1/5/2020. Viernes de la III semana de Pascua – San José obrero


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (9, 1-20)
En aquellos días, Saulo, respirando todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, autorizándolo a traerse encadenados a Jerusalén a los que descubriese que pertenecían al Camino, hombres y mujeres. Mientras caminaba, cuando ya estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» Dijo él: «¿Quién eres, Señor?» Respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tienes que hacer». Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días ciego, sin comer ni beber. Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una visión: «Ananías». Respondió él: «Aquí estoy, Señor». El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle llamada Recta, y pregunta en casa de Judas por un tal Saulo de Tarso. Mira, está orando, y ha visto en visión a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la vista». Ananías contestó: «Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén, y que aquí tiene autorización de los sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre». El Señor le dijo: «Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre a pueblos y reyes, y a los hijos de Israel. Yo le mostraré lo que tiene que sufrir por mi nombre». Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno de Espíritu Santo». Inmediatamente se le cayeron de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y fue bautizado. Comió, y recobró las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de Damasco, y luego se puso a anunciar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.
Salmo responsorial (Sal 116, 1. 2)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6, 52-59)
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

1 mayo 2020. Viernes de la III semana de Pascua – San José obrero – Puntos de oración


Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración. Hoy especialmente le pedimos que nos ilumine con la luz y la alegría de la pascua.
Hoy las lecturas nos invitan a reencontrarnos con el Señor, redescubrirle y dejarle que vuelva a vivir en nosotros. Para ello primero escuchar, estar atentos y dejarle que él nos hable, muchas veces en el silencio y pocas directamente como a san Pablo, pero estar en escucha activa porque el Señor nos habla. Segundo, confiar a pesar de las dudas o de no verlo claro, tanto Ananías (creyente) como Saulo (perseguidor), no estaban seguros de lo que estaban sucediendo y tenían sus miedos, pero se dejaron hacer y confiaron en la palabra escuchada.
Para por llevar a cabo esto, Jesús mismo nos da la clave: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.” ¿De Quién me alimento? ¿De Quién brota mi confianza? Qué importante cuidar el alimento espiritual ahora que los sacramentos son menos accesibles. Qué necesario que Él viva en nosotros, ahora más que nunca.  Dejemos que entre, que nos invada y nos llene de luz, desde lo más profundo de nuestro interior hasta afuera.
Escuchar, confiar y dejar que Él viva en su interior. Tres acciones que podrían resumir la vida de la Virgen María. Qué acciones más acertadas para empezar el mes de mayo. Pongamos en ella nuestros deseos de crecer en estos aspectos, de imitarla, y dejemos que ella nos abrace y nos guie.
Finalmente, compartir con Ella nuestras inquietudes de la oración, nuestros de deseos y propósitos para este mes o simplemente nuestro afecto, con toda nuestra confianza.

30/4/2020. Jueves de la III semana de Pascua


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8, 26-40)
En aquellos días, el ángel del Señor le hablo a Felipe y le dijo: «Levántate y marcha hacia el Sur, por el camino de Jerusalén a Gaza, que está desierto.» Se levantó, se puso en camino y, de pronto, vio venir a un etíope; era un eunuco, ministro de Candaces, reina de Etiopía e intendente del tesoro, que había ido a Jerusalén para adorar. Iba de vuelta, sentado en su carroza, leyendo el profeta Isaías. El Espíritu dijo a Felipe: «Acércate y pégate a la carroza». Felipe se acercó corriendo, le oyó leer el profeta Isaías, y le preguntó: «¿Entiendes lo que estás leyendo?» Contestó: «¿Y cómo voy a entenderlo, si nadie me guía?» E invitó a Felipe a subir y a sentarse con él. El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era éste: «Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, así no abre su boca. En su humillación no se le hizo justicia. ¿Quién podrá contar su descendencia? Pues su vida ha sido arrancada de la tierra». El eunuco preguntó a Felipe: «Por favor, ¿de quién dice esto el profeta?; ¿de él mismo o de otro?» Felipe se puso a hablarle y, tomando pie de este pasaje, le anunció la Buena Nueva de Jesús. Continuando el camino, llegaron a un sitio donde había agua, y dijo el eunuco: «Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?» Mandó parar la carroza, bajaron los dos al agua, Felipe y el eunuco y lo bautizó. Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, y siguió su camino lleno de alegría. Felipe se encontró en Azoto y fue anunciando la Buena Nueva en todos los poblados hasta que llegó a Cesarea.
Salmo responsorial (Sal 65, 8-9. 16-17. 20)
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. 
R.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. 
R.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,44-51)
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

