1/4/2017, Sábado de la IV semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías (11, 18-20)
El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó todas sus intrigas. Yo, como manso cordero, era llevado al matadero; desconocía los planes que estaban urdiendo contra mí: «Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra de los vivos, que jamás se pronuncie su nombre». Señor del universo, que juzgas rectamente, que examinas las entrañas y el corazón, deja que yo no pueda ver cómo te vengas de ellos, pues a ti he confiado mi causa
Salmo responsorial (Sal 7, 2-3. 9bc-10. 11-12)
R. Señor, Dios mío, a ti me acojo.
Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame,
que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio. 
R.
Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo. 
R.
Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (7, 40-53)

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: - «Este es de verdad el profeta». Otros decían: -«Éste es el Mesías». Pero otros decían: - «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?». Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: - «¿Por qué no lo habéis traído?» Los guardias respondieron: - «Jamás ha hablado nadie como ese hombre». Los fariseos les replicaron: - «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos». Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: - «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?». Ellos le replicaron: - «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas». Y se volvieron cada uno a su casa.

1 abril 2017. Sábado de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Hoy es sábado de cuaresma, por lo que queremos tener a la Virgen muy presente en nuestra oración. Le pedimos primero que su Corazón Inmaculado sea nuestro oratorio en el que meditemos la Palabra de su Hijo, para que aprendamos de Ella a escuchar a Dios y a conformar nuestra vida a la voluntad amorosa del Padre. Que su “Hágase en mí según tu Palabra” sea mi oración y la norma de mi vida toda.
Vamos caminando a la Pascua, siguiendo a Jesús hasta el Calvario para resucitar con Él en el gran Domingo de la Pascua. Los evangelios de estos días dejan constancia de la tensión creciente que se acumula en torno a Jesús, del rechazo a su pretensión de ser el enviado del Padre. Hace unos días escuchábamos: “Los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios” (Jn 5,18). Así, hoy la primera lectura, del profeta Jeremías, anuncia esta conspiración que se cierne sobre Jesús y le designa como cordero manso, llevado al matadero. La actitud de Jesús es ponerse en las manos del Padre: “a ti he confiado mi causa”. Nos hemos unido a Él con la oración del salmo: “Señor, Dios mío, a ti me acojo”.
El evangelio nos presenta el debate entre la gente sobre el origen de Jesús: las enseñanzas y los signos de Jesús manifiestan a las claras que Él es el Mesías, el Profeta esperado. Pero éste no había de venir de Galilea, según la Ley. Desconocían el nacimiento de Jesús en Belén, la ciudad de David, y que Él había elegido precisamente Galilea como escenario primero de su predicación y milagros para que se cumplieran las profecías de Isaías: en la Galilea de los gentiles, tierra de sombras, “una luz les brillo” (Mt 4,16). El comportamiento de Jesús es desconcertante para ellos porque pone en primer lugar la misericordia, por encima del sábado, y que los pobres, los que viven en sombras, sean evangelizados.
¿Qué podemos aprender de Jesús en este día? Ante todo contemplarle como Cordero de Dios, que lleno de humildad y mansedumbre, se encamina hacia el sacrificio de sí mismo para el perdón de los pecados. Hoy nos uniremos a su sacrificio aceptando con amor la cruz de este día y transformándola en amor como misioneros de la cruz (P. Eduardo).

Además, aprender el estilo de Jesús: poner en primer lugar la misericordia, acudir a los olvidados, llevar la luz del evangelio a las penumbras de mi alrededor, a los corazones envueltos en “sombras de muerte”. Le pido a la Virgen que me ayude a poner en práctica en este día la Palabra que he escuchado y he guardado en mi corazón para que dé frutos de amor.

31/3/2017, Viernes de la IV semana de Cuaresma

Lectura del libro de la Sabiduría (2, 1a. 12-22)
Se decían los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios. Es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable. Lleva una vida distinta de todos los demás y va por caminos diferentes. Nos considera moneda falsa y nos esquiva como a impuros. Proclama dichoso el destino de los justos, y presume de tener por padre a Dios. Veamos si es verdad lo que dice, comprobando cómo es su muerte. Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará y lo librará de las manos de sus enemigos. Lo someteremos a ultrajes y torturas, para conocer su temple y comprobar su resistencia. Lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues según dice, Dios lo salvará». Así discurren, pero se equivocan, pues los ciega su maldad. Desconocen los misterios de Dios, no esperan el premio de la santidad, ni creen en la recompensa de una vida intachable.
Salmo responsorial (Sal 33, 17-18. 19-20, 21 y 23)
R. El Señor está cerca de los atribulados.
El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. 
R.
El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor. 
R.
Él cuida de todos sus huesos, ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (7, 1-2. 10. 25-30)

