Al leer la 1ª lectura, ¡cómo no acordarme del musical
sobre san Pablo! Podríamos repasar tantas escenas hoy en la oración.
Yo me quiero poner en la escena, pero sintiéndome hijo
de Dios. Cuánto ha pasado Cristo para que me pueda sentir hijo suyo. Que gozo,
pero entremezclado con dolor. Y a nosotros que nos acercamos a los demás
buscando su amistad, su conversión. ¡Cómo nos cuesta ofrecer pequeñas cosas por
ellos!
Leyendo la primera lectura, mirando a san Pablo
encadenado, me animo a pedir y ofrecer mis pequeños sufrimientos y miserias por
los demás. Me veo muchas veces sin tensión apostólica. Con una gran
mediocridad. Se me va colando la forma de pensar y vivir del mundo. ¡Cuánto
bien me hace contemplar a San Pablo!
Pablo prisionero por Cristo. Pablo que estando en la
prisión, sabe que ya le ha llegado el Reino de Dios. No lo está
esperando, ya lo vive. Para él la vida es Cristo.
La esperanza mesiánica ya se ha cumplido y con creces,
el Reino de Dios está en el mismo Cristo.
Jesús inaugura el Reino y lo perpetua en su Iglesia. La Iglesia lo hace presente mediante los sacramentos. Nosotros a través de nuestras palabras y obras. Que nos ayude este rato de oración a dejar entrar a Cristo en nuestras vidas. Cuanto más le dejemos vivir en nosotros, más llegará su reino a los demás. ¡Qué gozada y que responsabilidad!
