Nos despertaremos este domingo recordando que celebramos litúrgicamente el bautismo del Señor.
Podemos pensar: ¡qué rápida se me ha pasado la Navidad; el Niño de Belén ya se ha hecho un adulto, y yo casi sin enterarme! Está bien, si nos ayuda a reconocer nuestra pobreza, ponernos en presencia de Dios y pedirle que nos ayude a entender un poco del misterio de su presencia entre nosotros.
Necesitamos la luz del Espíritu Santo. Vamos a pedírsela. Él nos hará comprender que seguimos viviendo la Navidad con el Bautismo del Señor. En realidad estas fiestas tratan de celebrar que Dios se ha metido en nuestra vida, se ha hecho uno de nosotros, y se ha manifestado claramente, para que nos enteráramos bien, aunque lo ha hecho a su manera, para que sólo los humildes y sencillos, los pobres y los arrepentidos de su soberbia captaran este mensaje
La primera manifestación: el anuncio de los ángeles a los pastores y la adoración de estos al niño del portal. Lo celebramos el 25 de diciembre.
La segunda, la adoración de los magos, después de seguir la estrella y hacer sobresaltar a Herodes y a todo Jerusalén con él. Lo hemos celebrado el día 6 de enero, la Epifanía (ya sabemos que significa manifestación).
Hoy celebramos la tercera: Jesús es bautizado por Juan, y el mismo Padre celestial habla a través de una voz del cielo: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
Mirar ahora en la oración a Jesús en la imagen del niño, a Jesús escondido en el sagrario, y que resuenen en nuestros oídos esas palabras: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”.
Jesús el predilecto del Padre, el Amado, ha querido compartir con nosotros su vida, y hacernos también a nosotros hijos de Dios. Al repetir esas palabras podemos por tanto, con propiedad, pensar que van dirigidas también a nosotros: somos hijos de Dios, amados del Padre.
El bautismo de Juan era sólo un bautismo de penitencia. Nosotros hemos recibido un bautismo mucho más potente. Un bautismo maravilloso y de una fuerza impresionante.
Dar gracias hoy, muchas gracias, por la inmerecida gracia del bautismo. Que todo el día sea una acción de gracias. Que prolonguemos de esa manera nuestra oración en cada momento de este domingo.
Por el bautismo hemos sido revestidos de Cristo, dice san Pablo, y hemos recibido una misión, a la que nos impulsa de nuevo con fuerza el papa Francisco: predicar el evangelio, con nuestra vida, con nuestra palabra, con nuestro estudio y nuestro trabajo, en la convivencia alegre con los que nos rodean, en el juego y en el deporte, en el esfuerzo y en el silencio de la oración.
Como colofón de este día, en el que recordamos y agradecemos nuestro bautismo, resuene en nuestros oídos estas palabras de san Pablo: “Ahí de mí si no evangelizare”.