6 marzo 2021, sábado de la 2ª semana de Cuaresma. Puntos de oración

Este sábado de cuaresma la Palabra de Dios nos habla al corazón con el lenguaje de la misericordia y del perdón. En el Credo hacemos repaso de las grandes obras de Dios, sus hazañas por nosotros: creados, redimidos por el Hijo hecho hombre mediante su cruz y resurrección, santificados por el Espíritu Santo, incorporados a la Iglesia santa, llamados a la vida eterna… Y entre estas maravillas de Dios decimos: “creo en el perdón de los pecados”. Hoy, escuchando el mensaje entrañable de las lecturas profética y evangélica, quiero agradecer a Dios el regalarnos su perdón que nos hace empezar siempre de nuevo.

“¡Qué Dios hay como Tú, que perdonas el pecado!... Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar nuestros delitos (Miqueas 7,18-19).

Señor, qué grande es tu misericordia; no me termino de creer que cuando perdonas extingues el pecado, lo haces desaparecer… Decir que lo arrojas al fondo del mar aún es poco para lo que sucede con tu misericordia que borra nuestros pecados. Tu perdón restaura, hace nacer de nuevo, devuelve la belleza original y la recrea; es una nueva creación. ¡Es tan diferente nuestro modo de comportarnos y actuar con nuestros hermanos! Y con nosotros mismos, pues nos cuesta perdonarnos y volver a confiar. Somos el hijo mayor de la Parábola con nosotros mismos y con los demás.

“Pero Tú, Señor, no estás siempre acusando, ni guardas rencor perpetuo… Como dista el oriente del ocaso, así alejas de nosotros nuestros delitos” (Salmo 102). Padre de bondad, generoso en el perdón, que hiciste fiesta grande al recuperar al hijo perdido, ayúdame a comprender las leyes de tu corazón misericordioso, que convierte el pecado perdonado en derroche de redención. Como cantaremos en la Vigilia Pascual al término del camino cuaresmal: ¡Feliz culpa, que mereció tal Redentor!

Señor, muchas veces soy como el hijo pródigo, que se deja seducir por apariencias de felicidad que dejan vacío el corazón; otras tantas soy como el hijo mayor con sus juicios implacables que nacen de no conocer el corazón de su Padre. Me llamas a ser “misericordioso como el Padre”, que acoge a uno y a otro, que reconcilia y es incomprendido, que vive en el gozo de perdonar y hacer fiesta por la vuelta del pródigo. Cuenta conmigo, Señor, para ir a buscar a tus hijos que se han perdido, a mis hermanos pródigos, para que vuelvan a la casa del Padre y sientan la alegría de tu misericordia.

Santa María, en este sábado de cuaresma, haz que comprenda la grandeza de lo que confieso cada domingo en el Credo: ¡Creo en el perdón de los pecados!

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