1/4/2018, Domingo de Resurrección – Misa del día (Ciclo B)


Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (10, 34a. 37-43)
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: - «Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos. Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados.»
Salmo responsorial (Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23)
R. Éste es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. 
R.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor. 
R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. 
R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (3, 1-4)
Hermanos: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia
que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 1-9)
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. » Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

1 abril 2018. Domingo de Resurrección – Misa del día (Ciclo B) – Puntos de oración


En primer lugar, nos ponemos en la presencia del señor vivo y resucitado. Le pedimos al espíritu santo luz para inundarnos de la alegría de la resurrección del Señor.
Cuando miramos directamente al sol, nos deslumbra y tenemos que cerrar los ojos para no cegarnos. Hoy nos puede pasar algo parecido. JESÚS HA RESUCITADO. Ha ocurrido un misterio tan grande que nos supera y podemos caer el error de cerrar los ojos y dejar que pase. Sin embargo, tenemos que mantenerlos abiertos, dejar que nos ciegue este misterio, que nos marque, que deje huella en nosotros y seamos reflejo en él.
Hoy simplemente os propongo que os adentréis en el misterio, que os imaginéis como sería un encuentro con Jesús resucitado. Pensad cómo reaccionaríais, quizá corriendo como Juan y Pedro hacia el sepulcro tal como narra el evangelio de hoy o quizá dudando como Tomás. Sea como sea hoy Jesús ha resucitado y nosotros con él como dice Pablo en la lectura. Tenemos que resucitar con él que hoy empecemos a vivir de nuevo que resucitemos con Jesús y demos ejemplo con nuestra vida.
Por último, acabad con María, la que nunca falla, simplemente imaginadla contagiados de su alegría y tened un pequeño coloquio con ella para terminar la oración.
Feliz Pascua de resurrección.

31/3/2018, Sábado Santo – Vigilia Pascual en la Noche Santa


PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (1, 1. 26-31a)
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo Dios: «Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, y todos los animales que se mueven sobre la tierra». Y dijo Dios: «Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la superficie de la tierra y todos los árboles frutales que engendran semilla: os servirán de alimento. Y la hierba verde servirá de alimento a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra y a todo ser que respira». Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno.
Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22)
R. La misericordia del Señor llena la tierra.
La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. 
R.
La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano. 
R.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. 
R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. 
R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro del Génesis (22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18)
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán. Le dijo: «¡Abrahán!» Él respondió: «Aquí estoy». Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de los montes que yo te indicaré». Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí estoy». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he comprobado que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, a tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. El ángel del Señor llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y le dijo: «Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas las naciones de la tierra se bendecirán con tu descendencia, porque me has escuchado mi voz».
Salmo responsorial (Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11)
R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. 
R.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos
ni dejarás a tu fiel ver la corrupción. 
R.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. 
R.
TERCERA LECTURA
Lectura del libro del Éxodo (14, 15-15, 1)
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: «¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y entren detrás de vosotros, y me cubriré de gloria costa del faraón y de todo su ejército, de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del faraón, de sus carros y de sus jinetes». Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube, que iba delante de ellos, se desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retirarse el mar con un fuerte viento del este que sopló toda la noche; el mar se secó y se dividieron las aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del mar, en lo seco, y las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos, en medio del mar: todos los caballos del faraón, sus carros y sus jinetes. Era ya la vigilia matutina cuando el Señor miró desde la columna de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios y sembró el pánico en el ejército egipcio. Trabó las ruedas de sus carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Los egipcios dijeron: «Huyamos ante Israel, porque el Señor lucha por él contra Egipto». Luego dijo el Señor a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes». Moisés extendió su mano sobre el mar; y al despuntar el día el mar recobró su estado natural, de modo que los egipcios, en su huida, toparon con las aguas. Así precipito el Señor a los egipcios en medio del mar. Las aguas volvieron y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón, que había entrado en el mar. Ni uno solo se salvó. Mas los hijos de Israel pasaron en seco por medio del mar, mientras las aguas hacían de muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor había desplegado contra los egipcios, y temió el pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo. Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:
R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.
Cantaré al Señor, glorioso es su victoria, caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor, Él fue mi salvación.
Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. 
R.
El Señor es un guerrero, su nombre es “El Señor”.
Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. 
R.
Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es magnífica en poder, tu diestra, Señor, tritura al enemigo. 
R.
Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina por siempre jamás. 
R.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 1-7)
Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron romas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: «¿Quién no correrá la piedra de la entrada del sepulcro?». Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y quedaron aterradas. Él les dijo: «No tengáis miedo. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado. No está aquí. Mirad el sitio donde lo pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro: “Él va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como os dijo”».

