¿Por qué me buscabais?
Es la respuesta desconcertante de Jesús,
que su Madre conservaría toda la vida en su corazón. Así nos lo cuenta Lucas al
final del pasaje: “Su madre conservaba todas esto en su corazón”. Esta actitud contemplativa de María es en la que me gustaría que nos
quedáramos meditando en este último domingo del año.
Como ya hice hace tiempo, para empezar
bien nuestra oración os propongo una variante de la oración preliminar de San
Ignacio, para que se note nuestro cariño entrañable a la Virgen: Señor, que
todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en
servicio y alabanza de tu divina majestad y en agradecimiento a Nuestra Señora.
Estamos en la octava de Navidad: ¿por
qué ocho días? Quizás porque tan grande es la fiesta que la liturgia ha
determinado que tenga un eco de ocho días para que vayamos calando poco a poco
en el misterio de la Encarnación del Señor.
Es el último domingo del año, y por ser
el domingo inmediatamente siguiente a la Navidad es la fiesta de la Sagrada
Familia. Quizás el día 31 es tiempo de hacer un balance de acción de gracias
del paso de Dios por nuestra vida en este año. Sin embargo, hoy os propongo
quedarnos en la escena del Evangelio y sobre todo recorrer descansar nuestra
mirada en los tres miembros de la Sagrada Familia.
Habiendo terminado hace poco el año
jubilar del Venerable Padre Morales voy a entrelazar unos textos suyos que
explican el Evangelio de hoy, con algún comentario personal, que nos ayuden a
entrar en la escena.
José
«Esposo de la Virgen, custodio del
Señor, llévanos a María y, por María, a Dios.» Por aquí debe comenzar nuestra
oración. José tiene que actuar de introductor. Sólo conducidos por él podremos
penetrar en Nazaret. «En especial personas de oración, siempre le debían ser
aficionadas. Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso
santo por maestro, y no errará el camino» (Santa Teresa).
María
Al descubrir a la Virgen en Nazaret,
acercándote, dile: Madre, que le conozca, que le ame, que le viva. Tú que
estuviste tan cerca de Él, preséntamelo. Haz que le contemple desapareciendo en
vida oculta, pobreza, obediencia, trabajo. Haz que saboree las frases del
Evangelio.
La escena que contemplamos hoy del
evangelio de Lucas, que termina con la partida hacia Nazaret y el inicio de la
vida oculta de Jesús, tiene engarzada una frase que recoge la actitud de la
Virgen en todos estos acontecimientos y en toda su vida de seguimiento de
Jesús: “Su madre conservaba todas esto en su corazón”.
Pues tomemos a María como modelo,
entremos en su escuela y aprendamos su lección de contemplación. Recojamos todo
el año, todos los acontecimientos de gracia y misericordia que nos han
acontecido en este 2018, todo el paso de Dios por nuestra vida y aprendamos de
ella a meditarlos en el corazón.
Jesús
Él es el centro de nuestra vida.
Y vino a Nazaret. Desaparece en vida
oculta para redimirme de mis vanidades. (…) Y Jesús es el último entre los
últimos, pues en aquella casa, a los ojos del mundo, José es el jefe, mientras
María y, sobre todo, Jesús se pierden en la sombra. «¡Verdaderamente, tú eres
el Rey escondido, el Dios Salvador de Israel!» Me apropio estas palabras de
Isaías. Las repetiré con el sacerdote en la misa. Verdaderamente, yo tengo que
desaparecer para salvar al mundo. Jesús vive ya el Evangelio que para mí
predicará: Si el grano de trigo no cae en la tierra, no muere, no produce
fruto…
Y les estaba sujeto. Es decir,
desaparecería en obediencia. Un niño, un joven más en el pueblo, sujeto a sus
padres… a lo largo de treinta años. (…) Y Jesús obedecía, en todo, en todos,
siempre. Y lo hacía con prontitud, alegría, diligencia y, sobre todo, con amor,
pensando en mí.
Hijo del carpintero. Es decir,
trabajaba. Tercera frase del Evangelio que nos repita María. Desaparecía
trabajando. Es el artesano, el Hijo de María, dirán de Él los nazarenos años
adelante. Y desaparece en el trabajo más humilde. No es el intelectual, el
pensador, el filósofo, el artista… Es el obrero manual que encallece sus manos
manejando los útiles del carpintero vulgar… A su imitación, María trabaja
también. No está inmóvil metida en una hornacina. No es la graciosa hilandera
en que se complacen los artistas. Es la madre de familia que, sin ayuda de
nadie, se ocupa en las faenas domésticas. ¡Cómo desaparece en el trabajo en
unión con José, salvando almas, mereciéndonos las gracias para eso que tanto
nos cuesta: trabajar!
Leyendo estas palabras del P. Morales es
fácil entrar en oración. No necesitamos nada más.
Y si nos distraemos en la oración
recitemos muy despacio el Avemaría y pidamos ayuda a nuestra Madre que estará
encantada de ponernos junto a Jesús.
¡Feliz Navidad!