la duda de una maternidad a destiempo e imprevista de una mujer senil, su prima Isabel, ella, María, ve el cumplimiento definitivo de la gran promesa: Dios mismo viene a salvar a su pueblo, a levantar a los humildes y con su mano poderosa da de comer a los pobres. Por eso su alma canta y exalta a Dios y a su pueblo afortunado.
Porque, en definitiva, esta fiesta mariana es la gran fiesta del pueblo, de los pequeños, de los que no son ni cuentan para el mundo, de los miserables y pecadores, que nunca merecerían la salvación. ¡Es nuestra fiesta!  Por eso es un gran acierto de nuestra espiritualidad convertirla en “campaña” que dura todo el verano, para que durante muchos meses (en realidad toda la vida) sepamos que Dios es grande con nosotros y nos decidamos a colaborar un poco en la salvación de Dios para todos los hombres.

Podemos concluir con este texto del apóstol Pedro (1, 13): “Estad interiormente preparados para la acción, manteniéndoos sobrios, a la expectativa del don que os va a traer la revelación de Jesucristo.”

30/5/2016, Lunes de la novena semana de Tiempo Ordinario – San Fernando

Comienzo de la segunda carta del apóstol san Pedro (1, 1-7)
Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como a nosotros. Crezca vuestra gracia y paz por el conocimiento de Dios y de Jesús, nuestro Señor. Su divino poder nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado con su propia gloria y potencia. Con eso nos ha dado los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el mundo por la ambición, y participar del mismo ser de Dios. En vista de eso, poned todo empeño en añadir a vuestra fe la honradez, a la honradez el criterio, al criterio el dominio propio, al dominio propio la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el cariño fraterno, al cariño fraterno el amor.
Salmo responsorial (Sal 90, 1 2. 14 15ab. 15c 16)
R. Dios mío, confío en ti.
Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti. » 
R.
«Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación.» 
R.
«Lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días
le haré ver mi salvación. » 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (12, 1-12)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos: -«Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. A su tiempo, envió un criado a los labradores, para percibir su tanto del fruto de la viña. Ellos lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. Les envió otro criado; a éste lo insultaron y lo descalabraron. Envió a otro y lo mataron; y a otros muchos los apalearon o los mataron. Le quedaba uno, su hijo querido. Y lo envió el último, pensando que a su hijo lo respetarían. Pero los labradores se dijeron: "Éste es el heredero. Venga, lo matamos, y será nuestra la herencia. “Y, agarrándolo, lo mataron y lo arrojaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Acabará con los labradores y arrendará la viña a otros. ¿No habéis leído aquel texto: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?» Intentaron echarle mano, porque veían que la parábola iba por ellos; pero temieron a la gente, y, dejándolo allí, se marcharon.

30 mayo 2016. Lunes de la novena semana de Tiempo Ordinario – San Fernando – Puntos de oración

