1/3/2020. Domingo I de Cuaresma (Ciclo A)


Lectura del libro del Génesis (2, 7-9; 3, 1-7)
El Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. Luego el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y el mal. La serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?». La mujer contestó a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: "No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis"». La serpiente replicó a la mujer: «No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal». Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió. Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 5-6a 12-13. 14 y 17)
R. Misericordia, Señor: hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa,
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. R.
Oh Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5, 12-19)
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron... Pues, hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir. Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos. Y tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno: pues el juicio, a partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos pecados acabó en justicia. Si por el delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con cuánto más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.  En resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos. Pues, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos justos.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 1-11)
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.

1 marzo 2020. Domingo I de Cuaresma (Ciclo A) – Puntos de oración


Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y nos ayude a seguir creciendo en esta relación de amistad que es la oración. Hoy especialmente le pedimos que nos ayude a entrar y profundizar en el camino de la cuaresma.
Hoy primer domingo de cuaresma, la Iglesia nos muestra unas lecturas que son toda una catequesis sobre nuestra condición humana, nuestro pecado y el camino que nos muestra Jesús. Con esta gran ayuda que son las lecturas de hoy os propongo tres ideas para la oración.
Somos pecadores. En el relato del Génesis, se cuenta como Dios nos crea de la nada, nos da la vida y nos da múltiples dones. Sin embargo, en nuestro interior esta esa mancha de pecado, esa serpiente que nos tienta, nos pregunta y nos sugiere todo tipo de cosas. Ante esto pueden surgirnos varias preguntas: ¿Somos conscientes de esta realidad, o damos por hecho que nosotros no tenemos tentaciones? ¿Cómo afrontó estas tentaciones? ¿Caigo en la cuenta de que antes que nada soy criatura, creado y amado por Dios y debo actuar en consecuencia?
El pecado no es el final. El salmo de hoy, salmo 50, canta lo que hay después del pecado, el arrepentimiento. Si leemos el salmo con atención, podemos ver que es un arrepentimiento en positivo, un arrepentimiento con fe y amor. Es un caer en la cuenta de que Dios tiene la capacidad de cambiarlo todo, de sanar nuestras heridas y en definitiva es volver a ponerle en el puesto que se merece, Dios creador. Muy unido a este salmo tenemos la carta de San Pablo, que nos recuerda que, igual que el pecado nos condena, no todo se acaba ahí, sino que hay un hombre por encima de todos, Jesús, que nos salva.
Jesús hombre conmigo. Por último, el evangelio nos presenta el pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto.  Este pasaje es muy profundo y permite sacar muchísimas enseñanzas de él. Para concluir lo explicado anteriormente, os propongo incidir en la humanidad de Jesús en este pasaje. Jesús se hace hombre, es hombre como tú y como yo, para compartir nuestro sufrimiento y salvarnos de nuestros pecados. Ese ir al desierto y ser tentado, es pasar por lo que pasamos nosotros en nuestro día a día con las tentaciones y debilidades. Que esta cuaresma veamos en las dificultades la oportunidad de ser acompañados por Jesús en el desierto y desde ahí dejarnos salvar.
Finalmente, después de meditar estas ideas reservad un pequeño tiempo para tener un coloquio con María nuestra madre que siempre nos espera con los brazos abiertos deseando escucharnos.
¡Seamos almas de oración, que no es ser almas de grandes luces, sino de grandes desiertos! (Abelardo.)

29/2/2020. Sábado después de Ceniza


Lectura del libro de Isaías (58. 9b-14)
Esto dice el Señor: «Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan. Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país. Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor. Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre. Ha hablado la boca del Señor».
Salmo responsorial (Sal 85, 1-2. 3-4. 5-6)
R. Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva, Dios mío a tu siervo, que confía en ti. 
R.
Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti, Señor. 
R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. 
R.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas (5,27-32)
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» Jesús les respondió: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

