5 abril 2020. Domingo de Ramos (Ciclo A) – Puntos de oración


Mañana vamos a contemplar una de las últimas escenas de la vida pública del Señor, antes de empezar la pasión. Toda contemplación exige preparación y produce amor. Exige preparación, como recordamos en aquella escena del Principito con el zorro: estoy preparado sí sé, a la hora que vas a venir. Nuestro corazón demanda y desea esa rutina. Esta preparación se inicia desde la noche anterior, con la adicción, al acostarnos. Luego al día siguiente, cuidar los preámbulos, la oración no es cualquier cosa, vamos a una entrevista importante, vamos a hablar con Dios. Como un amigo habla con otro, pero no olvidemos que nuestro amigo es Dios.
La contemplación produce amor, parafraseando a Teresa de Jesús, recordamos que estamos con aquel que sabemos que nos ama.  El ojo se posa en lo que amamos, “Ubi amor ibi occulus” (Donde está tu amor allí está tu ojo, san Agustín). Para contemplar tenemos que sentirnos atraídos, para sentirnos atraídos tenemos que preparar ese momento. La contemplación produce el fruto que cuanto más se ama, más se desea, cuanto más se contempla, más se siente uno atraído hacia el ejercicio, más vinculación se produce, más se ahonda la amistad.
La contemplación nos descentra, nos descentra en un sentido positivo, sacándonos de nuestra autoreferencialidad. En la contemplación el control no debemos llevarlo nosotros, debemos ir dejando que Él nos lleve por donde entiende nos debe llevar. 
Para esta escena del Domingo de Ramos, Ignacio nos propone tres puntos a contemplar:
Primero. El Señor envía por el asna y el pollino, diciendo: “Desataldos y traédmelos. Y si alguno os dijere alguna cosa, decid que el Señor los ha menester, y luego los dejará”.
Segundo. Subió sobre el asna, cubierta con las vestiduras de los apóstoles.”
Tercero. Le salen a recebir, tendiendo sobre el camino sus vestiduras y los ramos de los árboles, y diciendo: “Sálvanos, Hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor: ¡Sálvanos en las alturas!”. (Ej.287).
Métete en esta escena, déjate llevar por ella. Si sientes necesidad de un coloquio con el Señor, no hace falta esperar al final. Párate y habla con Él.
Aplica los sentidos a la escena, ve las personas, oye lo que dicen, observa el gusto de la Virgen en esa túnica blanca de una sola costura que llevaba el Señor, toca y experimenta el tacto de la borriquilla. El Señor puede que todavía llevara el olor, de aquel perfume derramado por aquella pecadora.
El Señor paseará por esas calles de Jerusalén y sentirá que pocos días después también andará por ellas, con la carga de un madero, que le hará caer hasta tres veces. Se levantará por ti y por mí, pasará por todo esto por cada uno de nosotros. Déjate reflectir, como nos insta Ignacio. Reflectir no es hacer una contemplación y luego sacar unas conclusiones verbalizadas, intelectualizadas. Reflectir es dejarse invadir por los sentimientos de Jesús en la escena, empatizar con ellos y dejar que se hagan tuyos.

Archivo del blog