En aquel tiempo, recorría Jesús la Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las tiendas. Después que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: - «¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene». Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: - «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado». Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

31 marzo 2017. Viernes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

La voz de Jesús se alza en el Templo de Jerusalén, según relata el evangelio, y proclama: “A mí me conocéis”... pero al que me ha enviado, “a ese vosotros no lo conocéis”.
Jesús que siempre habla con sencillez y buscando ser comprendido por su interlocutor, parece aquí que plantea una trampa. Podemos conocerle y no conocerle al mismo tiempo.  En este rato de oración, pidamos con confianza a la Virgen que nos dé su conocimiento y amor de Jesús, porque de ese modo nuestro conocimiento de Jesús será auténtico.
Conocer a Jesús como un hombre más, incluso como un gran hombre, pero no conocer sus motivaciones, sus intenciones y los móviles de su obrar, es no conocerle. Conocer su vida, pero sin conocer la razón de su vida, es conocerle por fuera, sin entrar en su Corazón.  Es no conocerle.
Jesús vive del amor del Padre y para amar a los hombres y salvarnos. Ese es su corazón, esa es su razón de vivir. Si nos adentramos en el conocimiento de la interioridad de Jesús, si somos sus íntimos, podremos imitar al apóstol Juan y reclinar nuestra cabeza en su pecho y congeniar con los sentimientos y afectos de Jesús. Esto es conocerle de verdad.
No se puede conocer a Jesús y no amarle ni seguirle. Hay una disyuntiva terrible: Si estamos a su lado, no podemos conocerle superficialmente, porque no lo entendemos y más pronto que tarde lo rechazamos y nos alejamos con resentimiento. Si estamos a su lado, hemos de profundizar, permaneciendo a su lado en medio de la oscuridad de la fe, cimentados en la confianza, y así llegaremos a conocerle como salvador, como amigo y como hermano.

Que la Virgen María nos alcance conocer a Jesús, amarle y seguirle.

30/3/2017, Jueves de la IV semana de Cuaresma

Lectura del libro del Éxodo (32, 7-14)
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: - «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto"». Y el Señor añadió a Moisés: - «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo». Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: - «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: "Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra"? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Salmo responsorial (Sal 105, 19-20. 21-22. 23)
R. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. 
R.
Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo. 
R.
Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 31-47)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése si lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?».

30 marzo 2017. Jueves de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Nos acercamos a la oración probablemente llenos de tribulaciones, de ese ruido interior que el mundo externo nos trasmite. La experiencia nos ha enseñado una y otra vez que el amigo con el que nos vamos a encontrar, es “Aquel al que los vientos y el mar obedecen”, esperamos de una forma más o menos consciente la dádiva de la paz. Esa serenidad que nos da el don de discernir lo verdaderamente importante de lo accesorio.
Empecemos por dar gracias a Dios, por poder tener entre nuestras manos la “Sagrada  Escritura”. La Biblia contiene la “Revelación de Dios al hombre”, es decir la acción de revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad” (Dei Verbum-Vaticano II). Ahora bien, nuestra fe  nos lleva al encuentro personal con un Padre que nos ama y un Hijo que representa el momento culminante de la revelación.  Nuestra fe nos permite una espiritualidad dialógica, donde escuchamos y hablamos con nuestro Dios. No tenemos “una religión del libro”, la Biblia no es un libro “caído del cielo” que nos marque incuestionablemente nuestra vida, como puede ser el Corán.
La primera lectura nos recuerda el acontecimiento central del Antiguo Testamento: La Alianza en el Sinaí, entre Dios y los hombres representados por Moisés. La escena del becerro de oro representa la miseria del hombre, el rechazo continuo a la Ley de Dios. En esta lectura Moisés baja de recibir los “Mandamientos” del Sinaí y se encuentra con que el pueblo adora al “becerro de oro”.
Hay un paralelismo entre este rechazo a “La Torá”, palabra escrita de Dios que trae Moisés y la Palabra vivida por Dios que nos describen los evangelios. Parece que siempre aparece un “becerro de oro” que nos oculta la “Verdad”.
La lectura de San Juan que hoy nos propone la Iglesia, no es fácil de comprender. Jesús “muestra galones” manifestando cuales son los avales de su mensaje.  Nos va a hablar sobre el testimonio del Padre acerca de la misión del Hijo.  Conocedor de la ley judía (Dt 19, 15) sabe de la necesidad de testigos en un pleito. En este pasaje nos referirá el testimonio de Juan Bautista y el testimonio del Padre.
El testimonio de Juan (v33.35). El predecesor era un hombre de gran prestigio en Israel. No solo los evangelios así lo refieren, también Josefo habla del prestigio de Juan. Los judíos le mandaron una misión para preguntarle si él era el Mesías y el señaló al “cordero de Dios que quita los pecados del mundo”.
El Padre da testimonio del Hijo por las “obras”, los milagros (v.36). También da testimonio por la Escritura (v39-47). Es el testimonio que para un judío debería ser definitivo. Como hemos dicho antes, en la Escritura está el soporte de la revelación. “Escudriñáis las Escrituras, pues pensáis que en ellas tenéis la vida eterna; precisamente ellas dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí para tener la vida”.

