Vengo a orar, Jesús, confiado en tus
palabras. Sé que, si te pido, me darás; que si te busco, te encontraré; que si
toco a la puerta de tu corazón, me la abrirás, porque Tú sólo me das cosas
buenas.
Te pido,
Señor, que me ayudes a descubrir siempre cuál es tu voluntad y me des tu gracia
para cumplirla.
Reflexión
El sermón
de la montaña es uno de los pasajes de los cuatro evangelios en que encontramos
más claridad y precisión en las palabras de Cristo. Jesús nos transmite dos
cosas en este texto: la eficacia total de la oración y la ley de la caridad.
Con
frecuencia se puede caer en la tentación de desanimarse en la vida de oración
porque no vemos los frutos o no se nos concede aquello que pedimos. Jesús, sin
embargo, nos dice todo lo contrario. Todo lo que pidamos a Dios se nos
concederá, porque Él es un padre bueno que da a sus hijos aquello que le piden.
¿Qué pensaríamos de un padre que da a su hijo una serpiente, como dice el
evangelio, porque éste le ha pedido un pan? Dios Padre es tan bueno que no nos
concede todo lo que pedimos, sino aquello que conviene a nuestra vida, aunque
no nos demos cuenta.
Finalmente, Jesús concluye con la ley que sigue
Dios: el amor. Dios nos concede todo por este único motivo. Nosotros, que hemos
sido creados a su imagen y semejanza, tenemos que vivir este mismo amor con
todos de una manera universal, como lo hace Él. Hagamos un esfuerzo especial
estos días de cuaresma para amar más a todos los hombres a ejemplo e imitación
de Jesucristo.
Petición
Jesús, ayúdame a llevar a cabo mi misión, confiado en que Tú
me darás la luz y la fortaleza para poder ser ese canal por el cual fluya tu
gracia e inunde a mis hermanos de tu amor. Soy un torpe y débil instrumento,
pero sé que, si te lo pido y te dejo actuar, podré lograr milagros. ¡Gracias,
Señor, por permitirme participar en la evangelización!