“Venid a Mí todos los que estáis cansados
y agobiados, y Yo os aliviaré”
Comenzamos hoy la oración con el eco aún
de la fiesta de la Inmaculada y uniéndonos a nuestros hermanos de América y
Filipinas que celebran a su patrona la Virgen de Guadalupe. María acogió con fe
y amor al Verbo de Dios. Y nosotros ahora preparamos nuestro corazón para el
encuentro de oración que es pensar en Jesús amándole (Carlos
de Foucauld). Además, nos podemos ayudar con algunas de las invocaciones
preferidas del P. Morales para este tiempo de Adviento: “¡Santa María del
Adviento, contigo quiero vivir con intensidad creciente esta expectativa
anhelante! ¡Corazón Inmaculado de María, prepara en nuestros corazones los
caminos del Señor! ¡Dios te salve, María… llena de gracia…!
El Evangelio del día nos narra uno de
los versículos más consoladores de toda la Biblia. “En aquel tiempo
exclamó Jesús… Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os
aliviaré” (Mt 11,28). ¡Qué consolador y qué actual es este Evangelio!
Porque creo que más que nunca el hombre de hoy siente el trabajo, la familia,
las relaciones sociales e incluso su propia existencia como un peso y una
tensión. ¿Quién no se siente estresado hoy día? Desde hace algún tiempo escucho
cada vez más decir a mis alumnos que se sienten muy estresados. Además, para
los que somos creyentes podemos sentir el peso aún mayor de nuestras miserias y
pecados. Si nos pasa todo esto, no nos desanimemos porque tenemos a quién
acudir. Escuchemos a Jesús y acudamos a Él. Jesús quiere cargar con nosotros,
con nuestras culpas y pecados y llevarlos sobre sus hombros como el mejor de
los Amigos.
Abelardo nos hablaba mucho de este
pasaje en charlas y meditaciones. Y escribió páginas bellísimas sobre el amor
de Jesús, algunas de ellas se han recopilado en el folleto “Cor Jesu”,
meditaciones para el mes de junio. A continuación, extraigo algunos párrafos
del folleto que están inspirados en el libro “Un llamamiento al Amor” que
recoge las revelaciones privadas que el Corazón de Jesús dictó a sor María
Josefa Menéndez y que nos pueden ayudar:
“Son muchísimos los que aspiran a la
perfección y desearían ser santos. Pero el peso de sus miserias los tiene
detenidos. Fallan en la confianza.
¿Tus pecados? ¡Yo los borro!… ¿Tus
miserias? ¡Yo las consumo!…
Cuanto mayor sea tu miseria, más te
levantará mi poder. Te enriqueceré con mis dones. Si me eres fiel tendré en tu
alma una morada donde guarecerme cuando las almas me arrojen de sí por el
pecado. Yo descansaré en ti y tú hallarás en mí la vida.
Si tú eres un abismo de miseria, Yo soy
un abismo de bondad y misericordia. Todo lo que necesites, ven a
buscarlo en mi Corazón, incluso lo que Yo te pido. Ten confianza y amor.
Terminemos la oración ofreciéndonos a
Jesús que es el abrazo de consuelo que el Padre regala a la humanidad.
Seamos también nosotros otro Cristo. Que abracemos consolando a todos,
especialmente a los más necesitados de su misericordia. Tengamos especial
cuidado de que los que nos traten se sientan acogidos, escuchados y en la
medida de lo posible atendidos. El Corazón de Cristo quiere valerse de ti y de
mí, de cada uno de nosotros para abrazar al mundo, para consolar a la
humanidad.