31/10/2010, Domingo de la XXXI semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro de la Sabiduría (11, 22-12, 2)

Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra. Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible. Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Salmo responsorial (Sal 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14)
R. Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mí rey

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (1, 11-2,2)

Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo. Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19, 1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. » Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: - «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: - «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús te contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

31 octubre 2010, Domingo de la XXXI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio del domingo 31 del tiempo ordinario nos presenta a Zaqueo, un publicano, un pecador, que “trataba de distinguir quién era Jesús”.

Vamos a dedicar un rato a estar con el Señor en este día, situado entre el 102 aniversario del nacimiento de nuestro fundador y la fiesta de Todos los Santos. Qué fácil va a ser que en cuanto hagamos un momento de silencio, en cuanto dejemos el ajetreo que nos rodea, surja en nosotros un deseo de santidad, contagiado tanto por el padre Morales como por tantos cristianos ya en el cielo que interceden por nosotros.

La oración tiene mucho de lo que pretendía Zaqueo: tratar de distinguir quién es Jesús, ver su rostro, descubrirle, y descubrir qué me quiere decir.

Pero para poder ver a Jesús hay que pedir al espíritu Santo la actitud de Zaqueo: la de buscarle, la de desear verle. Superar los obstáculos de nuestro amor propio, de nuestra desgana, de nuestro activismo. Y subirse a un árbol, el árbol del silencio, del retiro. Porque nos pasa lo que a Zaqueo, que somos bajos de estatura, que no llegamos muchas veces a ver al Señor. Corremos el riesgo de que pase muy cerca y no nos enteremos, demasiado despistados con tantas cosas.

Pero es Jesús el que nos empuja continuamente a subirnos a un árbol para verle. Él puso ese deseo en el corazón de Zaqueo, y lo pone continuamente en el nuestro.

Y así podrá decirnos, en cuanto nos vea a tiro: “baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”.

Y dice el evangelio: “Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento”. La fuerza para acoger a Jesús es él mismo quien nos la da, y nos llena de alegría.

Pero ese acoger a Jesús implica bajar del árbol, dejar nuestro orgullo, seguir su camino, que es el de la humildad, el de la pobreza, el de la entrega a los demás: ”Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres”.

Al leer estas palabras del evangelio me pregunto: ¿doy a los demás la mitad de lo mío? ¿Reparto con los que me rodean, con los que me necesitan, la mitad de mi tiempo? En esta sociedad individualista vivimos demasiado apegados al “yo”, y nos falta fijarnos mucho más en el “tú”.

El encuentro con Jesús fue para Zaqueo una bendición, un cambio, una conversión. Así se debería revolucionar nuestro corazón cada día en la oración.

Hemos de pedirle a la santísima Virgen que nos conceda la gracia de buscarle en la oración como Zaqueo, y de responder a su llamada con la prontitud con que él respondió. En eso consiste la santidad.

Reina de Todos los Santos, intercede por nosotros.

30/10/2010, Sábado de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1, 18b-26)

Hermanos: De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre. Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mi la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.

Salmo responsorial (Sal 41, 2. 3. 5bcd)
R. Mi alma tiene sed del Dios vivo

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14, 1. 7-11)

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: -«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: "Cédele el puesto a éste." Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

29/10/2010, Viernes de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (1, 1-11)

Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos que residen en Filipos, con sus obispos y diáconos. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios cada vez que os menciono; siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Esto que siento por vosotros está plenamente justificado: os llevo dentro, porque, tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís la gracia que me ha tocado. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús. Y ésta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.

Salmo responsorial (Sal 110,1-2. 3-4. 5-6)
R. Grandes son las obras del Señor

Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. R.

Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. R.

Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (14, 1-6)

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Se encontró delante un hombre enfermo de hidropesía y, dirigiéndose a los maestros de la Ley y fariseos, preguntó: -«¿Es lícito curar los sábados, o no?» Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: -«Si a uno de vosotros se le cae al pozo el hijo o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?» Y se quedaron sin respuesta.

29 octubre 2010, viernes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Comienzo este rato de oración haciendo silencio en mi interior para acoger la Palabra de Dios, esa Palabra que es un espejo en el que mirar para descubrir quién es Dios y quién soy yo. Mirándome cada día en este espejo descubro mi verdadero ser y mi verdadera identidad. Por eso, “habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Las lecturas de este día nos invitan a ver cómo es nuestro corazón, nuestro interior, fijándonos en los modelos que nos presentan: los fariseos, Jesús y san Pablo. Vamos con cada uno de ellos:

El corazón de los fariseos: Nos dice el evangelio que invitan a Jesús a comer, pero lo hacen para espiarle. Es la actitud de quien se considera superior a los demás y desde su observatorio juzga y critica sin piedad al resto. Recordemos al fariseo en el templo que oraba dando gracias por no ser como los demás y los despreciaba. Cuando Jesús cura a aquel enfermo, en lugar de alegrarse, se indignan porque Jesús se ha saltado una norma. No son capaces de ponerse en el lugar del otro. Nos recuerdan al hijo mayor de la parábola que no se alegra de la vuelta de su hermano y le parece injusta la fiesta del Padre.

El Corazón de Jesús: es tan bueno que acepta la invitación de los fariseos, a sabiendas de su intención, pensando siempre que algo puede cambiar, pues no les rechaza y espera su conversión. Tampoco se deja intimidar por el qué dirán: actúa en consecuencia con su corazón misericordioso curando al enfermo en sábado, sabiendo que le van a juzgar. La norma de su Corazón: la caridad y la misericordia, que están por encima de la Ley.

El corazón de San Pablo: es uno de esos fariseos convertidos por el encuentro con Jesús. Damasco le cambió la vida y el corazón. Para Dios nada hay imposible. El corazón de Pablo se ha hecho semejanza del de Cristo, se deshace en expresiones de afecto por sus amigos y colaboradores en Cristo: “Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría… Os llevo dentro, porque, tanto en la prisión como en mi defensa y prueba del Evangelio, todos compartís la gracia que me ha tocado. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús”. El corazón del apóstol tiene una convicción: que como el Señor ha derramado su misericordia sobre él, que era el más indigno por haberlo perseguido, así se desbordará su gracia sobre aquellos que han abrazado la fe y perseverarán en ella: “Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús”. Cuánto necesitamos descansar nuestra esperanza en esta misma convicción: el Señor nos dará fuerza para ser santos, para perseverar en la oración y en el apostolado, para responder a su llamada, porque es fiel, como lo fue con San Pablo, el fariseo convertido en apóstol de los gentiles.

