1/12/2020, martes de la I semana de Adviento

Lectura del libro de Isaías (11, 1-10)

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor. Lo inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará de oídas; juzgará a los pobres con justicia, sentenciará con rectitud a los sencillos de la tierra; pero golpeará al violento con la vara de su boca, y con el soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia será ceñidor de sus caderas, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, el leopardo se tumbará con el cabrito, el ternero y el león pacerán juntos: un muchacho será su pastor. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león como el buey comerá paja. El niño de pecho retoza junto al escondrijo de la serpiente, y el recién destetado extiende la mano hacia la madriguera del áspid. Nadie causará daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país del conocimiento del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé será elevada como enseña de los pueblos: se volverán hacia ella las naciones y será gloriosa su morada.

Salmo responsorial (Sal 71, 1-2, 7-8. 12-13. 17)
R. En sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. 
R.

En sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. 
R.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. 
R.

Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol:
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 21-24)

En aquella hora Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».

1 diciembre 2020, martes de la I semana de Adviento – Puntos de oración

Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración.

Hoy martes de la primera semana de adviento os propongo dos ideas para el rato de oración, que se pueden extraer del evangelio de hoy.

La primera, es la figura de Dios padre. El evangelio nos presenta cómo Jesús describe algunos rasgos de la figura del Padre. Dios Padre recibe palabras de agradecimiento de su Hijo, que lo conoce mejor que nadie. Y un Dios padre, que se muestra a su manera, a los pequeños. Este nuestro Dios Padre, aunque a veces tengamos otras imágenes de Él. Un Padre agradecido y cercano, que busca y cuida a los pequeños. En este rato revisa tú imagen de Dios padre, en tu vida. ¿Lo veo realmente como un padre? ¿Tengo confianza de hijo con Él para agradecerle o para pedirle de corazón?

La segunda, es la fortuna que tenemos de vivir un adviento más. En el evangelio Jesús exclama: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!”  En esta etapa del adviento, nos estamos preparando para celebrar el nacimiento de Jesús, para ver, con los ojos de la fe, el misterio de la Navidad. Jesús, nos recuerda el gran regalo y privilegio que tenemos ante nosotros y que por tanto debemos cuidar y preparar bien estas semanas que tenemos por delante. Lo más importante es ver que Jesús quiere venir a mi vida el día de Navidad, porque hay mucha gente que no lo ve. ¿Estoy preparado y me siento afortunado de tener la oportunidad de prepararme y vivir realmente la Navidad? ¿Pido y pienso en tantos, cercanos, que no ven este tesoro que tienen delante?

Y para terminar este momento de oración, os invito como siempre ha compartir unos minutos finales de coloquio con nuestra madre la Virgen. Simplemente compartir con ella cómo ha ido la oración de manera natural y sencilla, en estos días de preparación y espera para la Navidad.

30/11/2020, san Andrés, apóstol

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10, 9-18)

Hermanos: Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación. Pues dice la Escritura: «Nadie que crea en él quedará confundido». En efecto, no hay distinción entre judío y griego; porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; y ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?; y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!». Pero no todos han prestado oído al Evangelio. Pues Isaías afirma: «Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y viene a través de la palabra de Cristo. Pero digo yo: «¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».

Salmo responsorial (Sal 18, 2-3. 4-5)
R. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 18-22)

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

30 noviembre 2020, san Andrés, apóstol – Puntos de oración

En el evangelio de hoy, Mateo nos presenta el inicio del seguimiento a Jesús, que comienza con un encuentro y en un lugar concreto. En ese encuentro se puede captar nítidamente, el llamado que “alguien” hace y la libertad de seguirlo por aquel que lo ha oído. No puede haber seguimiento de Jesús si no existe este espacio de intimidad, reconocimiento de su mensaje y descubrir que es el mismo, el que nos busca primero.

Mateo, cuenta la vocación de los primeros discípulos de forma escueta y directa. La sitúa en el lugar donde realizan su trabajo de cada día, allí Jesús les propone algo “casi” incomprensible. Estos hombres que conocen bien la faena que realizan a diario, saben todo de pesca y como hacerla, y he aquí que este hombre llamado Jesús les pide que abandonen todo, para ser “pescadores de hombres”. Cada vez que leo este pasaje no dejo de preguntarme: ¿Qué entenderían estos hombres?

Mateo no nos explica nada, quizás por eso tiene tanta fuerza y viveza, que después de tantos siglos e innumerables reflexiones teológicas, desprende tanto cuestionamiento a nuestra vida cristiana al mismo tiempo que sostiene nuestra fe de cada día.