31 marzo 2018. Sábado Santo – Puntos de oración


Hoy es el día más mariano del año.
Muerto y sepultado Jesús, el Señor, la Iglesia solo existe en María, la discípula creyente y fiel, la mujer de fuerte esperanza. Nos apiñamos en su entorno, como las mujeres dolientes y amantes de Jesús, y aunque apenas entendemos nada del misterio de Jesús, queremos que la actitud, el ejemplo y la intercesión de María nos empujen a vivir de fe y amor.
¿Qué hace María, cómo cree y ora María en estas horas del sábado santo? En realidad, no hace nada: El dolor tan grande, tan imposible de describir, la hubiera matado si no hubiera recibido una asistencia especial de Dios, pero toda su alma y corazón están como anegados en un padecer inimaginable.
¿Qué hace María el sábado santo? Padece con paciencia incansable, acoge el misterio de la voluntad de Dios y con una fe sobrehumana repite: “He aquí la esclava, hágase”.
María cree en la entrega de su hijo hasta el extremo del amor, y sabe que ese Amor y ese Hijo no pueden morir para siempre. María, más allá de toda esperanza, cree en la Resurrección y confía que, como dijo Jesús, “cuando sea levantado en la cruz, atraeré a todos hacia mí”, por tanto espera la Gloria de Jesús y la Salvación de todos.
¿Qué hace María el sábado santo?  Podemos acompañarla “repasando” lo que ha visto y vivido en las últimas 48 horas; porque esa era su costumbre ante los misterios de la vida de su Hijo, desde el nacimiento. Y “reflectir”, reflejar en mi propia persona, lo que le ha ocurrido a Jesús:
-          Cenáculo y lavatorio, Eucaristía y el discípulo recostado en el pecho del Amor,
-          Getsemaní, Dios que llora sangre en soledad y el discípulo hipócrita que besa.
-          “Abandonándole todos, huyeron”
-          Silencio de Jesús y un griterío ensordecedor: ¡Blasfemia, maldito de Dios, reo de muerte!
-          Chasquidos de bofetadas, burlas y soberbia: “Adivina, ¿quién te ha pegado?”
-          Y así, si te ayuda, repasa la Pasión y Muerte de tu Salvador.
 En compañía de María, seguro que obtenemos un gran fruto.

30/3/2018, Viernes Santo


Lectura de la profecía de Isaías (52,13-53,12)
Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos corno ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién se preocupará de su estirpe? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.
Salmo Responsorial (Sal 30, 2.6.12-13.15-16.17.25)
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. 
R.
Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cacharro inútil. 
R.
Pero yo confío en ti, Señor, te digo: «Tú eres mi Dios».
En tu mano están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen. 
R.
Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor. 
R.
Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9)
Hermanos: Ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Hijo de Dios, mantengamos firme la confesión de la fe. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo como nosotros, menos en el pecado. Por eso, comparezcamos confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno. Cristo, en efecto, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presento oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, siendo escuchado por su piedad filial. Y, aun siendo Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que lo obedecen en autor de salvación eterna.
Pasión de Nuestro Señor según san Juan (18,1-19,42)
C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: +. «¿A quién buscáis?» C. Le contestaron: S. «A Jesús, el Nazareno». C.Les dijo Jesús: +. «Yo soy». C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: +. «¿A quién buscáis?» C.Ellos dijeron: S. «A Jesús, el Nazareno». C. Jesús contestó: +. «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: +. «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?» C. La cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada portera dijo entonces a Pedro: S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?» C. Él dijo: S. «No lo soy». C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto: +. «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído de qué les he hablado. Ellos saben lo que yo he dicho». C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?» C. Jesús respondió: +. «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?» C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron: S. «¿No eres tú también de sus discípulos?» C. Él lo negó, diciendo: S. «No lo soy». C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?» C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?» C. Le contestaron: S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos». C. Pilato les dijo: S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley». C. Los judíos le dijeron: S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie». C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. «¿Eres tú el rey de los judíos?» C. Jesús le contestó: +. «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?» C. Pilato replicó: S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?» C. Jesús le contestó: +. «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». C. Pilato le dijo: S. «Entonces, ¿tú eres rey?» C. Jesús le contestó: +. «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz». C. Pilato le dijo: S. «Y, ¿qué es la verdad?» C.Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» C. Volvieron a gritar: S. «A ese no, a Barrabás». C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían: S. «¡Salve, rey de los judíos!» C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa». C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. «He aquí al hombre». C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: S.«¡Crucifícalo, crucifícalo!» C. Pilato les dijo: S. «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él». C. Los judíos le contestaron: S. «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha hecho Hijo de Dios». C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más. Entró otra vez en el pretorio y dijo a Jesús: S.«¿De dónde eres tú?» C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?» C.Jesús le contestó: +. «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor». C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se hace rey está contra el César». C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y se sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. «He aquí a vuestro rey». C. Ellos gritaron: S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!» C. Pilato les dijo: S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?» C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. «No tenemos más rey que al César». C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos». Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: S. «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos”». C. Pilato les contestó: S. «Lo escrito, escrito está». C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron: S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca». C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: +. «Mujer, ahí tienes a tu hijo». C. Luego, dijo al discípulo: +. «Ahí tienes a tu madre». C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: +. «Tengo sed». C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: +. «Está cumplido» C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Todos se arrodillan, y se hace una pausa) C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran, Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron». Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nícodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

