1/2/2014, Sábado de la tercera semana del Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (12,1-7a.10-17)

En aquellos días, el Señor envió a Natán a David. Entró Natán ante el rey y le dijo: «Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su huésped.» David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán: «Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro veces el valor de la cordera.» Natán dijo a David: « ¡Eres tú! Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías, el hitita, y matándolo a él con la espada amonita. Así dice el Señor: "Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz del sol que nos alumbra. Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo Israel, en pleno día."» David respondió a Natán: « ¡He pecado contra el Señor! » Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. Pero, por haber despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá.» Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño, prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa intentaron levantarlo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.

Salmo responsorial (Sal 50,12-13.14-15.16-17)
R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. R.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,35-41)

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? » Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

1 febrero 2014. Sábado de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy es víspera del día de la Presentación del Señor y nuestra oración puede estar iluminada por esta celebración. Jesús en el evangelio de hoy nos exhorta a la fe en medio de la tormenta. Mañana es la fiesta de la luz: Jesús es la luz del mundo. Le fe en Jesús es lo más sólido sobre la que afianzar nuestra vida, ciertamente no sin dificultades interiores y exteriores. David recibe luz por medio del profeta para ver su pecado y es ayudado para reconocerlo y arrepentirse. La fuerte expresión: “tú eres ese hombre” saca al rey de la pasión que le ciega y afronta la realidad entrando en penitencia.

Los apóstoles van siendo educados por Jesús para la misión que han de desempeñar y les propone un fundamente sólido de fe que venza toda desconfianza: “no te importa que nos hundamos?” El signo que Jesús realiza les lleva a crecer en la fe: están ante Aquel por quien fueron hechas todas las cosas y que tiene el dominio sobre ellas; “¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”

Es difícil de comprender este signo; los padres de la Iglesia veían en él el tiempo de la Iglesia en el cual ella como barca frágil se debate entre las tempestades del mundo. El Señor está presente pero no actúa según nuestras expectativas y nos inunda el temor. Pidamos hoy por intercesión de santa María de la luz crecer en la fe y en la confianza para desarrollar la misión que a cada uno nos ha encomendado el Señor.

31/1/2014, Viernes de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (11, 1-4a. 5-10a. 13-17)

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá. David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella. David mandó preguntar por la mujer, y le dijeron: -«Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita.» David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: -«Estoy encinta. » Entonces David mandó esta orden a Joab: -«Mándame a Urías, el hitita.» Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra. Luego le dijo: -«Anda a casa a lavarte los pies.» Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa. Avisaron a David que Urías no habla ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: «Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera.» Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.

Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 5-6a. 6bc-7. 10-11)
R. Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. R.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 26-34)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: -«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: -«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

31 enero 2014. Viernes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

LAS PARÁBOLAS DEL CRECIMIENTO DEL REINO

¡Qué contraste entre los cálculos y los proyectos humanos y los gustos y las maneras de actuar del Señor! A nosotros nos gusta lo espectacular y llamativo, lo extraordinario y aparatoso; al Señor, en cambio, le gusta el ritmo sencillo y silencioso de la naturaleza, el despertar progresivo del amanecer diario, el rumor del viento que no sabes de dónde viene ni a donde va.

Esta pedagogía del silencio y del ocultamiento confiado la enseñó Jesús con su propia vida, encerrada durante 30 años en el vivir ordinario de los hombres comunes, así también lo hizo con su Madre, la Virgen, y con su padre, San José. Es la lección de la vida oculta en Nazaret.

El ocultamiento o anonadamiento de Dios en nuestra vida es un misterio de fe. Jesús nos enseña a vivirlo con esperanza, con confianza ciega en que el Dios todopoderoso sigue actuando siempre, también cuando su obrar parece imperceptible.

¿Por qué este silencio de la acción de Dios, esta falta de brillo exterior, de eficacia contante y sonante? Tal vez a Dios le interesa nuestra entrega confiada, nuestra fidelidad cotidiana, la perseverancia en la pequeñez de lo ordinario. Ante Dios siempre somos pequeños, “unos pobres siervos”, cuya misión es colaborar con la obra de Dios.  Y lo primero es dejarse hacer, permanecer disponibles a la voluntad de Dios, saberse niños en sus manos, de modo que la acción de Dios en nuestra vida y en el mundo pueda realizarse sin intromisiones indebidas de los que se creen justos. En definitiva, es fiel el que permanece pequeño en la presencia del Señor.

Dios nos ama y eso basta. Recordando al pobrecillo de Asís, a San Francisco, cree en el Amor de Dios y se transformará tu corazón. La gran historia del Reino de Dios no parará de crecer en ti y en los demás.

30/1/2014, Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (7, 18-19. 24-29)

Después que Natán habló a David, el rey fue a presentarse ante el Señor y dijo: -«¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar hasta aquí? ¡Y, por si fuera poco para ti, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor! Has establecido a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios. Ahora, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y su familia, cumple tu palabra. Que tu nombre sea siempre famoso. Que digan: "¡El Señor de los ejércitos es Dios de Israel!” Y que la casa de tu siervo David permanezca en tu presencia. Tú, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho a tu siervo esta revelación: "Te edificaré una casa"; por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo. Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.»

Salmo responsorial (Sal 131, 1-2. 3-5. 11. 12. 13-14)
R. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes:
cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob. R.

«No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob.» R.

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractara:
«A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.» R.

«Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.» R.

Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré, porque la deseo.» R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 21-25)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: -«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Les dijo también. -«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

30 enero 2014. Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ayer leía una entrevista a un converso del Islam y comentaba que a los cristianos cuando somos pequeños se nos insiste mucho más en darnos una formación teórica de la fe y de las verdades reveladas que en tener una experiencia de la misma.

Pues quizá lleve razón, de ahí que debamos aprovechar los tiempos que tenemos y el tiempo que nos queda de vida para experimentar el amor que  Dios  nos tiene.

Este tiempo debe ser fundamentalmente el rato de oración que luego se prolongará durante el día. Así todo nuestro ser y quehacer debe ser traspasado por la mirada de la fe. Por eso como dice el Papa, cada uno de nosotros está llamado a hacer suya la mirada y  la opción de amor de Jesús, a entrar en su forma de ser, de pensar y obrar.

Quería proponeros para mañana en la oración, que es experiencia de Dios, algunas ideas que me van acompañando al compás de la lectura de la encíclica del Papa y de algunas de sus homilías. Todas ellas van teniendo como telón de fondo la alegría.

En un tiempo que vivimos en que parece que hay mas penas y tristezas que alegrías, en que algunos no hacen más que decir que esta vida es un valle de lágrimas, el Papa nos propone dejar paso a la alegría. Se une al profeta Isaías que clama en un tiempo de desolación en el que vive: “Festejad… gozad… alegraos...” porque el Señor hará derivar hacia la ciudad santa y sus habitantes un torrente de consolación, un torrente de ternura materna.” Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán”. Como la mamá pone al niño sobre sus rodillas y lo acaricia, así el Señor hará con nosotros y hace con nosotros. Este es el torrente de ternura que nos da tanta consolación. Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.

Esta es la experiencia que os invito a vivir. La experiencia de la consolación. Esta es la buena noticia que a diario recibimos en la oración: que el Señor quiere habitar en nosotros, abrazarnos, cuidarnos, alimentarnos, darnos fuerza, perdonarnos, acompañarnos, levantarnos... Y esto nos llena de alegría y nos hace traspasar las tristezas.

Esto es lo que el Señor dice a María: “Alégrate, desborda de gozo, regocíjate” Y ella experimenta todo esto porque está llena de Él, porque le ha abierto sus puertas, sus entrañas, todo su ser.

