Señor,
¿Cuántas veces te hago preguntar por mí cada día? ¿Cuántas veces, en un mismo
día, contento por lo que tengo, por lo que tú me has concedido, no me acuerdo
de darte las gracias?
Mi vida, poder
pasar un rato contigo haciendo oración, tener desayuno, comida, casa,
posibilidad de estudiar o trabajar… ¡¡por todo debería volver a darte las
gracias en cada momento!!
Sin ti, soy
tal cual explica San Pablo en la primera lectura: “antes con nuestra insensatez
y obstinación, andábamos por el camino equivocado; éramos esclavos de deseos y
placeres de todo tipo, nos pasábamos la vida haciendo el mal y comidos de
envidia, éramos insoportables y nos odiábamos unos a otros”.
Pero me
regalaste tu Amor Misericordioso, sin yo merecerlo y con el Espíritu Santo que
también me has dado, puedo ser libre y luchar contra esa forma de ser que no me
gusta, no me ayuda y no me deja crecer.
Santa María ayúdame a ser agradecido, como tú, en lo que me gusta y en lo que no entiendo, por ahora. Que recuerde que me ama en todo momento y que dar las gracias, siempre, me ayudará a reconocerlo en cada momento de mi vida.