Quizás nos gustaría percibir alguna duda, miedos, pedir explicaciones, ciertas reticencias en la respuesta, pedir tiempo para discernir…parece que es lo propio del ser humano. Y los Apóstoles fueron seres humanos, limitados, carenciales… Gracias a Dios, los evangelios darán cuenta de todo lo que Jesús tuvo que emplearse para que Andrés y los otros llegasen a ser verdaderos discípulos y predicadores de la Buena Noticia que ellos mismos descubrieron en el camino, junto a Jesús.

Ojalá que estos verbos de Mateo resuenen hoy en nuestra oración y corazón: “Vio a dos hermanos… les dice: Venid conmigo…ellos al instante, dejando todo, le siguieron”.

Decisión valiente, hoy muy necesaria, para nuestra vida, para nuestro mundo, para Dios. Él sigue siendo “el fiel”, el compasivo, el Dios hecho humano en nuestra propia tierra. Pidámosle por esta sociedad, atravesada por tanto sufrimiento y desesperanza.

29/11/2020, domingo I de Adviento (Ciclo B)

Lectura del libro de Isaías (63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «nuestro Liberador». ¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos, y endureces nuestro corazón para que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! En tu presencia se estremecerían las montañas. «Descendiste, y las montañas se estremecieron». Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él. Sales al encuentro del quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado, y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados. Todos éramos impuros, nuestra justicia era un vestido manchado; todos nos marchitábamos como hojas, nuestras culpas nos arrebataban como el viento. Nadie invocaba tu nombre nadie salía del letargo para adherirse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano.

Salmo responsorial (Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19)
R. Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece.
Despierta tu poder y ven a salvarnos. 
R.

Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó, y al hijo del hombre que tú has fortalecido. 
R.

Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre. 
R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,3-9)

Hermanos: A vosotros, gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que se os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

28 noviembre 2020, domingo I de Adviento (Ciclo B) – Puntos de oración

Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.

¡Por fin! ¡Llegaron estos días! Debemos sentir emoción al comenzar este precioso tiempo litúrgico: Adviento. Más aún en las actuales circunstancias. Hemos vivido, y aún en parte lo seguimos haciendo, momentos muy duros por la pandemia. Situaciones que han probado nuestra fe y que han puesto de manifiesto nuestra fragilidad. Seguramente más de uno ha visto pasar de cerca la muerte, lo cual quizá nos ha permitido también reflexionar sobre las realidades eternas. Ahora nos introducimos en un tiempo de gracia… la Encarnación de Dios nos llena de esperanza y alegría. Vemos hecha realidad las palabras de Isaías en la primera lectura: “¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!”.

El tiempo de Adviento nos permite meditar sobre este Misterio inaudito, locura de amor, Dios se anonada y se hace igual a su criatura… meternos de lleno en esta realidad nos permite contemplar toda situación de sufrimiento con esperanza, incluso la pandemia… El Misterio de la Encarnación da sentido a todo, porque “Dios nos llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!”.

Vivamos con ilusión estas cuatro semanas previas a celebrar el nacimiento del Señor, que se note en nuestras casas, a través de símbolos visibles como la corona de adviento, el Belén y el árbol, sin olvidar los detalles de amor al prójimo, sobre todo con los que vivimos. Me parece que es la mejor forma de vigilar, como nos dice el Señor en el Evangelio. Quizá nos hemos quedado dormidos por todo lo vivido durante el confinamiento, es probable que hayamos perdido el entusiasmo… es momento de volver a empezar, un nuevo año ha comenzado, que nos llenemos de confianza y digamos con el salmista “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” y más adelante “Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti; danos vida, para que invoquemos tu nombre”. Pidámosle a la Virgen nos acompañe y guíe, y nos ponga con Jesús Niño.

28/11/2020, sábado de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (22, 1-7)

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, un río de agua viva, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre su frente. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios iluminará y reinarán por los siglos de los siglos. Y me dijo: -«Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que suceder pronto. Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras proféticas de este libro».

Salmo responsorial (Sal 94, 1-2. 3-5. 6-7)
R. Maranathá. ¡Ven, Señor Jesús!

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. 
R.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. 
R.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 34-36)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

28 noviembre 2020, sábado de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Las lecturas de hoy son el pórtico al adviento que iniciaremos enseguida. Desde esta clave se entiende mejor la propuesta de S. Juan, con sus poderosas imágenes, el Salmo con una petición entrañable y las advertencias de Jesús en el evangelio.

En efecto, las imágenes del río con agua de vida brotando del trono de Dios que favorece el crecimiento de un árbol de vida, ¿Qué nos están sugiriendo? En mi caso las aplico a la Eucaristía que se nos regala y es fuente de vida. Porque a Jesús, físicamente no podremos contemplarlo hasta la eternidad. Sin embargo, la Eucaristía, siempre está entre nosotros. Y verán su rostroY ya no habrá más noche… porque el Señor Dios los iluminará. En este sacramento, vivido con frecuencia y cercanía, experimentamos cómo el Señor va aclarando nuestra mirada, primero sobre nuestro interior y luego sobre lo que nos rodea y acontece.