Su ser ha sido transformado. Eso nos pasa también a nosotros en la oración y en la eucaristía. Somos transformados en Cristo y eso nos llena de felicidad. Y esta felicidad sobreabunda si le dejamos actuar y renovar todo nuestro ser y actuar.

Dios colma de bienes a los hambrientos. Los colma de gozo y de ternura. Multiplica nuestra alegría y acrecienta el gozo, dirá Isaías.

Y la alegría desborda y estalla. Los habitantes de Sión dan gritos de gozo y se convierten en alegres mensajeros. “Súbete a un monte para clamar con voz poderosa lo que el Señor ha hecho con su pueblo”. Is.

Todo esto lo podemos mañana también recorrer a través de la virgen en su expresión de gozo que es el Magníficat.

Que nuestra vida sea un canto alegre tras experimentar el amor que Dios nos tiene.

29/1/2014, Miércoles de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (7, 4-17)

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: - «Ve y dile a mi siervo David: "Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta hoy, no he habitado en una casa, sino que he viajado de acá para allá en una tienda que me servía de santuario. Y, en todo el tiempo que viajé de acá para allá con los israelitas, ¿encargué acaso a algún juez de Israel, a los que mandé pastorear a mi pueblo Israel, que me construyese una casa de cedro?" Pues bien, di esto a mi siervo David: "Así dice el Señor de los ejércitos: Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mi hijo; si se tuerce, lo corregiré con varas y golpes como suelen los hombres, pero no le retiraré mi lealtad como se la retiré a Saúl, al que aparté de mi presencia. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."» Natán comunicó a David toda la visión y todas estas palabras.

Salmo responsorial (Sal 88, 4-5. 27-28. 29-30)
R. Le mantendré eternamente mi favor.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.» R.

«Él me invocará: "Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora";
y yo lo nombraré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra,» R.

Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable;
le daré una prosperidad perpetua y un trono duradero como el cielo. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 1-20)

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: -«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: -«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen."» Y añadió: -«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»

29 enero 2014. Miércoles de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy, la parábola del Evangelio nos invita a hacer un examen reflexionando sobre en qué punto de entrega a Dios estoy.

Lo primero: ¿he escuchado la voz de Dios? Y si no la hemos escuchado directamente, no significa que no nos esté intentando hablar por medio de situaciones, precursores...

Si la hemos escuchado, ¿hemos dicho sí a las grandes o pequeñas cosas que nos propone reformar en nuestras vidas? Y si hemos aceptado, ¿nos da miedo sus consecuencias? Sigamos avanzando: fuera de nuestra impresión sobre lo que nos propone: ¿confiamos plenamente en su Palabra?

Y si aun habiendo confiado y empezado el camino de la santidad, que en cada uno es diferente e irrepetible, ¿nos vamos alimentando de su sabiduría para estar arraigados en Él y ser constantes? ¿Qué situaciones hacen tambalear mi constancia? ¿Y busco situaciones que me ayuden a la constancia? ¿Cuáles son? ¿Las conozco bien? ¿Dónde las busco?

Y aun con constancia, caigamos en la cuenta de cuánto porcentaje de nuestras intenciones y pensamientos van hacia Dios; ¿hacia dónde va la dirección: hacia Él, o le van quitando protagonismo las diferentes riquezas del mundo? ¿Cómo lograr encajar y encaminar las realidades temporales con la relación íntima con Dios?

Y cuando todas estas preguntas den positivo y me lleven a Dios, veré que la nota más alta del examen no es 10, sino Infinito. ¿Qué cosecha estoy dando: la del 10, la del 30...? ¿Cuánta quiero dar? ¿Qué tengo que hacer para llegar a esa cantidad? ¿Y cuánta quiere Dios que de yo? Preguntémosle, escuchémosle; nos dirá con sus palabras: Siempre más, más y más.

Señor, me rindo ante tu Amor: es tan clara tu Palabra que no tengo más remedio que aceptarla en mi corazón y dejar que crezca en obras de vida eterna. Virgen de Gredos, ayúdanos a no decepcionar a Dios; enséñanos a estar siempre al pie de la cruz para llevarle muchas almas.

28/1/2014, Martes de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (6, 12b-15. 17-19)

En aquellos días, fue David y llevó el arca de Dios desde la casa de Obededom a la Ciudad de David, haciendo fiesta. Cuando los portadores del arca del Señor avanzaron seis pasos, sacrificó un toro y un ternero cebado. E iba danzando ante el Señor con todo entusiasmo, vestido sólo con un roquete de lino. Así iban llevando David y los israelitas el arca del Señor entre vítores y al sonido de las trompetas. Metieron el arca del Señor y la instalaron en su sitio, en el centro de la tienda que David le había preparado. David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión al Señor y, cuando terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en el nombre del Señor de los ejércitos; luego repartió a todos, hombres y mujeres de la multitud israelita, un bollo de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas pasas a cada uno. Después se marcharon todos, cada cual su casa.

Salmo responsorial (Sal 23, 7. 8. 9. 10)
R. ¿Quién es ese Rey de la gloria? Es el Señor en persona.

¡Portones!, alzad los dinteles que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra. R.

¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 31-35)

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: -«Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan.» Les contestó: -«¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y, paseando la mirada por el corro, dijo: -«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»

21 febrero 2014. Martes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración Santo Tomás de Aquino

Este santo nos ayuda a introducirnos en la oración acompañando piedad y letras, ambas cosas son necesarias para una relación fecunda con Jesucristo, como debe ser la oración de cada día.

Santa Teresa de Jesús quería que sus directores fuesen santos y letrados. A mayor conocimiento debe corresponder un amor más grande.

Con esta idea y con la invocación habitual al Espíritu Santo, nos colocamos en actitud de oración, de apertura a la acción de Dios en nuestras almas. Este preámbulo o “calentamiento” inicial es de vital importancia para que transcurra todo el rato de oración en un diálogo amoroso con quien sabemos que nos ama. No tengamos reparo en invertir una buena parte de nuestra oración en estos primeros instantes.

La primera lectura del libro de Samuel nos indica claramente cómo debe estar acompañada nuestra oración y nuestra vida. Lo mismo que David al traer el Arca de la alianza, haciendo fiesta.

La vida cristiana es fiesta, es alegría, es banquete. David ofreció holocaustos y sacrificios y después repartió un bollo de pan, una tajada de carne y un pastel de uvas a cada uno.

¿Cómo podemos atraer hacia el Señor con cara triste, larga, de vinagre? Por eso nuestra oración y todo lo que hacemos ha de estar envuelto en ambiente de fiesta, de alegría, que no es de jolgorio.

La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús….Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium nº 1. Papa Francisco).

Si pasamos a la proclamación del Evangelio de hoy, nos encontramos con una afirmación muy profunda que hace Jesús: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”

Con lo cual nos da la clave para vivir en plenitud el mensaje del Señor, que es cumplir la voluntad de Dios, y esto está directamente ligado a una vida llena de alegría, de plenitud y, si es posible, de entusiasmo.

Como fruto de la oración de este día podemos sacar la conclusión de que tenemos que ser transmisores de la alegría evangélica, para que así se haga atractiva al mundo la voluntad de Dios y se cumpla como un don y no como una carga.

María acogió y vivió esa voluntad de Dios en todo momento. A ella queremos mirar antes de acabar este rato de meditación para que nos acompañe en la feliz tarea de seguir a Cristo y darlo a conocer a los demás.

