1/10/2020, jueves de la XXVI semana del T. Ordinario – Santa Teresa de Lisieux

Lectura del libro de Job (19, 21-27)

Dijo Job: «¡Piedad, piedad de mí, amigos míos, que me ha herido la mano de Dios! ¿Por qué me perseguís como Dios y no os hartáis de escarnecerme? ¡Ojalá se escribieran mis palabras! ¡Ojalá se grabaran en cobre, con cincel de hierro y con plomo se escribieran para siempre en la roca! Yo sé que mi redentor vive y que al final se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios. Yo mismo lo veré, y no otro; mis propios ojos lo verán. ¡Tal ansia m consume por dentro!»

Salmo responsorial (Sal 26, 7-8ab. 8c-9abcd. 13-14)
R. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.

Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad, respóndeme.
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro».  R.

Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches. R.

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-12)

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envié obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: “El reino de Dios ha llegado a vosotros”. Pero si entráis en una ciudad y no os reciban, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios. ha llegado”. Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».

1 octubre 2020, jueves de la XXVI semana del T. O. – Santa Teresa de Lisieux – Puntos de oración

Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración.

Hoy la Iglesia recuerda a una santa muy especial, Santa Teresa del Niño Jesús. Teresa o Teresita, nos enseñó con su vida que la vida de fe es cuestión de amor y confianza. Confiar en aquel que sabemos que nos ama y a través de nuestra pequeñez pude hacer grandes cosas.

En las lecturas de hoy aparecen estos dos temas: amor y confianza. En la primera lectura y el salmo se nos habla de un deseo que espera hacerse realidad, ver al Señor. Un deseo que parte de la confianza, del saberse amado y llamado al amor. Esto es sin dunda lo que debería ser, el sueño de nuestra vida, ver al Señor, buscar su rostro y al final encontrarlo. Os invito a leer lentamente esta y el salmo y meditar como de vivo está ese deseo en mí. ¿De verdad deseo de corazón cada día encontrar el rostro del Señor, llegar a Él?

En el evangelio, se nos narra un pasaje de envío, en el que Jesús nos enseña cómo debemos llevar al mundo el reino de Dios. De nuevo, resuenan el amor y la confianza. En concreto, leyendo el evangelio me han llamado la atención dos puntos. El primero es el mandato que aparece: “rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.” Jesús, antes de nada, nos invita a pedir al Padre que nos ayude en nuestro trabajo. Muchas veces nos puede ocurrir que nos falta confianza en Dios o nos sobra confianza en nosotros mismos y no pedimos ayuda al Padre. Sin embargo, vemos que lo primero es pedir, porque solos no podemos y pedir porque somos hijos de Dios, y nuestro padre está deseando escuchar nuestras peticiones.

El segundo punto que me ha llamado la atención ha sido el mensaje: “el reino de Dios ha llegado”. Este mensaje, Jesús propone que lo digamos tanto a los que nos reciban, como a los que no nos reciban. Es decir, no importa quién tengamos delante, ni como nos ha tratado a nosotros, lo que importa es que el reino de Dios ha llegado, el amor de Dios está por encima de nosotros y tiene que llegar a todos. Jesús nos invita a vivir desde el amor y para el amor. Os invitaría a releer este evangelio desde esta clave, como una llamada a vivir desde el amor para compartir ese amor que se nos ha sido dado.

Al final de nuestro rato de oración, reservad un tiempo para compartir con la Virgen María, nuestra madre, nuestras inquietudes de la oración.

