12 abril 2020- Domingo de Resurrección – Puntos de oración


¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo vive!
Lo primero acordarme de todos nuestros familiares que ya participan en el cielo de la gloria de Dios. A eso estamos todos llamados a participar de la gloria de Dios. ¿Qué filosofía, qué sistema político, qué dios pensado por el hombre podría proponernos algo así? El hombre es creado para participar resucitado de la gloria de su Creador.
En la primera Pascua cristiana, ante los discípulos se presenta la carne, la humanidad del Hijo de Dios llevada a su plenitud. El cuerpo humilde de Jesús había sido glorificado. En esa humanidad plenificada de Cristo, el hombre puede descubrir el anhelo profundo del corazón, su destino y su vocación, la plenitud de gracia y de verdad. Jesús resucitado ilumina el inicio de la existencia, los orígenes de la creación, porque en Él emerge en plenitud el proyecto originario de amor iniciado por Dios con la creación. Cualquier pretensión de autosuficiencia humana se desmorona, cuando se afirma que el destino de Adán, la vocación del hombre se revela en la carne glorificada del Hijo de Dios. Esta vocación y peregrinación del hombre hacia su plenitud, es decir, hacia la carne glorificada del Verbo, no es un añadido ni un accidente en la obra creadora, como consecuencia del pecado. Cristo no aparece simplemente en el horizonte del designio salvífico como un repuesto para caso de avería, emergencia o accidente. En todo caso la creación ha sido querida y llevada a cabo por Cristo, o de otra manera, Cristo es el sentido último de la creación.
El milagro de los milagros, la gesta de las gestas sucedió en la mañana del primer domingo de Pascua, en que el Espíritu de Dios actúa sobre la más grande de las fragilidades: un cuerpo muerto depositado en un sepulcro. En aquella mañana, el Espíritu tomó la carne que durante la vida le había sido dócil y obediente hasta la muerte; el Espíritu tomo su carne, la carne de la que un día había tomado posesión, para hacerla carne de Dios. He ahí el poder del Espíritu de Dios: la más grande de las fragilidades es glorificada. La carne de Jesús es hecha por el Espíritu teofanía de la gloria de Dios.
En la primera mañana de Pascua, la luz del Padre acudió a la carne muerta y sepultada de Cristo para hacerla más radiante que el Sol; la luz del Padre abrazó la carne muerta para colmarla de incorruptibilidad, para mantenerla en victoria continua sobre la muerte y la corrupción, sin menoscabar su condición de criatura de carne. Ante los ojos de los discípulos esa primera mañana, se manifiesta en un hombre concreto, que lleva las huellas de toda su historia, el designio originario de Dios, Él nos muestra a qué somos llamados. ¡Qué alegría la gloria de Dios es que el hombre participe de Su gloria!

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