Que el Señor os colme a cada uno de la verdadera alegría. Amén.

27/1/2014, Lunes de la primera semana del Tiempo Ordinario

Lectura del segundo libro de Samuel (5,1-7.10)

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: «Hueso tuyo y carne tuya somos: ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tu serás el jefe de Israel."» Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel. Tenía treinta años cuando empezó a reinar, y reinó cuarenta años; en Hebrón reinó sobre Judá siete años y medio, y en Jerusalén reinó treinta y tres años sobre Israel y Judá. El rey y sus hombres marcharon sobre Jerusalén, contra los jebuseos que habitaban el país. Los jebuseos dijeron a David: «No entrarás aquí. Te rechazarán los ciegos y los cojos.» Era una manera de decir que David no entraría. Pero David conquistó el alcázar de Sión, o sea, la llamada Ciudad de David. David iba creciendo en poderío, y el Señor de los ejércitos estaba con él.

Salmo responsorial (Sal 88,20.21-22.25-26)
R. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán

Un día hablaste en visión a tus amigos: «He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.» R.

«Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso.» R.

«Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán, por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar, y su derecha hasta el Gran Río.» R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3,22-30)

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre.» Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Lunes de la primera semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

¡Ven, Espíritu Santo, sin ti no hay nada puro en el hombre, pobre de todo bien!

Os propongo que empecemos la oración de hoy rezando muy despacio un Padrenuestro, y, sobre todo la parte final, diciendo con convicción: “Líbranos del mal”. Sí, Padre, líbranos del Maligno, de Belzebú, el padre de la mentira. Como experto mentiroso y embaucador enseña a sus secuaces a utilizar su mismo lenguaje. En este caso son los escribas los que achacan al mismo Jesús que sea él un seguidor de Satanás. ¡Curiosa trampa hacer creer que Jesús está al servicio de Satanás!

Jesús responde con sentido común y con sentido divino. El sentido común es muy importante porque hemos de responder con él la mayor parte de las veces. Deja además una bonita sentencia: una familia dividida no puede subsistir. Qué importante mantener a la familia unida, no necesariamente físicamente, sino principalmente de forma espiritual, moral, con un mismo sentir y querer.

Y responde con sentido divino, con sentido de redención: al que blasfeme contra el Espíritu Santo no le alcanzará el perdón de sus pecados, porque él mismo se habrá cerrado todas las puertas impidiendo a Dios entrar ni con su luz ni con su amor.

Jesucristo ha venido al mundo para salvarlo del Maligno y ha convocado a discípulos para que junto con él expulsen demonios, los de cada hombre y los de la humanidad entera. Nosotros somos discípulos suyos, no hemos de temer a las fuerzas del mal si vamos con tan buen compañero, Cristo, vencedor.

Líbranos, Padre nuestro, del Maligno que nos hace cerrar las puertas a tu amor. Danos humildad y sentido común para “descubrir los engaños del mal caudillo y huir de ellos”. Concédenos la gracia de tu perdón porque creemos en ti y nos abrimos con docilidad a tu Santo Espíritu. Amén.

26/1/2014, Domingo de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro de Isaías (8, 23b-9, 3)

En otro tiempo el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí; ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.

Salmo responsorial (Sal 26, 1. 4. 13-14)
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1, 10-13. 17)

Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Hermanos, me he enterado por los de Cloe que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos, diciendo: «Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo. » ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 12-23)

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: -«País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.» Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: -«Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

26 enero 2014. Domingo de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

  1. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
  2. Petición. Hacemos nuestra la oración colecta de la misa y le pedimos al Señor: “Ayúdanos Señor a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.”
  3. Puntos para orar: Jesús empieza la vida pública y en su primera predicación nos pide la conversión de nuestro corazón: “convertíos porque está cerca el reino de los cielos”. Dios viene a nosotros y nos pide la conversión de nuestro corazón. Él ha dado el primer paso de ese encuentro de amor que quiere con cada hombre. Ahora nos toca a nosotros responderle. Y responderle es cumplir los mandamientos. Ordenar nuestra vida según la voluntad de Dios. Buscar la voluntad de Dios en todas las facetas de mi vida para una vez buscada y hallada, seguirla y cumplirla con fidelidad. Dios es un dios amigo del hombre. Su voluntad es nuestro bien y nuestra felicidad. Una reflexión más: hoy domingo a final de mes, en muchas provincias, los cruzados de Santa María, los militantes y los colaboradores dedicamos el día a hacer un retiro, es decir, a insistir más en la oración, a profundizar en la relación con el Señor, a pedirle fuerzas, a pedir por tantas necesidades propias y ajenas como tenemos. Si acaso no podemos participar en ninguno, el domingo debe de ser un día especialmente dedicado al Señor: buscar la hora más adecuada para participar en la misa y vivirla con calma y solemnidad, dedicar algún rato extra a la oración y a la lectura de algún libro espiritual, especialmente la Palabra de Dios en la Biblia, a fomentar el sano descanso y esparcimiento y las relaciones familiares y con nuestros amigos. El día festivo del domingo está hecho para el hombre, para nuestro bien y de los que nos rodean. Como Jesús en el evangelio, el domingo está para hacer el bien y no el mal, salvar las vidas y no dejarlas morir.
  4. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen y diálogo filial con ella. Pedirle que me acompañe ella durante el día para hacer lo que le agrada a Jesús.
  5. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.
  6. Y un propósito: vivir el resto del domingo en unión festiva con Dios, dedicado a hacer el bien a los que me rodean.

25/1/2014, La Conversión de san Pablo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22, 3-16)

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: -«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: - "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: -"¿Quién eres, Señor?" Me respondió: -"Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: -"¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: “Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer. " Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: - "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: -"El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."»

Salmo responsorial (Sal 116, 1. 2)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 15-18)

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: - «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño, impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

25 febrero 2014. La Conversión de san Pablo – Puntos de oración

Con la fiesta de la Conversión de San Pablo, la Iglesia nos muestra el poder misterioso de la gracia, capaz de transformar los corazones más rebeldes; y nos invita a una confianza sin límites en Jesucristo, hasta exclamar con San Pablo: "Porque para mí la vida es Cristo y morir una ganancia (Filp 1,21). "Resolví no saber otra cosa entre vosotros sino a Jesucristo, y Éste crucificado" (1 Cor 2,2).

Al comenzar la meditación pidamos la ayuda del Espíritu Santo para tener los mismos sentimientos que san Pablo cuando camino de Damasco cayó del caballo y escuchó la voz de Jesús: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hc 22,6)

Ayer, hoy y siempre resuena la voz de Jesús en cada alma. Para Pablo fue una voz de reproche y amor; de compasión e ironía al mismo tiempo. Y es que la voz del Señor tiene un acento misterioso y un atractivo irresistible. Nos habla de un modo más directo en la oración, estemos pues muy atentos, con la mejor de las actitudes, sin prisas.

Pablo caído en el suelo hace la pregunta correcta, ¿Quién eres, Señor? Es la pregunta de todos y de siempre. Nos la podemos hacer de otra manera: ¿Quién es el que se cruza en mi camino y me ciega? Y respondió la voz: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.

Al principio de los tiempos, dijo Dios: “Hágase la luz” Y el mundo se hizo. Dice San Agustín que “transformar un pecador en justo es obra más grande que crear el cielo y la tierra”. En el camino de Damasco cayó un hombre, Saulo y se levantó otro, Pablo, apóstol de Jesucristo. Esto mismo quiere hacer Jesús con cada uno de nosotros si le dejamos. Creo que el mejor momento es el de la oración de cada día. No tengamos miedo a la oración.