A esto que sabemos y hemos comprobado en alguna ocasión, nos anima S. Juan diciendo, “dichoso eres si guardas estas palabras”. Cierto. El Señor no se hará esperar, porque “mira, yo vengo pronto”.

Para responder a esa invitación, El Salmo 94, nos empuja a mantener una actitud de petición; “Ven, Señor Jesús”. A continuación, nos propone la alabanza, bendición y acción de gracias, porque somos conscientes de que en sus manos está toda la creación (y nosotros como hechura suya). Pero con la humildad suficiente para reconocer que toda alabanza se le debe y que nosotros como pueblo suyo, procuramos honrarle con actitud de respeto y confianza.

Sin duda que Jesús, en el evangelio de Lucas, nos refuerza con su autoridad tanto lo que Juan (Ap. 22,1-7), como el Salmo 94, nos vienen proponiendo. Y es que es ¡tan fácil dejarse arrastrar por preocupaciones, problemas y dificultades! Asimismo, a veces, damos cabida a compensaciones afectivas, lúdicas o de diferentes apetitos para justificar la rutina, dureza o pruebas de la vida. Es preciso, nos recomienda el Señor, pedir constantemente para escapar a todo esto y para mantenernos en pie haciendo su voluntad.

Santa María, contigo acudo a la fuente de la vida. Desde tu firmeza orante tomaré fuerzas para mantenerme firme en el servicio. Contigo (y con tus labios), que eres toda humildad, estaré repitiendo durante este adviento ¡Ven, Señor Jesús!

27/11/2020, viernes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (20, 1-4. 11-21, 2)

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Sujetó al dragón, la antigua serpiente. o sea, el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no extravíe a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que ser desatado por un poco de tiempo. Vi unos tronos y se sentaron sobre ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen y no habían recibido su marca en la frente ni en la mano. Éstos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. De su presencia huyeron cielo y tierra, y no dejaron rastro. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar devolvió a sus muertos, Muerte y Abismo devolvieron a sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después, Muerte y Abismo fueron arrojados al lago de fuego -el lago de fuego es la muerte segunda-. Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego. Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo.

Salmo responsorial (Sal 83, 3. 4. 5-6a y 8a)
R. He aquí la morada de Dios entre los hombres.

Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza. Caminan de baluarte en baluarte. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 29-33)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

27 noviembre 2020, viernes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy es el penúltimo día del tiempo ordinario. En dos días estaremos comenzando el adviento. Las lecturas de hoy son enlace entre uno y otro tiempo litúrgico. Son llamada a la vigilancia en la espera, pero también a la esperanza.

Por ello, dispongamos el corazón y elevemos a Dios nuestra alma, rogándole a través de María una vez más que todos nuestros pensamientos y acciones estén rectamente ordenados al servicio y alabanza de su divina majestad.

Y en esa búsqueda sincera de la voluntad de Dios supliquemos que el Espíritu Santo nos ilumine para sacarle partido a unas lecturas a la vez misteriosas y profundas, luminosas y sencillas.

Del libro del Apocalipsis ya vamos por el capítulo 20. Entresaco del texto de hoy unas frases que os propongo ir repitiendo despacio, saboreándolas:

Vi un ángel que bajaba del cielo… Sujetó al dragón y lo encadenópara que no extravíe a las naciones

Vi también las almas de los que no habían adorado a la bestia… Volvieron a la vida y reinaron con Cristo

Todos fueron juzgados según sus obras

Y si alguien no estaba escrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego

Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva… Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo” …

Unidos a los que esperan en Cristo, a nuestros difuntos que ya se han unido a la Jerusalén celeste, nos llenamos de esperanza. Nosotros estamos llamados a la morada de Dios, pero no una morada extraña, sino a esa “morada de Dios entre los hombres”, como nos repite el salmo.

La clave de esa esperanza nos la da también este salmo 83: “Dichoso el que encuentra en ti su fuerza”.

En silencio, desenganchados de todo, atentos sólo a este Señor Jesús que nos espera, nos llama, nos abraza, pidámosle que siga siendo, que sea, nuestra fortaleza. Porque todas las demás fortalezas ya han demostrado que son nada, que acaban diluyéndose, especialmente las que nacen de la confianza en nosotros mismos. Sintamos su presencia cercana, dentro de nosotros mismos, más presente en mí que mi propia intimidad.

Nos llenan de confianza y afirman esta esperanza las palabras del evangelio:

Sabed que está cerca el reino de Dios.

Por eso, terminamos este año litúrgico clamando las palabras finales del Apocalipsis que repetiremos mañana en el salmo: “Ven, Señor Jesús”.