Demos gracias de nuevo a Dios, por la Revelación, por la palabra escrita, por la Palabra vivida y especialmente por la Madre que nos ayuda a entender estas cosas con el corazón.

29/3/2017, Miércoles de la IV semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (49,8-15)
Esto dice el Señor: «En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz." Aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua. Convertiré mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros del país de Sin. Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados». Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidará, yo no te olvidaré.
Salmo responsorial (Sal 144, 8-9. l3cd-14. 17-18)
R. El Señor es clemente y misericordioso
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. 
R.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. 
R.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 17-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no sólo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios. Jesús tomó la palabra y les dijo: - «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio. para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió. En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán. Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. No os sorprenda, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio. Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

29 marzo 2017. Miércoles de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Si tengo que escoger una frase del evangelio con la que quedarme para meditar en este día, es: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
A menudo, cuando las cosas no van como yo quiero, cuando las cosas no salen como yo preveía, pienso que el Señor se ha olvidado de mí. O que realmente no le importo tanto como yo pensaba. Quizás, pienso, soy uno más, un nombre y apellido entre tantos otros. Una vida gris y mediocre, como tantas otras.  Y claro, esto son los planteamientos que yo, un simple y limitado ser, limitado en el tiempo y el espacio, limitado en mis pobres esquemas humanos, se hace respecto a Dios.
Por eso, dentro de la densidad del evangelio de hoy, me llama especialmente la atención esta frase: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Porque manifiesta que Dios no deja nunca de actuar, es decir, de amar, nunca. El sigue amando sin descanso aunque yo me canse. Sigue amando, perdonando, “misericordiando” que diría el papa Francisco, sin descanso, siempre.
Esto es tan difícil de “digerir”, de creérselo, que el Señor necesita ponernos ejemplos y comparaciones para poder entenderlo. Por eso nos dice en el Libro de Isaías: “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré”. Y el salmo 144 se deshace en adjetivos que no logran explicar la bondad de Dios: El Señor es clemente…, misericordioso…, bueno…, cariñoso…, fiel…, bondadoso…, justo…
En el mensaje para la Cuaresma de este año, el Papa Francisco nos decía: “Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar”. Y es que para Dios no existe el tiempo, el Señor no tiene prisa, no participa de nuestras impaciencias y agobios. Cuando a menudo pensamos que Dios no nos escucha, es que pretendemos encajonarlo en nuestro esquema temporal y, ¡claro! nuestros planes quedan ridículos y raquíticos frente a los planes de Dios. Recuerdo que había una película en la que se decía: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Y me imagino al Señor sonriendo con ternura  como le sonreiría una madre a su hijo pequeño que le cuenta todas las cosas que hará cuando sea mayor.

Pues que no lleguemos a decir como Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». Porque no es verdad. Porque Dios es como el sol que brilla, te lo merezcas o no, te des cuenta o no, le des las gracias o no, él está ahí siempre brillando, actuando, amando.