Podemos preguntarnos cómo es nuestro corazón: arrancar las malas hierbas de fariseo que todos llevamos dentro y pedir a Jesús que ponga en nosotros sus sentimientos. Como se reza en una de las misas del Sagrado Corazón de Jesús: “Te pedimos, Dios nuestro, la gracia de parecernos a Cristo en la tierra, para compartir su gloria en el cielo”. Así le sucedió a San Pablo, que combatió bien el combate de la fe y recibió la corona de gloria merecida. Comencemos, como él por dar gracias a Dios por aquellos que comparten con nosotros la gracia del evangelio y sentirnos unidos en la fe y en la tarea de llevar la Buena Noticia: Jesucristo.

28/10/2010, San Simón y San Judas, apóstoles

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2,19-22)

Hermanos: Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Salmo responsorial (Sal 18, 2-3. 4-5)
R. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 12-19)

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Zelotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor. Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.

27 octubre 2010, San Simón y San Judas, apóstoles – Puntos de oración

Los apóstoles son las personas que cimientan nuestra fe. Ellos fueron los que vieron a Jesús muerto y luego resucitado, y se transformó su vida de forma que siendo poco instruidos y más bien temerosos, pasaron a ser grandes predicadores y valientes transmisores de la palabra.

San Simón y san Judas forman parte del colegio apostólico, y aunque los relatos evangélicos no hablan mucho de ellos particularmente, siempre aparecen las listas de apóstoles. Podemos imaginarnos la escena que narra hoy el evangelio de san Lucas: Jesús baja del monte y todos los discípulos están pendientes de lo que va a decir. Jesús empieza a nombrar a los que ha elegido para ser sus colaboradores más cercanos, sus íntimos. Posiblemente empezó diciendo que serían doce, en memoria de las doce tribus de Israel, haciendo un paralelismo entre la ley antigua y la ley nueva que él venía a instaurar.

Después empezaría a dar la lista. Salvando las distancias, podríamos pensar en cuando se nombra la lista de la selección de fútbol. Todos los jugadores seleccionables están ansiosos por saber si ellos han sido elegidos. Jesús nombra a Pedro –todos lo esperaban-, luego a su hermano Andrés –lógico, fue Andrés quien presentó a su hermano a Jesús-, luego los Zebedeos –tampoco había duda, Santiago y Juan fueron de los primeros elegidos y estaban muy comprometidos-, y así uno a uno…

Me imagino a Simón y a Judas, expectantes, con el corazón a mil por hora, y por fin… sus nombres. Simón escucha su nombre, él que era un zelote, un hombre celoso de la ley, con tendencias un poco violentas en la forma de imponerla; Jesús lo elige y se siente transformado, ¡qué honor seguir a este maestro de la ley!, dice cosas un poco raras, pero arrasa con su porte y su palabra.

Y luego, Judas, el hijo de Santiago. El evangelista nombra al padre porque seguro que era un personaje famoso entre la comunidad de los judíos y suponemos que luego también de los cristianos. Pero ahora el nombrado era él, desde ahora se le conocería por sí mismo y no por su padre. Más tarde escribiría una carta apostólica a su comunidad y que aparece en el Nuevo Testamento, lo que nos habla de la importancia que debió tener en los primeros momentos de la nueva iglesia.

Y nosotros ¿qué? ¿Estamos esperando también que el Señor nos elija para algo? ¿Deseamos que nos elija o preferimos mirar para otro lado no sea que se cruce su mirada con la nuestra? ¿Quiero ser del equipo del Señor? ¿Quiero militar bajo su bandera –que diría san Ignacio?

Nada más ser elegidos, dice el evangelio, que bajaron todos del monte a un llano, y que allí curaban todas las enfermedades de la gente y los espíritus inmundos eran expulsados. ¡Menudo éxito! Así da gusto ser apóstol. La gente alabaría a Jesús y a sus acompañantes, y los discípulos se llenarían un poco de orgullo. Jesús sabe que estos momentos, a veces son necesarios. Ya se encargaría luego de recordarles que él subiría a Jerusalén a ser entregado por los hombres y que el éxito sería de otra forma. Todos los apóstoles sellaron con su sangre este aprendizaje.

Podemos rezar hoy así, pidiendo “ser elegidos para lo que más”, para lo que él quiera. “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.

27/10/2010, Miércoles de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (6, 1-9)

Hijos, obedeced a vuestros padres como el Señor quiere, porque eso es justo. «Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra». Padres, vosotros no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor. Esclavos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, de todo corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien, sino como esclavos de Cristo que hacen lo que Dios quiere; con toda el alma, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre se lo pagará el Señor. Amos, correspondedles dejándoos de amenazas; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ése no es parcial con nadie.

Salmo responsorial (Sal 144, 10-11. 12-13ab. l3c:d-l4)
R. El Señor es fiel a sus palabras

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.

Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 22-30)

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: -«Señor, ¿serán pocos los que se salven?» Jesús les dijo: -«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois. "Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas. "Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

27 octubre 2010, miércoles de la XXX semana de Tiempo Ordinario - Puntos para la oración.

En ocasiones, sobre todo en los primeros momentos de una vida espiritual cuidada, uno se pregunta qué es más importante, la lógica o el amor. Hoy las lecturas nos hablan de Dios, y nos aseguran, que entre lógica o amor, Dios prefiere en nosotros la lógica del amor.

Primer momento

Por eso, en el primer momento, invoquemos al Espíritu Santo, conscientes de que nuestra incapacidad y pobreza son la llave para abrir nuestro corazón a la acción misericordiosa de Dios. Y recemos junto a toda la Cruzada – Milicia, pidiendo gracia a Dios nuestro Señor: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos

Hoy se nos plantea un plan, un horizonte de vida, y también un modo de hacer oración. Esto no es extraño, pues la oración es la vida del bautizado.

Hijo, padre, esclavo, amo..., que cada uno vea dónde se encuentra, y que busque a Cristo en esa situación. Este rato de intimidad con Cristo, no es para meterlo en nuestros quehaceres, sino para descubrirlo en ellos, pues Él se encuentra siempre, en lo más íntimo de nuestra vida.

