En este día de san Lucas, la Iglesia
nos propone meditar acerca de la misión. Todas las lecturas de hoy hablan de la
misión. Pero la Sagrada Escritura dice muchas cosas acerca de la misión, hay
invitaciones a la misión, hay indicaciones acerca de su necesidad, advertencia
de las dificultades, etc. La perspectiva común de las lecturas de hoy es que
nos hablan del misionero, de cómo es el misionero en la misión. La suave voz
del Espíritu nos llega hasta hoy para decirnos: “Escucha, sé un misionero según
mi inspiración”.
¿Y cómo es un misionero? El misionero
es quien proclama la gloria del reinado de Dios. Que lo bendice, que le da
gracias, que explica las hazañas del señor. Quizá la mejor forma de hacer
oración hoy es soñar con el Espíritu ese modelo de misionero. Y hacerlo a
través del salmo. Un salmo vibrante, entusiasmante. La oración es tratar de
amistad con Dios. Y los amigos comparten su vida, sus intereses. Entusiasmarse
con el entusiasmo que el Espíritu muestra en el salmo para que así, su
entusiasmo transforme nuestro corazón.
Al Espíritu también le gustan las
cosas pequeñas. Como pequeñas son las cosas que componen la vida del gran
misionero de la Iglesia primitiva: san Pablo. ¿Acaso son superfluos el abrigo y
los libros? Hagamos hoy oración con ellos. ¿Qué tendrían para ser dignos de
aparecer en la Sagrada Escritura? Probablemente nada, pero el Espíritu quiso
colmar de gracia esas pobres e inertes criaturas y hacerlas perdurar por los
siglos en el anuncio de la buena nueva. ¿No es acaso nuestra vida como ese
abrigo, como esos libros? Es pequeña, rutinaria, invisible desde la gran
perspectiva de la historia, pero Dios no va a dejar que pase de largo y ha
querido unirla de modo indisoluble a la historia de la salvación.
¿Y qué decir de las traiciones y
decepciones que nos cuenta Pablo? ¡Ese es el modelo de misionero que nos
presenta el Espíritu hoy! El misionero escaldado. No es siempre, ni la mayoría
de las veces. Pero si somos misioneros no podremos evitar las situaciones en
que nos sentiremos a veces así. ¿Cómo se sentiría Lucas al lado de un Pablo
aislado, al lado del derrotado? ¡Qué derrota que le llevó a tal victoria!
Porque en ese momento permaneció al lado del Apóstol, a él se le concedió el
privilegio de ser Evangelista.