1 de abril 2021, Jueves Santo

Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo (12, 1-8. 11-14)

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

- «Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año, lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor.

Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera ala tierra de Egipto.

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación como ley perpetua lo festejareis».

Salmo Responsorial
Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18
R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor.
R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas.
R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
R.

Segunda Lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (11, 23-26)

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:

«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:

«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan (13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

- «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:

- «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:

- «No me lavaras los pies jamás».

Jesús le contestó:

- «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:

- «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:

- «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

- «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

1 abril 2021, Jueves Santo, puntos de oración

Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos acompañe en este rato de oración.  Hoy Jueves Santo le pedimos especialmente entrar en el misterio de la Pasión para acompañar a Jesús.

Las lecturas de hoy nos narran la Última de Cena del Señor. En el día de hoy os invito a contemplar la escena, a adentraros en ella y a descubrir todos sus misterios.  Es un pasaje plagado de detalles, del que podemos destacar tres aspectos para la oración de hoy.

El amor, el evangelio comienza con la frase: habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Jesús comienza su mayor muestra de amor en esta cena. Un amor que abarca el tiempo y el espacio y llega hasta todas las personas, llega hasta ti mismo en el día de hoy. Un amor que te salva entregándose. Y un amor que espera y se queda contigo, día tras día en el sagrario. ¿Qué más se puede decir del Amor de los Amores? Simplemente, contempla y responde desde tu ser, desde tu vida.

El servicio, en el evangelio podemos leer el pasaje del lavatorio de los pies. Un gesto muy sencillo, limpiar lo que está sucio, que implica muchas enseñanzas.  Una llamada a ponernos al servicio, a ayudar a limpiar lo que está sucio en el mundo o en nuestras vidas. Y siempre siguiendo el ejemplo, del que lo hizo primero, Jesús, el mismo Dios hecho hombre.

La cercanía de la amistad, Jesús elige pasar su última noche con sus discípulos, con los que lo amaban de verdad. Se rodea de ellos y se apoya en ellos. Simplemente eso puede ser nuestra oración hoy, querer estar cerca, querer compartir tiempo con Jesús sin prisas y en confianza. Que nos acerquemos y seamos uno más a su lado en este día. 

Y para terminar este momento de oración nos ponemos en manos de María. Dedicar los minutos finales de nuestro rato a compartir con Ella lo que necesitemos.

31 de marzo de 2021, Miércoles Santo

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50, 4-9a)

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos.

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Mi defensor está cerca, ¿quién pleiteará contra mí?

Comparezcamos juntos. ¿quién me acusará? Que se acerque.

Mirad, el Señor Dios me ayuda, ¿quién me condenará?

Salmo Responsorial
Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
R.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
R.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
R.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (26, 14-25)

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:

- «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?»

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:

- «¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»

Él contestó:

- «ld a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis y decidle: "El Maestro dice: Mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos"».

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

- «En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:

- «¿Soy yo acaso, Señor?»

Él respondió:

- «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, más le valdría a ese hombre no haber nacido».

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:

- «¿Soy yo acaso, Maestro?»

Él respondió:

- «Tú lo has dicho».

31 marzo 2021, Miércoles Santo, puntos de oración

Seguramente estamos, todavía, conmocionados por la escucha del relato continuo de la Pasión del evangelista san Marcos, que se ha proclamado el pasado domingo de Ramos. Es presumiblemente el primer relato de la Pasión y destaca su sobriedad en la narración y la impresionante verosimilitud de lo sucedido. Parece salido de la mano de un cronista del Jerusalén de entonces, no de la de un discípulo de Jesús, a tenor de la objetividad y “neutralidad” con la que se cuentan los hechos.

Debemos fijarnos en el extraordinario silencio de Jesús, el manso Cordero de Dios. Y en su terrible desamparo y soledad completa, ni siquiera su Madre aparece citada.

Jesús habla al Padre en Getsemaní. Se pone en sus manos en medio de una tormenta interior furiosa que lo anega en angustia y tristeza de muerte. Jesús está solo: sus discípulos duermen y callan –no saben qué responder- cuando el Maestro busca en ellos el consuelo del amigo. Y el dulce Jesús no les echa en cara su flojera, sino que les estimula a confiar en Dios o lo que es lo mismo a poner toda su confianza en la oración, no en sus propias fuerzas.

