El evangelio de hoy es verdaderamente exigente y nos coloca ante la gran pregunta de cómo es mi actitud pública ante Cristo, ¿le niego delante de los hombres o doy testimonio de él?
Petición: Empezamos, como nos enseña Ignacio, con una petición que recoge todo el sentir de la oración. Hoy será: ‘Hazme testigo valiente de tu vida, Señor’
- Se puede repetir esa petición varias veces durante unos minutos, al ritmo de la respiración, hasta que el alma se va serenando y esa petición pasa de los labios a la mente y de la mente al corazón.
Contemplación: Aunque el evangelio no lo nombra, puedo ponerme en el momento en el que se pone a prueba el testimonio y valentía de Pedro en el momento del juicio de Jesús. Recordar y contemplar cómo Jesús le había dicho que le negaría esa noche y cómo Pedro dijo que él no le dejaría jamás. Y trasladarme con la imaginación a aquel patio de la casa del sumo sacerdote. Pedro está calentándose al fuego. Hay expectación en el ambiente. Las noticias son confusas. Todo el mundo comenta cómo han cogido a Jesús, como a un soldado le han cortado la oreja, cómo hay miedo a que los discípulos de Jesús se estén organizando para una revuelta…
En ese momento se vuelve una mujer y mira a Pedro. Lo ha reconocido por su acento fuerte de Galilea… Sin duda es uno de sus discípulos… Lo dice en público y Pedro, como un resorte, salta y grita, nervioso, que él no conoce a Jesús…
- Recordar las veces en qué yo tampoco he sido valiente y me he callado cuando atacan a la Iglesia, a Dios, cuando alguien dice una blasfemia a mi lado, cuando tenía que decir una verdad incómoda…
- Ver el paralelismo de la escena. Cambio la mujer del patio por esa persona que me puso a prueba, me cambio a mí por Pedro…
- Contemplar la mirada de Jesús, que se cruza con la mía.
Recuerdo y repito varias veces la frase del evangelio del día: -«Si uno se pone de mi parte ante los hombres, también el Hijo del hombre se pondrá de su parte ante los ángeles de Dios. Y si uno me reniega ante los hombres, lo renegarán a él ante los ángeles de Dios.
Y repito la petición inicial: ‘Hazme testigo valiente de tu vida, Señor’.
Y recuerdo también otro momento concreto en el que el Señor me ha dado fuerza para dar testimonio de su vida.
Pido perdón: Por las veces que le he negado.
Agradezco: Su fuerza las veces que le anunciado.
Cruzo mi mirada con la suya en un último diálogo de amor.
Saco un propósito: Hoy, al menos una vez, hablaré a otra persona de Dios y de su amor a los hombres.