30/9/2020, miércoles de la XXVI semana del Tiempo Ordinario – San Jerónimo

Lectura del libro de Job (9, 1-12. 14-16)

Respondió Job a sus amigos: «Sé muy bien que es así: que el mortal no es justo ante Dios. Si quiere pleitear con él, de mil razones no le rebatirá ni una. Él es sabio y poderoso ¿quién, le resiste y queda ileso? Desplaza montañas sin que se note, y cuando las vuelca con su cólera. Estremece la tierra en sus cimientos, hace retemblar sus pilares; manda al sol que no brille y guarda bajo sello las estrellas. Él solo despliega los cielos y camina sobre el dorso del Mar. Creó la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del Sur. Hace prodigios insondables, maravillas innumerables. Si cruza junto a mí, no lo veo; me roza, al pasar, y no lo siento; si en algo hace presa, ¿quién se lo impedirá?, ¿quién le reclamará: “Qué estás haciendo”? Cuánto menos podré yo replicarle o escoger argumentos contra él. Aunque tuviera yo razón, no respondería, tendría que suplicar a mi adversario; aunque lo citara y me respondiera, no creo que me hiciera caso».

Salmo responsorial (Sal 87, l0bc 11. 12-13. 14-15)
R. Llegue hasta ti mi súplica, Señor.

Todo el día te estoy invocando, Señor, tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos? ¿Se alzarán las sombras para darte gracias? 
R.

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia, o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla, o tu justicia en el país del olvido? 
R.

Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas y me escondes tu rostro? 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 57-62)

En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

30 septiembre 2020. Miércoles de la XXVI semana del T. Ordinario – San Jerónimo – Puntos de oración

En el Evangelio de hoy no es Jesús el que invita a que le sigan. Son algunos de los que están con él los que parece que se quieren comprometer a seguir a Jesús, a estar siempre con él. Da la impresión de que se habían encontrado con él, que le habían acompañado unos días. Y que de esa experiencia había brotado el deseo de quedarse en la compañía de Jesús.

Pero no saben dónde se han metido. Jesús les pide una entrega y una radicalidad total. Hay que dejarlo todo y encontrarse con nada. Si el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza tampoco los que están con él. Jesús va camino de Jerusalén y allí las expectativas no son buenas. Esos nubarrones terribles también están sobre la cabeza de los que acompañan a Jesús.

Hoy sucede algo parecido. Seguir a Jesús es comprometerse aceptar la cruz, la miseria, es pedir a Dios que habite nuestra casa (nuestro mundo interior, toda nuestra vida). Pues hay dos opciones: coger la cruz y seguirle o bien, coger la cruz y marchar a otro lado. Pero nos guste o no la cruz siempre la cargaremos. Y yo he ido descubriendo que elijo la primera; ya que tengo que llevarla, pues mira mejor acompañado. 

Que nuestra debilidad nos acerque a Dios. Te cuento mi oración de estos días: me descubro viviendo una espiritualidad negativa en la que busco la perfección para después ir hacia Dios (controlar mi sexualidad, mi orgullo, mi pereza, mi falta de caridad, mi inseguridad) y esta no hace más que llevarme a pensar sobre mí mismo, más que en Dios. Pero estoy descubriendo otra forma de vivir la fe, aquella en la que con todo lo que soy (lo bueno y lo malo), busco que Dios habite mi vida y ame todo mi ser. Y poco a poco con él, ir solucionando lo demás. Pero siendo habitado en Tu presencia y no al revés. Somos los dos, y no yo solo quien lucha y quien luego (si eso) pide perdón. Entonces, ya no me miro a mí; sino que te busco a Ti siempre. ¡Es un lujazo así! 

Me está cambiando radicalmente mi forma de vivir la fe. Es una pasada. ¡Dale una vuelta u ojalá recibas también tú la luz de ir viviendo así nuestra fe!

29/9/2020, santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

Lectura de la profecía de Daniel (7, 9-10. 13-14)

Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles lo servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará.

Salmo responsorial (Sal 137, 1-2a. 2b-3. 4-5. 7c-8)
R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. 
R.

Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. 
R.

Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra, al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor, porque la gloria del Señor es grande. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (1, 47-51)

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?» Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

29 septiembre 2020, santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael – Puntos de oración

Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.

Hoy la Iglesia celebra a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, y en las dos lecturas y el salmo se destaca, como hilo conductor, la presencia de los ángeles que viven en la constante presencia de Dios.

