1/11/2018, Solemnidad de Todos los Santos


Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4. 9-14)
Yo, Juan, vi a otro ángel que subía del oriente llevando el sello del Dios vivo. Gritó con voz potente a los cuatro ángeles encargados de dañar a la tierra y al mar, diciéndoles: «No dañéis a la tierra ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en la frente a los siervos de nuestro Dios». Oí también el número de los sellados, ciento cuarenta y cuatro mil, de todas las tribus de Israel. Después de esto vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de todas naciones, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con voz potente: «¡La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!». Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del trono y de los ancianos y de los cuatro vivientes cayeron rostro a tierra ante el trono, y adoraron a Dios, diciendo: «Amén. La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza son de nuestro Dios, por los siglos de los siglos. Amén». Y uno de los ancianos me dijo: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?». Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás». Él me respondió. «Estos son los que vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero».
Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Éste es la generación que busca tu rostro, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. 
R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. 
R.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es la generación que busca al Señor, que busca tu rostro, Dios de Jacob. 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3, 1-3)
Queridos hermanos: Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Todo el que tiene esperanza en él se purifica a si mismo, como él es puro.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 1-12a)
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos; y, abriendo su boca, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

1 noviembre 2018. Solemnidad de Todos los Santos – Puntos de oración


Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a hacer oración.
“El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada.” Con estas palabras comienza la exhortación apostólica “Gaudete et Exultate” del Papa Francisco sobre el llamado a la santidad. Estas palabras resumen muy bien la festividad que celebramos hoy en la Iglesia, el día de Todos los Santos. Todos los que interiorizaron primero estas palabras y las llevaron a la práctica en su vida. Lo mejor de la festividad de hoy es que celebramos a todos sin excepción. Este es el primer punto de nuestra oración de hoy, que Dios no se olvida de nadie, que Dios sueña con todos y desea que todos alcancemos la felicidad para la cual hemos sido creados. A mí personalmente esto me consuela mucho porque seguramente nunca habrá estampitas con mi cara y una oración, pero si lo doy todo por Él, seré santo.  Y darlo todo por Dios solo depende de mí, Él luego pone los medios, nos indica el camino y nos ayuda, pero la decisión es siempre nuestra.
Tras recordar la llamada personal que Dios nos hace a la santidad en el evangelio de hoy Jesús nos da unas instrucciones concretas que nos acercan especialmente a Él, las bienaventuranzas. En ellas, Jesús enumera muchos tipos de personas (Los mansos, los que lloran…) que seguramente alguno hasta se las sabe de memoria. Sin embargo, al leerlo no caemos en la cuenta de que son personas y situaciones reales que ocurren a diario y nos ocurren a nosotros. Os invito a dedicar parte de la oración a leer con calma las bienaventuranzas y ponerle cara a cada una de estas personas, deteniéndonos un poco ellas, pueden ser conocidos, desconocidos, incluso nosotros mismos lo importante es ponerle cara. Debe resultarnos fácil poner cara a estas situaciones porque son muy sencillas, son cotidianas algunas de ellas y accesibles para cualquier persona. Es increíble Jesús no das las claves para la santidad y encima son accesibles para todos. Sin embargo, si pensamos un poquito más allá, podemos ver que todas estas actitudes, estas personas, son las que el mundo de hoy deja de lado, las que no salen en los medios o las que no tienen miles de seguidores en las redes, en resumen, las personas que no encajan con el mundo de hoy tal cual lo conocemos y Dios nos invita a formar parte de estas personas.
Finalmente os animo a darle vueltas a estas ideas, que tenemos una llamada personal a la santidad, que los santos son personas y que el camino es el de las bienaventuranzas que rompe con el mundo de hoy. Para hacer esto lo mejor es siempre ayudarse de nuestra Madre, pedirle ayuda en la oración y después comentar como ha ido porque ella siempre está deseando escucharnos.

31/10/2018. Miércoles de la XXX semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (6, 1-9)
Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor, porque eso es justo. «Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra». Padres, no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos según el Señor. Esclavos, obedeced a vuestros amos de la tierra con respeto y temor y temblor, con la sencillez de vuestro corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien ante los hombres, sino como esclavos de Cristo que hacen, de corazón, lo que Dios quiere, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre se lo pagará el Señor. Amos, comportaos también vosotros del mismo modo, dejándoos de amenazas; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ese no es parcial con nadie.
Salmo responsorial (Sal 144, 10-11. 12-13ab. 13c:d-14)
R. El Señor es fiel a sus palabras.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. 
R.
Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. 
R.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 22-30)
En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Uno le preguntó: «Señor, ¿son pocos los que se salven?». Él les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; pero él os dirá: "No sé quiénes sois". Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas". Pero él os dirá: "No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad" Así será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