29 febrero 2020. Sábado después de Ceniza – Puntos de oración


Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.
En este sábado después de Ceniza, la clave de las lecturas se centra en la Misericordia de Dios. Parece que el texto de Isaías está hecho para Mateo, o Leví, como se le llama en el Evangelio de San Lucas…  “Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía… Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre”. Es el paso del pecado a la gracia, el punto de inflexión donde, por pura Misericordia de Dios, Dios nos llama…. y dejamos el hombre viejo. Podríamos empezar la oración desde esta perspectiva, poniéndome en los pies de Mateo y sintiéndome destinario de ese mensaje.  
El que ha experimentado su propia miseria es capaz de no juzgar los pecados del prójimo, pues se sabe de peor condición y, sobre todo, se sabe perdonado. Los fariseos estaban cegados por la soberbia de creerse superiores… “¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” Habían de dejado ya de lado el “Misericordia quiero y no sacrificios”. El culto a lo exterior los había dejado vacíos. Faltos de interioridad vivían de la apariencia. ¿Acaso no pasa esto también con nosotros?... Hace unos días veía en internet un fragmento de la película “El mayor regalo” de Juan Manuel Cotelo. Personas que habían sido víctimas de la guerrilla colombiana. Se mostraban los testimonios de estas personas perdonando de corazón al verdugo de un hijo, de un hermano. Para quedarse perplejo. Que bien entendieron lo medular del Evangelio de hoy… “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan”. Sin duda esa actitud sólo puede ser fruto de un encuentro personal con Jesucristo. Que nosotros también en este día encarnemos a ese Cristo que no cesa de perdonarnos y nos llama continuamente a convertirnos. Le pedimos de manera especial a Santa María, hoy sábado, la gracia de la santidad, el milagro que más le agrada dispensar.

28/2/2020. Viernes después de Ceniza


Lectura del libro de Isaías (58, 1-9a)
Esto dice el Señor Dios: «Grita a plena pulmón, no te contengas, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, desean conocer mi voluntad. Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios. “¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?” En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos. No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo. ¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza? ¿A eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor? Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las corras del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».
Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 5-6a. 18-19)
R. Un corazón quebrantado y humillado, oh, Dios, tú no lo desprecias.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. 
R.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad en tu presencia. 
R.
Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado, tú, oh, Dios, tú no lo desprecias.  
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15)
En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunaran».

28 febrero 2020. Viernes después de Ceniza – Puntos de oración


¿Cuál es el verdadero ayuno?
Iniciada ya la Cuaresma, hoy, somos invitados a revisar nuestras vidas, para fomentar una verdadera actitud de conversión. Y se nos propone profundizar en el ayuno. Pero los humanos podemos añadir a este concepto capas de error y confusión, centrándolo en algo meramente exterior, sin alma ni corazón, artificial. Por eso, el evangelio de hoy, uno de los más cortos, o acaso el que más, con ¡¡58 palabras!!, va a darnos la clave. Jesús nos dice que, quedarnos sin él, (que es lo más necesario y fundamental), es una verdadera situación de ayuno.
Sin embargo, la Iglesia, a través de la lectura y el salmo, nos va a facilitar unas pautas para profundizar en ello. Primero se nos propone el sentido verdadero del ayuno, “si queremos acercarnos a Dios”; “si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo” y para que sea un “día agradable para él”. Luego, Isaías, nos indica los medios que se centrarán, sobre todo, en relación a los demás y en positivo; “soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo”. Todo un programa para contrastarnos y traducir en esta Cuaresma.
“El día que te convenzas de que eres nada, comienza tu salvación”, nos recuerda el P. Tomás Morales en alguna de sus obras. Esto tiene que ver con la invitación del Salmo a que reflexionemos; “pues yo reconozco mi culpa/ tengo siempre presente mi pecado”. Desde esta base de realismo, nos prepararemos a pedir misericordia al Señor, por su bondad y compasión, en la seguridad de que “un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias”. ¿En qué podemos concretar nuestra petición de renovación? Atención a los tres verbos que indica el salmista: “borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado”. Somos pues invitados a vivir una doble actitud: el arrepentimiento que es reconocer la maldad de la propia conducta y dolernos de ella. Y, por otra parte, a la conversión que es la vuelta a Dios y es el término que completa la penitencia.
Entonces, no se harán esperar los frutos en nuestra vida, como nos indica el profeta; “surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá: “Aquí estoy”».
Pedimos a nuestra Madre, que nos alcance la gracia de vivir a lo largo de la Cuaresma, desde el arrepentimiento, para una auténtica conversión. Y que se puede concretar también en “un corazón amante sin exigir retorno, gozoso de desaparecer en otro corazón, que no se cierre ante la ingratitud, ni se canse ante la indiferencia”.