A partir de este momento, una nueva vida se apodera de Pablo. Hoy podríamos decir que dejó de ser un cristiano más y empezó a vivir como otro Cristo. “Lo viejo pasó. Mirad, se ha hecho nuevo” (2 Cor 4,6).

Pablo acaba de encontrarse con Cristo, es el acontecimiento de su vida. Ha descubierto de manera vital que Jesús resucitó. ¡Que Cristo vive!, y ¡que vive en él! Esta es la gran novedad del cristianismo: la nueva vida que el Espíritu comunica a las almas por la muerte y resurrección de Cristo. “En esta Vida Nueva, la Vida de Dios Padre para los hombres en Cristo Jesús, está lo radicalmente nuevo que el Evangelio introduce en la historia”.(P. Morales S.J)

La transformación de Pablo fue total, según San Juan Crisóstomo, "El corazón de Pablo es el Corazón de Cristo" Por ello, Pablo se fio de Dios y conquistó el mundo sin utilizar lo que éste asume como imprescindible. Ni la seducción de su persona, ni el prestigio de la ciencia, ni la autoridad de la sabiduría humana, ni el brillo de la elocuencia (cf. 1 Cor 2,1).

Terminemos dando gracias a Dios por medio de la Virgen María, primero por el gran don de Pablo para la iglesia y para el mundo y segundo por todo el bien que cada uno de nosotros hemos recibido. El Señor cuenta contigo y te necesita.

24/1/2014, Viernes de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (24, 3 -21)

En aquellos días, Saúl, con tres mil soldados de todo Israel, marchó en busca de David y su gente, hacia las Peñas de los Rebecos; llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, donde había una cueva, y entró a hacer sus necesidades. David y los suyos estaban en lo más hondo de la cueva, y le dijeron a David sus hombres: «Éste es el día del que te dijo el Señor: "Yo te entrego tu enemigo. Haz con él lo que quieras.”» Pero él les respondió: «¡Dios me libre de hacer eso a mi señor, el ungido del Señor, extender la mano contra él! ¡Es el ungido del Señor!» Y les prohibió enérgicamente echarse contra Saúl; pero él se levantó sin meter ruido y le cortó a Saúl el borde del manto; aunque más tarde le remordió la conciencia por haberle cortado a Saúl el borde del manto. Cuando Saúl salió de la cueva y siguió su camino, David se levantó, salió de la cueva detrás de Saúl y le gritó: «¡Majestad!» Saúl se volvió a ver, y David se postró rostro en tierra, rindiéndole vasallaje. Le dijo: «¿Por qué haces caso a lo que dice la gente, que David anda buscando tu ruina? Mira, lo estás viendo hoy con tus propios ojos: el Señor te habla puesto en mi poder dentro de la cueva; me dijeron que te matará, pero te respeté, y dije que no extendería la mano contra mi señor, porque eres el ungido del Señor. Padre mío, mira en mi mano el borde de tu manto; si te corté el borde del manto y no te maté, ya ves que mis manos no están manchadas de maldad, ni de traición, ni de ofensa contra ti, mientras que tú me acechas para matarme. Que el Señor sea nuestro juez. Y que él me vengue de ti; que mi mano no se alzará contra ti. Como dice el viejo refrán: "La maldad sale de los malos…”, mi mano no se alzará contra ti. ¿Tras de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién vas persiguiendo? ¡A un perro muerto, a una pulga! El Señor sea juez y sentencie nuestro pleito, vea y defienda mi causa, librándome de tu mano.» Cuando David terminó de decir esto a Saúl, Saúl exclamó: «Pero, ¿es ésta tu voz, David, hijo mío?» Luego levantó la voz, llorando, mientras decía a David: «¡Tú eres inocente, y no yo! Porque tú me has pagado con bienes, y yo te he pagado con males; y hoy me has hecho el favor más grande, pues el Señor me entregó a ti, y tú no me mataste. Porque si uno encuentra a su enemigo, ¿lo deja marchar por las buenas? ¡El Señor te pague lo que hoy has hecho conmigo! Ahora, mira, sé que tú serás rey y que el reino de Israel se consolidará en tu mano.»

Salmo responsorial (Sal 56, 2. 3-4. 6 y 11)
R. Misericordia, Dios mío, misericordia.

Misericordia, Dios mío, misericordia, que mi alma se refugia en ti;
me refugio a la sombra de tus alas, mientras pasa la calamidad. R.

Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí:
desde el cielo me enviará la salvación, confundirá a los que ansían matarme,
enviará su gracia y su lealtad. R.

Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria.
Por tu bondad, que es más grande que los cielos; por tu fidelidad, que alcanza a las nubes. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 13-19)

En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges -Los Truenos-, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó.

24 enero 2014. Viernes de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio de este día nos presenta a Jesús llamando a ser apóstoles: Pidamos que no seamos sordos a su llamada, sino prontos para responder a lo que Él quiera hoy de nosotros.

El Papa Francisco resumía en una catequesis de Adviento el misterio de la Encarnación en esta expresión: “¡Dios está con nosotros y Dios se fía aún de nosotros!” (18 de diciembre). El evangelio de la llamada de Jesús a sus Apóstoles nos recuerda esta maravillosa realidad. Jesús es Dios-con-nosotros y nos llama a ser sus compañeros y a llevar la fuerza del evangelio a quienes viven sin alegría y sin esperanza. Se fía de nosotros, quiere que le ayudemos a edificar su Reino en este mundo. Entre los nombres de los Apóstoles, voy a leer entre líneas mi propio nombre, pues Jesús se fía de mí y cuenta conmigo para enviarme a continuar su misión de dar a conocer el amor de Dios.

Un mensaje esencial del evangelio es que el perdón es más fuerte que el odio. Hay muchos corazones muertos por el resentimiento, que necesitan ser liberados por el perdón. El gesto de David con Saúl, al que perdona la vida cuando éste va buscando su muerte, anuncia a Jesús, que desde la cruz perdonará a los que le quitan la vida. Recordamos el dicho del dominico P. Lacordaire: “¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona”.

¡Misericordia, Dios mío, Misericordia! Podemos concluir nuestra oración pidiendo a Dios que tenga misericordia del mundo, de los pecadores, de cada uno de nosotros. Que seamos instrumentos de la misericordia de Dios, después de haberla sentido en nosotros mismos tantas veces: “Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Papa Francisco, Evangelium gaudium 3).

23/1/2014, Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (18, 6-9; 19, 1-7)

Cuando volvieron de la guerra, después de haber matado David al filisteo, las mujeres de todas las poblaciones de Israel salieron a cantar y recibir con bailes al rey Saúl, al son alegre de panderos y sonajas. Y cantaban a coro esta copla: - «Saúl mató a mil, David a diez mil.» A Saúl le sentó mal aquella copla, y comentó enfurecido: - «¡ Diez mil a David, y a mí mil! ¡Ya sólo le falta ser rey! » Y, a partir de aquel día, Saúl le tomó ojeriza a David. Delante de su hijo Jonatán y de sus ministros, Saúl habló de matar a David. Jonatán, hijo de Saúl, quería mucho a David y le avisó: - «Mi padre Saúl te busca para matarte. Estáte atento mañana y escóndete en sitio seguro; yo saldré e iré al lado de mi padre, al campo donde tú estés; le hablaré de ti y, si saco algo en limpio, te lo comunicaré.» Así, pues, Jonatán habló a su padre Saúl en favor de David: - «¡Que el rey no ofenda a su siervo David! Él no te ha ofendido, y lo que él hace es en tu provecho: se jugó la vida cuando mató al filisteo, y el Señor dio a Israel una gran victoria; bien que te alegraste al verlo. ¡No vayas a pecar derramando sangre inocente, matando a David sin motivo!»  Saúl hizo caso a Jonatán y juró: - «¡Vive Dios, no morirá!» Jonatán llamó a David y le contó la conversación; luego lo llevó adonde Saúl, y David siguió en palacio como antes.

