“A Dios que concede el hablar y el escuchar le pido hablar de tal manera
que el que escucha llegue a ser mejor y escuchar de tal manera que no caiga en
la tristeza el que habla”
Una indicación previa para la
primera lectura en la que vemos como se atribuye a Dios actitudes humanas, como
arrepentirse, enfadarse, etc. La explicación es “sencilla”: para entender mejor
a Dios se le atribuyen rasgos humanos que sabemos que no tiene, pero que nos
hace su imagen más cercana a nuestra experiencia. Solo hay que quitar el
aspecto de imperfección que tiene ese antropomorfismo (formas humanas), a la
luz de lo que sabemos sobre Dios a la luz del Nuevo Testamento, donde la
revelación es plena.
Y con respecto a los puntos, no
sé a vosotros, pero a mí me ayuda mucho poner en relación todas las lecturas.
El personaje clave es Moisés. Desde los Padres de la Iglesia, muy especialmente
san Ireneo, se ha puesto en relación a Moisés con Jesús: Moisés como un
preámbulo de Cristo. En un momento dado Dios promete a Israel, a la muerte de
Moisés, suscitar un profeta como Moisés. Ireneo dirá que Jesús es “ese profeta,
y más que profeta”. Dios ya no habla más por mediaciones, sino que habla en
plenitud haciéndose Él mismo hombre. Moisés pidió a Dios ver su rostro y Dios
le dejó ver solamente su espalda. Ireneo de Lyon dirá que, en el momento de la
Transfiguración, Moisés cumple su deseo de ver a Dios cara a cara, porque ve el
rostro de Cristo transfigurado y “quien le ha visto a Él, ha visto al Padre”.
Esa unión entre Jesús y el Padre
es por esa filiación divina. Jesús es Dios de Dios, Luz de Luz. Jesús es el
camino para el Cielo. Por eso Carlo Acutis dirá que la Eucaristía es “su
autopista para el Cielo”, porque la Eucaristía es Cristo mismo. Cristo es que
el intercede por nosotros ante el Padre. Dios se ha acordado de su Pueblo (como
pide el salmo) y… ¡vaya si se ha acordado! Dice el salmo que Moisés se puso
entre Dios y el Pueblo. Así Jesús, el Verbo divino hecho hombre, se puso entre
el Cielo y la tierra elevado en la Cruz para luego hacernos resucitar con Él,
abrirnos las puertas de la Gloria.
Feliz oración.