El evangelio de este día nos presenta a Jesús llamando a ser apóstoles: Pidamos que no seamos sordos a su llamada, sino prontos para responder a lo que Él quiera hoy de nosotros.
El Papa Francisco resumía en una catequesis de Adviento el misterio de la Encarnación en esta expresión: “¡Dios está con nosotros y Dios se fía aún de nosotros!” (18 de diciembre). El evangelio de la llamada de Jesús a sus Apóstoles nos recuerda esta maravillosa realidad. Jesús es Dios-con-nosotros y nos llama a ser sus compañeros y a llevar la fuerza del evangelio a quienes viven sin alegría y sin esperanza. Se fía de nosotros, quiere que le ayudemos a edificar su Reino en este mundo. Entre los nombres de los Apóstoles, voy a leer entre líneas mi propio nombre, pues Jesús se fía de mí y cuenta conmigo para enviarme a continuar su misión de dar a conocer el amor de Dios.
Un mensaje esencial del evangelio es que el perdón es más fuerte que el odio. Hay muchos corazones muertos por el resentimiento, que necesitan ser liberados por el perdón. El gesto de David con Saúl, al que perdona la vida cuando éste va buscando su muerte, anuncia a Jesús, que desde la cruz perdonará a los que le quitan la vida. Recordamos el dicho del dominico P. Lacordaire: “¿Quieres ser feliz un instante? Véngate. ¿Quieres ser feliz toda la vida? Perdona”.
¡Misericordia, Dios mío, Misericordia! Podemos concluir nuestra oración pidiendo a Dios que tenga misericordia del mundo, de los pecadores, de cada uno de nosotros. Que seamos instrumentos de la misericordia de Dios, después de haberla sentido en nosotros mismos tantas veces: “Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (Papa Francisco, Evangelium gaudium 3).