30 abril 2020. Jueves de la III semana de Pascua – Puntos de oración


Dos ideas nos pueden guiar para adentrarnos en este evangelio del día de hoy:
La primera es tan sencilla como aquello de lo que se habla: el pan. A todos nos evoca un alimento familiar, cotidiano, que se comparte en la mesa, al calor del hogar. Así es Jesús, “manso y humilde”, servidor, alimento cercano del alma. La fe no es fe si es al margen de Jesús. Nada nos colma ni nos da paz interior, como Él. Es el amigo que siempre está ahí, el sagrario permanente, fuente de amor, de felicidad, de alegría. Del trato, a solas y en comunidad, con Jesús, brota la bondad, la fraternidad, el valor para ser mejor ser humano y vivirlo con integridad.
La segunda es que es un pan con “denominación de origen”: es el “Pan vivo bajado del cielo”. La fe no es fruto de nuestro esfuerzo ni voluntad, tampoco un capricho o una moda. La fe es un don de Dios, la descubrimos al descubrirnos hijos suyos, y la encontramos al acercarnos a Jesús, el que es capaz de dar vida dándose, el que “contagia” algo diferente a lo que nos pueda dar cualquier otro “pan”, el que es fuente de comunión y encuentro.
Los hombres y mujeres de Dios son capaces de hacerse también pan para los demás, alimento cercano y humilde, que se sabe siempre de Dios. En una biografía del papa dominico San Pío V, cuya memoria celebramos hoy, se dice: “Pío decía que los pontífices debían edificar la república tanto con piedras, como con virtudes. Había certeramente entendido que para regir a los hombres con paz y autoridad nada hay más válido que el ser amado de ellos y nada más impropio que el ser temido; asimismo que nada es más apto para acercar los hombres a Dios que buscar su salvación…con una gran caridad hacia los pobres y con una gran liberalidad y clemencia con todos”.
Seamos pues, vida para los demás, alimento de amor, señales de paz y llevaremos ese Pan de vida que es Cristo a los demás.

29/4/2020. Santa Catalina de Siena


Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1, 5-2, 2)
Queridos hermanos: Este es el mensaje que hemos oído a Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros. Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
Salmo responsorial (Sal 102, 1-2. 3-4. 8-9. 13-14. 17-18a)
R. Bendice, alma mía, al Señor.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. R.
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. R.
La misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre, para aquellos que le temen;
su justicia pasa de hijos a nietos, para los que guardan la alianza. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11, 25-30)
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