31 octubre 2018. Miércoles de la XXX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


El Espíritu Santo hoy, en la antesala de la gran fiesta de todos los santos, nos estimula a vivir en obediencia de unos para con otros “como esclavos de Cristo que hacen lo que Dios quiere… como quien sirve al Señor y no a hombres” (escribe san Pablo en Efesios). Palabras que suponen una novedad de vida, todo un programa que tiene su sentido si queremos seguir de cerca y por amor a este gran Dios y Señor nuestro, Jesucristo, que se hizo siervo de todos y pasó haciendo el bien.
Podemos reflexionar: ¿Me gusta servir, hacerme servidor de aquellos con los que convivo? O ¿me retraigo y pongo por delante mi edad y mis derechos? Este es el termómetro de la santidad realista. El evangelio nos anima en este camino, cuando ensalza a los últimos, que serán primeros.
La pregunta por la salvación de los demás, del mundo, de nuestras familias y amigos, es una pregunta llena de sentido. Es lógico que, viendo lo que nos toca ver, preguntemos por la salvación del mundo. A una joven carmelita, hace unos días, un familiar le preguntaba por su comida. Y al saber que ayunaba, extrañado le preguntó que por qué, qué celebraban para ayunar un día cualquiera de octubre. Y su respuesta convencida e inmediata fue: “Hay muchas almas que salvar”.
Jesús nos invita a la fidelidad, a la paciencia y a la perseverancia. Y, a ejemplo de la carmelita, a la intercesión mediante la oración y los pequeños sacrificios. Es el mensaje de Fátima y la espiritualidad de santa Teresita, que el Padre quería que hiciésemos vida propia.
Ojalá la Virgen nos alcance esta gracia de llegar a ser “santos de la puerta de al lado”.

30/10/2018. Martes de la XXX semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5, 21-33)
Hermanos: Sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo: las mujeres, a sus maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a si mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentársela gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne». Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.
Salmo responsorial (Sal 127, 1-2. 3. 4-5)
R. Dichosos los que temen al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. 
R.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. 
R.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 18-21)
En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué es semejante el reino de Dios o a qué lo compararé? Es semejante a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; creció, se hizo un árbol y los pájaros del cielo anidaron en sus ramas». Y dijo de nuevo: «¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y metió en tres medidas de harina, hasta que todo fermentó».

30 octubre 2018. Martes de la XXX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Oración preparatoria: Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.
Os propongo un doble enfoque para la meditación de hoy, un doble punto de vista. Von Balthasar dice que la Iglesia está formada por dos principios, el principio petrino (apostólico y de acción) y el principio mariano (de contemplación y vida oculta). Ambos principios son necesarios. Os propongo que entréis en esta meditación con ese doble punto de vista: el punto de vista del discípulo y el punto de vista de María, y que especialmente os detengáis y os reposéis en este último, en María
Son dos parábolas similares. Contraponen un principio y un final, un comienzo y un resultado. Se las ha llamado las parábolas del contraste.
En ellas vemos que se contraponen lo pequeño y lo grande. Lo oculto del proceso y el resultado. El silencio y el éxito. Se da una maravillosa desproporción de lo que se entierra con el asombroso resultado final. Estas parábolas salidas de los labios de Jesús son un canto a la humildad y a lo pequeño.
Por eso si quieres entrar en el misterio del reino tienes que entender lo que estaba en el corazón del Señor cuando pronunciaba aquellas palabras. A mí me ayuda pensar que el trasfondo del evangelio de hoy es la vida oculta de Nazaret y sobre todo la vida de José y de María.
¿Dónde había visto Jesús estas imágenes con las que encendía los corazones y se hacía entender por todo el pueblo al explicar el reino de Dios? El hombre que siembra la semilla de mostaza ¿no nos lleva directamente a José, tal como Jesús le habría visto hacer en su huerto o en los campos? Y la mujer que amasa el pan y pone la levadura, ¿no sería la imagen entrañable de su madre en su tarea cotidiana?
El reino de Dios es aquí el árbol que cobija, o la masa fermentada. Pero todo empieza desde algo muy pequeño. Desde el sí de María en la anunciación y desde el silencio de acogida y veneración de José. Así es como empiezan todas las cosas buenas desde la perspectiva evangélica. Meditemos esta lección para toda nuestra vida.
Terminar la oración con un coloquio con la Virgen. Pedirle que ella nos conduzca al corazón del evangelio, que nos haga entender el misterio del Reino de Dios y sobre todo que nos ponga junto a su Hijo.