Dios me espera en el día de hoy, en medio de las ocupaciones en las que debo gastar la vida. ¡Mi vida es terreno sagrado! Si entendiésemos esto... ¡Madre, hazme vivir en la presencia de Jesús, que descubra su presencia en este día que Dios me regala para amar!

El hombre de nuestra época vive triste. Y vive triste, porque vive solo, aun estando rodeado de gente. Algún filósofo dirá: «Todo mi reino es de este mundo», y también: «He deseado ser dichoso como si no tuviera otra cosa que hacer». Pero en una silenciosa y dolorosa confesión personal, que hará más adelante por medio de un personaje de una de sus obras, mostrando los repliegues más íntimos de su corazón gritará: «los hombres mueren y no son felices».

¿Qué gritan los repliegues más íntimos de mi corazón? ¿Cantan esperanza, alegría, confianza en Dios y en los demás, o rezuman egoísmo, tristeza, pesimismo, envidias? ¿Mi alma está ventilada por la presencia, siempre nueva de Dios, o huele a cerrada, atrasada, caducada?

Cuando la llama del amor de Dios se enfría en nuestra vida, todo se presenta anodino, suena a ya sabido. Y es que podemos “haber comido y bebido (comulgado y compartido intimidad con el mismo Creador del universo, mi Amigo) y haber escuchado en las plazas sus enseñanzas (retiros, ejercicios espirituales)”, y escuchar con sorpresa al final de esta vida: “No sé quién eres. Aléjate de Mí, malvado”.

Contemplación

¡Pidamos con urgencia hoy la gracia de reavivar la fe y la entrega incondicional a un Dios que me espera en cada encuentro, en cada alegría o disgusto, en cada hora gastada en silenciosa vida de Nazaret!

Y todo esto, sin complicados razonamientos o disquisiciones. La lógica del amor debe invadir esta contemplación. Jesús hoy va por las aldeas y ciudades predicando el Evangelio, y lo hace desde el silencio de los sagrarios, muchos abandonados... Y yo, me acerco a Él y le hago la pregunta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?”. Metámonos en situación. Y miremos a Jesús. Que nuestras miradas se crucen con la suya, y cautivados por su amor, entendamos que la respuesta de Jesús no sólo pide entrar por la puerta estrecha para salvarse, sino que en el fondo, y de una manera muy delicada, es una invitación a compartir misión con Él, y a ser descanso para su Sagrado Corazón. ¡Señor mío, y Dios mío! ¿Qué quieres que haga?

Señor, que me asombre de tu amor para conmigo, ¡que descubra la novedad que tu fidelidad trae a mi vida! Con el salmo, cantemos hoy durante todo el día: “El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan”.

26/10/2010, Martes de la XXX semana de tiempo ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5, 21-3)

Hermanos: Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a si mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a si mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.

Salmo responsorial (Sal 127, 1-2. 3. 4-5)
R. Dichosos los que temen al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. R.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. R.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 18-21)

En aquel tiempo, decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. Y añadió: -¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.

25 octubre 2010, martes de la XXX semana de tiempo ordinario –Puntos de oración

1ª Lectura:

Extraemos unas ideas del Papa Juan Pablo II, en su Audiencia General del 11 de agosto de 1982, sobre la Teología del cuerpo, y en concreto acerca de la relación de los cónyuges a imagen de la relación de Cristo con la Iglesia:

“El autor, dirigiéndose a los cónyuges, les recomienda que estén «sujetos los unos a los otros en el temor de Cristo» (5, 21).Se trata aquí de una relación de doble dimensión o de doble grado: recíproco y comunitario. El uno precisa y caracteriza al otro. Las relaciones recíprocas del marido y de la mujer deben brotar de su común relación con Cristo. El autor de la Carta habla del «temor de Cristo» en un sentido análogo a cuando habla del «temor de Dios». En este caso, no se trata de temor o miedo, que es una actitud defensiva ante la amenaza de un mal, sino que se trata sobre todo de respeto por la santidad, por lo sacrum: se trata de la pietas que en el lenguaje del Antiguo Testamento fue expresada también con el término «temor de Dios» (cf. por ejemplo, Sal 103, 11; Prov 1, 7; 23, 17; Sir 1, 11-16). Efectivamente, esta pietas, nacida de la profunda conciencia del misterio de Cristo debe constituir la base de las relaciones recíprocas entre los cónyuges. (…)

El autor de la Carta desea indicar a los cónyuges cómo deben ser sus relaciones recíprocas y todo su comportamiento. Deduce las propias indicaciones y directrices del misterio de Cristo presentado al comienzo de la Carta. Este misterio debe estar espiritualmente presente en las recíprocas relaciones de los cónyuges. Penetrando sus corazones, engendrando en ellos ese santo «temor de Cristo» (es decir, precisamente la pietas) el misterio de Cristo debe llevarlos a estar «sujetos los unos a los otros»: el misterio de la elección, desde la eternidad, de cada uno de ellos en Cristo «para ser hijos adoptivos» de Dios. (...) Ciertamente es diversa nuestra sensibilidad contemporánea, diversas son también las mentalidades y las costumbres, y es diferente la situación social de la mujer con relación al hombre. No obstante, el fundamental principio parenético (de instrucción moral) que encontramos en la Carta a los Efesios, sigue siendo el mismo y ofrece los mismos frutos. La sumisión recíproca «en el temor de Cristo» -sumisión que nace del fundamento de las pietas cristiana- forma siempre esa profunda y sólida estructura que integra la comunidad de los cónyuges, en la que se realiza la verdadera «comunión» de las personas.(...)

Finalmente: «Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella...»: he aquí el último miembro de la analogía. La continuación del texto de la Carta desarrolla el pensamiento fundamental, contenido en el pasaje que acabamos de citar; y todo el texto de la Carta a los Efesios en el capítulo 5 (vv. 21-33) está totalmente penetrado por la misma analogía; esto es, la relación recíproca entre los cónyuges, marido y mujer, los cristianos la entienden a imagen de la relación entre Cristo y la Iglesia”.

Evangelio:

El Reino de Dios es semejante a una semilla de mostaza (semilla muy común en Palestina, de modo particular junto al lago de Galilea y de singular pequeñez). Jesús usa esta imagen para expresar su esperanza de que sus discípulos tengan un mínimo de fe: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza…”. El Reino de Dios es semejante a la levadura; es suficiente meter una pequeña cantidad de levadura en tres medidas de harina para conseguir una gran cantidad de masa.