29 abril 2020. Santa Catalina de Siena – Puntos de oración


Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Y pedimos luz al Espíritu Santo para que abra nuestro entendimiento y podamos penetrar en la Palabra de Dios, en este día de la festividad de Santa Catalina de Siena.
El martirio de Esteban es el detonante de una violenta persecución a la Iglesia de Jerusalén, nos dice la primera lectura, pero también es el medio del que se valdrá el Señor para la expansión de su mensaje de salvación. El Señor sabe sacar bienes de males, en toda circunstancia y lugar, que seamos capaces también de rasgar las apariencias de personas, cosas y circunstancias y descubrir la mano poderosa de un Dios providente que no deja de cuidarnos, aunque parezca dormir. Además, estas circunstancias hacen como que se adelante la conversión de Saulo, quien justamente, en medio de esta persecución, se encamina para Damasco donde se encuentra con el Señor Resucitado y cambia radicalmente su vida para siempre. Todo es para bien. Como dice el Señor en el evangelio de hoy, en la fiesta de esta gran santa: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños».
Esta expansión de la palabra se reproduce también de algún modo en el discurso del pan de vida que estamos leyendo a lo largo de estos días, donde quedará plasmado el deseo del Señor de quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos. La expansión ya no se produce hacia fuera sino hacia dentro, hace el interior de los discípulos: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Hoy más que nunca el hombre tiene hambre Dios, aunque muchas veces no sea del todo consciente.
Que en estos días de confinamiento nos convirtamos en apóstoles que sepan saciar al hermano con el pan de nuestra conversación, a través de nuestras llamadas, en los mensajes telefónicos, en los foros de conversación. Que en nuestros buenos deseos no falte el “cuando Dios quiera”, por ejemplo. Y que se note nuestra esperanza. Esperanza que nace de saberse en las manos de Dios.
Terminamos la oración pidiéndole a Santa María nos alcance el gozo de la Pascua: Fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente.

28/4/2020. Martes de la III semana de Pascua


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (7, 51-8, la)
En aquellos días, dijo Esteban al pueblo y a los ancianos y escribas: «¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! vosotros siempre resistís al Espíritu Santo, lo mismo que vuestros padres. ¿Hubo un profeta que vuestros padres no persiguieran? Ellos mataron a los que anunciaban la venida del Justo, y ahora vosotros lo habéis traicionado y asesinado; recibisteis la Ley por mediación de ángeles, y no la habéis observado». Oyendo sus palabras se recomían en sus corazones y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijando la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo: «Veo los cielos abiertos y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo y se pusieron a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación: «Señor Jesús, recibe mi espíritu» Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y, con estas palabras, murió. Saulo aprobaba su ejecución.
Salmo responsorial (Sal 30. 3cd-4. 6ab y 7b y 8a. 17 y 21 ab)
R. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame. 
R.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás;
yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. 
R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6, 30-35)
En aquel tiempo, en gentío dijo a Jesús: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Pan del cielo les dio a comer”». Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan». Jesús les contestó: - «Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».

28 abril 2020. Martes de la III semana de Pascua – Puntos de oración


Para nuestra oración en Pascua, la liturgia nos ofrece testimonios de personas que han sido transformadas, por el espíritu y la persona de Jesús resucitado. Es el caso de un relato fuerte, el del martirio de S. Esteban. Y, parece que contrasta con el evangelio, que habla de Jesús como alimento. Sin embargo, a través de la oración, podemos descubrir las fuertes conexiones entre uno y otro relato.
Podemos hacer una composición de lugar viendo a Esteban cómo conoce a Jesús, y como a partir de ahí, enamorado del Hijo de Dios, lo vive como alimento y bebida de su alma. Y cumple su misión de anunciar la verdad, con alegría, pero con firmeza.
Pues sólo desde esa “saturación” espiritual, desde ese estar invadido de Espíritu Santo, podremos entender la valentía y arrojo de Esteban para denunciar la dureza del corazón; la fortaleza para imputarles la traición y asesinato de Jesús. Es que S. Esteban, puede decir con el salmo: Yo confío en el Señor. Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Los momentos finales de su vida, tienen fuertes paralelismos con la pasión de Jesús, su maestro y señor. Arranca con “un Tabor”, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. A Él se dirige, «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Implora el perdón para sus asesinos, «Señor, no les tengas en cuenta este pecado».
Pedimos a la Madre de la Pascua, que nos dé el verdadero pan del Cielo (su hijo) para que lleguemos a ser esa persona, ese apóstol a que estamos llamados por voluntad de Dios.

27/4/2020. Lunes de la III semana de Pascua


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (6, 8-15)
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Entonces indujeron a unos que asegurasen: «Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían: «Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés». Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
Salmo responsorial (Sal 118, 23-24. 26-27. 29-30)
R. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí, tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia, tus enseñanzas son mis consejeros. 
R.
Te expliqué mi camino, y me escuchaste: enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus decretos, y meditaré tus maravillas. 
R.
Apártame del camino falso, y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero, deseé tus mandamientos. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (6,22-29)
Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.  Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?» Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios». Ellos le preguntaron: «Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» Respondió Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado».