30 marzo 2018. Viernes Santo – Puntos de oración


La oración del Viernes Santo es la oración a los pies de Jesús crucificado. Me quedo contemplando a Jesús en la Cruz, mirándolo con mucha devoción, como lo hizo María. Y hablo con Él y con Ella, según lo que mi corazón me sugiera.
El mismo S. Ignacio nos indica cuál es el fruto que debo pedir en esta oración: “...pedir lo que quiero, lo apropiado en la Pasión: dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí” [EE. 203].
Lo único que hay que hacer hoy es estar junto a la Virgen a los pies de Jesús. Y dejar que se nos llene el corazón de pena, de amor y de gratitud hacia Jesús por “amarme hasta el extremo”.
Si quieres entreteje unos textos de las Escrituras o una poesía por si te ayudan:
“Fue tratado como culpable a causa de nuestras rebeldías y aplastado por nuestros pecados. Él soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados”.  (Isaías 53, 5).
“Se negó a sí mismo hasta la muerte, y fue contado entre los pecadores, cuando en realidad llevaba sobre sí los pecados de muchos, e intercedía por los pecadores”.  (Isaías 53, 12).
“Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor”.  (1 Juan 4, 10).
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
porque tú no me juzgas, no me rechazas, ni me exiges nada...
Sólo me esperas a la puerta, para que cuando regrese,
siempre la encuentre abierta...
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
porque sólo el que ama y recibe al otro,
perdona de verdad...
y tú me aceptas y me quieres tal como soy...
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
y en ella sana la herida de mi alma...
porque tus ojos cicatrizan las huellas de mis culpas y debilidades...
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...,
porque te colocas junto a mí,
junto a mis heridas, junto a mi dolor...
Jesús, sólo en tu mirada encuentro amor, compasión,
calor que quema y apaga mi culpa y mi dolor…
Jesús, sólo en tu mirada encuentro perdón...
palabra de aliento...,
caricia de brisa suave...,
abrazo de comprensión...
Jesús, tu mirada me libera
del peso de mi culpabilidad...,
de la condena de mis faltas...,
del rechazo de mis maldades...
Jesús, tu mirada me purifica
y tu corazón me santifica y me sana...
Jesús, sólo en tu mirada encuentro el perdón...
(M. J. Fernández)
Poniéndome en la presencia de Jesús Crucificado termino también la oración, según la recomendación que nos hace S. Ignacio, teniendo un coloquio con Él. Me imagino y me pregunto:
- Ante Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz:
… cómo de creador ha venido a hacerse hombre,
… y de vida eterna a muerte temporal,
… y hasta a morir por mis pecados.
- Otro tanto mirándome a mí mismo, me pregunto:
… lo que he hecho por Cristo,
… lo que hago por Cristo,
… y lo que debo hacer por Cristo.
Y así, viéndole crucificado y colgado en la cruz, le expreso lo que espontáneamente siento y quiero decirle [EE. 53].

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