El Reino de Dios, comparado por Jesús a una semilla que se convierte en árbol, nos acerca a la historia de Dios como la historia de su Palabra: está escondida en la historia humana y va creciendo;

Lucas piensa en la Palabra de Jesús (“el reino de Dios está en medio de vosotros”) que ya está creciendo pero que todavía no se ha convertido en árbol.

La imagen de la levadura completa el cuadro de la semilla. El Reino es una realidad humilde, escondida, pobre y silenciosa, mezclado con las luchas y gozos de la vida.

Oración final:

Dios todopoderoso, que por la maternidad virginal de María entregaste a los hombres los bienes de la salvación, concédenos experimentar la intercesión materna de la que nos ha dado a tu Hijo Jesucristo, el autor de la vida. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

25/10/2010, Lunes de la XXX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,32–5,8)

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor. Por otra parte, de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. Y nada de chabacanerías, estupideces o frases de doble sentido; todo eso está fuera de sitio. Lo vuestro es alabar a Dios. Meteos bien esto en la cabeza: nadie que se da a la inmoralidad, a la indecencia o al afán de dinero, que es una idolatría, tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie os engañe con argumentos especiosos; estas cosas son las que atraen el castigo de Dios sobre los rebeldes. No tengáis parte con ellos; porque en otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz.

Salmo responsorial (Sal 1,1-2.3.4.6)
R. Seamos imitadores de Dios, como hijos queridos.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,10-17)

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Había una mujer que desde hacia dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la gente: «Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.» Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: «Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarla en sábado?» A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía.

25 octubre 2010, lunes de la XXX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Introducción:

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que hace un milagro. Cura a una mujer que ve con una pesada enfermedad. No consta que ella se lo pidiese y sin embargo Jesús la cura. La misericordia del Señor llena la tierra y sus ojos, a los que no se le oculta nada, ven mis enfermedades y mi situación de pecador y me quiere curar. Como a la mujer del evangelio Jesús me quiere liberar de mis malos espíritus, de mis hábitos desordenados que me alejan de él. Y me cura y me da una libertad nueva. Quizá llevo mucho tiempo atado a mis miserias pero Jesús pasa a mi lado, me llama y me libra de mi enfermedad. Y esa curación es para gloria suya.

¿Y donde encuentro yo a Jesús que me puede curar? Cómo dice el evangelio de hoy, debo acercarme a donde Jesús está enseñando. Y Jesús enseña hoy en la Escritura y en la Liturgia. Y le encuentro para perdonarme y curarme y enderezar mi vida que tiende a torcerse, sobretodo en el sacramento de la Penitencia, y le encuentro en la Eucaristía.

Cómo tiene que vivir un cristiano al que el Señor ha curado de su enfermedad y le está curando cada día. Pues cómo nos dice San Pablo en la carta a los efesios: “de inmoralidad, indecencia o afán de dinero, ni hablar; es impropio de santos. (…) Caminad como hijos de la luz.”

O como dice el salmo 1, estando junto a Jesús nuestra alma “será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin”.

  1. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
  2. Petición: Señor, cúrame de mis enfermedades, límpiame de mi pecado.
  3. Composición de lugar: imaginar a Jesús que se acerca a mí y me cura.
  4. Materia de la oración: contemplar la escena del evangelio de hoy. Si en alguna parte me siento más impresionado, o como dice San Ignacio, “si hallo gracia”, detenerme en ella y repetirla varias veces.
  5. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.”
  6. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.

24/10/201, Domingo de la XXX semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Eclesiástico (35, 12-14. 16-18)

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Salmo responsorial (Salmo 33)
R. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. R.

El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
El Señor redime a sus siervos; no será castigado quien se acoge a él. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4, 6-8. 16-18)

Querido hermano: Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 9-14)

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: - «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

24 octubre 2010, domingo de la XXX semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy nos ofrece el Señor un tema y una composición de lugar inmejorables para hacer nuestra oración: la parábola del fariseo y el publicano. El tema es la propia oración, y la composición de lugar, el templo, en el que vemos y escuchamos a los dos orantes.

1. San Lucas señala al principio del pasaje la intención de la parábola: iba dirigida a “algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. Por tanto, no es una parábola dirigida a la multitud, sino a unos pocos que se consideraban como justos. Comenta a este propósito el Padre Morales: “Entre ellos estamos nosotros, los cruzados [y los militantes y colaboradores] de Santa María… ¡Es tan fácil, al vernos rodeados de regalos y caricias de Dios, empezar a presumir de justos! Y lo peor es que no nos damos cuenta. Niños mimados, empezamos a atribuirnos lo que tenemos en cualidades humanas, en dones sobrenaturales. Lo que tenemos o lo que nuestra imaginación y vanidad nos hace creer que tenemos”.

Por tanto, no pensemos: “¡qué bien le viene esta parábola a fulano o a mengano, que desprecian a los demás…”. Como sigue escribiendo el P. Morales: “Sí, Jesús mío, quiero ser sincero. Tu parábola va para mí. Soy de los que presumen de justos. Y no me doy cuenta de que Tú has elegido a los cruzados [y a los militantes y colaboradores] de hoy, como tus apóstoles de ayer, entre lo más despreciable y abyecto del mundo. Escogió escorias y basura del mundo para que nuestra confianza no la pongamos en sabiduría humana, sino en la fortaleza de Dios”.

Fijémonos ahora en cada uno de los personajes orantes.

2. El fariseo: más que orar a Dios, se enaltece a si mismo. Actúa como juez en causa propia, se encuentra intachable, y eso le llena de arrogancia para juzgar a los demás. Erguido ora: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás…”. Algunas consideraciones prácticas para nuestra oración. La auténtica oración:

a) reconoce a Dios como el autor de nuestra vida y de todo lo bueno que hay en el mundo y en nosotros, y esa grandeza y amor que vemos en Él nos lleva a darle gracias;

b) nos conduce a un mayor conocimiento de Dios y de nosotros mismos. Nos hace conscientes de nuestra pequeñez, y nos libra de juzgar a los demás, de compararnos con ellos y de acusarlos;

c) nos lleva a escuchar a Dios, antes que a hablar: “habla, Señor, que tu siervo escucha”.

d) no da para que Dios nos dé; no “compra” el favor de Dios con buenas acciones.

