¿Es que puede una madre olvidarse de
su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Nuestro Dios, según el profeta Isaías, y según
Jesucristo, es más que una madre, y no solo no se olvida de su criatura, sino
que es la mejor Madre y el mejor Padre posible. El salmista se encarga hoy de
describirnos a este Dios en 12 rasgos impresionantes:
- Es clemente
- Es misericordioso
- Es lento a la ira
- Es rico en piedad
- Es bueno con todos
- Es cariñoso
- Es fiel a sus palabras
- Es bondadoso en sus acciones
- Sostiene a los que se van a caer
- Endereza a los que se doblan
- Es justo
- Está cerca de los que lo invocan
¡Qué amor de Padre-Madre! ¡Qué suerte
tener un Dios así! Mejor dicho ¡qué suerte saber que Dios es así!
Muchos no lo conocen, creen en
otros dioses o tienen otra forma de entender a Dios. Quizá no lo han estudiado
suficiente o se lo han contado mal. Quizá no han hecho suficiente esfuerzo por
saber cómo es o, quizá, les interesa que sea de otra forma. Quizá no se han
fiado de los profetas y, ni siquiera han querido escuchar a Jesucristo…
¡Pobrecillos! Quizá se vayan a morir
sin saber que han tenido un Dios que los ama así… Es igual, porque Dios los
sigue amando así, pero ¡qué pena que no lo vayan a saber nunca y no puedan
nunca alabarle y darle gracias!
¿Seríamos nosotros capaces de
conseguir que a nadie le pase eso? ¿Será capaz la oración de hoy y nuestra
generosidad y disponibilidad a Dios, de ofrecernos para hablar a todos de lo
que Dios le ama? Y lo deberíamos hacer con nuestra palabra y con nuestra vida.
Así que vamos a aprendernos de memoria el salmo y se lo vamos a ir contando a
cualquiera que nos encontremos por ahí, especialmente cuando nos pregunten:
“¿Oye, tú por qué eres tan clemente, tan misericordioso, tan…?”