Escribe Juan de Ávila que Dios nos habla por sus enviados en el Antiguo y Nuevo Testamento excepto en el Evangelio que nos habla directamente, por sí mismo. “Lo que en otras partes ha dicho, ha sido hablar él por boca de sus siervos; y lo que habló en la humanidad que tomó, hablólo por su propia persona.” (San Juan de Ávila).
Estos días nos ha comentado Francisco,  que al iniciar la oración pidamos al Espíritu Santo la gracia de recordar y entender el mensaje del Evangelio. No olvidemos ese consejo. “Cuando vosotros leéis todos los días —como os he recomendado— un trozo, un pasaje del Evangelio, pedid al Espíritu Santo: «Que yo entienda y recuerde estas palabras de Jesús». Y después leer el pasaje, todos los días... Pero antes, esa oración al Espíritu, que está en nuestro corazón: «Que recuerde y entienda»”.
La primera lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro, se complementa con el evangelio, como suele ser habitual. En la primera lectura, vemos el camino de la santidad, el don que recibe el hombre cuando confía en Dios: “su poder divino nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad”.
Por otra parte, en el evangelio, se narra  la parábola de los labradores y del dueño de la viña, que relata san Marcos (12, 1-12), es un resumen de la historia de salvación que Jesús presenta a los jefes de los sacerdotes, a los escribas, a los ancianos: es decir, a los dirigentes del pueblo de Israel, a los que tenían en sus manos el gobierno del pueblo, a quienes tenían en sus manos la promesa de Dios.
En esta parábola, Jesús cuenta el rechazo de los hombres a la obra de Dios. Nos habla de una historia de amor:” De un hombre que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar y construyó una torre”. Todo lo hizo el hombre con amor, ese hombre representa al Padre. Sin embargo, la humanidad rechaza la obra de Dios.
El hombre que, en la carta de san Pedro, está llamado a la santidad, rechaza esta vocación. Despreciando una y otra vez a los mensajeros, incluso al propio Dios encarnado.
Abelardo en el libro “Mirad a María”, propone para hoy: “Rezad el Rosario”. “¿No podemos levantar avemarías por un mundo que no reza, que se ha vuelto de espaldas a Dios?” Es la humilde alternativa, de quien confía en Dios y busca la salvación de sus hermanos.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús. San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

29/5/2016, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C)

Lectura del libro del Génesis (14, 18-20)
En aquellos días, Melquisedec, rey de Salén, sacerdote del Dios altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abran, diciendo: - «Bendito sea Abrahán por el Dios altísimo, creador de cielo y tierra; bendito sea el Dios altísimo, que te ha entregado tus enemigos.» Y Abran le dio un décimo de cada cosa.
Salmo responsorial (Sal 109, 1. 2. 3. 4)
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies.» 
R.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. 
R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados; yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora. » 
R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.» 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11, 23-26)
Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: - «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 11b-17)

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: - «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado.» Él les contestó: - «Dadles vosotros de comer.» Ellos replicaron: - «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío.» Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: - «Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta.» Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.

29 mayo 2016. Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo C) – Puntos de oración

“Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos”.
En la vida de la Iglesia esto es lo que representa la multiplicación de los panes y los peces. Porque cuando Dios concede un don a alguien no es para uso y disfrute de uno mismo, sino para ser compartido con los demás. Por eso los dones que se comparten son los que se multiplican. Por eso el que guarde su vida (para sí, reservándola sin compartirla)  la perderá y el que la pierda por Mí, nos dice el Señor, (repartiéndola en Su nombre a los demás) la salvará.
Comieron todos y se saciaron… ¡y sobraron doce cestos! Cuando el Señor les dijo “dadles vosotros de comer” les quiso hacer partícipes privilegiados de esta realidad de la vida del cristiano. El hombre sólo conoce realmente aquello que experimenta, dice un autor espiritual. Por eso Jesús, su maestro, quiso que experimentaran por sí mismos esta realidad: que los dones que se comparten se multiplican.
Eran unos cinco mil hombres y, los apóstoles seguramente abrumados por semejante gentío, le dijeron a Jesús: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». ¡Y nuestros dones no llegan para todos!, pensaría alguno de ellos ¡solo son cinco panes y dos peces! Si lo hubieran hecho así (dado que eran doce y con Jesús trece) probablemente no se habrían dado un gran banquete. Y sin embargo: “Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos”. Y esto es porque los compartieron. Esta es la enseñanza que les quiso dar el Maestro.

Tengamos también nosotros la fe y el valor de pasar por esta experiencia: que los dones que se comparten se multiplican. Y en este último domingo del mes de mayo, el día del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, no podemos olvidar los dos grandes dones que nos han sido regalados por el Señor: Su madre y la Eucaristía. El Señor nos ha dejado a su madre y se ha partido y repartido El mismo. Que siguiendo su ejemplo seamos capaces de compartir nuestra fe en la Eucaristía y nuestra devoción a María con todos aquellos que, como nosotros, andan en descampado y hambrientos de amor.