3. El publicano: encarna la humildad y la pobreza, actitudes básicas para entrar en la oración: “no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador."”.

a) Imitemos su oración y repitámosla a lo largo del día: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador"; y la del centurión“Señor, no soy digno de que entres en mi casa…”;

b) El publicano volvió a casa justificado, perdonado; el fariseo no (¿no lo necesitaba?);

c) oremos desde las tres “pes” del publicano: pequeño, pobre, pecador.

3. Hoy es la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. Acordémonos de lo que nos pide el Papa en el mensaje para la Jornada de este año: “Queridos hermanos, en esta Jornada mundial de las misiones, en la que la mirada del corazón se dilata por los infinitos ámbitos de la misión, sintámonos todos protagonistas del compromiso de nuestra ayuda fraterna y concreta para

sostener a las Iglesias jóvenes”. Pidámosle a la Virgen que abra nuestros corazones y nos alcance sentir con la Iglesia.

23/10/2010, Sábado de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los efesios (4, 7-16)

Hermanos: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: "Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres." El "subió" supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud. Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y llevados al retortero por todo viento de doctrina, en la trampa de los hombres, que con astucia conduce al error; sino que, realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todas las cosas hacia él, que es la cabeza: Cristo, del cual todo el cuerpo, bien ajustado y unido a través de todo el complejo de junturas que lo nutren, actuando a la medida de cada parte, se procura el crecimiento del cuerpo, para construcción de sí mismo en el amor.

Salmo responsorial (Sal 121)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron: "¡Vamos a la casa del Señor"!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor. R.

Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13, 1-9)

En aquella ocasión se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: "¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no. Y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera". Y les dijo esta parábola: "Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?" Pero el viñador contestó: "Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás".

23 octubre 2010, sábado de la XXIX Semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy precisamente, poco antes de preparar estos puntos de oración, estuve leyendo una noticia que me impactó.., tanto como a los que se acercaron a Jesús a preguntarle sobre la suerte de los galileos muertos al ofrecer los sacrificios.., o los dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé… Decía la noticia: “los accidentes de tráfico provocan la muerte de 1,3 millones de personas al año, unas 3.000 diarias, de las que 500 son de menores de edad…” (Zenit, 19-10-2010).

También nosotros podíamos preguntarnos hoy: ¿Acaso estos 3.000 diarios que mueren en un medio de transporte, son peores que nosotros, que también cogemos un coche.., un autobús.., y salimos a la carretera…? Jesucristo responde tanto ayer como hoy: “Os digo que no…” Pero también nos dice a punto seguido: “…y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera…” Es decir, que morir, moriremos todos.., antes o después, y lo que importa no es tanto ese “antes” o ese “después”, sino la situación en la que nos encontremos cuando llegue ese decisivo momento de nuestra vida…

Cuando una persona muere en un trágico accidente, sea del tipo que sea, o sobrevive a él milagrosamente, no es ni mucho menos una medida disciplinaria de Dios… Ciertamente las reflexiones pueden ser múltiples al respecto, pero lo que interesa es saber si la persona estaba o no estaba preparada para vivir ese momento, por cierto el último de su vida.

Solo una vida vivida, de una forma acorde al plan de Dios, puede tener la seguridad de salvación de cara a la vida eterna…. Por eso insiste el Evangelio de hoy en la necesidad de la conversión en este tiempo propicio, y de la presencia de una ayuda cualificada en el proceso. En el evangelio ese puesto lo ocupa el viñador, que en diálogo con el dueño de la heredad, le promete que la higuera dará su fruto…

¿Qué lugar ocupa la conversión constante en nuestra vida cristiana…?

¿Qué importancia le damos a la revisión periódica de nuestra vida…?

¿Qué pasaría hoy en nuestra vida.., si hoy me llamará Dios a la Vida Eterna…?

Preguntas tan fundamentales como estas, no siempre nos las hacemos, pero lo cierto es que están ahí cada vez que contemplamos.., oímos.., o somos conscientes de que alguien, conocido o desconocido, nos dejó en esta vida…

La conversión es la primera y la última palabra del Evangelio… ¿A qué me refiero al decir esto…? ¡Al hecho de que la conversión de un alma es el milagro de un momento.., algo sorprendente.., ciertamente; pero la santidad que nos pide Dios en el Evangelio es la tarea de toda una vida….! Por eso podemos hablar de conversión diaria.., semanal.., mensual.., y anual….

1. Conversión diaria: La oración personal.

2. Conversión semanal: La participación en la Eucaristía dominical y recepción del

Sacramento de la Penitencia.

3. Conversión mensual: Ese día de Retiro Espiritual que realizo todos los meses.

4. Conversión anual: Unos Ejercicios Espirituales entre cuatro u ocho días.

Es necesario recordar de vez en cuando, el inmenso beneficio que ha supuesto en nosotros la gracia bautismal.., pero no podemos olvidarnos de que junto a ese gran regalo que supuso su recepción.., nos dejaron la tarea personal de luchar contra las concupiscencias del pecado en nosotros… ¿Quién no experimenta con fuerza la tendencia al mal? Ni siquiera los santos se libraron de ella, pero eso sí lucharon con denuedo y vencieron… ¡Ahí están, modelos acabados de perfección evangélica…!

Me consuela saber que junto al viñador del Evangelio, que defiende la higuera de ser cortada.., se encuentra una Madre, que sostiene con su intercesión amorosa tanto a la higuera como al viñador que la cuida… ¡Refugio de los pecadores…! ¡Consuelo de los afligidos…! ¡Auxilio de los cristianos…! No permitas que nuestra vida sea solo foresta y que no de frutos dignos de conversión… Que así sea…

22/10/2010, Viernes de la XXIX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (4,1-6)

Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.

Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 54-59)

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: -«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer? Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo».

22 octubre 2010, viernes de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Santa Teresa de Jesús así define la oración: “la oración es tratar de amistad, estando a solas con Quien sabemos nos ama”.

Para llegar a esta situación de diálogo íntimo entre dos personas amigas, que se aman, es necesario el silencio para iniciar un diálogo fecundo y comunicarse los sentimientos y los deseos más íntimos del corazón.

El texto que nos propone hoy la liturgia antes de iniciar el Evangelio es el siguiente: “Bendito seas, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla”.