28/3/2016, Martes de la IV semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Ezequiel (47, 1-9. 12)
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo el Señor. De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este - el templo miraba a levante -. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho. El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado. Entonces me dijo: - «¿Has visto, hijo de hombre?» Después me condujo por la ribera del torrente. Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo: - «Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacía la estepa y desembocan en el mar de la Sal. Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar, y habrá vida allí donde llegue el torrente. En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Salmo responsorial (Sal 45, 2-3. 5-6. 8-9)
R. El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar. 
R.
Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. 
R.
El Señor del universo está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (5, 1-3. 5-16)

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice: - «¿Quieres quedar sano?». El enfermo le contestó: - «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado». Jesús le dice: - «Levántate, toma tu camilla y echa a andar». Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar. Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano: - «Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla». Él les contestó: - «El que me ha curado es quien me ha dicho: Toma tu camilla y echa a andar». Ellos le preguntaron: - «¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?» Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado. Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice: - «Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor». Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

28 marzo 2017. Martes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Seguimos nuestro camino cuaresmal y antes de iniciar nuestro rato de oración, hacemos un esfuerzo por sentir la presencia humana de Jesús a nuestro lado. Nuestra oración no puede transcurrir sin sentir a Dios cerca.
            Hoy las lecturas de la misa nos hablan de agua: el enfermo de que nos habla el Evangelio necesita del agua de la piscina para curarse y por culpa de sus deficiencias físicas, nunca llega a tiempo al agua cuando esta se remueve. El agua de la gracia y el bautismo es el que nos perdona nuestros pecados y nos cura. El diluvio duró 40 días y sirvió para purificar al mundo; que esta cuaresma de 40 días también sirva, por lo menos, para que nos convirtamos nosotros. Que la gracia llueva sobre nuestras almas y las de los que nos rodean.
            Las tentaciones que Jesús padeció en el desierto no son nada más que una repetición de las que el demonio utilizó con Adam en el paraíso; en aquella ocasión todo le salió bien a Satanás. El enemigo en el origen se enfrentó al primer hombre, nuestro antepasado, por tres tentaciones: lo intentó por la glotonería, la vanagloria y la avaricia… Por la glotonería le mostró la fruta prohibida del árbol y lo persuadió a comerla. Lo tentó por la vanagloria diciendo: “Seréis como dioses”. Y lo tentó también por la avaricia diciendo: “Conoceréis el bien y el mal”. En efecto pues la avaricia no tiene como objeto solo el dinero, sino también los honores…
            Con Jesús lo intentó con los mismos medios y no lo consiguió: aprendamos de Jesús a vencer las tentaciones en esta Cuaresma teniendo paciencia con nosotros mismos. Dice el Papa Francisco: “Necesitamos la misericordia de Dios, pero también necesitamos tener misericordia con nosotros mismos”.
            Del relato de la parábola del hijo pródigo quiero sacar también alguna lección para nuestro trato con Dios. La figura del padre, en la parábola, es el auténtico protagonista; por ello es necesario observarle para sacar conclusiones: Tres actitudes podría tener el padre:
            - Un padre justo le hubiera escuchado y después le hubiera despedido con buenas palabras, pero nada más.
            - Un padre amoroso, se hubiera enternecido, y después de escucharlo, lo hubiera acogido en casa, con los criados y lo hubiera tratado como al mejor de sus criados.
            - Pero el padre es un padre misericordioso y se vuelca en el hijo de tal manera, que llama la atención de todos, sobre todo de su hijo mayor que no lo comprende: se le echa al cuello comiéndoselo a besos, lo recibe como al rey de la casa, le organiza una fiesta como nunca se había hecho…

            Así de exagerada es la misericordia de Dios. Lo que salvó al hijo pródigo fue estar seguro de la misericordia de su padre. Ojalá que tú y yo nunca dudemos de la misericordia de Dios. Termina tu rato de oración con una mirada a la Virgen: Ella, sí que sabe de estas cosas.

27/3/2017, Lunes de la IV semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (65, 17-21)
Esto dice el Señor: «Mirad: mirad voy a crear un nuevo cielo y una nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento. Regocijaos, alegraos por siempre por lo que voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su pueblo, “júbilo”. Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán los frutos».
Salmo responsorial (Sal 29, 2 y 4. 5-6. 11-12a y 13b)
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. 
R.
Tañed para el Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo;
su cólera dura un instante; su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo. 
R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor socórreme.
Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Juan (4, 43-54)

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.» Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta. Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. Jesús le dijo: - «Si no veis signos y prodigios, no creéis». El funcionario insiste: - «Señor, baja antes de que se muera mi niño». Jesús le contesta: - «Anda, tu hijo vive» El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: - «Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre.» El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