Mucho se ha dicho y se dirá de estos seres celestiales, pero no se trata ahora de teorizar ni de hacer un comentario teológico al respecto, sino de hacer oración teniendo en cuenta esta realidad y ayudándonos de ella para sacar el mayor provecho posible. Me parece que nos puede ayudar el profundizar en la idea común y sencilla que creo que todos tenemos sobre los ángeles, adquirida con seguridad, en la mayoría de los casos, desde niños… la idea de su presencia cercana y de su protección. Y aquí podemos detenernos para repasar el significado de los nombres de los arcángeles que celebramos y ver qué resonancia pueden tener para nosotros en este momento de oración. San Miguel: ¿Quién como Dios?, Gabriel: Fortaleza de Dios, Rafael: Medicina de Dios. En primer lugar, es interesante destacar la presencia del nombre de Dios en cada uno de ellos. Dios está inscrito en sus nombres, en su naturaleza. Su verdadera naturaleza es estar en Él y para Él. Esto nos debería motivar a invocarlos con confianza, con la seguridad de recibir ese auxilio divino cuando lo necesitemos. Por otro lado, teniendo en cuenta el significado de cada nombre, podemos orar en este instante para pedir gracia en momentos concretos de dificultad: duda, debilidad y enfermedad. Si quieres, puedes quedarte con sólo uno de ellos, podría ser suficiente. En medio de esta pandemia, donde la enfermedad parece ganar la batalla, podríamos invocar al arcángel San Rafael, Medicina de Dios, por la salud corporal y espiritual de cuantos se han contagiado.

Otro aspecto que caracteriza a los ángeles es que son mensajeros de Dios. Llevan a Dios a los hombres, abren el cielo y así abren la tierra. Precisamente porque están en la presencia de Dios, pueden estar también muy cerca del hombre, pues Dios es más íntimo a cada uno de nosotros de lo que somos nosotros mismos. Así lo experimentó la Santísima Virgen cuando el arcángel Gabriel se presentó ante Ella para anunciarle que sería la Madre del Salvador. Que, en esta recta final de la Campaña de la Visitación, la imitemos a Ella y bajo la protección de los santos arcángeles nos entreguemos de lleno a la misión.

28/9/2020, lunes de la XXVI semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro de Job (1, 6-22)

Un día los hijos de Dios se presentaron ante el Señor; entre ellos apareció también Satán. El Señor le preguntó a Satán: «¿De dónde vienes?». Satán respondió al Señor: «De dar vueltas por la tierra; de andar por ella». El Señor añadió: «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y vive apartado del mal». Satán contestó al Señor: «¿Y crees que Job teme a Dios de balde? ¿No has levantado tú mismo una valla en torno a él, su hogar y todo lo suyo? Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se extienden por el país. Extiende tu mano y daña sus bienes y ¡ya verás cómo te maldice en la cara». El Señor respondió a Satán: «Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques». Satán abandonó la presencia del Señor. Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job con esta noticia: «Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a los mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo». No había acabado este de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido a las ovejas y a los pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo». No había acabado este de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Una banda de caldeos, divididos en tres grupos, se ha echado sobre los camellos y se los ha llevado, después de apuñalar a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo». No había acabado de hablar, cuando llegó otro con esta noticia: «Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó sobre los jóvenes y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo». Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor». A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.

Salmo responsorial (Sal 16, 1. 2-3. 6-7)
R. Inclina el oído y escucha mis palabras.

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica, que en mis labios no hay engaño. 
R.

Emane de ti la sentencia, miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón, visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí. 
R.

Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios a quien se refugia a tu derecha. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 46-50)

En aquel tiempo, se suscitó entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante. Entonces Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante». Entonces Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros». Jesús le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».

28 septiembre 2020, lunes de la XXVI semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

¿Cómo reacciono ante lo imprevisto?

En el nombre del Padre creador, del Hijo que nos redimió y del Espíritu Santo que nos da la vida y, tomando conciencia de su presencia en nuestro interior, comenzamos a preparar la oración.

