30 enero 2014. Jueves de la primera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ayer leía una entrevista a un converso del Islam y comentaba que a los cristianos cuando somos pequeños se nos insiste mucho más en darnos una formación teórica de la fe y de las verdades reveladas que en tener una experiencia de la misma.

Pues quizá lleve razón, de ahí que debamos aprovechar los tiempos que tenemos y el tiempo que nos queda de vida para experimentar el amor que  Dios  nos tiene.

Este tiempo debe ser fundamentalmente el rato de oración que luego se prolongará durante el día. Así todo nuestro ser y quehacer debe ser traspasado por la mirada de la fe. Por eso como dice el Papa, cada uno de nosotros está llamado a hacer suya la mirada y  la opción de amor de Jesús, a entrar en su forma de ser, de pensar y obrar.

Quería proponeros para mañana en la oración, que es experiencia de Dios, algunas ideas que me van acompañando al compás de la lectura de la encíclica del Papa y de algunas de sus homilías. Todas ellas van teniendo como telón de fondo la alegría.

En un tiempo que vivimos en que parece que hay mas penas y tristezas que alegrías, en que algunos no hacen más que decir que esta vida es un valle de lágrimas, el Papa nos propone dejar paso a la alegría. Se une al profeta Isaías que clama en un tiempo de desolación en el que vive: “Festejad… gozad… alegraos...” porque el Señor hará derivar hacia la ciudad santa y sus habitantes un torrente de consolación, un torrente de ternura materna.” Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán”. Como la mamá pone al niño sobre sus rodillas y lo acaricia, así el Señor hará con nosotros y hace con nosotros. Este es el torrente de ternura que nos da tanta consolación. Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo.

Esta es la experiencia que os invito a vivir. La experiencia de la consolación. Esta es la buena noticia que a diario recibimos en la oración: que el Señor quiere habitar en nosotros, abrazarnos, cuidarnos, alimentarnos, darnos fuerza, perdonarnos, acompañarnos, levantarnos... Y esto nos llena de alegría y nos hace traspasar las tristezas.

Esto es lo que el Señor dice a María: “Alégrate, desborda de gozo, regocíjate” Y ella experimenta todo esto porque está llena de Él, porque le ha abierto sus puertas, sus entrañas, todo su ser.

Su ser ha sido transformado. Eso nos pasa también a nosotros en la oración y en la eucaristía. Somos transformados en Cristo y eso nos llena de felicidad. Y esta felicidad sobreabunda si le dejamos actuar y renovar todo nuestro ser y actuar.

Dios colma de bienes a los hambrientos. Los colma de gozo y de ternura. Multiplica nuestra alegría y acrecienta el gozo, dirá Isaías.

Y la alegría desborda y estalla. Los habitantes de Sión dan gritos de gozo y se convierten en alegres mensajeros. “Súbete a un monte para clamar con voz poderosa lo que el Señor ha hecho con su pueblo”. Is.

Todo esto lo podemos mañana también recorrer a través de la virgen en su expresión de gozo que es el Magníficat.

Que nuestra vida sea un canto alegre tras experimentar el amor que Dios nos tiene.

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