24 marzo 2018. Sábado de la V semana de Cuaresma – Puntos de oración


Tras la entrañable fiesta del Viernes de Dolores en que recordamos a la Madre Dolorosa, le pedimos que nos dé sus ojos, sus oídos, su corazón para entrar en el santuario del año, la Semana Santa, puesto que mañana, Domingo de Ramos, la comenzamos. Este sábado, día de Santa María, es una invitación para pedirle que nos ponga con su Hijo, para escuchar de sus labios: “Madre, ahí tienes a tu hijo”.
1.   Libro de Ezequiel 37,21-28.
Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios… Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo
El profeta Ezequiel nos acerca a Dios que quiere salvarnos purificándonos de la apostasía y la traición, estableciendo una alianza eterna de paz, plantando su casa junto a nosotros.
2.   Libro de Jeremías 31,10.11-12ab.13.
El que dispersó a Israel lo reunirá, y lo cuidará como un pastor a su rebaño.
El salmo nos concreta su acción de “buen pastor”. Frente a la dispersión, al caos, al follón, Él nos une en familia de paz y gozo.
3. Evangelio según San Juan 11,45-56.
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él. Pero otros fueron a ver a los fariseos y les contaron lo que Jesús había hecho… A partir de ese día, resolvieron que debían matar a Jesús. 
San Juan nos narra el preciso momento en que los judíos deciden matar a Jesús, el Dios de la Vida. Me nace el cortar el relato y acompañar a Jesús, a su Madre; quería culminar con una jaculatoria o breve oración, pero al volver a recitar el STABAT MATER no puedo por menos que compartirlo para hacerlo oración y vida.
La madre piadosa estaba
junto a la Cruz y lloraba,
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
Oh, cuán triste y afligida
se vio la Madre escogida,
de tantos tormentos llena.
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
Y ¿cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
piadosa Madre, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo
vio Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre;
Vió morir al Hijo amado,
que rindió, desamparado,
el espíritu a su Padre.
Oh Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.
Y porque a amarte me anime
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de su pena mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la Cruz, donde le veo
tu corazón compasivo.
Virgen de vírgenes santas,
llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea.
Porque tu pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su Cruz me enamore;
y que en ella viva y more,
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

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