28/05/2016, Sábado de la octava semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Judas (17.20b-25)
Queridos hermanos, acordaos de lo que predijeron los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Idos asentando sobre el cimiento de vuestra santa fe, orad movidos por el Espíritu Santo y manteneos así en el amor de Dios, aguardando a que la misericordia de nuestro Señor Jesucristo os dé la vida eterna. ¿Titubean algunos? Tened compasión de ellos; a unos, salvadlos, arrancándolos del fuego; a otros, mostradles compasión, pero con cautela, aborreciendo hasta el vestido que esté manchado por la carne. Al único Dios, nuestro salvador, que puede preservaros de tropiezos y presentaros ante su gloria exultantes y sin mancha, gloria y majestad, dominio y poderío, por Jesucristo, nuestro Señor, desde siempre y ahora y por todos los siglos. Amén.
Salmo responsorial (Sal 62,2. 3-4. 5-6)
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. 
R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. 
R.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (11, 27-33)

En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: -«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad? » Jesús les respondió: -«Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme.» Se pusieron a deliberar: -«Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombres... » (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: -«No sabemos.» Jesús les replicó: -«Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.»

28 mayo 2016. Sábado de la octava semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hacemos un esfuerzo especial para ponernos en la presencia de Dios para hacer este rato de oración. Hoy es sábado y la Virgen va a estar muy cerca de nosotros. Mañana es la fiesta del Cuerpo del Señor: en este escenario nos disponemos a hacer nuestro rato de oración.
Madre, enséñame a descubrir en la Eucaristía el sentido de mi vida. Enséñame a descubrir a todo un Dios, que cuando quiso darlo todo por nosotros, no se le ocurrió otra manera que, dejarnos este regalo. A través del pan, Jesús nos quiere mostrar su misericordia. En el texto evangélico de la multiplicación de los peces y los panes vemos como Jesús no se deja ganar en misericordia. Primero son los discípulos, que apiadándose del gentío, le piden a Jesús que los despida para que puedan comprar comida en los pueblos cercanos. Jesús se muestra mucho más generoso y primero les pide a ellos que les den de comer. Después es el mismo Jesús el que les manda sentarse y les sacia de pan y pescado, todo lo que quisieron.
La misericordia de Jesús no tiene límites. Los discípulos le preguntan en una ocasión: maestro se tu prójimo te ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? –Y se aventura a decir un número muy alto: ¿hasta siete veces? Jesús le contesta, como de costumbre, colmando la misericordia: “Hasta setenta veces siete”, es decir, siempre. ¡Cómo nos cuesta entender que nuestra generosidad no puede tener límites! Llegamos a pensar que se están riendo de nosotros, que nos piden perdón pero a la vez ya están pensando cómo fastidiarnos de nuevo. Jesús no pone en duda nuestras intenciones y estoy seguro de que nos perdona aunque no sean limpias.
Llama la atención también otro hecho: Jesús saca fuerzas de donde no quedan y perdona al buen ladrón que le pide perdón en la cruz: “En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”.
Quiero llamar tu atención y que pienses que el fruto más importante de este año de la misericordia no es que aprendamos a ser misericordiosos; sino a sentir que Dios es misericordioso contigo. Déjate llevar por ese sentimiento en este rato de oración: siente muy dentro de ti que Dios ha sido misericordioso contigo, déjate llevar por la misericordia de Dios que te envuelve por todos los sitios.
Te traigo el recuerdo de aquella escena que mucho vivimos con la hermana Anunciación en Villagarcía, cuando nos decía que Dios no es alguien distante que nos observa y nos vigila desde lejos; no, es alguien que nos rodea por todos los lados, es alguien en el que vivimos sumergidos siempre.

Termina este rato de oración pidiéndole a la Madre que te haga sentir la misericordia de Dios siempre y en todos los lados.