Salmo responsorial (Sal 55, 2-3. 9-10. 11-12. 13)
R. En Dios confío y no temo.

Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos, me atacan en masa. R.

Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco, y así sabré que eres mi Dios. R.

En Dios, cuya promesa alabo, en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo; ¿qué podrá hacerme un hombre? R.

Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 7-12)

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: -«Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

16 enero 2014. Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

FESTIVIDAD DE SAN ALFONSO

Nos ponemos en presencia del Señor y pedimos la  ayuda del Santo que celebramos.

Natural de Toledo nació el 667. Lucía, su madre, le pidió a la Virgen tener un hijo y que se lo consagraría  a ella. El Señor la escuchó y le concedió poco después ese niño a quien le pusieron el nombre de Ildefonso, que fue todo un presagio ya que significa dichoso, feliz; todo eso sería Ildefonso. Su tío Eugenio, Obispo de Toledo, lo envía a estudiar a Sevilla para poderse formar. Después de 12 años de estudio bien aprovechados, volvió a Toledo. Su padre quería que tomase parte en la ciudad como hombre influyente y formara una familia. Ildefonso le dijo que Dios tenía otros planes sobre él. Un día huyó de la ciudad y se dirigió a Agali donde ingresó en un Monasterio como monje. Pronto lo nombraron Abad. En este cargo obró maravillas. Les cuesta a los monjes despedirle. Se habían visto gobernados por un padre y maestro. Pierden a un amigo y confidente íntimo. Habían libado de él muchos años néctar delicioso de santidad y sabiduría.

En el 657 muere su tío Eugenio II. Las miradas se fijan en el sobrino. Ciencia, virtud. El Espíritu Santo suscita hombres en todas épocas que tienen la misión de abrir camino para hacerlo andadero a los que vengan detrás. Pretende escalar la cumbre de la unión mística con Dios. Quiere que todos bautizados desarrollen el germen de vida sembrado en ellos por el sacramento de la iniciación cristiana.

Al explicar la confirmación, les recuerda que el bautizado es también sacerdote, “linaje escogido, sacerdocio real” (1 Pe 2,9): Ungido “después del bautismo con agua del crisma y la infusión del Espíritu Santo por la imposición de la manos” se convierte en militante de la fe. Quiere que cada bautizado viva las palabras de San Juan: Tenemos en nosotros la vida Eterna (1 Jn 5,11.13) El camino descubre al cristiano la senda que conduce a la soledad interior, pórtico de la vida mística a la llama Dios a todo bautizado.

La tradición refiere que, concluida su obra, recibe como galardón una casulla que le trae la Virgen e inmortaliza el pincel de Murillo. El 23 de enero del 667 marchaba a contemplar a la Virgen al cielo. Es enterrado en Toledo. En los primeros años de la invasión árabe, sobre el 714, lo trasladan a Zamora por temor a la alcoránica fuerza de los sarracenos. Durante casi 600 años se pierde su memoria del lugar en que lo entierran. Un pastor hacia 1260, lo descubre en tiempos de Alfonso X el Sabio.  En 25 de  mayo de 1946 lo depositan en el camarín del altar mayor de la Iglesia en Zamora que lleva su nombre.

Todos los que sufrían de algo querían tocar a Cristo. ¿Quién está libre de sufrimiento? La lectura puede recordarnos, lo que hicieron con el cuerpo de San Ildefonso los antepasados por  mantenerlo y conservarlo.

El Salmo nos dice en Dios confío y no temo. En Dios pongo mi esperanza y confío en su palabra.

El Papa Francisco nos dice en la Alegría del evangelio. El verdadero cristiano, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Un cristiano que no está convencido, entusiasmado, seguro, enamorado, no convence a nadie. Unidos a Jesús, buscamos lo que El busca, amamos lo que El ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre, vivimos y actuamos “para  alabanza de la gloria de su gracia” (Ef. 1,5)

Como los apóstoles, al cristiano le conviene retirarse con Jesús. ¿Con quién voy a estar mejor? Me pasa a mí como a Jesús. ¿Conoce la gente que soy católico? Hablo con claridad de Jesús. ¿Cómo me cura a mí Jesús? Le trato con alegría, con sencillez.

22/1/2014, Miércoles de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (17, 32-33. 37. 40-51)

En aquellos días, Saúl mandó llamar a David, y éste le dijo: -«Majestad, no os desaniméis. Este servidor tuyo irá a luchar con ese filisteo». Pero Saúl le contestó: -«No podrás acercarte a ese filisteo para luchar con él, porque eres un muchacho, y él es un guerrero desde mozo». David replicó: -«El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de las manos de ese filisteo». Entonces Saúl le dijo: -«Anda con Dios». Agarró la cayada, escogió cinco cantos de arroyo, se los echó al zurrón, empuñó la honda y se acercó al filisteo. Éste, precedido de su escudero, iba avanzando, acercándose a David; lo miró de arriba abajo y lo despreció, porque era un muchacho de buen color y guapo, y le gritó: -«¿Soy yo un perro, para que vengas a mí con un palo?». Luego maldijo a David, invocando a sus dioses, y le dijo: -«Ven acá, y echaré tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo». Pero David le contestó: -«Tú vienes hacia mi armado de espada, lanza y jabalina; yo voy hacia ti en nombre del Señor de los ejércitos, Dios de las huestes de Israel, a las que has desafiado. Hoy te entregará el Señor en mis manos, te venceré, te arrancaré la cabeza de los hombros y echaré tu cadáver y los cadáveres del campamento filisteo a las aves del cielo y a las fieras de la tierra; y todo el mundo reconocerá que hay un Dios en Israel; y todos los aquí reunidos reconocerán que el Señor da la victoria sin necesidad de espadas ni lanzas, porque ésta es una guerra del Señor y él os entregará en nuestro poder». Cuando el filisteo se puso en marcha y se acercaba en dirección de David, éste salió de la formación y corrió velozmente en dirección del filisteo; echó mano al zurrón, sacó una piedra, disparó la honda y le pegó al filisteo en la frente: la piedra se le clavó en la frente, y cayó de bruces en tierra. Así venció David al filisteo, con la honda y una piedra; lo mató de un golpe, sin empuñar espada. David corrió y se paró junto al filisteo, le agarró la espada, la desenvainó y lo remató, cortándole la cabeza.

Salmo responsorial (Sal 143, 1. 2. 9-10)
R. Bendito el Señor, mi Roca.

Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea. R.

Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. R.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti, que das la victoria a los reyes y salvas a David, tu siervo. Defiéndeme de la espada cruel. R.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos (3, 1-6)

En aquel tiempo entró Jesús otra vez en la sinagoga y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: -«Levántate y ponte ahí en medio». Y a ellos les preguntó: -«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?». Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo». Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

22 enero 2014. Miércoles de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

* LA SAGRADA ESCRITURA

San Jerónimo subrayaba la alegría y la importancia de familiarizarse con los textos bíblicos:

«¿No te parece que estás -ya aquí, en la tierra- en el reino de los cielos, cuando se vive entre estos textos, cuando se medita en ellos, cuando no se busca otra cosa?» (Epístola 53, 10).

