15 septiembre 2020, bienaventurada Virgen de los Dolores – Puntos de oración

Espero que te ayuden estas palabras que te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración. Dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.

Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.

En las lecturas que hoy nos ofrece la Iglesia, se nos habla de la obediencia. La obediencia es una virtud sobre la cual está bien que meditemos, para examinarnos y ver cómo de interiorizada la tenemos en nuestra vida cristiana. La lectura de la carta de San Pablo a los Hebreos nos dice “Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. […] se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”. Aprendió sufriendo a obedecer. ¿En qué se traduce la virtud de la obediencia? En ser humildes, confiar en Dios y hacer su voluntad en nuestra vida; y esto genera cosas santas y buenas. Es como decía San José María Rubio: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. De esto tenemos varios ejemplos, pero los más grandes son los de Jesús y la Virgen María. Jesús obedeció la voluntad de su Padre, se hizo humilde desde su nacimiento y obediente hasta la cruz. Lo mismo, su madre la Virgen; con Fiat, hizo entrar la Salvación en este mundo.

Dios es el motor de la Historia y de la humanidad. Nuestra libertad, basada siempre en la virtud de la obediencia, es el aceite que ayuda a circular ese motor. Aunque Dios es todopoderoso y no necesite de nuestro aceite para mantener engrasado ese motor; realmente lo quiere, porque nos ama enormemente. Ser obedientes por amor a Dios. La obediencia es el amor, ese aceite es el amor. Pero realmente el amor y misericordia, es de parte de Dios hacia nosotros.

Te animo a que, en este rato de oración, te preguntes ¿cómo está la obediencia en mí? ¿Soy dócil y humilde, o me dejo llevar por el orgullo de tomar mis decisiones, aunque sea pasando por encima de los demás, y busco el camino fácil dejando apartado lo que Dios quiere y por lo tanto, lo que es mejor para mí?

En el Salmo rezamos: “tú que eres mi roca y mi baluarte; por tu nombre dirígeme y guíame”. Siguiendo las palabras del Salmo, puedes pedirle al Señor: llévame de la mano, dirígeme y guíame, hazme ser humilde para dejarme llevar por ti. En ti confío mi Señor, tú tienes palabras de vida eterna y me conduces a fuentes tranquilas. Señor, ayúdame y haz que confíe en ti, ya que todo está en tus manos. Señor, yo soy vulnerable y tú eres el Dios de la Misericordia, mi roca y mi baluarte.

Podemos acabar nuestro rato de oración acordándonos de nuestra madre, la Virgen María. En el Evangelio de hoy, la contemplamos al pie de la cruz, como Nuestra Señora de los Dolores. Jesús nos la entrega como madre “desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio”. Acoge a la Virgen como algo propio, en tu casa, en tu corazón. Acoge a la maestra de la obediencia, ella te enseñará a amar a Dios, a ser feliz, a ser humilde y a obedecer con la alegría de saber que estás haciendo la voluntad de Dios. Así sabrás que estás haciendo lo correcto, tendrás alegría, que es el termómetro de la felicidad verdadera.

Archivo del blog