Jesús se deja besar por Judas, sin decir nada ni protestar ante tamaña traición. En cambio, a sus apresadores les indica el porqué de su comportamiento: “Es preciso que se cumplan las Escrituras”; toda su vida y su muerte son para que se cumpla la voluntad salvadora de Dios. 

Jesús únicamente responde al sumo sacerdote para proclamar su identidad trascendente de Mesías e Hijo de Dios, sólo habla para ser fiel a la verdad y condenarse. A partir de entonces, un aluvión de insultos, escupitajos y golpes llueven sobre Él.

¿Por qué tanto desprecio incomprensible y tanta violencia injustificada ante un hombre humilde y sincero? ¿Por qué Pedro, el renegado, habla más que Jesús en el resto de la Pasión? ¿Por qué Jesús calla siempre y sólo asiente de nuevo ante Pilato para reafirmar su identidad de Mesías? ¿Por qué Jesús crucificado, que se ha proclamado Mesías e Hijo de Dios, reconoce, ante la avalancha de vituperios y gritos blasfemos de los sacerdotes y transeúntes, su soledad y “fracaso” cuando reza el salmo 22: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Jesús desasistido de todos: De su Padre, de su Madre, de Pedro, de los discípulos, ¿por qué? ¿Era necesario abajarse tanto, humillarse hasta una muerte violenta en medio del odio más acerbo y la soledad infinita, al borde de la náusea y la nada?

¡Cuánto griterío humano salvaje se estrella contra el silencio de Jesús! ¡Cuánta violencia irracional queda al descubierto, desnudada en su injusticia, ante la mansedumbre de Jesús crucificado!

Y pensar que este evangelio habla de mí: Es mi pecado y la maldad que anida en mi interior y la maldad que se acumula en la humanidad, de la que también soy copartícipe y solidario, las que tratan así a Jesús.

Pero Jesús reina desde la cruz, porque sólo un Amor verdadero y sobrehumano puede dar razón de este modo de sufrir, de este silencio y de esta aceptación de tanto dolor y muerte. Por eso Jesús proclama su victoria con un “fuerte grito” a la hora de morir. En ese amor también nosotros queremos vivir y morir.

30 de marzo de 2021, Martes Santo

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (49, 1-6)

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:

El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo:

«Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».

Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».

En realidad el Señor defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.

Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.

Y mi Dios era mi fuerza:

«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.

Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».

Salmo Responsorial
Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
R.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
R.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.
R.

Mi boca contará tu justicia,
y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
R.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan (13, 21-33. 36-38)

En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:

- «En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar».

Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.

Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía.

Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó:

- «Señor, ¿quién es?».

Le contestó Jesús:

- «Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote.

Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:

- «Lo que vas hacer, hazlo pronto».

Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.

Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

Cuando salió, dijo Jesús:

- «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros:

"Donde yo voy, vosotros no podéis ir"»

Simón Pedro le dijo:

- «Señor, ¿a dónde vas?».

Jesús le respondió:

- «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde».

Pedro replicó:

- «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti».

Jesús le contestó:

- «¿Con que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces».

30 marzo 2021, Martes Santo, puntos de oración

¿Señor, por qué no podemos seguirte ahora?

Este martes de Semana Santa vemos a Jesús angustiado porque sabe lo que le viene encima. Ha lavado los pies a sus discípulos, Judas incluido; se han sentado a la mesa y la cena ha comenzado. Los discípulos ni siquiera sospechan los acontecimientos que vienen sobre Jesús, y celebran aquel convite pascual con la alegría propia de la gran fiesta judía que se avecina. Se entregaron a comer y beber.

Y Jesús sigue hablando, continúa con el más largo y profundo de sus discursos ¡pero nadie le entiende! Se escuchan las palabras de Pedro, que no sabe de qué está hablando. Cuando se enfrente a la dura realidad, calentándose a la hoguera, sus promesas se olvidarán y la negación saldrá espontánea. ¿Encontramos algún parecido entre nosotros? ¿Nos recuerda algo nuestro “sí, soy católico, pero no practico”?