En realidad, dialogar con Dios, con su Palabra, es en un cierto sentido presencia del Cielo, es decir, presencia de Dios. Acercarse a los textos bíblicos, sobre todo al Nuevo Testamento, es esencial para el creyente, pues «ignorar la Escritura es ignorar a Cristo». Es suya esta famosa frase, citada por el Concilio Vaticano II en la constitución «Dei Verbum» (n. 25).

(Benedicto XVI presenta las enseñanzas de San Jerónimo nov.2007)

* Nos ayudará para nuestra meditación personal, leer y considerar los puntos 149 y 150 de la Exhortación apostólica “Evangelii gaudium” del Papa Francisco,  sobre la personalización de la Palabra:

149. El predicador «debe ser el primero en tener una gran familiaridad personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva». Nos hace bien renovar cada día, cada domingo, nuestro fervor al preparar la homilía, y verificar si en nosotros mismos crece el amor por la Palabra que predicamos. No es bueno olvidar que «en particular, la mayor o menor santidad del ministro influye realmente en el anuncio de la Palabra». Como dice san Pablo, «predicamos no buscando agradar a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones» (1 Ts 2,4). Si está vivo este deseo de escuchar primero nosotros la Palabra que tenemos que predicar, ésta se transmitirá de una manera u otra al Pueblo fiel de Dios: «de la abundancia del corazón habla la boca» (Mt 12,34). Las lecturas del domingo resonarán con todo su esplendor en el corazón del pueblo si primero resonaron así en el corazón del Pastor.

150. Jesús se irritaba frente a esos pretendidos maestros, muy exigentes con los demás, que enseñaban la Palabra de Dios, pero no se dejaban iluminar por ella: «Atan cargas pesadas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo» (Mt 23,4). El Apóstol Santiago exhortaba: «No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que tendremos un juicio más severo» (3,1). Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta. De esta manera, la predicación consistirá en esa actividad tan intensa y fecunda que es «comunicar a otros lo que uno ha contemplado». Por todo esto, antes de preparar concretamente lo que uno va a decir en la predicación, primero tiene que aceptar ser herido por esa Palabra que herirá a los demás, porque es una Palabra viva y eficaz, que como una espada, «penetra hasta la división del alma y el espíritu, articulaciones y médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón» (Hb 4,12). Esto tiene un valor pastoral. También en esta época la gente prefiere escuchar a los testigos: «tiene sed de autenticidad […] Exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmente como si lo estuvieran viendo».

ORACION FINAL:

Dios y Padre de nuestro salvador Jesucristo, que en María, virgen santa y madre diligente, nos has dado la imagen de la Iglesia; envía tu Espíritu en ayuda de nuestra debilidad, para que perseverando en la fe crezcamos en el amor y avancemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

21/1/2014, Martes de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (16, 1-13)

En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: -«¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de Israel? Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he elegido un rey. » Samuel contestó: -«¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me mata.» El Señor le dijo: -«Llevas una novilla y dices que vas a hacer un sacrificio al Señor. Convidas a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que tienes que hacer; me ungirás al que yo te diga.» Samuel hizo lo que le mandó el Señor. Cuando llegó a Belén, los ancianos del pueblo fueron ansiosos a su encuentro: -«¿Vienes en son de paz?» Respondió: -«Si, vengo a hacer un sacrificio al Señor. Purificaos y venid conmigo al sacrificio.» Purificó a Jesé y a sus hijos y los convidó al sacrificio. Cuando llegó, vio a Eliab y pensó: «Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.» Pero el Señor le dijo: -«No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.» Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel; y Samuel le dijo: -«Tampoco a éste lo ha elegido el Señor.» Jesé hizo pasar a Samá; y Samuel le dijo: -«Tampoco a éste lo ha elegido el Señor.»  Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel; y Samuel le dijo: - «Tampoco a éstos los ha elegido el Señor.» Luego preguntó a Jesé: -«¿Se acabaron los muchachos?» Jesé respondió: -«Queda el pequeño, que precisamente está cuidando las ovejas.» Samuel dijo: -«Manda por él, que no nos sentaremos a la mesa mientras no llegue.» Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo. Entonces el Señor dijo a Samuel: -«Anda, úngelo, porque es éste.» Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante. Samuel emprendió la vuelta a Ramá.

Salmo responsorial (Sal 88, 20. 21-22. 27-28)
R. Encontré a David, mi siervo.

Un día hablaste en visión a tus amigos: «He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.» R.

«Encontré a David, mi siervo, y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga valeroso.» R.

«Él me invocará: "Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora";
y yo lo nombraré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra.» R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2, 23-28)

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: -«Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?» Él les respondió: -« ¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.» Y añadió: -«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»

21 enero 2014. Martes de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.

En la primera lectura de este día, procedente del primer libro de Samuel, se nos relata elección y unción, por parte de Dios, del Rey David. Dios mandó a Samuel a Belén para que encontrase al futuro rey de Israel y que lo ungiese en su nombre. Samuel pensó que el futuro rey elegido por Dios tendría buena planta y apariencia física, que es lo que realmente piensan los hombres cuando buscan a un hombre de éxito. Pero Dios no mira como los hombres, no se fija en las apariencias externas o en capacidades aparentemente brillantes; Dios mira al corazón de cada uno y elige al último y más humilde de todos como rey de Israel. Se trata de David, el más pequeño y humilde de sus hermanos, un trabajador, un pastor que cuida de sus ovejas. Pidámosle al Señor que no juzguemos nunca a los hombres por su apariencia sino que seamos capaces de mirar más allá, profundamente, y no quedarnos en la superficie.

En el Evangelio se nos recuerda que el Señor también es Señor del sábado. Esto quiere decir que en cada uno de nuestros días tenemos que hacer que esté presente el Señor. No sólo dejar a Dios que entre en nuestra vida los fines de semana, sábado y domingo, es decir en nuestros días de descanso. Hay que dejar que entre todos los días en nuestro corazón, haciéndole presente en cada una de nuestras acciones y pensamientos, escuchándole y teniéndole en cuenta.

Que la Virgen María, madre nuestra, la más humilde y pequeña nos haga como ella y nos dé sus ojos para mirar más allá a cada uno de nuestros hermanos.

20/1/2014, Lunes de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (15, 16-23)

En aquellos días, Samuel dijo a Saúl: -«Déjame que te cuente lo que el Señor me ha dicho esta noche.» Contestó Saúl: -«Dímelo. » Samuel dijo: «Aunque te creas pequeño, eres la cabeza de las tribus de Israel, porque el Señor te ha nombrado rey de Israel. El Señor te envió a esta campaña con orden de exterminar a esos pecadores amalecitas, combatiendo hasta acabar con ellos. ¿Por qué no has obedecido al Señor? ¿Por qué has echado mano a los despojos, haciendo lo que el Señor reprueba?» Saúl replicó: -«¡Pero si he obedecido al Señor! He hecho la campaña a la que me envió, he traído a Agag, rey de Amalec, y he exterminado a los amalecitas. Si la tropa tomó del botín ovejas y vacas, lo mejor de lo destinado al exterminio, lo hizo para ofrecérselas en sacrificio al Señor, tu Dios, en Guilgal.» Samuel contestó: -«¿Quiere el Señor sacrificios y holocaustos, o quiere que obedezcan al Señor? Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que la grasa de carneros. Pecado de adivinos es la rebeldía, crimen de idolatría es la obstinación. Por haber rechazado al Señor, el Señor te rechaza como rey.»

Salmo responsorial (Sal 49, 8-9. 16bc-17. 21 y 23)
R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

«No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños.» R.

«¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? » R.

«Esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara. El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.» R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2, 18-22)

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: -«Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?» Jesús les contestó: -«¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos.

20 enero 2014. Lunes de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1. Preparación de nuestra alma para el encuentro con Jesús. 

Invocamos al Espíritu Santo, repitiendo pausadamente las oraciones: “Ven Espíritu Santo”, “ven dulce huésped del alma”, “concédenos la gracia de acercarme a entender un poquito que es el Corazón de Jesús”.

Pedimos  ayuda a la Madre: “Madre, tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle,  tu corazón para amarle”.

No nos olvidamos de San José, maestro de oración. Le invocamos: “San José enséñanos a orar, cuida de nuestra perseverancia”.  “Hoy te pido intercedas para concederme la gracia de la humildad, que mi apego al vano honor del mundo, mi crecida soberbia, mis “idolillos” cotidianos, no impidan que Jesús habite en mí y que también sepa trasmitir la Misericordia y la Paternidad de Dios a los que hoy me encuentre más que con  palabras, con la vida”.

2.  Aprovecharnos de nuestra imaginación.

Hoy podemos representarnos a Jesús dejándose tentar por los fariseos y debatiendo con ellos  o podemos representarnos a la Virgen blanca del Hogar y establecer un dialogo con ella, sobre las ideas que nos traen las lecturas,  para ver en que nos afectan y sí debemos ajustar algo en nuestro día a día.

3. Reflexionar con la Madre.

Yo creo que subyace  una idea común en las lecturas: los peligros de la rutina en veteranos seguidores de Dios. Incluyendo entre estos  los “cristianos viejos”, que en los tiempos del Evangelio todavía, lógicamente no se daban.  La rutina nos lleva a un cierto cansancio, una cierta laxitud por donde abrimos la puerta a alguna forma de  mundanidad.

En la primera lectura, aparece Saúl.  Había sido elegido por Dios como rey de Israel.  Dios le había pedido que no tomara el botín de la guerra.  Saúl  cuestiona la voluntad del Señor y quiere revisar las instrucciones del Altísimo, se siente con autoridad para hacerlo,  y decide dar una parte de ese botín como holocausto a Dios y otra parte se la guarda.

Se cree “personita” como diría el padre Morales y esto no resulta agradable a Dios: “¿Por qué te has enamorado del botín, pecando a los ojos del Señor?”. Dios rechaza a Saúl por su obstinación y rebeldía. Ha cometido un  crimen de idolatría,  prefiriendo unas migajas del botín antes que obedecer a Dios.

Apegado desordenadamente a su cargo (mundanidad), acabará creyendo que Dios necesita de él.  El “vano honor del mundo y la crecida soberbia” han ido instalándose en el corazón de Saúl, olvidando que está donde está,  por que Dios le eligió.  Saúl se ha ido entregando a la rutina en el seguimiento de Dios y adormecido por su vanidad, se ha alejado de la realidad: el “hombre es creado”. 

El Señor acabará sustituyéndolo por un humilde pastor, como rey de Israel.   

El salmo de hoy es el 49:

“Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”.

En este párrafo anterior el Señor no puede ser más claro, después en los siguientes aclarara algunas desviaciones del “buen camino”.

“No te reprocho tus sacrificios,
Pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
Ni un cabrito de tus rebaños”.

Hay algo en nosotros que no convence al Señor,   ve nuestros sacrificios pero conoce nuestro corazón y en él hay una mancha que no le gusta.

Tú que “recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos”.

“El que me ofrece acción de gracias,
Ése me honra;”

Dejándote llevar por la rutina, has convertido la religión en un ritualismo y has olvidado la adoración.

En el evangelio, unos que suponemos son fariseos,  le preguntan a Jesús.

“Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?”.

Es cómo sí le dijeran: ¿por qué tus discípulos se saltan la norma?, ¿por qué permites que se relajen?

Jesús les contesta con otra pregunta.” ¿Pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos?”. 

Estos que se acercan a Jesús, reflejan otra costumbre propia del ser humano y habitual en la Iglesia: gastar un exceso de energía en controlar al otro.

El Señor les viene a decir: el ayuno no es un fin. Hay tiempo para el sacrificio y tiempo para la celebración. El padre Morales decía algo así: “la vida no es un viernes santo, ni un domingo de resurrección, es más bien un sábado santo, a caballo entre el dolor y el gozo”.

“Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado…. a vino nuevo, odres nuevos”. Algunos prejuicios de los fariseos van a hacerles difícil entender el mensaje del nuevo testamento, por eso se necesita ser odre nuevo para recibir el vino nuevo.

Otra vez la rutina, les había llevado a querer encerrar a Dios en nuestros esquemas mentales.

Como nos advierte el Papa Francisco a nosotros que vivimos en el siglo XXI, del peligro de trasformar nuestra fe en una ideología. Aquel grupo de judíos había convertido su tradición en un pensamiento cerrado (ideología) y estaban bloqueados para recibir el “nuevo testamento”.

4 -  Hacer examen de la oración y ver qué luz nos ha trasmitido de forma más perceptible el Espíritu Santo.

A modo de quinta semana de Ejercicios, recordar a lo largo de la jornada esta luz, para elevar de vez en cuando, nuestro corazón a Dios.

No marcharnos de la oración sin pedir la gracia de hablar más de la Misericordia de Dios que de los preceptos.  De pedir la gracia de no olvidarnos,  que Dios nos habla de sí mismo como un padre de un hijo prodigo, que todos los días oteaba el horizonte, para ver sí vislumbraba en la lejanía la silueta del hijo que volvía.

19/1/2014, Domingo de la segunda semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Lectura del libro de Isaías (49, 3. 5-6)

El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Salmo responsorial (Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. Sb-9. 10)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. R.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.

Como está escrito en mi libro: «Para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.

Comienzo de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1, 1-3)

Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y Sóstenes, nuestro hermano, escribimos a la Iglesia de Dios en Corinto, a los consagrados por Cristo Jesús, a los santos que él llamó y a todos los demás que en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor de ellos y nuestro. La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sean con vosotros.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1, 29-34)

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Ése es aquel de quien yo dije: "Tras de mi viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.» Y Juan dio testimonio diciendo: -«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.»

19 enero 2014. Domingo de la segunda semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

El Evangelio de hoy nos narra a través de Juan parecida escena a la que el domingo pasado nos presentaba Marcos. Juan el evangelista nos habla de Juan el bautista, el precursor. Le llamamos el precursor porque va delante del Señor anunciando su venida y la conversión, la llegada del Reino que llegará a su plenitud con Jesucristo.

Nos dice el evangelio: “al ver Juan a Jesús que venia hacia él, exclamó: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo….»” La figura del cordero les era familiar a los judíos de entonces pues cada día se mataba en el templo un cordero de un año como ofrenda de purificación. Si cada día se mataba uno era porque ninguno de los anteriores (ni de los siguientes) era suficiente para reparar los pecados del pueblo. Sólo el cordero de Dios, con su sacrificio, sería capaz de perdonar los pecados del mundo. De ahí que Juan, al ver a Jesús acercarse, lanzara una exclamación, porque se le acercaba el esperado durante siglos.