29/10/2018. Lunes de la XXX semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,32–5,8)
Hermanos: Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. De la fornicación, la impureza, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. Tampoco vulgaridades, estupideces o frases de doble sentido; todo eso está fuera de lugar. Lo vuestro es alabar a Dios. Tened entendido que nadie que se da a la fornicación, a la impureza o al afán de dinero, que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con argumentos falaces; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos. Antes sí erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor.
Salmo responsorial (Sal 1,1-2.3.4.6)
R. Seamos imitadores de Dios, como hijos queridos.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. 
R.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. 
R.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17)
Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y estaba encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, se puso a decir a la gente: «Hay seis días tenéis para trabajar; venid, pues, a que os curen en esos días, y no en sábado». Pero el Señor le respondió y dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata en sábado su buey o su burro del pesebre, y lo lleva a abrevar? Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no era necesario soltarla de tal ligadura en día de sábado?» A decir estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

29 octubre 2018. Lunes de la XXX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


* Primera lectura: En la parte exhortativa de la carta a los Efesios, hoy san Pablo nos recuerda dos aspectos básicos: la caridad fraterna y la llamada a evitar la inmoralidad reinante en la sociedad de la época.
Para el amor a los demás tenemos dos buenos maestros, Dios Padre y Cristo Jesús: "como Dios os perdonó en Cristo, sed imitadores de Dios, como hijos queridos", "vivid en el amor, como Cristo os amó y se entregó por nosotros".
Hay otros aspectos que los cristianos deben evitar en su vida: "de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar".  Parece como si Pablo estuviera viendo, no las costumbres de su época, sino las de ahora: el lenguaje de los medios de comunicación y los espectáculos. Esas cosas "son las que atraen el castigo de Dios".
Los cristianos hemos cambiado de vida y se nos tiene que notar: "por algo sois un pueblo santo", "antes erais tinieblas, pero ahora, como cristianos, sois luz: vivid como gente hecha a la luz".
O sea, aunque parezca recurrir a un dicho popular, “hay que ser bueno y parecerlo...”
* Evangelio:  La mujer encorvada es todo un símbolo: una mujer que no puede enderezarse ni levantar su cabeza al cielo; una mujer que lleva un peso encima que no puede soportar; una mujer cansada y oprimida; una mujer hundida y aplastada; una mujer que ha recibido en sus espaldas palos incontables; una mujer que se agacha para que otros pasen, que, como describía el profeta exílico, «a ti misma te decían: póstrate para que pasemos, y tú pusiste tu espalda como suelo y como calle de los que pasaban» (/Is/51/23). Es todo un símbolo del antiguo pueblo de Dios. Es un símbolo de todos los que soportan pesos intolerables, de cualquier tipo que sean.
Pero ahora viene la reacción de Cristo. Jesús la llamó, la impuso las manos y la levantó. Es también un gesto simbólico. Dios no nos quiere encorvados y afligidos. Dios no nos quiere oprimidos y esclavizados, ni caídos ni acobardados, ni deprimidos ni postrados. Dios nos quiere libres. Él nos quiere en pie. En pie significa libertad, confianza, transcendencia. Dios ha creado al hombre para que viva con dignidad, para que sea libre y creador. Somos hijos de Dios, somos hermanos en Cristo, somos templos del Espíritu Santo.
Por eso, uno de los imperativos que más se repiten en la historia de la salvación es el «levántate». Dios es «el que endereza a los que ya se doblan», «el que levanta de la miseria al pobre», «el que levanta del polvo al desvalido» (cf. /1S/02/08; Sal 107, 41; /Sal/113/07...).
Y por eso se nos acerca el mismo Dios en Cristo Jesús: para quitarnos todas las cargas y los yugos: "Venid a mí...» (Mt. 11, 28). Y extiende su mano para levantar a los que están postrados, con el imperativo: «Levántate», sea a la suegra de Pedro (Mc. 1, 30-31), sea a la hija de Jairo (Mc. 5, 41 = Talita Kum), sea a la mujer encorvada.
Oración final:
   Concede, Señor, a tu pueblo perseverancia y firmeza en la fe, y a cuantos confiesan que tu Hijo, Dios de gloria eterna como tú, nació de Madre Virgen con un cuerpo como el nuestro, líbralos de los males de esta vida y ayúdales a alcanzar las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

28/10/2018. Domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo B)