Con frecuencia la sabiduría humana, con sus razonamientos rebuscados, dificulta la comprensión de las cosas del cielo, del reino de Dios. Jesús se queja de aquellos que se sienten expertos en los conocimientos de las cosas del mundo pero que muestran una gran ignorancia en descubrir y colaborar en la manifestación del Reino de Dios.

Hay que pedir al Señor en este rato de oración que nos comunique el don de la sencillez. “Si no os hacéis como niños no entraréis en el reino de los cielos.”

Un niño obra por naturaleza con sencillez. Transparenta en sus acciones la rectitud de corazón. No entiende nada de trastienda, de segundas intenciones. No necesita subirse a un pedestal artificial para aparentar, para imponerse a los demás. No conoce la trama oscura que preparan los adultos para el chantaje.

Un niño reconoce sus limitaciones y cuando no puede conseguir una cosa sabe que recurriendo a sus padres lo conseguirá. Un niño no tiene malicia para esconderse detrás de la mentira. Porque es sencillo vive en la verdad.

Con seguridad que el programa que nos propone hoy san Pablo en su carta a los Efesios (4, 1-6) los sencillos, los niños lo viven sin hacer ruido, casi sin darse cuenta. Desde el silencio.

“Hermanos: yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.

Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz…”

Cuando este mandato que nos propone san Pablo lo vivimos, entonces, se hace presente el reino de Dios.

Pidamos a María, la Madre de los pequeños y sencillos que nos sean revelados los secretos del Reino de Dios para hacerlo presente entre las personas con las que convivimos a lo largo de este día.

21/10/10, Jueves de la XXIX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3, 14-21)

Hermanos: Doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, pidiéndole que, de los tesoros de su gloria, os conceda por medio de su Espíritu robusteceros en lo profundo de vuestro ser, que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; y así, con todos los santos, lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios. Al que puede hacer mucho más sin comparación de lo que pedimos o concebimos, con ese poder que actúa entre nosotros, a él la gloria de la Iglesia y de Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.

Salmo responsorial (Sal 32, 1-2. 4-5. 11-12. 18-19)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos.
Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.

Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.

Pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 49-53)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

21 octubre 2010, jueves de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Tomamos referencia inicial de la primera lectura para hacer la oración.

Pablo les dice a los cristianos de todos los tiempos que ‘lograréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo lo que trasciende toda filosofía: el amor cristiano’

Petición: Pedimos al Señor que se cumpla en nosotros esta promesa de Pablo. Repetimos la petición ‘Hazme Señor, conocer la verdad de tu amor’

Contemplación: La oración de hoy va a ser contemplando a Cristo en la cruz. Si hay un lugar donde podemos comprender el amor cristiano es ahí, en el mayor signo de amor. Una verdad que trasciende toda filosofía, que está por encima del conocimiento del mundo. ¿Acaso puede entender el mundo esa locura de amar al enemigo, de dar de lo tuyo, de compartir con el que no tiene hasta, como decía la beata Madre Teresa de Calcuta, hasta que duela?

Mirando a Cristo en la cruz, contemplo:

  • lo ancho de su amor. Miro a sus brazos, de un lado a otro, clavados a la cruz, su pecho jadeante, su corazón palpitando, de un lado a otro del madero. Abiertos para abrazar a todo el mundo.
  • lo largo de su amor. Un amor que abraza a todos los hombres y a todos los tiempos. Desde el inicio hasta el final de la historia.
  • lo alto de su amor. Y contemplo la cruz de arriba abajo, que une cielo y tierra, al hombre pecador y a Dios. Y veo sus latigazos, sus pies clavados, su cabeza agujereada por las espinas… Y sé que Dios Padre me contempla en su Hijo. Que Cristo en la Cruz ha unido humanidad y divinidad. Lo alto y lo profundo.
  • lo profundo de su amor. Un amor que llega a lo más profundo, que se adentra en el misterio del pecado, de la ignominia, del abajamiento. Pero es la profundidad de la misericordia que acoge, del corazón abierto y llagado para amar, la profundidad infinita del amor sin límites.

Y contemplando sin prisas a Cristo en la cruz entiendo la frase del evangelio -«He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!’

Y recuerdo el tengo sed de Jesús en la cruz. Sed de amar, sed de que ese amor llegue a todo el mundo, fuego de amor.

Y miro a Cristo y siento que me pide que prenda de su fuego todo el mundo. Y que si es necesario pase por el mismo bautismo que es la cruz, que me una a su angustia. Y que así ese amor llegue a todos los hombres.

20/10/2010, Miércoles de la XXIX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (3, 2-12)

Hermanos: Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, del que os he escrito arriba brevemente. Leedlo y veréis cómo comprendo yo el misterio de Cristo, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y participes de la promesa de Jesucristo, por el Evangelio, del cual yo soy ministro por la gracia que Dios me dio con su fuerza y su poder. A mi, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.

Salmo responsorial (Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6)
R. Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador.

Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, el fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación. R.

Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso, R.

Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti el santo de Israel.» R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 39-48)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.» Pedro le preguntó: -«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?» El Señor le respondió: -«¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas? Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá.»

20 octubre 2010, miércoles de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

En la primera lectura san Pablo nos presenta el encargo que Dios le ha hecho: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo. A la vez sus palabras nos vuelven a recordar a nosotros, cristianos del siglo XXI, nuestra misión. Pensemos en este encargo tan hermoso y tan necesario hoy día: la riqueza que es Cristo. La verdad es que, una vez que has palpado a Jesucristo, todo toma otro color, la vida se hace más hermosa. Da lo mismo las circunstancias externas que tejen cada día, más o menos agradables; de fondo está la seguridad de que Dios me quiere. Cuántas personas no se sienten queridas, no tienen paz, viven angustiadas. La riqueza insondable que es Cristo… No podemos ocultarla, hay que anunciarla, pregonarlo desde los tejados.

Meditemos hoy cuánto de trasparencia tiene mi vida en este sentido. Dónde voy, ¿llevo paz?, cuándo hablo con las personas ¿transmito alegría? Imaginemos a María en Nazaret: una mujer más de ese pequeño poblado judío, pero cuánta vida generaría a su alrededor, cuántas confidencias guardadas en su corazón, sin mucho ruido, con sencillez.

Pidamos a Dios que nos haga apóstoles, como san Pablo, mensajeros de la riqueza insondable que es Cristo.