27/5/2016, Viernes de la octava semana de T.O. – San Agustín de Cantorbery

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (4,7-13)
Queridos hermanos: El fin de todas las cosas está cercano. Sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar. Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios. El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, a quien corresponden la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Queridos hermanos, no os extrañéis de ese fuego abrasador que os pone a prueba, como si os sucediera algo extraordinario. Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo.
Salmo responsorial (Sal 95, 10.11-12. 13)
R. Llega el Señor a regir la tierra.
Decid a los pueblos: "El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente." 
R.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. 
R.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (11, 11-26)

Al día siguiente, cuando salió de Betania, sintió hambre. Vio de lejos una higuera con hojas y se acercó para ver si encontraba algo; al llegar no encontró más que hojas, porque no era tiempo de higos. Entonces le dijo: -«Nunca jamás coma nadie de ti.» Los discípulos lo oyeron. Llegaron a Jerusalén, entró en el templo y se puso a echar a los que traficaban allí, volcando las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas. Y no consentía a nadie transportar objetos por el templo. Y los instruía, diciendo: -« ¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos" Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos.» Se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas y, como le tenían miedo, porque todo el mundo estaba asombrado de su doctrina, buscaban una manera de acabar con él. Cuando atardeció, salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar, vieron la higuera seca de raíz. Pedro cayó en la cuenta y dijo a Jesús: -«Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.» Jesús contestó: -«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo: Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis. Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas. »

27 mayo 2016. Viernes de la octava semana de T.O. – San Agustín de Cantorbery – Puntos de oración

Del evangelio que hoy nos presenta la Iglesia, se desprenden dos posibles temas para nuestra consideración: el primero sale como al paso y es el de la higuera que no tenía fruto y que Jesús "maldijo", y el segundo la expulsión de los vendedores del Templo.
Me gustaría fijarme en el primero, sin olvidar el segundo, pues podemos sacar alguna aplicación práctica para nuestra vida cristiana.
Las higueras eran parte de la economía familiar en Israel. Era fácil  la conservación de los higos debido a su alto nivel de azúcar. Las cosechas de higos se guardaban durante mucho tiempo en la forma de higos secos. Se cosechaba dos veces al año, a finales de la primavera y al comienzo del otoño, pero el árbol necesita tres años para dar fruto luego de plantarse.
Algunos comentaristas del evangelio hacen un paralelismo entre el hecho de la higuera y la limpieza del Templo. El templo era el lugar de oración por excelencia para un judío, pero la verdadera adoración había desaparecido, era como una vida religiosa sin fruto. Jesús manifestó su enojo por ello, y lo mismo hizo con la higuera al pasar junto a ella y encontrarla frondosa pero sin fruto.
¿Qué tiempo llevamos plantados en la Iglesia?
¿Cuántas cosechas hemos dado ya…?
¿Podemos decir que nuestro fruto es abundante...?
¿Qué impresión nos queda, cuando alguien se acerca a nosotros y se marcha con las manos, el alma o el corazón vacíos...?
¿Nos inquieta..., nos preocupa…? ¿Nos parece normal…?

Hoy puede ser un buen momento para que hagamos una revisión de vida, y descubramos si somos hombres o mujeres con fruto... El dar o no dar fruto en nuestra vida no es un hecho aleatorio o fortuito, sino necesario y conveniente. Pensemos lo que puede depender de ello, y las consecuencias que puede traer consigo...

26/5/2016, Jueves de la octava semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (2, 2-5. 9-12)
Queridos hermanos: Como el niño recién nacido, ansiad la leche espiritual, no adulterada, para que con ella vayáis progresando en la salvación, ya que «habéis gustado lo bueno que es el Señor». Acercándoos a él, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo. Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais «no pueblo», ahora sois «pueblo de Dios», los que antes erais «no compadecidos», ahora sois «objeto de compasión». Queridos míos, como a extranjeros y peregrinos, os hago una llamada a que os apartéis de esos bajos deseos que combaten contra el alma. Que vuestra conducta entre los gentiles sea buena, para que, cuando os calumnian como si fuerais malhechores, fijándose en vuestras buenas obras, den gloria a Dios el día de su venida.
Salmo responsorial (Sal 99, 2. 3. 4. 5)
R. Entrad en la presencia del Señor con vítores.
Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. 
R.
Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. 
R.
Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. 
R.
«El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.» 
R.
Lectura del santo Evangelio según san Marcos (10, 46-52)