Esa es la condición del bautista, del apóstol, anunciar, encaminar, y dar paso hacia Otro. En los días pasados nos dejó bien claro que él no era el Mesías, sino el que va delante de Él. Y ahora que llega el Mesías, Este no solo se le acerca y pasa a su lado sino que además le adelanta. Como cristianos esa debe ser también nuestra tarea, la de anunciar a Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo, señalando su figura.  El problema es que en ocasiones alcanzamos cierto protagonismo, cierta atención, porque el mensaje que anunciamos llega al corazón del ser humano y entonces nos creemos algo más que sus transmisores. Creemos que somos nosotros los importantes, los que impactamos con nuestro mensaje. Y es un reto y un gesto de humildad ser capaces de desaparecer, de hacernos a un lado, de encaminar a los demás hacia Cristo y no hacia uno mismo, porque es muy agradable sentirse el centro. Nosotros no somos más que un reflejo del único que realmente puede saciar el corazón humano, Cristo.

Juan se presentaba humildemente como la voz que clama en el desierto y decía que tenía que menguar para que Cristo creciera. Pero más humildad todavía expresa la Madre del Mesías que se autoproclamaba, no ya como precursora, sino como la esclava.

Al comienzo de la semana de oración por la unidad de los cristianos aprendamos con humildad a no ser el centro, a no ser los protagonistas, los elegidos, pues muchas veces esta actitud de falta de humildad será causa de división, de recelo y desconfianza entre los que se nos acerquen.

18/1/2014, Sábado de la primera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (9, 1-4. 17-19; 10)

Había un hombre de Loma de Benjamín, llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorá, hijo de Afiaj, benjaminita, de buena posición. Tenía un hijo que se llamaba Saúl, un mozo bien plantado; era el israelita más alto: sobresalía por encima de todos, de los hombros arriba. A su padre Quis se le habían extraviado unas burras; y dijo a su hijo Saúl: -«Llévate a uno de los criados y vete a buscar las burras.» Cruzaron la serranía de Efraín y atravesaron la comarca de Salisá, pero no las encontraron. Atravesaron la comarca de Saalín, y nada. Atravesaron la comarca de Benjamín, y tampoco. Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le avisó: -«Ése es el hombre de quien te hablé; ése regirá a mi pueblo.» Saúl se acercó a Samuel en medio de la entrada y le dijo: -«Haz el favor de decirme dónde está la casa del vidente.» Samuel le respondió: -«Yo soy el vidente. Sube delante de mí al altozano; hoy coméis conmigo, y mañana te dejaré marchar y te diré todo lo que piensas.» Tomó la aceitera, derramó aceite sobre la cabeza de Saúl y lo besó, diciendo: -«El Señor te unge como jefe de su heredad. Tú regirás al pueblo del Señor y lo librarás de la mano de los enemigos que lo rodean.»

Salmo responsorial (Sal 20, 2--3. 4-5. 6-7)
R. Señor, el rey se alegra por tu fuerza.

Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. R.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término. R.

Tu victoria ha engrandecido su fama, lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes, lo colmas de gozo en tu presencia. R.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (2, 13-17)

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -«Sígueme.» Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos: -«¡De modo que come con publicanos y pecadores!» Jesús lo oyó y les dijo: -«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he ven do a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

18 enero 2014. Sábado de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Petición: Señor, alcánzanos un corazón humilde y sencillo, para reconocer nuestros pecados y saber acoger a los que tenemos por pecadores.

Pensamos:

Hoy nos resulta muy fácil ver esta escena del evangelio y criticar a los fariseos… Pero creo que convendría no ir demasiado deprisa y pararse a pensar si nosotros no tenemos demasiado en común con estos críticos de Jesús.

Jesús comía con los pecadores públicos… Eso es lo que escandalizó a los fariseos.

¿Quiénes son los pecadores públicos de hoy en día? Convendría pensarlo un poco en nuestra oración. Seguro que aparecen por nuestro imaginario personas concretas que podemos considerar pecadores claramente: terroristas, prostitutas, los que esclavizan sexualmente a esas chicas, quienes abusan de los menores, quienes trafican con las armas, los que promueven y practican el aborto enriqueciéndose con ese turbio negocio… Podemos seguir poniendo rostros concretos a esos pecadores públicos de hoy en día.

¿Qué diríamos nosotros de un sacerdote o un religioso cuyos predilectos fueran estos pecadores públicos? Que se dejase acariciar y besar por una prostituta, que compartiese mesa y conversación amigable con un terrorista, que fuese a la casa de un rico empresario de clínicas abortistas…

¿Cuántos de nosotros no lo criticaríamos, no comentaríamos que no era, cuando menos, prudente? ¿Cuántos de nosotros no nos apartaríamos?

Oramos:

Hoy en nuestra oración nos acercamos a esa mesa, a ese convite, y contemplamos a Jesús compartir comida con estos pecadores públicos. ¿Qué siento? ¿Qué le digo a Jesús? ¿Qué me dice él a mí?

Y pedimos fuerza en la oración para salir yo también al encuentro de esos pecadores, de los que en mi clase, en mi trabajo veo que están más alejados de Dios… Y me hago el propósito de hablar con ellos, de no juzgarlos, de amarlos con el amor de Cristo. ¿Seré capaz de decirles que Cristo ha venido justo por ellos, que les ama con predilección, que les prefiere a otros muchos que se tienen a sí mismos por justos? ¿Seré capaz de dar aliento y esperanza?

Se lo pido al Señor en la oración.

17/1/2014, Viernes de la primera semana de Tiempo Ordinario

Lectura del primer libro de Samuel (8,4-7.10-22a)

En aquellos días, los ancianos de Israel se reunieron y fueron a entrevistarse con Samuel en Ramá. Le dijeron: «Mira, tú eres ya viejo, y tus hijos no se comportan como tú. Nómbranos un rey que nos gobierne, como se hace en todas las naciones.» A Samuel le disgustó que le pidieran ser gobernados por un rey, y se puso a orar al Señor. El Señor le respondió: «Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, sino a mí; no me quieren por rey.» Samuel comunicó la palabra del Señor a la gente que le pedía un rey: «Éstos son los derechos del rey que os regirá: a vuestros hijos los llevará para enrolarlos en sus destacamentos de carros y caballería, y para que vayan delante de su carroza; los empleará como jefes y oficiales en su ejército, como aradores de sus campos y segadores de su cosecha, como fabricantes de armamento y de pertrechos para sus carros. A vuestras hijas se las llevará como perfumistas, cocineras y reposteras. Vuestros campos, viñas y los mejores olivares os los quitará para dárselos a sus ministros. De vuestro grano y vuestras viñas os exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios y ministros. A vuestros criados y criadas, vuestros mejores burros y bueyes, se los llevará para usarlos en su hacienda. De vuestros rebaños os exigirá diezmos. Y vosotros mismos seréis sus esclavos. Entonces gritaréis contra el rey que os elegisteis, pero Dios no os responderá.» El pueblo no quiso hacer caso a Samuel, e insistió: «No importa. ¡Queremos un rey! Así seremos nosotros como los demás pueblos. Que nuestro rey nos gobierne y salga al frente de nosotros a luchar en la guerra.» Samuel oyó lo que pedía el pueblo y se lo comunicó al Señor. El Señor le respondió: «Hazles caso y nómbrales un rey.»

Salmo responsorial (Sal 88,16-17.18-19)
R. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte, y que avanza a la luz de tu faz, Señor;
tu Nombre es su alegría todo el día y lo ensalza tu justicia. R.

Tú eres el brillo de su poder, de tu bondad nos viene la victoria.
Nuestro escudo está en la mano del Señor nuestro rey, en manos del Santo de Israel. R.

Lectura del santo evangelio según San Marcos (2,1-12)

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico "tus pecados quedan perdonados" o decirle "levántate, coge la camilla y echa a andar"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados...» Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»

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