27/2/2020. Jueves después de Ceniza


Lectura del libro del Deuteronomio (30, 15-20)
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy pongo delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Pues yo te mando hoy amar al Señor, tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos, mandatos y decretos, y así vivirás y crecerás y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para poseerla. Pero, si tu corazón se aparta y no escuchas, si te dejas arrastrar y te postras ante otros dioses y les sirves, yo os declaro hoy que moriréis sin remedio; no duraréis mucho en la tierra adonde tú vas a entrar para tomarla en posesión una vez pasado el Jordán. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra. Pongo delante de ti la vida y muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que viváis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob».
Salmo responsorial (Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6)
R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. 
R.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. 
R.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 22-25)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día». Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

27 febrero 2020. Jueves después de Ceniza – Puntos de oración


Podemos empezar nuestro momento de oración, tras ponernos en la presencia de Dios y ofrecerle de nuevo todo el día de hoy, pronunciando lenta y repetidamente la frase del salmo:
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Hagámoslo con suavidad, y como si el tiempo se hubiera detenido. Y vamos a incluirnos. Nosotros somos dichosos, bienaventurados, porque hemos puesto nuestra confianza en el Señor.
Te preguntarás: pero si soy un desastre, no doy pie con bola, no me fío de nadie, y de Dios pocas veces. Pero yo te digo: sólo el hecho de estar leyendo estas líneas ya supone que has puesto tu confianza en el Señor, al menos por un momento. Y él quiere hablarte ahora al corazón.
Y te dice, con la primera lectura: “yo te mando hoy amar al Señor tu Dios, seguir sus caminos, observar sus preceptos…” Porque así “vivirás y crecerás”.
E insiste: “Elige la vida, para que vivas”.
Es otra forma de decirte: Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
El Señor nos sigue hablando, esta vez ya con el Evangelio, y nos dice: “Si alguno quiere…”
Tras hablar de su propio camino, de un camino de dolor, sufrimiento y cruz, humildemente nos pide: “Si alguno quiere…”
Moisés insistía en transmitir un mensaje de Dios: “Yo te mando hoy”. Pero ahora, llegada la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios hecho hombre, nacido en la suma pobreza, que ha vivido la redención oculto treinta años en Nazaret, nos dice: “Si alguno quiere…”
Que nosotros hoy, fiados en su Palabra, le digamos: Sí Señor, yo quiero seguirte, cargando con mi cruz, que tú llevas por mí. Quiero que el camino cuaresmal que iniciamos consista en seguir tus huellas de amor, el sendero estrecho que lleva a la vida. Sendero que implica perder la vida por causa de Jesús. Es decir, renunciar a nuestros egoísmos, a esas pequeñas cosas que creemos imprescindibles para nuestra felicidad y que no hacen sino cortarnos las alas para seguir a Cristo.
Revisemos nuestra vida, revisemos nuestro corazón, como le pedía Dios al pueblo elegido por medio de Moisés. Y elijamos el camino de la vida, amando al Señor, escuchando su voz, adhiriéndonos a él, pues él es nuestra vida.
Terminemos este rato de oración dando gracias al Señor y asociándonos a María en su canto del Magníficat, que nosotros podemos hoy orar repitiendo de nuevo:
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

26/2/2020. Miércoles de Ceniza


Lectura de la profecía de Joel (2, 12-18)
Ahora -oráculo del Señor-, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos; y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor que se arrepiente del castigo. ¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y liberación para el Señor, vuestro Dios! Tocad la trompeta en Sion, proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a muchachos y niños de pecho; salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo. Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: «Ten compasión de tu pueblo, Señor no entregues tu heredad al oprobio, ni a las burlas de los pueblos». ¿Por qué van a decir las gentes: «Dónde está su Dios»? Entonces se encendió el celo de Dios por su tierra y perdone a su pueblo.
Salmo responsorial (Sal 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17)
R. Misericordia, Señor, hemos pecado.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado. 
R.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti,
contra ti sólo pequé, cometí la maldad en tu presencia. 
R.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. 
R.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. 
R.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5, 20-6,2)
Hermanos. Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no conocía el pecad, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él. Y como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice: «En tiempo favorable te escuché, en el día de la salvación te ayudé». Pues mirad: ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (6, 1-6.16-18)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