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: -« Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: -«Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: -«Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: -«Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: -«¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le contestó: -«Maestro, que pueda ver». Jesús le dijo: -«Anda, tu fe te ha curado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

26 mayo 2016. Jueves de la octava semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Mc 10, 46-52
Iniciar nuestra oración pensando cómo Dios me está esperando, me mira complacido y sentir la mirada que un día le regaló al joven rico “fijando en él la mirada lo amó”.
La escena que narra el evangelio de hoy se sitúa en Jericó donde se agrega al grupo que acompañan a Jesús un ciego que está sentado al borde del camino con su mano extendida para recoger las limosnas de la gente. El hombre se llama Bartimeo que al enterarse que se acerca Jesús, empezó a gritar: “Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí”, lo manda llamar y le pregunta: ¿Qué quieres que haga por ti? La respuesta es previsible: Maestro que pueda ver. A lo que Jesús le dice: Anda, tu fe te ha curado. Es lo que Jesús quería dejar patente: la fe del ciego es la que le consigue el favor de Dios. Al instante el ciego recobró la vista y seguía a Jesús por el camino.
En esta narración hay una espléndida exposición de catequesis dirigida a los cristianos del siglo I y también a nosotros, sobre el seguimiento de Jesús. Los cristianos del siglo XXI que sentados al borde del camino sienten que necesitan una luz para entender el sentido de la vida y que están pidiendo a voces sin darse cuenta: “Ten compasión de mí”. En este año de la Misericordia debemos ser los cristianos que sentimos constantemente en nosotros a Dios rico en misericordia los que animemos a tantos ciegos que hay en el mundo con las palabras que animaron a Bartimeo “ánimo, levántate, que te llama”. En este rato de oración hacer examen por si algunas veces somos como los del pasaje del evangelio que ponen obstáculos: “le regañaban para que se callara, pero él gritaba con más fuerza” y es cuando surge el diálogo directo con ese Maestro que es la luz que ilumina nuestras tinieblas de mente y corazón.
La fe es la gran sabiduría que el Padre nos regala, el gran tesoro por el que vale la pena sacrificarlo todo. Porque con la fe se ven las cosas, la vida y las personas con otros criterios, los de Dios y no los de los hombres. Es el regalo que nos quiere hacer la Virgen María en este mes consagrado a ella, la fe, toda su grandeza está en que se dejó llevar por una fe plena en la voluntad del Padre, desde el instante del “HÁGASE” en Nazaret hasta el “ESTAR” al pie de la cruz. Toda su vida la vivió en la más pura fe a los designios misteriosos del Padre de los cielos, es por eso por lo que todas las generaciones la aclamamos como Reina y Madre de todos los creyentes.

Al final de nuestra oración darle gracias al Señor por tanto bien recibido y suplicarle que nos preparemos para recibir al Espíritu Santo para poder ir por todo el mundo anunciando la Buena Nueva que es Cristo Resucitado.

25/5/2016, Miércoles de la octava semana de T.O. – San Beda el Venerable

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1, 18-25)
Queridos hermanos: Ya sabéis con qué os rescataron de ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza. Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera, porque «toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y esa palabra es el Evangelio que os anunciamos
Salmo responsorial (Sal 147, 12-13. 14-15. 19-20)
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. 
R.
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. 
R.
Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10, 32-45)

En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban asustados. Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le iba a suceder: -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán; y a los tres días resucitará.» Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: -«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir.» Les preguntó: -«¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron: -«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. » Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Contestaron: -«Lo somos.» Jesús les dijo: -«El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya reservado. » Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -«Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»

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