La meditación de mañana es de pura contemplación. Te imaginas un rio de poca agua en cuyo margen está Juan, el Bautista, y unos metros más allá un joven pasa de largo. Míralo: el pelo sobre los hombros, aire sencillo. A primera vista es como los demás. Pero no. Tiene un cierto no sé qué. Juan le mira, le reconoce, y no le llama por su nombre sino por su misión: “Ese es el cordero de Dios”. Extraño seudónimo que te permite un buen rato de elucubraciones exegéticas. Si quieres te metes por ese camino. Nosotros seguimos contemplando. Algo más debió decir o insinuar porque Santiago y Juan se van detrás de Él. ¿Tú has ido detrás de Él alguna vez? ¿Qué harías si le vieses pasar en físico delante de ti? Yo debo de ser del gremio de los poco valientes y no recuerdo haberle visto (en figura de otra cosa) y que me haya ido detrás. Con migo ha sido más condescendiente pues me ha buscado de una manera parecida a los de Emaús. No he hecho ningún esfuerzo ni he tenido ninguna ilusión a la que he seguido, sino que Él se me ha acercado y después me he dado cuenta que mi corazón se ha calentado y que era Él.
Pues bien. Te lo imaginas y piensas que vas detrás, caminando más deprisa para atajarle. No sabes que le vas a decir, pero te acercas. Él te ve con el rabillo del ojo y se alegra. Ya te conocía desde antes. No solo se alegra porque vas a engrosar la fila de sus seguidores, sino porque estás a punto de llegar a la puerta de la felicidad. ¡Ojalá no te acobardes y entres!
Sorpresa: se vuelve te sonríe y te mira. ¡Hazle una fotografía que se te quede en la retina de tus ojos y en tu mente! ¿Qué le dices?: Señor, que se me cure la úlcera de estómago, que me toque la lotería, que encuentre trabajo, que mi hijo apruebe las oposiciones… Ellos le dicen: “Enséñanos donde vives, para irnos contigo”
Ves con ellos que te dejan. Luego hablan. Jesús les hace partícipes de su sueño de conquistar todo el mundo pero, conquistarle por dentro, a base de amor. Les cuenta sus métodos, hasta quizás les hable un poco de su muerte. Y les encanta.
Ahora puedes dedicarte a contemplar, o mirar o reflexionar sobre lo que les cuenta de sí, sobre la entrevista al día siguiente de Andrés con su hermano, sobre que es el apostolado: contar a los otros la alegría que llevo dentro… También puedes pensar en cómo puedes ver a Jesús pasar por delante de ti: San Francisco de Asís lo veía en los pordioseros y en los leprosos, San Ignacio en los incultos materiales y espirituales, mi amigo carpintero, en las clientas viejas que quieren un trabajo, pero casi gratis.
Yo voy a acabar con este apunte: Cuando el evangelista estaba escribiendo esto, Jesús sabía que ahora tú ibas a leerlo quería decirte algo a través de estas letras. Te quiere decir…