Somos templo del Espíritu Santo. Espíritu Santo, ven y constrúyenos,
restáuranos, haznos crecer…
Todas las lecturas de hoy hacen referencia de alguna forma a la
construcción de edificios, en concreto del Templo de Dios, a la preparación de
una morada. Con motivo de la dedicación de la basílica de san Juan de Letrán,
de la que es titular el Papa, se toma esta imagen para la liturgia.
¡Qué de referencias arquitectónicas para rezar hoy! El arquitecto suele
recoger el dominio técnico del ingeniero para que todo se mantenga en pie, y la
sensibilidad del artista para que los lugares donde hemos de habitar sean
humanizadores. ¡Cuánto más si el espacio construido va a albergar a Dios! ¡Con
qué atención y cariño se han construido tantas capillas y catedrales durante
veinte siglos de historia de la Iglesia!
Pues el templo de nuestro cuerpo se debe construir y atender mejor aún.
Porque el templo de Dios es santo y nosotros somos ese templo, como dice san
Pablo.
Y hemos de construir nuestro templo desde los cimientos, y poner las vigas,
y elevar las paredes, y hacer los cerramientos exteriores, y organizar todos
los elementos básicos internos (fontanería, electricidad, comunicaciones,
carpintería, pintura…), y darle el toque artístico final. Y todo eso es nada, y
Jesús podría destruir ese templo si lo que se hace con él no es del agrado de
Dios, si se corrompe ese cuerpo con la idolatría del dinero o del placer o del
poder.
Espíritu de Dios, ayúdame a rezar hoy bajo tu aliento, desde tu perspectiva elevada, con tu ojo de arquitecto. Que me deje construir con los planos que tienes pensados para mí para hacerme muy feliz. Tú sí sabes lo que me conviene. Tú sí sabes los plazos necesarios para llegar al final de mis días con el edificio completo. Restáurame cada vez que se estropee algo de mi casa. Siempre con reformas, siempre con arreglos, siempre con mejoras… No se puede abandonar una casa porque se acaba deteriorando por falta de uso. Que no pare nunca de construirme. Dame sabiduría y fuerza para acabar lo que un día empecé con ilusión: el santo templo de mi vida. Amén.