27 marzo 2017. Lunes de la IV semana de Cuaresma – Puntos de oración

Mis queridos hermanos, los milagros de Jesús, y la forma en que los hace, nos conquistan el corazón... Unas veces toca al enfermo.., otras opera en el factor tiempo..., no faltan los que se producen sin que el enfermo lo pida..., y así podíamos seguir haciendo apreciaciones al respecto...
            De todos ellos, los que más me llaman la atención son los que hace a distancia, sin su presencia física, tan solo con el imperio de su palabra, y el deseo de su Corazón... ¡Hoy contemplamos uno de estos…!
            ¿Cuál es el factor fundamental para que el milagro se opere? Siempre es el mismo, la fe, la fe en su palabra... ¡Si creyéramos en Jesucristo con la necesidad de un enfermo, con la carencia de una limitación fundamental, o como la única salida en la vida..., nuestra vida estaría cuajada de milagros...!
            Vamos a meternos en el evangelio de este día como si presentes no halláramos, que diría S. Ignacio de Loyola, para sacar algún provecho...
            1. Asumamos la limitación, la pobreza, la carencia, de algún ser querido, amigo o conocido..., y presentémosla a Jesús, como si fuera nuestra.
            2. Hagamos nuestra la súplica de este padre de familia: "le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose."    
            3. Miremos a Cristo con lágrimas en los ojos, y con el dolor del corazón de este padre de familia: «Señor, baja antes de que se muera mi niño».
            4. Escuchemos la Palabra que consuela y fortalece: «Anda, tu hijo está vivo»
            5. Pongámonos en camino para dar fe del milagro: "El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino…”
            6. Dejémonos invadir por gozo de la gran noticia: "Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía."
            7. Constatemos con alegría, que el milagro se produjo en el momento en que creímos: "Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre». El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive»
            8. Y veamos, como otros también creen como nosotros, al ver las maravillas que opera el Amor de Dios: "Y creyó él con toda su familia."

            Quizás te estés preguntando: ¿Y cuál sería el propósito de nuestra oración de hoy...? Muy sencillo, muy profundo, y al mismo tiempo muy alentador... ¡Es necesario creer, no solo para ver milagros..., sino para ser de verdad cristianos, que no es poco milagro…! ¡Creer y ser deben ir de la mano en nuestro caminar diario...! Que así sea...

26/03/2017, Domingo IV de Cuaresma

Lectura del primer libro de Samuel (16, lb. 6-7. 10-13a)
En aquellos días, el Señor dijo a Samuel: «Llena tu cuerno de aceite y ponte en camino. Te envío a casa de vete Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos un rey para mí». Cuando llegó, vio a Eliab y se dijo: «Seguro que está su ungido ante el Señor». Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón». Jesé presentó a sus siete hijos ante Samuel. Pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a estos». Entonces Samuel preguntó a Jesé: -«¿No hay más muchachos?». Jesé respondió: -«Todavía queda el menor, que está pastoreando el rebaño». Samuel dijo: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa mientras no venga». Jesé mandó a por él y lo hizo venir. Era rubio, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo de parte del Señor, porque es éste». Samuel cogió el cuerno de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. Y el espíritu del Señor vino sobre David desde aquel día en adelante.
Salmo responsorial (Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6)
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. 
R.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. 
R.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. 
R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término. 
R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5, 8-14)
Hermanos: Antes erais tinieblas, pero ahora, sois luz por el Señor. Vivid como hijos de la luz, pues toda bondad, justicia y verdad son fruto de la luz. Buscad lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras estériles de las tinieblas, sino más bien denunciándolas. Pues da vergüenza decir las cosas que ellos hacen a ocultas. Pero, al denunciarlas, la luz las pone al descubierto, y todo lo descubierto es luz. Por eso dice: «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará».
Lectura del santo evangelio según san Juan (9, 1. 6-9. 13-17. 34-38)

En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)». Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ese el que se sentaba a pedir?». Unos decían: «El mismo». Otros decían: «No es él, pero se le parece». El respondía: «Soy yo». Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo». Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?». Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?». Él contestó: «Que es un profeta». Le replicaron: «Has nacido completamente empecatado ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?». Y lo expulsaron.  Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es». Él dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él.

