2 octubre 2018. Martes de la XXVI semana del T. O. – Santos ángeles custodios – Puntos de oración


Os propongo para la oración de hoy unas ideas sacadas de la homilía del papa Francisco el 2 de octubre de 2015, según publica la web vaticana.
“Hay una frase en la plegaria eucarística que nos hace reflexionar; decimos al Señor: “Cuando, por su desobediencia, el hombre perdió tu amistad, tú no lo abandonaste al poder de la muerte”.
Pensemos cuando Adán fue expulsado del paraíso: el Señor no dijo “¡arréglate como puedas!”, no lo dejó solo.
Dios siempre envió ayudas: en la primera lectura se habla de la ayuda de los ángeles. Se lee en el pasaje bíblico: «Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado». El Señor, por lo tanto, no abandonó, sino que caminó con su pueblo, caminó con ese hombre que había perdido la amistad con Él: el corazón de Dios es un corazón de padre y nunca abandona a sus hijos.
Hoy la liturgia nos hace reflexionar sobre esto, y también sobre un modo especial de compañía, de ayuda, que el Señor nos ha dado a todos: los ángeles custodios.
Cada uno de nosotros tiene un ángel; tiene un ángel que lo acompaña.
En la oración, al inicio de la misa, hemos pedido la gracia de que en el camino de la vida seamos sostenidos por su ayuda para luego gozar, con ellos, en el cielo.
Nos sostiene precisamente su ayuda: el ángel que camina con nosotros. “Voy a enviarte un ángel por delante, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que he preparado”.
El ángel custodio está siempre con nosotros y esto es una realidad: es como un embajador de Dios con nosotros.
El Señor nos aconseja: “Hazle caso y obedécele”. Así, cuando nosotros, por ejemplo, hacemos algo malo y pensamos que estamos solos, tenemos que recordar que no es así, porque está Él. He aquí, entonces, la importancia de hacerle caso y escuchar su voz, porque Él nos aconseja. Por ello, cuando percibimos esta inspiración: “Haz esto... esto es mejor... esto no se debe hacer...”, el consejo justo es escuchar esa voz y no rebelarnos ante el ángel de la guarda.
Él nos aconseja, nos acompaña, camina con nosotros en el nombre de Dios. Y el libro del Éxodo nos indica también la mejor actitud: «Si le obedeces fielmente y haces lo que yo digo, tus enemigos serán mis enemigos y tus adversarios serán mis adversarios». Pero ¿qué quiere decir? La respuesta de Dios es clara: “Yo seré tu defensor, estaré siempre para defenderte, para protegerte”, dice el Señor, pero porque tú has escuchado los consejos, la inspiración del ángel.
Este ángel, que todos nosotros tenemos, está para aconsejarnos, para ir por el camino. Por lo tanto, es un amigo, un amigo que no vemos, pero que sentimos; es un amigo que estará con nosotros en el cielo, en el gozo eterno.
Dios nos manda el ángel para liberarnos, para alejar el temor, para alejarnos de la desventura. Nos pide sólo que lo escuchemos, lo respetemos. Sólo esto: respeto y escucha. Y este respeto y escucha a este compañero de camino se llama docilidad: el cristiano debe ser dócil al Espíritu Santo. Pero la docilidad al Espíritu Santo comienza con la docilidad a los consejos de este compañero de camino.
Es «el icono del niño» que Jesús elige cuando quiere decir cómo debe ser un cristiano. Nos lo recuerda el pasaje litúrgico de Mateo: «El que se haga pequeño como este niño» será el más grande en los cielos; y «cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial».
Estas palabras de Jesús significan que la docilidad a este compañero de camino nos hace como niños: no soberbios, nos hace humildes; nos hace pequeños; no suficientes como el orgulloso y soberbio. No, ¡como un niño!». Precisamente esta es la docilidad que nos hace grandes y nos lleva al cielo.
Pidamos al Señor la gracia de esta docilidad, de escuchar la voz de este compañero, de este embajador de Dios que está a nuestro lado en su nombre, para que podamos ser sostenidos con su ayuda, siempre en camino.
Y recordemos cuán bueno es el Señor: después de haber perdido la amistad no nos ha dejado solos, no nos ha abandonado, sino que ha caminado con nosotros, con su pueblo, y también hoy nos da este compañero de camino. Por lo tanto, demos gracias y alabemos al Señor por esta gracia y estemos atentos a este amigo que el Señor nos ha dado”.

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