Una situación de prueba a Job se nos presenta en la primera lectura. Prueba que el Señor permite por instigación del diablo y que tiene unos límites, “a él no lo toques”. En efecto, las pruebas se suceden, cada una a más cruda y dolorosa. Pero la reacción de Job es admirable reconociendo que todo lo recibió del creador. Bendice, contra todo pronóstico, el nombre de su Dios y no se queja, reconoce ser criatura.

El Salmo viene a profundizar en las actitudes que debiera tener el corazón del que es probado. Entre ellas me llaman la atención: “Aunque sondees mi corazón, …aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí”, “Muestra las maravillas de tu misericordia, …a quien se refugia a tu derecha”.

Sin embargo, la situación presentada en el evangelio, cuando “los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante”, hace de contrapunto a nuestra reflexión de hoy. Pero, sobre ese fondo oscuro, destaca la luminosidad de Jesús presentando a sus discípulos el modelo de conducta, “el que se hace pequeño como este niño ese es el más importante”. Decíamos que Job se hizo “pequeño”, reconociendo ser criatura llena de dones, y sólo así superó, “abajándose”, la prueba.

En la canción, “para vivir la santidad”, Abelardo nos deja estas pinceladas hablando de la Virgen; “Porque se hizo pequeña la que es Madre de Dios. / Y en abajarse y hacerse pobre esclava / la gran lección te daba de amar la humillación”.

27/9/2020, domingo XXVI del Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Lectura de la profecía de Ezequiel (18, 25-28)

Así dice el Señor: «Insistís: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel: ¿Es injusto mi proceder?, ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto? Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá».

Salmo responsorial (Sal 24, 4bc-5. 6-7. 8-9)
R. Recuerda, Señor, tu ternura.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, y todo el día te estoy esperando. 
R.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. 
R.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. 
R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2, 1-11)

Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (21, 28-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue. ¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?» Contestaron: «El primero». Jesús les dijo: «En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

27 septiembre 2020, domingo XXVI del Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

Busquemos hoy un momento tranquilo, pidamos luz al Espíritu Santo, y sumerjámonos en las lecturas de la Palabra de Dios que este domingo la Iglesia madre nos ofrece.

El Evangelio de hoy nos invita a preguntarnos de nuevo cuál es nuestra idea de Dios, quién es el Dios a quien seguimos, el Dios que se descubre detrás de nuestras opciones, detrás de nuestras acciones, detrás de nuestros pensamientos. ¿Coincide con el que nos presenta Jesús? ¿Hemos aprendido el camino de la justicia, el que tanto Juan como Cristo predicaron?

La parábola de Jesús nos presenta a un «hijo» que desobedece rotundamente a su padre, no le reconoce su autoridad, se siente con el derecho de no hacerle caso. El otro, en cambio, parece todo un modelo: «Sí, padre, lo que tú digas, padre, enseguida...». Pero «¿quién de los dos hizo lo que quería el padre?».

Aquí es donde se juega lo importante. El desobediente termina por ir a la viña, porque cae en la cuenta del amor de su padre, y se convence: la viña es de su padre, como también lo es suya. Hay que cuidarla, trabajarla, porque si no será también su propia ruina. Puede que haya sido insolente y maleducado, pero le preocupa la viña y se ocupa de ella. 

El otro, en cambio, cuida mucho las apariencias, se muestra disponible, contesta como debe ser, pero se engaña sobre todo a sí mismo. Las palabras, las proclamaciones de obediencia, el sentimiento de familia, se quedan en nada. No ha descubierto que la viña también es suya, no ha descubierto el amor del Padre.

Es más probable que nos reconozcamos en el segundo hijo. A menudo se nos va la fuerza por la boca. Nos cargamos de buenas intenciones, y nos declaramos dispuestos a colaborar en muchas cosas, pero luego los hechos desmienten nuestras palabras. No se trata de que seamos perfectos, porque somos criaturas frágiles, y nos equivocamos, nos despreocupamos, nos vencen los miedos. Se trata de que nos demos cuenta del amor del Padre, ese amor que nos va a llevar a cuidar su viña, a los que están junto a nosotros en el camino de la vida. Se trata de lo que San Pablo nos pedía hoy:

“No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.”