Lectura del libro de Jeremías (31, 7-9)
Esto dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por la flor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: “¡El Señor ha salvado a su pueblo, ha salvado al resto de Israel!” Los traeré del país del norte, los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos habrá ciegos y cojos, lo mismo preñadas que paridas: volverá una enorme multitud. Vendrán todos llorando, y yo los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por camino llano, sin tropiezos. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito».
Salmo responsorial (Sal 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6)
R. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
Cuando el Señor hizo volver a los cautivos de Sion, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. 
R.
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos».
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. 
R.
Recoge, Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. 
R.
Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. 
R.
Lectura de la carta a los Hebreos (5, 1-6)
Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a debilidad. A causa de ella, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor sino el que es llamado por Dios, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que la recibió de aquel que le dijo: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy»; o, como dice otro pasaje: «Tú eres sacerdote para siempre según el rito de Melquisedec».
Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,46-52)
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le contestó: «“Rabbuní”, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

28 octubre 2018. Domingo XXX del Tiempo Ordinario (Ciclo B) – Puntos de oración


No hay peor ciego que el que no quiere ver. A veces tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no escuchamos. Esto mismo nos lo recuerda el Señor en el Evangelio. Viene bien poner en duda nuestra dificultad para ver, mirar y escuchar a las personas, que viven a nuestro lado. Pasamos junto a ellas para descubrir que son un reflejo de Dios. Porque hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. No olvidemos que ante todo, somos criatura y dependemos de Dios Padre creador.
Pero en este rato de oración, con la luz y fuerza del Espíritu Santo, quiero dejarme iluminar con la luz del Señor.
¿Estoy yo también ciego como el de Jericó? Lo que pasa que yo no me lo termino de creer. Este ciego me ayudará a descubrir mi ceguera. Si él era un mendigo, también yo me considero mendigo. Tengo muchas necesidades y algunas ni las descubro.
“Estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna”. Reconoce su pobreza y ceguera, pero tiene el oído muy fino. “Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí”. Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: Hijo de David, ten compasión de mí”Termina tú de leer este texto evangélicoDa gracias al Señor porque te conserva la vista desde tu nacimiento…y tienes deseos de encontrarte con la mirada de Jesús.
Ya me he metido en la escena, pero tengo que dejarme mirar desde el Corazón de Cristo. Tengo que dejarme mirar. Si le miro desde dentro, aunque estoy bastante ciego me encontraré con Él.
Y me va a preguntar a solas, sin testigos, como al ciego de Jericó: “¿Qué quieres que te haga?” … pues que recobre la vista. Esa vista que descubre la imagen de Dios en cada persona, en las cosas y los diferentes acontecimientos que me suceden cada día.
Dame una mirada que refleje alegría y esperanza. Es el mejor testimonio que entiende el mundo que me ha tocado vivir.
Por el oído me ha llegado la fe y por medio de la vista estoy dispuesto a seguirle, aunque no falten tropiezos, porque qué mayor regado puedo recibir que poder seguir de cerca a Jesús, que se hace visible en los más pequeños y necesitados.
Virgen Inmaculada, ya que me han dado la vista, que sea un medio para mirar con mirada limpia la verdad y la belleza que se encuentra en multitud de personas con las que me encuentro cada día y descubrir de manera especial la presencia del Señor en la Eucaristía.

27/10/2018. Sábado de la XXIX semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4, 7-16)
Hermanos: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres». Decir «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados a la deriva por todo viento de doctrina, en la falacia de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.
Salmo responsorial (Sal 121, 1-2. 3-4a. 4b-5)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. 
R.
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor. 
R.
Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 1-9)
En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús respondió: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?” Pero el viñador respondió: "Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar"».