26 marzo 2017. Domingo IV de Cuaresma – Puntos de oración

Es domingo, día del Señor. Y hoy el asunto va de miradas y cegueras. ¿Algo lejano a nosotros? Dios quiere sanar en nosotros esas dioptrías que ni oftalmólogos ni cardiólogos pueden aliviar: las del alma.
Purifico mi oración antes de comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir por mí mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”.
La primera lectura relata el descubrimiento de David como futuro rey de Israel. Entre sus hermanos, buscaban el más apuesto y brillante a los ojos humanos, sin embargo el Señor de Israel dijo: «No te fijes en su apariencia ni en lo elevado de su estatura, porque lo he descartado. No se trata de lo que vea el hombre. Pues el hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón».
Dios cuando mira, ve de manera distinta a nosotros. Nosotros, para aprender a mirar bien, debemos fijar la mirada en Su Corazón, para empaparnos de Su Mirada, de su manera de amar.
Leer a la luz del salmo, aquellos acontecimientos que son centrales aquí y ahora en mi vida: “el Señor es mi pastor, nada me falta”. ¿No es la fe aprender a mirar la vida, a los demás y a uno mismo, como nos ve Dios?
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de su pontificado.
Creer no es otra cosa que,en la noche del mundo,tocar la mano de Diosy así, en el silencio,escuchar la Palabra,ver el Amor.
         Hasta aquí la ambientación de la oración, el telón de fondo que contextualiza la escena del Evangelio en la que durante la oración nos adentraremos. El ciego de nacimiento soy yo. ¿Cuáles son mis cegueras? Pedir al Señor que me ayude a descubrir (que no me pase desapercibidas) las situaciones en las que ya está mezclando saliva con tierra y la está frotando en mis ojos.

         En la noche del mundo…, en la oscuridad de mi mirada apagada, Señor estás Tú. Mi ceguera, es la ocasión propicia para dejarme encontrar por Ti, y aprender a mirar todo de una forma renovada: con tu Corazón.

25/3/2017, La Anunciación del Señor

Lectura del libro de Isaías (7, 10-14; 8, 10)
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: -«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: -«No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: -«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»
Salmo responsorial (Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» 
R.
«Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. 
R.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. 
R.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. 
R.
Lectura de la carta a los Hebreos (10, 4-10)
Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: - «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 26-38)

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: -«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: -«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: -«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. » Y la dejó el ángel.

25 marzo 2017. La Anunciación del Señor – Puntos de oración

Precioso día en el camino cuaresmal, la encarnación del Señor. Comenzamos con la oración de manos de María:
“Que todo en este día, mis actos, mis pensamientos, mis deseos, sean para gloria y alabanza de Dios. Como tú, María, ayúdame a  decir SI a Dios en cada momento de este día. Que mi boca y mi corazón vayan al unísono diciendo, ¡Hágase en mi según tu palabra!”
En el evangelio de hoy escuchamos palabras dichas a María:
  • Alégrate
  • Llena de gracia
  • El señor está contigo
  • No temas
  • Darás a luz
  • Le pondrás por nombre Jesús
  • El Espíritu vendrá sobre ti

Cada una de ellas nos abre al mundo interior de Dios, de su gracia y amor.
- Alégrate: la palabra de presentación de Dios siempre, con cada hombre y en cada situación. La alegría. María la escucha pronunciada sobre ella. ¿cómo llega hoy a tu vida?
- Llena de gracia: Dios en ella, dentro, rodeándola, y ella acogiendo el regalo. Todo es gracia, dirá San Pablo. ¿te sabes sostenido por la gracia de Dios y lo vives?
- El Señor está contigo: Estaba, está y estará. Te lleva de la mano y sostiene. ¡Siéntelo así hoy!
- No temas: SI Dios va contigo no puedes temer. Revisa tus miedos y pon detrás de cada uno el titulo… no te temo. Dios me ha prometido su amor
- Darás a luz: María y cada uno de nosotros, tenemos la misión de traer a Dios al mundo, a nuestros ambientes, para que lo llene todo. Es nuestra vocación, en medio del mundo. Para que en el mundo cada día se realice la Encarnación
- Le pondrás por nombre Jesús: San Antonio de Padua tiene una hermosa oración al nombre de Jesús. “Jesús nombre dulce y consolador, esperanza de eterna dicha, alegría del corazón, miel en los labios”
- El Espíritu vendrá sobre ti: vino sobre María, y viene sobre cada cristiano desde el día del bautismo para sostenernos. Sólo hay que dejarse llevar
A todo ello María contesta: Aquí está la esclava del Señor, Hágase en mi según tu palabra.
Recordamos la clave de nuestro carisma, que vivimos recordando la Encarnación: HAGASÉ. AQUÍ ESTOY.
Lo renovamos hoy. Unidos todos y pidiendo por todos, sosteniéndonos en la oración, la entrega, y la misión.

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