13 marzo 2018. Martes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración


1.    Oración preparatoria: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en la presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios (EE 46): “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.”
2.    Petición. Pedimos por las intenciones del Papa Francisco en este mes de marzo: Formación en el discernimiento espiritual. Muy de nuestro carisma. Señor, haznos fieles discípulos de San Ignacio de Loyola para que sirvamos a nuestros hermanos buscando en nuestras vidas y ayudando a buscar en las de los demás la voluntad de Dios en todo lo que hacemos. Danos Señor la luz para discernir tu voluntad en nuestra vida y la fuerza de voluntad para llevarla a cabo y aceptarla en todo lo que hacemos y nos sucede, como hemos pedido en la oración preparatoria.
3.    Puntos para orar: la profecía de Daniel nos muestra un torrente que sale del santuario y que sanea y purifica y llena de vida todos los sitios por los que pasa. Es el agua pura de la misericordia amorosa de Dios. Es su voluntad de bien para todos los hombres. Esta agua es la fuerza del Espíritu Santo que aletea sobre las aguas salobres de nuestro mundo y quiere llenarlas de vida para que produzcan en nuestras vidas frutos comestibles y hojas que nos curen de las enfermedades. Es un torrente que no podemos vadear y que no sufre restricciones ni sequías. Y la profecía parece que nos invita a utilizar esa agua para llevarla allí donde está el suelo y el agua llena de la sal de nuestro pecado que esteriliza nuestras obras. Y me parece una bella imagen de lo que tiene que ser la vida de un cristiano y que nos decía Abelardo: ser acequias que lleven el agua de la vida divina a nuestros ambientes. Como el agua que fluye mansa, casi sin notarse, sin hacer ruido. Con nuestra vida sencilla ofrecida, entre nuestros hermanos, en los ambientes donde la providencia de Dios nos ha puesto. Buscando y hallando su voluntad que es esa agua que todo lo sanea y que sacia la sed de nuestros deseos más íntimos.
El evangelio de hoy nos ofrece la escena de la curación del paralítico al lado de la piscina de Betesda. En la escena aparece la pregunta de Jesús: “¿Quieres quedar sano?” El enfermo no se da cuenta a quién tiene al lado y no le pide nada. Solamente le expone su situación, sin que aparezca ni su fe ni una petición explicita. Solo notamos su deseo, que ve poco realizable de ser curado y las dificultades que ve para conseguirlo. Y Jesús parece que le cura sin ninguna petición por parte del enfermo y sin ninguna intercesión de nadie. Pura voluntad de Dios que quiere nuestro bien y actúa cómo y cuándo quiere para conseguirlo. Y después que el paralítico se ha ido con su camilla y ha tenido que aguantar la reprimenda de los fariseos, Jesús que le encuentra y que le pide, parece que le ruega al recién curado, cuando lo vuelve a encontrar en el templo: “Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.” Este hombre era, seguramente, bastante mayor y había  estado treinta y ocho años paralítico sin poder moverse. ¿Qué pecados llevaría en su conciencia? No sabemos pero Jesús conoce su corazón y sabe las consecuencias del pecado en su vida y le pide, parece que le ruega que se convierta. Eso es lo que más le conviene y lo que desea Jesús de él. Y eso es lo que también nos pide a nosotros. “No peques más.” Y no es que nos amenace con ningún castigo. En quedarnos paralizados por nuestros pecados está el peor mal. Jesús nos advierte que el pecado es lo peor que nos puede pasar y sería la peor parálisis en la que podemos caer por nuestra culpa y de la que solo nos puede levantar él. Toda una escena para leerla despacio y considerarla en nuestra oración. Y oír una y otra vez a  Jesús que nos dice a nosotros: “Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor.”
4.    Unos minutos antes del final de la oración: Diálogo con la Virgen. Avemaría o Salve.
5.    Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al preparar o al hacer la oración, pedir perdón y proponerme algo concreto para enmendarlo.

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