Porque sabemos que él ha venido, viene continuamente a nuestras vidas y vendrá a incorporarnos a la Jerusalén celeste al final de nuestra vida. Confiamos en él, siguiendo los pasos de María, que en medio del silencio y la oscuridad seguía repitiendo esas palabras oídas de labio de su Hijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

26/11/2020, jueves de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (18,1-2.21-23;19,1-3.9a)

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo; con gran autoridad, y la tierra se deslumbró con un resplandor. Y gritó con fuerte voz: «Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro inmundo y abominable». Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la precipitó al mar diciendo: «Así, con este ímpetu será precipitada Babilonia, la gran ciudad, y no quedará rastro de ella. No se escuchará en ti la voz de citaristas ni músicos, de flautas y trompetas. No habrá más en ti artífices de ningún arte; y ya no se escuchará en ti el ruido del molino; ni brillará más en ti la luz de lámpara; ni se escuchará más en ti la voz del novio y de la novia, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones». Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran muchedumbre, que decía: «Aleluya. La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía la tierra con sus fornicaciones, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos». Y por segunda vez dijeron: «Aleluya». Y el humo de su incendio sube por los siglos de los siglos. Y me dijo: «Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”».

Salmo responsorial (Sal 99,2.3.4.5)
R. Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

El Señor es bueno, su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,20-28)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo. “Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por los gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación».

26 noviembre 2020, jueves de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Espíritu Santo…, ven.

Santa María, intercede…

(Breve momento de silencio para entrar en la presencia de Dios, que esperaba ardientemente este encuentro conmigo).

Suenan los cuartos, la Puerta del Sol aparece vacía este año, pero el año termina, las campanadas están a punto de comenzar. Y finalizando un año, y empezando el siguiente, es momento de hacer balance de la propia vida, y recomenzar desde Ti, Señor.

Objetivo de la oración de hoy = tomar conciencia y vivir el momento litúrgico en el que nos encontramos.

·         Pasado domingo (último domingo del año litúrgico) = CRISTO REY: Cristo, alfa y omega de la historia, Eterno Señor de todas las cosas.

o   Leamos y rumiemos la primera lectura de hoy bajo esta clave.

o   El final de los tiempos no está lejos. Ni el de la creación (miles de millones de años son un soplo que pasa en la presencia de Dios) ni el nuestro personal (nuestra vida pasa veloz, pasa…, se acerca el encuentro definitivo con el Señor).

o   Si acabamos este año con la sensación de haber fracasado, de haber vivido dispersos o lejos del Señor, pasar por el corazón el salmo.: El Señor nos hizo y somos suyos… Qué bueno es saber que somos buenos bajo la mirada del Señor… Siendo mirados así, es posible volver a recomenzar siempre. También hoy.

·         Próximo domingo (primer domingo del año litúrgico) = inicio de ADVIENTO:

o   La venida del Salvador, el mío, el nuestro, no el de los otros, el ajeno, el que viene sin yo necesitarlo… ¿Me habla de mi vida la lectura del evangelio de hoy?

o   Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Últimos minutos para alzar la cabeza: recoger lo que ha sucedido en esta oración, qué me ha comunicado el Señor, cómo se me ha mostrado, o quizá dónde me esperaba y yo le he evitado. Reconocer su acción, e identificar mi respuesta.

Dar gracias porque el Salvador viene. Cristo Rey, nace frágil de nuevo en el pesebre de mi vida. No cansarse nunca de estar empezando siempre, es creer que Dios no deja nunca de venir de nuevo siempre.

25/11/2020, miércoles de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (15, 1-4)

Yo, Juan, vi en el cielo otra signo, grande y maravilloso: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se consuma la ira de Dios. Vi una especie de mar de vidrio mezclado con fuego; los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre estaban de pie sobre el mar cristalino; tenían en la mano las citaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas».

Salmo responsorial (Sal 97, 1. 2-3ab. 7-8. 9)
R. Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 12-19)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles, y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán a causa de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

24/11/2020, martes de la XXXIV semana del T. Ordinario – San Andrés Dung-Lac y Cos

Lectura del libro del Apocalipsis (14, 14-19)

Yo, Juan, miré y apareció una nube blanca; y sentado sobre la nube alguien como un Hijo de hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Salió otro ángel del santuario clamando con gran voz al que estaba sentado sobre la nube: «Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra». El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedo segada. Otro ángel salió del santuario del cielo, llevando él también una hoz afilada. Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, y le gritó con gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: «Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque los racimos están maduros». El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.

Salmo responsorial (Sal 95, 10. 11-12. 13)
R. Llega el Señor a regir la tierra.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». 
R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. 
R.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 5-11)

En aquel tiempo, como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra caliza y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida». Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

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