27 abril 2020. Lunes de la III semana de Pascua – Puntos de oración


Estas frases de la Palabra de Dios en las lecturas de hoy nos pueden meter en clima de oración:
· Su rostro les pareció el de un ángel
· Fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús
· Dichoso el que camina en la voluntad del Señor
· (Esta es la voluntad del Padre): Que creáis en el que él ha enviado
Puestos en la presencia de Dios, dirigiendo a él nuestro corazón, poniendo todo lo nuestro en sus manos con confianza, pedimos luz al Espíritu Santo para comprender “las Escrituras”.
Hay una gran similitud entre lo que sucedió con Esteban y las escenas que narra san Juan al comienzo del capítulo 6 de su evangelio. Se puede resumir en estas frases:
· Sobre Esteban: Lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo.
· Sobre Jesús: Había saciado a cinco mil hombres, y sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
· Sobre Esteban: Fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.
· Sobre Jesús: Fueron a Cafarnaúm en su busca. Y les dijo: me buscáis porque comisteis pan hasta saciaros.
En ambos casos, pesé a la admiración que despertaron, la gente no entendió lo que querían transmitir. Y la cosa terminó en la lapidación de Esteban y en que a Jesús lo dejaron solo.
Pero el Padre estaba con ellos, y se vuelve a repetir la historia: por la cruz a la luz. El martirio de Esteban dio lugar a la primera Misión de los apóstoles fuera de Jerusalén, y el discurso del pan de vida, a la fe profunda de sus discípulos en Jesús, cumpliendo su petición: Que creáis en el que él ha enviado.
De la meditación de estas lecturas podemos sacar de nuevo la misma lección que el Señor nos viene repitiendo desde el primer domingo de Pascua: No temáis, creed en mí, yo he vencido al mundo. Es decir, he vencido a la muerte, al dolor, a la soledad.
Pero ¿cómo los ha vencido? Pasando por ellos, dándoles un sentido, uniéndose a cada persona que sufre.
Jesús nos pide de nuevo hoy que creamos en él, que nos pongamos en sus manos, que no queramos hacer nosotros la misión, que dejemos que él la haga en nosotros. Que confiemos en su amor.
Madre, alcánzanos esa confianza, la que tu tuviste en tu Hijo, concédenos ese regalo. Un regalo que nos llena de alegría. Como dice el salmo de hoy:
Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

26/4/2020, Domingo III de Pascua (Ciclo A)


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (2, 14. 22-33)
El día de Pentecostés Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró: «Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras. A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme al plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él: “Veía siempre al Señor delante de mí, pues está a mi derecha para que no vacile. Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada. Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás a tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”. Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabía que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará la corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Salmo responsorial (Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11)
R. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (1, 17 – 21)
Queridos hermanos: puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con algo corruptible, con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (24, 13-35)
Aquel mismo día (el primero de la semana) dos discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?» Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?» Él les dijo: «¿Qué?» Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces él les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?» Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda las Escrituras. Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