Ahí está la clave, contemplar el rostro de Cristo, empaparnos de su vida, de su amor, de su entrega, de su humildad.

Porque “Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Amen.

26/9/2020, sábado de la XXV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Eclesiastés (11, 9-12, 8)

Disfruta mientras eres muchacho y pásalo bien en la juventud; déjate llevar del corazón y de lo que te recrea la vista; pero sábete que Dios te llevará a juicio para dar cuenta de todo. Rechaza las penas del corazón y rehúye los dolores del cuerpo: adolescencia y juventud son efímeras. Acuérdate de tu Creador en tus años mozos, antes de que lleguen los días aciagos y te alcancen los años en que digas: «No les saco gusto»; antes de que se oscurezcan el sol, la luna y las estrellas, y tras la lluvia vuelva el nublado. Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán, los que miran por las ventanas se ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles. Antes de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio. Vanidad de vanidades, dice Qohelet, vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Salmo responsorial (Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17)
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. 
R.

Si tú los retiras son como un sueño como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. 
R.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. 
R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. 
R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 43b-45)

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

26 septiembre 2020, sábado de la XXV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ven, Espíritu Santo… ilumina nuestras inteligencias, fortalece nuestras voluntades, enciende nuestros corazones en el fuego de tu Amor. Nada puede el hombre sin tu ayuda.

Santa María, concédenos tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu Corazón para amarle.

La fe de los cristianos es politeísta. Los cristianos tenemos muchos dioses. ¿En qué dios crees tú? ¿Cómo es el dios que te has fabricado?

El mío se aleja de mí cuando peco; desconfío de Él y de su fidelidad cuando me veo cayendo una y otra vez en lo mismo; pienso que quiere más a los que viven en su casa sin alejarse; que de entre sus hijos son más importantes los que más cualidades tienen para trabajar en su servicio; que quien le sigue tendrá una vida bella y será feliz sin problemas, que nunca sufrirá una injusticia pues Él es el mayor de los genios de la lámpara jamás descubierto, siempre dispuesto a cumplir nuestros deseos…

Y tú, ¿en qué dios crees?

El cristiano cree lo que cree, y vive como vive, porque ha conocido a Quien ha conocido.

A veces tratamos de avanzar en la fe, haciendo nuevas actividades (ir a Misa diaria, rezar dos rosarios en vez de uno, ayudar a un desconocido, trabajando mejor que de costumbre, no quejándonos de una situación caótica…).

¡Nos es tan fácil caer en la tentación de identificar lo que somos con lo que hacemos…!

Y entonces no acertamos a vivir la vida, nos centramos en el hacer, y quemamos inútilmente la vida, vida que fue llamada a ser puesta en juego por medio del amar, no del hacer. Por eso, qué sabia la petición del salmo:

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.

Señor, sálvame del engaño de la eficacia y del éxito, de la autorreferencialidad, del egoísmo, y de hacerme una imagen tuya a mi medida…

El Evangelio pone el dedo sobre la llaga, visualiza el escándalo de la Cruz en nuestra vida: Al Hijo del Hombre lo van a entregar. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

Si nuestro cristianismo no consiste en una progresiva identificación con Cristo, nos haremos una fe a nuestra medida, y la Cruz, que siempre desmonta los paraísos humanos hechos a la medida humana, será interpretada como una traición de ese Dios que parecía prometer estar junto al débil, y ahora no le ahorra el sufrimiento. En realidad, la Cruz es la oportunidad de oro (junto con el amor) para descubrir el verdadero rostro de Dios.

¿Cuál es la cruz más reciente que me ha separado de Dios? Demos gracias en esta oración por ella, porque en ella se está descubriendo el engaño de una fe hecha a nuestra propia medida. Igual que los apóstoles, tenemos miedo a preguntar a Jesús sobre “ese asunto”. Y sin embargo, sólo Él puede ayudarnos a acertar a vivirlo, a encontrarle su sentido más profundo, a salir vivos incluso de la muerte. 

