Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y
operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su
divina majestad.
Y pedimos luz al Espíritu Santo para que abra nuestro entendimiento y
podamos penetrar en la Palabra de Dios, en este día de la festividad de Santa
Catalina de Siena.
El martirio de Esteban es el detonante de una violenta persecución a la
Iglesia de Jerusalén, nos dice la primera lectura, pero también es el medio del
que se valdrá el Señor para la expansión de su mensaje de salvación. El Señor
sabe sacar bienes de males, en toda circunstancia y lugar, que seamos
capaces también de rasgar las apariencias de personas, cosas y circunstancias y
descubrir la mano poderosa de un Dios providente que no deja de cuidarnos,
aunque parezca dormir. Además, estas circunstancias hacen como que se adelante
la conversión de Saulo, quien justamente, en medio de esta persecución, se
encamina para Damasco donde se encuentra con el Señor Resucitado y cambia
radicalmente su vida para siempre. Todo es para bien. Como dice el
Señor en el evangelio de hoy, en la fiesta de esta gran santa: «Te doy
gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas
a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños».
Esta expansión de la palabra se reproduce también de algún modo en el
discurso del pan de vida que estamos leyendo a lo largo de estos días, donde
quedará plasmado el deseo del Señor de quedarse con nosotros hasta el fin de
los tiempos. La expansión ya no se produce hacia fuera sino hacia
dentro, hace el interior de los discípulos: “Yo soy el pan de vida. El que
viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Hoy más
que nunca el hombre tiene hambre Dios, aunque muchas veces no sea del todo
consciente.
Que en estos días de confinamiento nos convirtamos en apóstoles que sepan
saciar al hermano con el pan de nuestra conversación, a través de nuestras llamadas, en los mensajes telefónicos, en los foros
de conversación. Que en nuestros buenos deseos no falte el “cuando Dios
quiera”, por ejemplo. Y que se note nuestra esperanza. Esperanza que nace de
saberse en las manos de Dios.
Terminamos la oración pidiéndole a Santa María nos alcance el gozo de la
Pascua: Fe creciente, esperanza cierta, alegría desbordante, paz
imperturbable, amor ardiente.