27 octubre 2018. Sábado de la XXIX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Nos puede pasar en la oración como a aquéllos que se acercaron a Jesús en el evangelio de hoy, que vayamos a contarle noticias como la de aquellos galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Un problema en el que lo sagrado se involucraba con lo político, según parece del texto, es decir unos hombres que pensaban eran más pecadores que el resto y “por eso han padecido todo esto”. Y luego les habla de otro caso de dieciocho que habían sucumbido bajo la torre de Siloé y los mató. Y Jesús les pregunta: “¿pensáis que eran más culpables que los demás?”.
La respuesta de Jesús, no se hace esperar: “Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera” y les contó la parábola de la higuera que no daba fruto con el tiempo y a pesar de ello, el viñador –Jesús- pide al Señor –el Padre- pide otra oportunidad de dar fruto, de conversión de rectificar, de cambiar de vida.
El Señor siempre, rico en misericordia, a los que estábamos muertos por el pecado, nos da siempre otra oportunidad. Siempre nos está dando oportunidades como Abraham, David; recordar el regateo que mantiene para salvar las ciudades que se habían pervertido, reduciendo el número de justos que pudiera encontrar en ellas.
Siempre lento a la cólera y rico en piedad, nos está esperando, nos está dando oportunidades a pesar de que podemos estar condenando o enjuiciando a los demás, sin tener en cuenta que la misericordia de Dios se ríe de nuestra justicia pues no podemos imaginar siquiera hasta dónde -puede llegar.
De esto se dan cuenta bien los que se convierten de verdad. Ven claro, clarividente, las oportunidades que les hadado a lo largo de su vida hasta que llega la última que es tumbativa y empiezan una vida nueva que a los demás nos sorprende, quizá nos vuelve un poco locos al pensar y decir que están locos por las locuras que hacen por el Señor. Pero no comprendemos como ellos cómo Dios los ha sostenido y amado.
Quizá en esta oración tenemos que pedirle al Señor que nos dé otra oportunidad, cada día nos la está dando por la fe. Qué claro nos lo decía san Pablo estos días en la carta a los Efesios:  Dios rico en Misericordia nos hace revivir en Cristo, salvados por pura gracia, nos ha resucitado y sentado en el cielo. Por gracia estoy salvado por la fe y esto es un don de Dios que no viene de nosotros, UN DON DE DIOS. Somos obra suya.
Por tanto, no nos metamos a criticar y acusar ante una situación tan confusa como la actual en todos los órdenes. Volvamos al Evangelio y nos repitamos como lo hace Él: “Os digo que, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo” y lo repite otra vez. Todos sabemos lo que significa repetir una cosa que es importante cuando hablamos. ¿Por qué lo repite Jesús dos veces?
No estaría muy lejos del lugar donde esto ocurría su Madre, que siempre ha conseguido tantas conversiones a los que a Ella se han acercado.
Acerquémonos a Santa María, hoy sábado, día especial dedicado a ella y escuchemos de sus labios y corazón dirigido a cada uno de nosotros: “Si no os convertís, todos pereceréis” y sentir la ternura de la madre reflejo de la del Padre de los cielos que nos quiere hijos suyos salvados y resucitados en su reino para siempre.

26/10/2018. Viernes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,1-6)
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobre llevaos mutuamente con amor; esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos.
Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Esta es a generación que busca tu rostro, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. 
R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. 
R.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 54-59)
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Va a caer un aguacero", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y sucede. Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo? Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».

26 octubre 2018. Viernes de la XXIX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Sería deseable que siempre, al entrar en clima de oración, recordáramos lo que dice hoy San Pablo, porque ir a la oración es ir al encuentro de Dios, nuestro Padre: “que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.”
Entrar en la oración recordando aquello que el P. Tomás Morales repetía más de una vez, como convicción profunda en la que enraizar la vida espiritual: “El Padre me ama.”
Así el tiempo de la oración es encarrilar el día, la vida misma, en la dirección correcta. Pueden pasar muchas cosas, pero todas conducen a ese amor del Padre que nos sostiene y nos alienta y es nuestra razón de ser.
En ese amor entramos por el bautismo, en ese amor permanecemos por una fe activa y comprometida. Una fe que se hace vida en lo pequeño, en lo oculto, en lo aparentemente insignificante. Una fe que hace grandiosos todos los momentos vividos.
En la oración hacemos ofrenda al Padre, unidos a Jesucristo, con la fuerza del Espíritu Santo, de todo lo que somos y vivimos.
Realizamos, y en la Santa Misa culminamos, el “ofreceos como piedras vivas.” Es una ofrenda existencial y vital. La ofrenda que el Padre espera.
Vivir, ya desde el silencio del encuentro con el único Señor, al que hemos entregado la vida, el “Por Cristo, con Él y en Él.”
No seremos merecedores de subir al monte del Señor por nuestros propios méritos, pero sí lo somos unidos a Cristo, el que ha hecho de su vida y de su sacrificio en la cruz ofrenda salvadora y eterna.
Unidos así al Señor, con la luz del Espíritu Santo, podremos discernir su paso también en nuestro tiempo convulso y a veces descorazonador. Un tiempo que es también tiempo de gracia para el que abre su vida y su alma a la acción poderosa del Espíritu Santo.
María, la Virgen Inmaculada, es la mujer que nos va abriendo caminos en esta dirección, modelo de la humanidad nueva. Mirándola interpretaremos todo, como ella hizo, en clave de salvación, de redención, de gracia.

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