La fe de los cristianos no es politeísta. Los cristianos creemos en un Dios que se ha revelado a sí mismo, que no hay que inventar, sino aceptar tal y como se nos entrega en esa Revelación. Y es en medio de “esos asuntos” de los que nos cuesta hablar donde lo hace, si le dejamos.

Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de su pontificado:

Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios,

y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.

25/9/2020, viernes de la XXV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Eclesiastés (3,1-11)

Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de destruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de arrojar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz. ¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo; pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin.

Salmo responsorial (Sal 143,1a.2abc.3-4)
R. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!

Bendito el Señor, mi Roca, mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio. R.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo; sus días, una sombra que pasa. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,18-22)

Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»  Ellos contestaron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro respondió: «El Mesías de Dios». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie, porque decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

 

 

25 septiembre 2020, viernes de la XXV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy la palabra de Dios es muy sugerente. Os invito a que nos centremos en el Evangelio. Pero la lectura de la sabiduría de Israel, que es la sabiduría de todos los tiempos, que propone el Eclesiastés es digna de toda nuestra atención. Le podemos dedicar unas consideraciones iniciales.

“Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin”.

“Todo lo hizo bueno a su tiempo”: todos los contrastes que vemos en los primeros párrafos de la lectura son el compendio de la vida del hombre. Y todo está en el plan de salvación de Dios. Nuestro problema está en profundizar en lo que dice después: “Y les proporcionó el sentido del tiempo”. Solamente cuando a la luz de Dios sopesamos cada cosa empezamos a entender este plan maravilloso de Dios. Dios nos ha dado la clave para entender todas las cosas.

La clave de sentido de todo es Cristo. Desde ahí podemos entender todo.

Y ahora podemos centrarnos en la pregunta que Cristo nos dirige en el evangelio. Es el momento de meternos en la escena como si estuviéramos allí. Porque la pregunta del Señor va para mí en el día de hoy:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Os invito a acoger esta pregunta en el corazón. El Señor no quiere una respuesta superficial. Meditemos despacio lo que le vamos a contestar. Solo una respuesta respaldada con la vida tiene algo de verdad.

¿Por qué nos pregunta Jesús? Sencillamente porque quiere entrar en relación con nosotros, una relación de intimidad.

¿Quién es Jesús para mí? Olvídate por ahora de la respuesta del Evangelio. Luego si quieres vuelves a ella, para saber lo que le respondió Pedro. Pero ahora dedica tu oración a meditar una respuesta vital.

Te aconsejo que escribas tu respuesta y la recites despacio ante el sagrario o en el silencio de tu habitación. ¡Señor, Tú eres…!

Una vez que hemos escrito nuestra respuesta, es tiempo de quedarse ahí un rato y después pasar a revisar nuestra vida, a revisar si lo que he dicho que es Jesús realmente se traduce en mi vida.

Al final nos quedaremos guardando en el corazón el sentido de la pregunta de Jesús y nuestra respuesta, imitando a María que guardaba las cosas importantes que se referían a Jesús en su corazón y volvía sobre ellas muchas veces.

24/9/2020, jueves de la XXV semana del Tiempo Ordinario – Nª Sª de la Merced

Lectura del libro del Eclesiastés (1, 2-11)

¡Vanidad de vanidades! -dice Qohelet-. ¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todos los afanes con que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, pero la tierra siempre permanece. Sale el sol, se pone el sol, se afana por llegar a su puesto, y de allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur, gira al norte, gira que te gira el viento, y vuelve el viento a girar. Todos los ríos se encaminan al mar, y el mar nunca se llena; pero siempre se encaminan los ríos al mismo sitio. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver, ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol. De algunas cosas se dice: «Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos, mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos, y lo mismo pasará con los que vengan: sus sucesores no se acordarán de ellos.

Salmo responsorial (Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17)
R. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: «Retornad, hijos de Adán».
Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R.

Si tú los retiras son como un sueño, como hierba que se renueva:
que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 7-9)

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba sobre Jesús y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de verlo.

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