19/10/2010, Martes de la XXIX semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (2, 12-22)

Hermanos: Antes no teníais un Mesías, erais extranjeros a la ciudadanía de Israel y ajenos alas instituciones portadoras de la promesa. En el mundo no teníais ni esperanza ni Dios. Ahora, en cambio, estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo las paces, para crear con los dos, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él, al odio. Vino y trajo la noticia de la paz: paz a vosotros, los de lejos; paz también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu. Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo. Jesús es la piedra angular. Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.

Salmo responsorial (Sal 84, 9ab-10. 11-12. 13-14)
R. Dios anuncia la paz a su pueblo.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos».
La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 35-38)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo. Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos».

19 octubre 2010, martes de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hacemos hoy nuestra oración acompañados de San Pedro de Alcántara, gran reformador franciscano. Hombre austero consigo mismo, fue de extremada dulzura con los demás.

Hizo la reforma franciscana en España siguiendo el mismo espíritu que Santa Teresa de Jesús, de la que fue un acertado consejero.

Siempre es bueno acompañarse de estos hombres de Dios que, con solo su cercanía, ya nos ponen en clima de oración y de escucha del Señor.

San Pablo, en la carta a los Efesios, que leemos como primera lectura de la Misa, nos dice que “ya no somos extranjeros ni forasteros, sino que somos ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios

Precisamente esto es lo que buscamos y saboreamos en nuestra oración diaria, sentirnos como miembros de la familia de Dios. “A vosotros ya no os llamo siervos, sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor”. Jesucristo nos ha introducido en su misma vida, la vida de Dios.

Saborear esta realidad sería más que suficiente para hacer un buen rato de oración personal. Soy de la familia de Dios. Participo de todos sus beneficios, luego no me falta nada de lo que es importante para mi vida.

Pero en el Evangelio nos hace una advertencia: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. Esto es, rogad, rezad, suplicad constantemente, pero no dejéis de poner todos los medios humanos que Dios ha puesto a nuestra disposición para que trabajemos con ellos en el crecimiento de la propia santidad.

¿Qué quiere decir esto? Pues que la santidad cristiana es fundamentalmente un regalo del Señor, pero que requiere también nuestra aportación que, aunque pobre muchas veces, es necesaria e imprescindible.

Acabamos poniéndonos en las manos de María, la mujer que se dejó hacer por Dios y estuvo siempre pronta a colaborar en el proyecto que se le ofrecía como Madre de Dios y Madre de los hombres.

18/10/2010, San Lucas evangelista

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4, 9-17ª)

Querido hermano: Dimas me ha dejado, enamorado de este mundo presente, y se ha marchado a Tesalónica; Crescente se ha ido a Galacía; Tito, a Dalmacia; sólo Lucas está conmigo. Coge a Marcos y tráetelo contigo, pues me ayuda bien en la tarea. A Tíquico lo he mandado a Éfeso. El abrigo que me dejé en Troas, en casa de Carpo, tráetelo al venir, y los libros también, sobre todo los de pergamino. Alejandro, el metalúrgico, se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará lo que ha hecho. Ten cuidado con él también tú, porque se opuso violentamente a mis palabras. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran los gentiles.

Salmo responsorial (Sal 144, 10-11. 12-13ab. 17-18)
R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu reinado

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.

Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad. R.

El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-9)

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: -«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: "Está cerca de vosotros el reino de Dios."»

18 octubre 2010, San Lucas evangelista – Puntos de oración

La Iglesia celebra hoy la festividad del s. Lucas evangelista, su evangelio se le denomina el evangelio de la misericordia, por ser el que narra las parábolas de la misericordia y el único que narra la del hijo pródigo. Es donde mejor se contempla a Jesús rico en misericordia.

El evangelio de hoy nos presenta a Jesús enviando a anunciar su evangelio. Hoy también nos sigue enviando a cada uno de nosotros por toda la tierra, pues toda ella es tierra de misión, no es imprescindible irse a otros lugares para ser apóstoles.

Algunas de las características de este envío que hace Jesús de los 72 a la misión universal presentada por S. Lucas nos pueden servir para hacer un rato de oración:

  1. Los discípulos son enviados de dos en dos. Se nos quiere decir que no es una misión individual, sino que tiene un cierto carácter comunitario.
  2. Son enviados “como ovejas en medio de lobos”: se quiere acentuar la gran dificultad de la misión, que irá acompañada de luchas, dificultades, incomprensiones.
  3. Jesús les dice: “no llevéis talega, ni alforja, ni sandalias”. Jesús no sólo quiere acentuar la pobreza de sus discípulos; les quiere decir que en su misión evangélica, los medios humanos son una ayuda; pero mucho más la autenticidad de los predicadores. También nos quiere decir: hay que actuar con decisión, con entusiasmo.
  4. Vuestro saludo sea: “paz a esta casa”, el Evangelio es una noticia alegre y de paz. No tenemos motivos para ser hombres tristes e incompatibles con las ilusiones y alegrías de los hombres.
  5. Jesús les dice a sus discípulos que deben anunciar en las ciudades que el reino de Dios está cerca. Significa que siempre les acompañará la lucha inevitable entre el bien el mal, pero deben saber que finalmente se les promete la victoria final del bien sobre l mal.

Las conclusiones concretas para nuestra vida pueden ser:

  • A) Hay pocos trabajadores en la mies y que todos somos necesarios para este envío. Que este envío hay que hacerlo con Él y como Él.
  • B) Que un cristiano solitario no es un verdadero cristiano.

Terminar nuestra oración con una súplica a la Virgen en este mes del rosario para que envíe obreros a su mies y que los que estamos en ella trabajemos con Él y como Él.

17/10/2010, Domingo de la XXIX semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Éxodo (17, 8-13)

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué: - «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mafiana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano.» Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte. Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Salmo responsorial (Sal 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8)
R El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.

No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa el guardián de Israel. R.

El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. R.

El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (3, 14-4,2)

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena. Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18, 1-8)

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: - «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario." Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara." » Y el Señor añadió: - «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

17 octubre 2010, domingo de la XXIX semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy domingo, Día del Señor, podemos dedicar más tiempo y preparar mejor nuestra oración. El Domingo nos recuerda la Resurrección y la Resurrección nos lleva vida eterna y la vida eterna nos lleva o nos sabe a cielo, donde gozar con los bienaventurados, para siempre. Pero todo eso se va haciendo aquí en el día a día, si yo hago de la oración de la mañana, un trozo de cielo en el trato con el Señor, y la hacemos vida en el cumplimiento de nuestras obligaciones, en el lenguaje por el que Dios nos habla cada día y nos manda sus mensajes nada más que para que nos volvamos a Él, tenga un lugar, contemos con Él.