26 abril 2020. Domingo III de Pascua (Ciclo A) – Puntos de oración


Purifico mi oración antes de comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo, pero soy incapaz de conseguir por mí mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
¡Feliz domingo! Domingo, en tiempo de Pascua. Hoy la oración es a todas luces una invitación a encontrarnos con Jesús Resucitado. Y a dejarle resucitarnos.
La escena es conocida. O eso pensamos. Y es lo que posiblemente nos impida entrar en ella verdaderamente: pensar que ya la conocemos.
Emaús es la escena propia de los tristes, de los defraudados, de los que habiendo buscado la santidad con ilusión, se alejan de la comunidad volviendo a su pobre vida anterior, lejos de los compromisos y complicaciones que tiene seguir a un Dios perdedor. Y ellos, tratando de no perder la vida al servicio del Perdedor, ya han dejado colarse la tristeza en sus vidas. Han comenzado a perderse ellos mismos…
Una vez conocimos a Jesús la vida se ilumina con colores bellos y esperanzadores. Quizá fue en nuestra lejana juventud, puede que en aquella tanda de ejercicios espirituales… ¿Cuándo fue? Re-cuérdalo (tráelo no sólo a la memoria, re-vívelo).
Y en la vida, también llegan momentos de crisis, de sentirnos defraudados. Esos momentos siempre son permitidos por Dios para purificar nuestra fe, nuestra relación con Él. Y ahí se puede dar un paso cualitativo en santidad, o se puede escoger el camino de “salvar los propios trastos”, eligiendo una vida, aunque sea en blanco y negro, fuera de la Iglesia, o en la Iglesia pero murmurando y dejando anidar la melancolía y la tristeza en el alma, centrados en el propio ombligo.
¿Dónde te encuentras tú, hoy? Pues estemos donde estemos, tanto tú como yo, hoy en esta oración vemos cómo un Peregrino desconocido (no se ha disfrazado, es Él, pero nuestros ojos, envenenados por nuestro corazón enfermo por el pecado, no ven, no reconocen) comienza a caminar a nuestro lado. Y nos pregunta: “¿qué andas rumiando dentro de ti, con aire de tristeza, según vas de camino por la vida?” Y en la oración de hoy, se adapta a nuestro paso, para escuchar la respuesta. Y para explicarnos lo que Él ve en nuestra vida, que no es lo que nosotros vemos. Él ve esperanza, amor, redención donde nosotros huimos, en lo que evitamos, en lo que nos aprisiona… ¿No era necesario…?
Dejemos que Él nos explique las escrituras de nuestro diario, para que escuchándole, caigan las escamas de nuestros ojos, al partir el Pan, al ofrecer su Cuerpo, al firmar de nuevo su entrega extrema sin vuelta por cada uno de nosotros.
Con un amor así en la vida, ¿cómo continuar huyendo? ¿cómo seguir a lo nuestro? ¿No ardía nuestro corazón…?
La salvación de la vida consiste en reconocer con humildad, cuándo, dónde y con quién ha ardido nuestro corazón… Y entonces, volveremos al seno de la Iglesia, ofreciendo la vida al Amor de los amores, en los hermanos…
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de su pontificado. ¡Qué luminosas palabras!
Creer no es otra cosa que, en la noche del mundo, tocar la mano de Dios,
y así, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor.
Madre, toca nuestro corazón para que nuestros ojos lo vean, y reconociéndolo, volvamos a darle la oportunidad de que recomience de nuevo en nuestras vidas su sueño de santidad.

25/4/2020. San Marcos evangelista


Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro (5, 5b-14)
Queridos hermanos: Revestíos todos de humildad en el trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes. Así pues, sed humildes bajo la poderosa mano de Dios, para que él os ensalce en su momento. Descargad en él todo vuestro agobio, porque él cuida de vosotros. Sed sobrios, velad. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos. Y el Dios de toda gracia que os ha llamado a su gloria eterna en Cristo Jesús, después de sufrir un poco, él mismo os restablecerá, os afianzará, os robustecerá y os consolidará. Suyo es el poder por los siglos. Amén. Os he escrito brevemente por medio de Silvano, al que tengo por hermano fiel, para exhortaros y para daros testimonio de que esta es la verdadera gracia de Dios. Manteneos firmes en ella. Os saluda la comunidad que en Babilonia comparte vuestra misma elección, y también Marcos, mi hijo. Saludaos unos a otros con el beso del amor. Paz a todos vosotros, los que vivís en Cristo.
Salmo responsorial (Sal 88, 2-3. 6-7. 16-17)
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «La misericordia es un edificio eterno»,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad. 
R.
El cielo proclama tus maravillas, Señor, y tu fidelidad, en la asamblea de los santos.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos? 
R.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh, Señor a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 15-20)
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

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