Todos somos Pedro en muchas ocasiones. Cantamos alegres y los problemas quedan fuera de la casa. No es que olvidemos lo que el Maestro nos dice, es que lo oímos, pero no lo escuchamos. Nos parece estar asistiendo a los discursos protocolarios de los homenajes a los que hayamos asistido, durante los que apagamos los oídos y la atención.

Somos, como Pedro, valientes y decididos de salón para seguir a Jesús mientras estamos en el banquete, pero cuando la fiesta acaba y llega el momento de dar la cara puede que escondamos la nuestra y neguemos seguir al Maestro. ¿Somos consecuentes con la fe que decimos profesar y seguir? ¿Mi boca, tu boca, nuestra boca, cantará su salvación o seremos nuevos “Pedros” negando al Señor?

Pero hay algo que salva a Pedro después de la negación y es "la no culpabilidad" y aceptar el perdón de Jesús (con la mirada). Esta es la gran diferencia con Judas, que terminó por suicidarse. Uno se sintió culpable y no pudo con ello; terminó con todo. El otro, en medio de su gran dolor, de haber fallado a Jesús, de su gran humillación, sabrá acercarse de nuevo, le buscará y suplicará su perdón. Y yo me pregunto: ¿Cómo vivo mis pecados? ¿Surge en mí la culpabilidad que me separa de Dios o por el contrario, me acerco humillado y arrodillado? Es sutil la diferencia, pero muy importante.

Que ojalá aprendamos a vivir como Pedro: orgulloso como el que más pero conocedor de la misericordia y el perdón de Dios, que es donde siempre hemos de volver.

29 de marzo de 2021, Lunes Santo, puntos de oración

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (42, 1-7)

Así dice el Señor:

«Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no la apagará. Manifestará la justicia con verdad. No vacilará ni se quebrará, hasta implantar la justicia en el país. En su ley esperan las islas.

Esto dice el Señor, Dios, que crea y despliega los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, da el respiro al pueblo que la habita y el aliento a quienes caminan por ella:

«Yo, el Señor, te he llamado en mi justicia, te cogí de la mano, te he formé e hice de ti alianza de un pueblo y luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la cárcel, de la prisión a los que habitan en tinieblas».

Salmo Responsorial
Sal 26, 1. 2. 3. 13-14
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar?
R.

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.
R.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.
R.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.
R.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan (12, 1-11)

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa.

María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:

«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».

Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando.

Jesús dijo:

- «Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».

Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos.

Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

29 marzo 2021, Lunes Santo, puntos de oración

Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.

Hemos iniciado la semana santa… metidos ya de lleno en el Misterio de nuestra salvación pidamos luz al Espíritu Santo para vivirla con intensidad y sobre todo meternos en el corazón de Santa María Dolorosa que es en definitiva conformarse con los sentimientos de Cristo. Y el Evangelio en concreto nos ayuda a hacerlo, por lo significativo y entrañable que es. Betania. Nada más dejar que resuene este nombre en el corazón y precisamente ahora en semana santa, nos trae sentimientos de sosiego, serenidad, calidez de hogar, alegría…. Es lo que buscaba Jesús, un oasis en medio de tanta confusión y desencuentro. Es la sensación que tenemos al estar en casa de unos familiares cercanos o en una reunión de amigos cuyos corazones palpitan por un mismo ideal… “Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume”… es interesante identificar a estos amigos muy queridos por Jesús, cada uno en su papel, haciendo lo posible por servirle lo mejor que podían, quizá intuían que ya no lo volverían a ver en esta tierra… Nos podríamos preguntar ¿Cuál sería el trato que yo le daría a Jesús en esa casita de Betania? ¿Cuál sería mi actitud? Esta reflexión podría envolver toda mi oración al empezar la semana santa.

Pero también podríamos valernos del salmo responsorial “Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”. Esperanza cierta de los que proclaman que Jesús es su luz y su salvación. Nos pone en el horizonte la Resurrección y nos invita a vivir la Pasión del Señor en clave Pascual.

