Antes de hacer este rato de oración
nos vamos a poner en la presencia del Señor sintiéndole muy cerca: Dios está a
tu lado, es más, te envuelve por todos los sitios; el Señor te mira desde todos
los puntos de vista, tanto exteriores como interiores y aprovecha para
decir: Señor, que bien se está aquí. Puedes hacer un acto de puro
amor y toma todos los corazones que existen y que han existido para decirle a
Jesús: Te amo con todas mis fuerzas.
La lectura de la carta a los Gálatas
nos sirve para darnos cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol; que ya desde
los primeros tiempos se dan las mismas desavenencias y divisiones que se dan
hoy en nuestra iglesia. Por ello no sirve de nada lamentarse y es mejor ponerse
a trabajar por la unión de los cristianos. Os traigo a la memoria las
experiencias de Coventry de este verano.
El texto del evangelio que hoy nos
propone la liturgia es maravilloso. La composición de lugar es bien fácil:
Jesús rodeado de sus discípulos mientras les enseña y también están presentes
algunos maestros de la Ley. Uno de ellos, para poner a prueba a Jesús le
pregunta: Maestro, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna? Jesús
que sabe que lo están probando le hace responder a la pregunta él mismo y el
escriba responde: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu
alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo”.
“Has respondido correctamente, haz esto y
tendrás la vida”; le contesta Jesús. Pero el maestro de la ley le pregunta a
Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús se inventa una historia que es una de
las páginas más bellas de la Escritura; una historia que revoluciona
completamente el pensamiento judío: para un buen judío el desarrollo de esta
historia no tiene sentido.
Un hombre bueno baja de Jerusalén a
Jericó y unos bandidos lo asaltan y lo dejan medio muerto. El sacerdote y el
levita pasan de largo porque piensan del moribundo: algo mal habrá hecho para
que Dios lo castigue de esta manera. Sin embargo, pasa un samaritano; los
samaritanos eran muy odiados por los judíos por eran israelitas que habían abandonado
al verdadero Dios; este samaritano se acercó a él y compadeciéndose se acercó a
él, le vendó las heridas y lo colmó de todo tipo de atenciones. Esta forma de
actuar no es normal en tiempo de los judíos y ahora tampoco; por eso esta forma
de actuar del samaritano rompe la estructura mental de los judíos. Muchas
lecciones podemos sacar de este texto.
Pero quiero hacerte ver esta escena
desde otro punto de vista: el hombre que ha quedado destrozado no es otro que
Cristo; míralo en la cruz y verás como lo han dejado; muchos pasan a su lado,
cristianos o no, y pasan de largo. Ahora sigue el rato de oración y actúa como
crees que debes actuar, continua tú la historia que Cristo comenzó; enumera las
cosas que vas haciendo.
No termines tu rato de oración sin
acordarte de la Madre; Ella sí que supo estar al lado de Cristo en los momentos
más importantes; pregúntale a Ella qué debes hacer con el cuerpo lastimado del
Señor.