1. Shemá Israel, atención «Lavaos,
purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien. Buscadla justicia, socorred al oprimid, proteged el
derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos -
dice el Señor -. Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos
como nieve» (Is, 1, 10)
¡Qué importante escuchar, prestar
atención…! Recuerdo que cuando leí “Momo” anoté estas palabras acerca de su
diligente actitud: “Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se
le ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera preguntara
algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y
escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro
con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se
le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él. Sabía
escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de
repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y
valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. Y si
alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y
que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que
se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba
todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras
hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por
eso, era importante a su manera, para el mundo. Así sabía escuchar Momo! Pues,
oído al parche, o “para la oreja” que dicen por Perú; o el término encantador
de los hebreos Shemá Israel, IHVH Eloeinu, IHVH Ejad, 'Oye Israel, Adonai es
nuestro Señor, Adonai es Uno'. Desconecta de todo, haz silencio…y ESCUCHA no
una palabra sino LA PALABRA DE TU PADRE DIOS, “deja de hacer el mal, haz el
bien”, así de sencillo; fuera tu doble vida, sé COHERENTE. Y no te asustes,
quien te lo exige, te quiere más que tu madre, sólo Él tiene derecho a
exigirte…y de modo conmovedor te dice que nada es imposible para Él. Y “aunque
tus pecados sean como la escarlata, Él te los volverá blancos como la nieve”.
¡Habla, Señor, que tu siervo escucha; oh Adonai, oh mi Señor, solo Tú tienes
palabras de vida eterna!
2. Ni tus novillos ni tus cabritos, ¡alaba al Señor! “Pero yo
no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales.…El que
ofrece sacrificios de alabanza, me honra de verdad; y al que va por el buen
camino, le haré gustar la salvación de Dios"(S 50)
No necesitas mis grasas, mis
acciones, mis riquezas…que elevan muy alto el colesterol espiritual. Sólo
quieres que te deje hacer, sólo me pides vivir principio y fundamento. Te
comparto un bello texto del compañero de san Ignacio, P. Jerónimo Nadal:
“Ignacio seguía al Espíritu, no se le adelantaba. De ese modo era conducido con
suavidad donde no sabía…Poco a poco se le abría el camino y lo iba recorriendo.
Sabiamente ignorante, puesto sencillamente su corazón en Cristo”. O como nos
decía nuestro Padre Morales: Sólo tengo luz para dar un paso, lo doy, y pido
luz para el siguiente.
3. Sólo hay verdad en la humildad. “A nadie en el mundo
llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial… Que el más
grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza
será humillado, y el que se humilla será ensalzado" (Mt 23, 1). Os brindo
el texto de Carlos de Foucauld que nos invita a vivir en verdad desde la
humildad:
No es posible acceder a la verdad sin
humildad; la humildad es la puerta de la verdad. Todo se comprende desde abajo,
sólo desde abajo. Lo sabio no es subir, sino bajar, puesto que el lugar más
bajo es siempre el más universal. Yo no soy y tengo que sumar para poder ser;
yo ya soy y tengo que restar para descubrirlo. Toda nuestra vida suele ser, a
menudo, un simple encubrimiento de la verdad. El hombre odia la verdad porque
le descubre tal cual es. Nos quema la vida cuando vemos la verdad, y no
queremos quemarnos. La clave para amar la verdad es también la humildad. La
humildad es un don. No hay que conquistar ni merecer el amor, sólo recibirlo.
La humildad supone un trabajo de purificación para no extraviarse en el propio
yo.
Volvemos a lo esencial, a lo
verdadero, a lo auténtico. ¡Cuánto bien hace peregrinar, la marcha como en
estos días la javierada en Pamplona. Todo se torna real, sin artificio…Uno se
pone a caminar y se expone a las inclemencias del tiempo, soles, lluvias,
fríos, calores…La verdad del hermano cuerpo, el cansancio, el hambre, la sed,
la fatiga…Es lo que uno da de sí. ¡Humildad es andar en verdad! Qué razón
tiene santa Teresa. Después de caminar decenas de kilómetros uno se convierte
en “rey” si le dejan un trozo de prado para tumbarse, ¡qué bien una ducha (imposible
con 300 personas y un solo caño)!, ¡cómo se valora una sopita bien caliente!
¡Cuánto se agradece una mano tendida para darte el masaje y ponerte las pilas
para los kilómetros que te faltan! Y cuánto bien hace sentir, palpar la
fragilidad, la necesidad del otro, solicitar ayuda… Y no hay que hacer ningún
esfuerzo, la realidad se te impone, se te da… ¿Cómo don? ¿Cómo gracia? Sólo sé
que quiero ser como Él, como el que se dejó clavar para salvar amando, como la
pobre y humilde doncella de Nazaret. ¡Cómo se quedaría san José mirándolos!
¡Buen modelo a estas alturas de la Cuaresma y a cinco días de su fiesta…!