Terminemos la oración volviendo la mirada nuevamente a la Virgen, que Ella nos introduzca al Corazón Sagrado de Jesús en estos días de Pasión.

28 de marzo de 2021, domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa

Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (50, 4-7)

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Salmo Responsorial
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere».
R.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos.
R.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel».
R.

Segunda lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 6-11)

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.

Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Evangelio
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (27, 11-54)

¿Eres tú el rey de los judíos?

C. En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante Poncio Pílato, y el gobernador le preguntó:

S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»

C. Jesús respondió:

+ -«Tú lo dices.»

C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Tilato le preguntó:

S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»

C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:

S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».

C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

S. -«No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».

C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.

El gobernador preguntó:

S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».

C. Ellos dijeron:

S. -«A Barrabás».

C. Pilato les preguntó:

S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».

C. Contestaron todos:

S. -«Sea crucificado».

C. Pilato insistió:

S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»

C. Pero ellos gritaban más fuerte:

S. -«¡Sea crucificado!».

C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:

S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».

C. Todo el pueblo contestó:

S. -«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».

C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

¡Salve, rey de los judíos!

C. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:

S. -«¡Salve, rey de los judíos!».

C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

Crucificaron con él a dos bandidos

C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.

Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz

C. Los que pasaban lo injuriaban y, meneando la cabeza, decían:

S. -«Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».

C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:

S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».

C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

«Elí, Elí, lamá sabaqtani?».

C. Desde la hora sexta hasta la hora nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A hora nona, Jesús gritó con voz potente:

+ -«Eli, Eli, lamá sabaktaní.»

C. (Es decir:

+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)

C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:

S. -«Está llamando a Elías».

C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.

Los demás decían:

S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».

C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu,

Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:

S. -«Verdaderamente este era Hijo de Dios».

28 marzo 2021, domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa. Puntos de oración

¡Ven Espíritu Santo!, e ilumina y guía tú mi oración, en este domingo de ramos. ¿Cómo iba yo sólo a conocer y vivir en su sentido verdadero esta celebración?

Iniciamos ya la Semana Santa. Ciertamente que las lecturas nos ayudan con sus reflexiones y descripción de los hechos. Será preciso estar muy atentos y dejarse conducir para acompañar a Jesús “que sufre y muere por mí”. Aunque hoy, desde el señorío de su humildad, deje que le alaben; ¡Hosanna al hijo de David!

Pero luego nos abismaremos ante la apertura de Jesús a los acontecimientos tan dramáticos que vivirá, “yo no resistí ni me eché atrás”. Y eso que se va a enfrentar al abandono, la burla, el desprecio y el sufrimiento más atroz. Pero puede ayudarnos contemplarle, en medio de tanto dolor, cómo sigue orando al Padre, “Se reparten mi ropa/ Pero tú, Señor, no te quedes lejos/ fuerza mía, ven corriendo a ayudarme”.

Todo el sufrimiento que pasamos queda asumido por el Señor Jesús. ¡Él, que era de condición divina, se somete a la muerte más ignominiosa! Desde este vernos hijos en el Hijo (aunque sufriente) podremos llegar a decir: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre. Mis sufrimientos y “muertes”, en Jesús, ciertamente glorifican a Dios, dan vida al mundo.

Vemos a nuestro Señor, orando en el momento que es más insultado y despreciado en la misma cruz y hasta en la sensación de ser abandonado por el Padre, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Pero el amor obediente al Padre y a cada uno de nosotros, hace que su determinación de dar la vida no decaiga.

Vivamos, desde y con el corazón de nuestra Madre, cada paso de esta Pasión de Jesús que puede hacerse realidad en cada corazón, en cada historia de desgarro y muerte que rodea a nuestros hermanos.

27 de marzo de 2021, sábado de la 5ª semana de Cuaresma

Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (37, 21-28)

Esto dice el Señor Dios:

«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los haré una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.

No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitaban y en los cuales pecaron. Los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres: allí habitaran ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.

Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

Salmo Responsorial
Jr 31, 10. 11-12ab. 13
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla en las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño.
R.

Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor.
R.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas.
R.

Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan (11, 45-57)

En aquél tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:

«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:

«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente emtre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:

«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?»

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

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