Silencio. Es
momento de dejar que hable Dios. Caigamos en la cuenta de que Él está presente,
que nos escucha con atención y nos mira con cariño… Así se nos irán olvidando
las prisas y disfrutaremos más de este rato en su presencia.
Las lecturas
que hoy nos ofrece la Iglesia son muy bonitas, especialmente me gusta el salmo,
que da para releerlo despacito, saboreando cada verso, meditando en lo que
dice:
El Señor de los ejércitos está con nosotros.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza.
Por eso no tememos, aunque tiemble la tierra.
El Señor del universo está con nosotros.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra.
Estas líneas son un canto a la confianza, a la esperanza, a la serenidad en
medio de un mundo que parece volverse loco. Poco después de que el Papa hay
visitado Irak, tierra asolada por la violencia, nosotros tenemos la misa misión
que él: ser profetas de esperanza, sembradores del evangelio en medio de un
mundo en guerra. Estamos ha llamados a ser portadores de paz.
Y es verdad que muchas veces hay que empezar a reconstruir por nosotros
mismos, que por el camino podemos perder, la paz, la esperanza, la alegría…
Como el enfermo del evangelio debemos permitir que Jesús se nos acerque y nos
sane. Al llevar la camilla al hombro, recordaremos siempre, que estuvimos
postrados y que hay muchos que aún necesitan oír una palabra de vida que les
levante.
Pidamos a la Virgen María que nos dejemos curar por Jesús y que nos haga capaces de trasmitir esto con nuestra vida en estas últimas semanas de la Cuaresma.