Hoy es una
fiesta que ya se celebraba en Roma en el siglo IV, para manifestar la unidad de
la Iglesia en torno al obispo de Roma, sucesor de san Pedro.
En las
oraciones y lecturas de la misa de hoy se muestra la tarea que Jesús confió a
Pedro:
ü Dar firmeza a los hermanos (oración colecta).
ü Gobernar con generosidad, siendo modelos del rebaño (1ª lectura).
ü “Lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo” (Evangelio).
Hoy es un día,
pues, para pedir por el Papa y los obispos, sucesores de los apóstoles. Pedir
por ellos, por todos ellos, con cariño de hijos, al Padre de todos, para
cumplan la difícil misión que el mismo Cristo, y nadie más que él, les ha
encomendado. Muchas veces miramos a la jerarquía de la Iglesia con ojos demasiado
humanos. Hoy es un buen día para volver a mirar con ojos de fe, viendo en ellos
al mismo Cristo que nos guía como Buen Pastor.
Nos puede
ayudar en nuestra oración empezar a meditar en las palabras que el Papa nos ha
dirigido a todos los cristianos con motivo del comienzo de la cuaresma. A una
semana del miércoles de ceniza, puede ser una buena ocasión para empezar a
preparar esos días 40 días, tan necesarios para luego vivir en plenitud la
Pascua del Señor.
En el título
del mensaje ya el Papa deja clara una idea clave: “El otro es un don”. En el
musical de la misericordia que andamos difundiendo por todos lados, en vivo o
en DVD, el mensaje dice algo parecido: “Tú conmigo, yo en ti”. Porque el otro
es un don.
Así comienza
el mensaje, pero antes deja clara otra cosa que es bueno recordar todos los
años: la cuaresma es un tiempo de conversión.
Con esta
amalgama de ideas hacer hoy oración es fácil: pedir al Señor que abra nuestro
corazón, que nos dé entrañas de misericordia, que nos convierta, para mirar al
otro, el pequeño o el grande, el aparentemente necesitado o el que parece no
necesitar nada, con unos ojos nuevos, llenos de misericordia.
Para ello,
quedémonos mirando al Señor, que también a nosotros, como a los apóstoles en
Cesarea de Filipo, nos pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Pidámosle
también que nos dé su Espíritu, para que podamos responderle con nuestra vida:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, nuestro salvador.