26 febrero 2020. Miércoles de Ceniza – Puntos de oración


Ven Espíritu Santo… ilumina nuestras inteligencias, fortalece nuestras voluntades, enciende nuestros corazones en el fuego de tu Amor. En este comienzo de la Cuaresma, concédeme silencio de corazón hacia las cosas creadas, disponibilidad interior para ser alcanzado por el Amor, y ser enviado a la misión en disponibilidad.
La invitación de hoy es muy sencilla: rumiar las lecturas, y pedir que la gracia de permanecer allí donde el Espíritu me está alcanzando, y abrirme a la gracia desbordante que esta Cuaresma se nos quiere conceder. Te propongo una oración en tres tiempos:
1. Leer y meditar las lecturas. ¿De qué me hablas, Señor? ¿Qué me viene hoy a la cabeza y al corazón con fuerza al leer ese “Rasgad los corazones y no las vestiduras” de la primera lectura?  ¿Qué resuena en mí cuando el evangelio nos invita a esconder a nuestra mano izquierda la limosna que hace la derecha, a sonreír si ayunamos de algo? “Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará”
2. Aún tenemos en la retina la imagen del funeral de Abelardo de Armas. Él recibió una gran gracia en la clausura de sus 50 años de vida. Habiéndole visto morir reducido a la nada, es posible romper las ataduras de nuestros miedos, derrotar a nuestros ídolos con el nombre de Jesucristo, porque si en la vida de Abe triunfó el Amor, en nosotros también puede hacerlo en esta Cuaresma, si abandonamos brillos y maquillajes postizos para dejarnos mirar con Amor por Dios Padre en la desnudez de nuestra pobreza. Así relata él la gracia de las manos vacías, la inmensa gracia que pidió (y se le concedió) para toda la Institución:
Quiero comunicaros que todas vuestras oraciones y sacrificios ofrecidos con motivo de mi cumpleaños debieron caer en mi alma cuando la mañana del 17 de febrero ofrecía la Misa con cuatro hermanos míos, en el Carmelo de Duruelo.
Era la gracia de ver mi nada en el momento de nacer. Cuando por no tener, carecía hasta de la vida de la gracia. Vi mi cuerpecito sucio de niño recién nacido, atendido y acariciado por la ternura de una madre que, hasta el cariño que volcaba en mí, era puesto por Dios en su corazón.
Y deseé morir como nací. Nacer a la vida eterna como a la temporal. Si el ser se me dio gratis y la gracia del bautismo sin merecimiento alguno, así en la plenitud de mi nada deseo entrar con las caricias de la Madre del cielo en el regazo del Padre. Por pura gracia y con las manos vacías. Ser pura, purísima alabanza de Dios, Autor de todas mis obras que ha obrado Él en cuanto hayan sido buenas. Y glorificador de las auténticas mías, las malas, que su misericordia lavó con la sangre derramada por mi Salvador en la Cruz.
En aquella acción de gracias, bajo el influjo de esa canción, Dios me iba haciendo a mí sentir un deseo inmenso… de que me dejase manejar en mi nada, y comprender entonces que toda la vida (no solo la mía, sino la de cada uno) es un milagro de exquisita misericordia de Dios. Y yo me iba diciendo aquel día: “Señor, hoy hace 51 años que nací. Yo no hice ningún mérito para nacer. Yo no me escogí a mí mismo; me escogiste tú, me sacaste desde la eternidad. Y hoy nací yo, por pura misericordia, por pura gracia tuya. Y entré en la tierra por tu pura gracia.
Y lo primero que encontré fue una madre, que me cuidaba y que tenía puesto ese instinto maternal que es tu amor de Padre de los cielos puesto en las madres de la tierra para que te cuiden. Porque es mi madre quien me está amando, pero es Dios quien ha creado a mi madre para que me ame. Y al poco tiempo, enseguida, me bautizaron, y entraste en mi corazón. Yo no hice ningún mérito para recibir la gracia del bautismo.
Entonces, Señor, si mis primeros pasos fueron pura gracia, ¿por qué mi nacimiento a la eternidad no tendría que ser también pura gracia? Y entrar en el cielo como entré en la tierra: con las manos vacías… ¡Qué bonito sería vivir así, siempre con las manos vacías!
No me daba cuenta de lo que pedía… Desde entonces la gracia que yo he recibido es que veo mis manos totalmente vacías. No tengo ningún acto de virtud… Y no sólo no tengo actos de virtud, es que no los quiero. No quiero tener virtudes. Quiero que mi única virtud sea la confianza que nace de la virtud de Él.
A partir de ese momento la gracia mayor para mí ha sido quedar inasequible al desaliento. Por mucha miseria que contemple en mí; ésa sí que es mía… Sentí un gozo grande al pensar que se cumplía lo de mis manos vacías, que entraba en el cielo por pura misericordia, para estar en el último rinconcito…
Y aquello era tan grande para mí, una gracia tan inmensa, que la pedí para toda la institución, y tengo la confianza de que se me concedió.
3. Permanecer en silencio ante el Amor, y terminar con un coloquio íntimo con Cristo. Lo que aquí se me promete no se llevará a cabo imitando a Abe, sino dejando abrasar mi miseria por el Amor de Dios, el mismo que le transformó a él. Por tanto, permanecer en silencio en él… Esto puede ser mi Cuaresma: dejar triunfar al Amor de Cristo crucificado y resucitado en mi vida, y hacer de Él, nuestra riqueza. Pedir, pues, entrar en este tiempo de gracia, con las manos vacías, dispuesto a acoger el Amor de Dios, gratuito, inmenso, misericordioso.
Santa María, que mi vida sea edificada sobre la roca del Amor de Dios trabado con mi pobreza, no sobre el éxito y voluntarismo humanos que tratan de disimular mi completa incapacidad de ser santo por mis propias fuerzas. Madre Buena, que crea en Su Amor para conmigo.

