Hoy la palabra de Dios es muy sugerente. Os invito a que nos centremos en el Evangelio. Pero la lectura de la sabiduría de Israel, que es la sabiduría de todos los tiempos, que propone el Eclesiastés es digna de toda nuestra atención. Le podemos dedicar unas consideraciones iniciales.
“Comprobé la tarea que Dios ha encomendado a los
hombres para que se ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les
proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender
la obra que hizo Dios, de principio a fin”.
“Todo lo hizo bueno a su tiempo”: todos los contrastes
que vemos en los primeros párrafos de la lectura son el compendio de la vida
del hombre. Y todo está en el plan de salvación de Dios. Nuestro problema está
en profundizar en lo que dice después: “Y les proporcionó el sentido del
tiempo”. Solamente cuando a la luz de Dios sopesamos cada cosa empezamos a
entender este plan maravilloso de Dios. Dios nos ha dado la clave para entender
todas las cosas.
La clave de sentido de todo es Cristo. Desde ahí
podemos entender todo.
Y ahora podemos centrarnos en la pregunta que Cristo
nos dirige en el evangelio. Es el momento de meternos en la escena como si
estuviéramos allí. Porque la pregunta del Señor va para mí en el día de hoy:
«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».
Os invito a acoger esta pregunta en el corazón. El
Señor no quiere una respuesta superficial. Meditemos despacio lo que le vamos a
contestar. Solo una respuesta respaldada con la vida tiene algo de verdad.
¿Por qué nos pregunta Jesús? Sencillamente porque
quiere entrar en relación con nosotros, una relación de intimidad.
¿Quién es Jesús para mí? Olvídate por ahora de la
respuesta del Evangelio. Luego si quieres vuelves a ella, para saber lo que le
respondió Pedro. Pero ahora dedica tu oración a meditar una respuesta vital.
Te aconsejo que escribas tu respuesta y la recites
despacio ante el sagrario o en el silencio de tu habitación. ¡Señor, Tú eres…!
Una vez que hemos escrito nuestra respuesta, es tiempo
de quedarse ahí un rato y después pasar a revisar nuestra vida, a revisar si lo
que he dicho que es Jesús realmente se traduce en mi vida.
Al final nos quedaremos guardando en el corazón el sentido de la pregunta de Jesús y nuestra respuesta, imitando a María que guardaba las cosas importantes que se referían a Jesús en su corazón y volvía sobre ellas muchas veces.