Si has leído los textos, que nos propone la Iglesia para este vigésimo noveno domingo, no tienen desperdicio y mi comentario sobra.

Pero si te ayuda, creo que una de las ideas centrales es la FE y esta fe se alcanza con la oración y con la gracia. Moisés, con su oración arranca la victoria de los israelitas. Tanto es así que le facilitaban continuara su oración sosteniéndole los brazos Aarón y Jur, uno a cada lado. También Juan Pablo II oraba así ¿Cómo oro yo? ¿Penetra mi oración y llega al corazón de Dios como dardo de fuego?

San Pablo en la segunda lectura también ora ¿Pues cómo puede decirnos sino: “Mira que la Escritura puede darte la sabiduría que por la FE en Cristo Jesús conduce a la salvación. Toda Escritura inspirada por Dios, es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud: así el hombre de Dios (¿no es hombre de fe?) estará perfectamente equipado para toda obra buena”

¿Cómo podemos aburrirnos en la oración, no sentir nada, abandonarla, cuando es fuente de tanto bien: FE, GRACIA, para la salvación, para enseñar, reprender, corregir, educar en la virtud,…¿No será por nuestra falta de FE?

Dice San Juan de la Cruz, “porque habiendo llegado a lo vivo de Dios, todo lo tiene en poco. Y perdídose al mundo y a sí misma por su Dios y esta pérdida fue su ganancia”. En la oración con Fe, el Señor nos atrae con una fuerza irresistible y corremos hacia ÉL sin querer. “La fe es la sustancia de las cosas que se esperan. Hay una certeza por encima de lo que no se entiende. Pero la FE interpela a la inteligencia ya que descubre al hombre la verdad sobre su destino y el camino para alcanzarlo y aunque la verdad revelada supera nuestro entendimiento, da una fuerza para adherirse a ella.

“La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre y la vocación del hombre es la comunión con Dios, invitado al diálogo con Dios-la oración-, creado por amor, no vive plenamente según la verdad, sino reconoce aquel amor y se entrega a su creador”(G.S. 19,1).Si el hombre puede olvidarse de Dios, incluso ignorarle, Dios no cesa de buscar al hombre y llamarle para que sea feliz y encuentre la dicha.

El Evangelio con el pasaje del juez inicuo a quien importunaba la viuda, es el ejemplo que nos pone Jesús para ver que si el injusto atiende a la viuda para que no le fastidie más, ¿Qué no hará Dios Padre si le importunamos con nuestra oración llena de FE.?

Pero si aún no te mueve a la oración los textos, la reflexión sobre la fe, te dejo con el Salmo

“Levanto mis ojos a los montes;

¿de dónde me viene el auxilio?

El auxilio me viene del Señor,

Que hizo el cielo y la tierra.

El Señor te guarda a su sombra

Está a tu derecha,

De día el sol no te hará daño

Ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,

El guarda tu alma.”

Señor, guárdanos como a la niña de tus ojos;

a la sombra de tus alas escóndenos!

16/10/2010, Sábado de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1, 15-23)

Hermanos: Yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia, como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Salmo responsorial (Sal 8, 2-3a. 4-5. 6-7a)
R. Diste a tu Hijo el mando sobre las obras de tus manos.

Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Ensalzaste tu majestad sobre los cielos.
De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza. R.

Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12, 8-12)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios. Al que hable contra el Hijo del hombre se le podrá perdonar, pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando os conduzcan a la sinagoga, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de lo que vais a decir, o de cómo os vais a defender. Porque el Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir.»

16 octubre 2010, sábado de la XXVIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio de hoy es verdaderamente exigente y nos coloca ante la gran pregunta de cómo es mi actitud pública ante Cristo, ¿le niego delante de los hombres o doy testimonio de él?

Petición: Empezamos, como nos enseña Ignacio, con una petición que recoge todo el sentir de la oración. Hoy será: ‘Hazme testigo valiente de tu vida, Señor’

  • Se puede repetir esa petición varias veces durante unos minutos, al ritmo de la respiración, hasta que el alma se va serenando y esa petición pasa de los labios a la mente y de la mente al corazón.

Contemplación: Aunque el evangelio no lo nombra, puedo ponerme en el momento en el que se pone a prueba el testimonio y valentía de Pedro en el momento del juicio de Jesús. Recordar y contemplar cómo Jesús le había dicho que le negaría esa noche y cómo Pedro dijo que él no le dejaría jamás. Y trasladarme con la imaginación a aquel patio de la casa del sumo sacerdote. Pedro está calentándose al fuego. Hay expectación en el ambiente. Las noticias son confusas. Todo el mundo comenta cómo han cogido a Jesús, como a un soldado le han cortado la oreja, cómo hay miedo a que los discípulos de Jesús se estén organizando para una revuelta…

En ese momento se vuelve una mujer y mira a Pedro. Lo ha reconocido por su acento fuerte de Galilea… Sin duda es uno de sus discípulos… Lo dice en público y Pedro, como un resorte, salta y grita, nervioso, que él no conoce a Jesús…

  • Recordar las veces en qué yo tampoco he sido valiente y me he callado cuando atacan a la Iglesia, a Dios, cuando alguien dice una blasfemia a mi lado, cuando tenía que decir una verdad incómoda…
  • Ver el paralelismo de la escena. Cambio la mujer del patio por esa persona que me puso a prueba, me cambio a mí por Pedro…
  • Contemplar la mirada de Jesús, que se cruza con la mía.

Recuerdo y repito varias veces la frase del evangelio del día: -«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.

Y repito la petición inicial: ‘Hazme testigo valiente de tu vida, Señor’.

Y recuerdo también otro momento concreto en el que el Señor me ha dado fuerza para dar testimonio de su vida.

Pido perdón: Por las veces que le he negado.

Agradezco: Su fuerza las veces que le anunciado.

Cruzo mi mirada con la suya en un último diálogo de amor.

Saco un propósito: Hoy, al menos una vez, hablaré a otra persona de Dios y de su amor a los hombres.

Archivo del blog