25/2/2020. Martes de la VII semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta del apóstol Santiago (4, 1-10)
Queridos hermanos: ¿De dónde proceden los conflictos y las luchas que se dan entre vosotros? ¿No es precisamente de esos deseos de placer que pugnan dentro de vosotros? Ambicionáis y no tenéis, asesináis y envidiáis y no podéis conseguir nada; lucháis y os hacéis la guerra y no obtenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, con la intención de satisfacer a vuestras pasiones. ¡Adúlteros! ¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por tanto, si alguno quiere ser amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios. ¿O es que pensáis que la Escritura dice en vano: «El espíritu que habita en nosotros inclina a la envidia»? Pero la gracia que concede es todavía mayor; por eso dice: «Dios resiste a los soberbios, mas da su gracia a los humildes». Por tanto, sed humildes ante Dios, pero resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Lavaos las manos, pecadores; purificad el corazón, los inconstantes. Lamentad vuestra miseria, haced duelo y llorad; que vuestra risa se convierta en duelo y vuestra alegría en aflicción. Humillaos ante el Señor y él os ensalzará.
Salmo responsorial (Sal 54, 7- 8. 9 10a. 10b 11. 23)
R. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
Y pienso: «¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme!
Emigraría lejos, habitaría en el desierto». R.
«Esperaría en el que puede salvarme del huracán y la tormenta».
¡Destrúyelos, Señor, confunde sus lenguas! R.
Pues veo en la ciudad violencia y discordia:
día y noche hacen la ronda sobre sus murallas. R.
Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará;
no permitirá jamás que el justo caiga. R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9, 30-37)
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

25febrero 2020. Martes de la VII semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Podemos definir la oración como el encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva. Esta definición coincide con el epígrafe de los números 264 al 267 de la  Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco.  El papa nos habla de la primera motivación para evangelizar que es el amor de Jesús que hemos recibido.
Hoy, también nos pueden ayudar las palabras del Papa como motivación para la oración: “Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor… ¡Qué dulce es estar frente a un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comunicar su vida nueva! Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, «lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos» (1 Jn 1,3).
En la primera lectura el Apóstol Santiago reprende a los primeros cristianos porque no acaban de dejar las actitudes paganas, les llama: ¡Corazones adúlteros! ¿No sabéis que amar el mundo es odiar a Dios? El apóstol no refiere evidentemente a todo el bien que hay en el mundo sino a las pasiones desordenadas que están en el corazón del hombre. “Pedís y no recibís, porque pedís mal. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones”…”Dios se enfrenta con los soberbios y da su gracia a los humildes”.
El Evangelio es de san Marcos y comienza con el segundo anuncio de la Pasión del Señor mientras va de camino con sus discípulos hacia Cafarnaún. Todo el evangelio de san Marcos nos encamina hacia la cumbre del Calvario. La vida de Jesús es un subir a la cruz donde morirá por nuestros pecados. Esto cuando Jesús se lo anuncia a sus discípulos no lo entienden. “Y les daba miedo preguntarle”. ¿No nos pasa a nosotros lo mismo? ¿No tenemos también miedo a la verdad? Invoquemos al Espíritu Santo, siempre, pero más durante la oración para que nos explique el misterio pascual, el misterio de Cristo muerto y resucitado.
Y cuando llegaron a Cafarnaún fue Jesús quien preguntó a los discípulos: “¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante”. El Evangelio no ensalza a los apóstoles, no oculta su pobre condición humana, más bien insiste en calificarles de mente cerrada y estrecha. Tampoco oculta sus pasiones, sus deseos de mandar, de ser estimados, de ser importantes.  Aquí Jesús les da una lección práctica. “Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado. Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.”
Meditemos lo que significa ser servidor de todos, como nos pide Jesús. No es fácil en medio del mundo, de este mundo que busca la comodidad, el ser servido, la vanidad, las apariencias…
Y terminemos también con unas palabras del Papa Francisco, de la misma Exhortación Apostólica, nº 267: “Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama. En definitiva, lo que buscamos es la gloria del Padre, vivimos y actuamos «para alabanza de la gloria de su gracia» (Ef 1,6).

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